¿Qué sabemos históricamente del nacimiento de Jesús? – 5

Serie: 123, 4

Flavio Josefo (1817) por William Whiston
Un grabado en madera de Flavio Josefo (1817), ilustrado por William Whiston en sus traducciones del historiador judío.

El prólogo al Evangelio de Lucas

Una de las cosas distintivas del Evangelio de Lucas es su intento de convencer al lector de que lo que está expresando es justo lo que ocurrió según la mejor evidencia que “tiene” de ello. Por eso, en varias ocasiones, su autor comienza con un prólogo general o colocando un punto de referencia histórico a los acontecimientos que nos relata. He aquí unos casos:

Puesto que muchos intentaron redactar una narración sobre los hechos que se han realizado entre nosotros, según nos transmitieron los que desde el principio fueron testigos oculares y servidores de la palabra, me pareció también a mí, que he seguido desde el comienzo todo cuidadosamente, escribirte por orden, excelente Teófilo, para que conozcas la seguridad de las palabras en las que fuiste instruido (Lc. 1:1-4)

El año decimoquinto del gobierno de Tiberio César, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, Herodes tetrarca de Galilea, su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la región de Traconitide, y Lisanias tetrarca de Abilene, bajo los sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto. (Lc. 3:1-2)

El primer caso es el que nos llama la atención en este momento, porque “Lucas” está adoptando un tipo de apertura del texto muy típico de autores de su época. (Vidal, Nuevo Testamento 341-342) Aquí presentamos un ejemplo de la apertura de un libro de historia de Flavio Josefo, para darles una idea de ello:

Excelentísimo Epafrodito:

En mi historia de las Antigüedades judías creo que he dejado suficientemente claro para todo el que quiera leer la obra la antigüedad de nuestra raza, la incontaminada pureza de su sangre y cómo llegó a instalarse en esta tierra donde habitamos en la actualidad. Nuestra historia abarca un periodo de 5,000 años; y yo la escribí en griego, a base de datos de nuestra literatura sagrada. Pero como veo que algunos, influidos por las calumnias maliciosamente difundidas por ciertos tipos, tratan de desacreditar determinadas afirmaciones mías sobre nuestros orígenes, y aducen como prueba de la relativa modernidad de nuestra raza el hecho de que los más conspicuos historiadores griegos no hayan considerado digna de mención, considero que es mi deber escribir un breve tratado sobre estos puntos, para dejar a nuestros detractores convictos de difamación y falsedad calculada, para corregir la ignorancia de los demás y para instruir adecuadamente a todo el que desee conocer la verdad sobre los orígenes de nuestra raza. (citado en Fitzmyer I: 13 y Gómez Acebo 20)

En ambos casos, el del Evangelio de Lucas y el de Josefo, podemos observar una estructura aproximada (Gómez Acebo 20):

  1. Precedentes: Hablando de lo que otros han escrito.
    1. Existencia de otros relatos
    2. Fuentes: testigos oculares
  2. Contribución del autor:
    1. Método
    2. Propósito

Así que no hay duda de que el autor del evangelio lucano tiene como intención, no relatar un midrash hagádico, como en el caso del Evangelio de Mateo, sino que aspira a afianzar nuestra confianza en que lo que dice el texto efectivamente ocurrió.

Narraciones de dos nacimientos milagrosos

Trasfondo de dos grupos apocalíticos en conflicto

El bautismo de Jesús, por Adi Holzer.
El bautismo de Jesús, por Adi Holzer (1997). Licencia: El dueño de los derechos de autor sobre este archivo, Adi Holzer, le permite a cualquier utilizarlo para cualquier propósito, bajo la condición de que se le atribuya apropiadamente. Se permite la redistribución, obra derivada, uso comercial y cualquier otro propósito.

De los cuatro evangelistas, no solo el Evangelio de Lucas es el único en darnos una apertura como la que vimos, sino que también es la rara vez que comienza con el nacimiento de … de … ¡Juan el Bautista! ¡Qué extraño! ¿Y qué aprovecha el hablar de esta narración? ¿Qué tiene que ver esto con el nacimiento de Jesús? Aquí, “Lucas” estaba utilizando una estrategia muy hábil para responder a muchos críticos del cristianismo.

Lo que mucha gente no sabe es que, aun en una época tardía del siglo I, rondaban muchos discípulos del Bautista en ámbitos judío palestinenses y en la diáspora. Parece que, cuando clausuraba el siglo I y empezaba el II, el número de seguidores del Bautista había aumentado significativamente y habían modificado un poco su memoria para engrandecerle, tal vez hasta el punto de presentarle como Mesías. (Gómez Acebo 86, 88)

A fin de cuentas, lo que sabemos históricamente es que Jesús siguió al Bautista y se dejó bautizar por él. Esto no es algo trivial y plantea unos asuntos muy embarazosos para el cristianismo. Podríamos resumir uno de ellos de la siguiente manera: Si Jesús se dejó bautizar por el Bautista (como está claramente atestiguado en múltiples fuentes (Mc. 1:1-:13, Lc./Q 3:7-9,16b-17, 21-22), entonces, ¿no significaba eso que Jesús confesó que pecaba, que se arrepintió y que se hizo discípulo del Bautista? (Mc. 1:4-5; Lc./Q 3:7-9) En tal situación, los discípulos del Bautista, con toda probabilidad, se preguntaban, “¿con qué autoridad los cristianos afirmaban que Jesús era el Mesías, si fue discípulo de nuestro maestro?”

Para empeorar el asunto, parece que el mismo Bautista no estaba consciente de que Jesús era el Mesías, algo que los mismos discípulos sabían:

Al oír Juan acerca de todo eso, envió por medio de sus discípulos a decirle:

—¿Eres tú el que iba a venir, o esperamos a otro? (Lc./Q 7:18-19)


En el contexto de las acaloradas tensiones con estos discípulos de Juan a finales del siglo I, cada uno de los evangelistas manejó esta información incómoda del bautismo de Jesús a su manera, cada vez intentando alejar más a Jesús del hecho de ser bautizado por Juan.

  • Evangelio de Marcos (ca. 70 EC): A pesar de mencionar que el bautismo de Juan era uno de arrepentimiento y de confesión de pecados, en el caso de Jesús, el evangelista cambió el significado para convertirlo en algo análogo a una unción, en el que Dios le adoptaba como hijo suyo. En este relato, Jesús es el que vio el cielo abrirse y al Espíritu divino eligiéndole como hijo. (Mc. 1:10-11) Es más, no comenzó su ministerio hasta después de arrestado el Bautista. (Mc. 4:14) Todo esto se nos narra muy fugazmente sin mayores explicaciones de por qué Jesús quiso ser bautizado por Juan o por qué esperó a que Juan fuera arrestado para comenzar su ministerio.
  • Evangelio de Mateo (ca. 80-90 EC): Incluye el relato de Marcos y algunos elementos de Q, pero con una notable diferencia. Introduce un diálogo en el que Juan reconoce a Jesús como el Mesías y le cuestiona su intención de bautizarse. A esto, Jesús le dio una (no-)contestación: “Permítelo ahora. Pues así nos es conveniente cumplir toda justicia”. (Mt. 3:15) En otras palabras, “así lo quiere Dios, no lo cuestiones, haz lo que dice”. Desgraciadamente, este pequeño diálogo mantiene el inexplicable misterio, no lo aclara.
  • Evangelio de Lucas (ca. 85-100 EC): Jesús se bautizó y tuvo su visión del Espíritu Santo adoptándole como hijo. Sin embargo, esto ocurrió después de que Juan fuera arrestado. Así, “Lucas” desvincula el bautismo de Jesús de la actividad de arrepentimiento y conversión proclamado por Juan. (Lc. 3:19-22)
  • Evangelio de Juan (ca. 90-100 EC): Jesús no parece haber sido bautizado por Juan. Es más, Juan fue el que vio al Espíritu descender sobre Jesús, por lo que instruyó a sus discípulos a seguirle. (Jn. 1:29-34)

De hecho, el Evangelio de Juan estaba tan reñido con los discípulos del Bautista, que en las últimas dos ediciones del texto (de donde proceden los famosos monólogos de Jesús y los textos de cristología elevada), contienen versos dirigidos a argumentar en contra de lo que reclamaban los bautistas. Por ejemplo:

Surgió un hombre enviado por Dios, de nombre Juan. Este vino para dar testimonio: para testificar acerca de la luz, a fin que todos creyeran por medio de él. No era él la luz, sino el testigo de la luz (Jn. 1:6-7)

Juan da testimonio sobre [la Palabra – Logos (Λόγος)] y ha gritado diciendo:

—Este era aquel de quien dije: “El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque era anterior a mí” (Jn. 1:15)

Y este es el testimonio de Juan …:

—Yo no soy el mesías (Jn. 1:19a, 20)

[Habla Juan] Vosotros mismos me sois testigos de que dije: “Yo no soy el mesías, sino que he sido enviado delante de él”. Quien tiene a la novia es el novio y el amigo del novio, que está allí y lo escucha, ,se alegra mucho por la voz del novio. Esa alegría mía, pues, ha sido completa. Él [Jesús] tiene que crecer y yo, disminuir. (Jn. 3:28-30)

[Una multitud decía] Juan, ciertamente, no hizo ningún milagro … (Jn. 10:41)

… y así por el estilo. Además, presentaba a los discípulos de Juan como “envidiosos” en relación con los seguidores de Jesús. (Jn. 3:22-26) (Brown, La comunidad 30-31, 68-70)

“Lucas” sabía que existían discípulos de Juan dispersados en el Mediterráneo, probablemente después de la destrucción de Jerusalén. Sin embargo, parece documentar su presencia mucho antes del acontecimiento. (Hch. 19:1-7)

Nota: El pasaje en cuestión presenta una situación idealizada y, según algunos críticos, lo más probable es que esta comunidad “bautista”, en realidad era cristiana prepaulina. Sin embargo, presenta esta ocasión para caracterizar a los bautistas (a lo que “Lucas” respondía) como un grupo de fe imperfecta que necesitaba cristianizarse. (Fitzmyer, Hechos 323-328; Vidal, Nuevo Testamento 726-727)

En su capítulo 3 del Evangelio, “Lucas” también presentaba a un Juan que iba a tono el mensaje lucano a favor de los pobres y en contra de las injustas autoridades judías y agentes del Imperio. (Lc. 3:10-14) Sin embargo, su relato del nacimiento del Bautista y el de Jesús representa su manera de lidiar con los problemas que tenía con los bautistas. (Vidal, Jesús 15-18) Allí “demuestra” que Jesús era mejor que Juan.

Estructura de los relatos de la infancia de Juan y Jesús

Abraham, Dios y dos ángeles, por Gustave Doré (1852)
Abraham, Dios y dos ángeles, por Gustave Doré (1852)

Los relatos de la concepción de Jesús y de Juan son paralelos, ya que ambos se modelan en la versión de la Septuaginta de una serie de narraciones de la Biblia Hebrea:

  • El relato del encuentro de Abraham con el Ángel de Yahveh (y otros dos) avisándole que milagrosamente su esposa, Sara, concebiría y daría luz a un hijo, Isaac. (Gén. 18:1-15, 21:1-7)
  • El relato de la concepción de Sansón (Jc. 13:2-25)
  • El relato de Ana y la concepción de Samuel (1 Sm. 1-2:11) (Borg y Crossan 118-121)

La estructura narrativa de las dos narraciones de Juan y Jesús es la siguiente:

  • Presentación de los padres, que de alguna manera no tienen o no pueden tener hijos
  • Aparición de un ángel
    • Les dice que no teman
    • Les dice que tendrán un hijo
    • Les dice el nombre que le pondrán
    • Les dice que será grande
  • El padre o la madre expresa duda o interrogante
  • El padre o la madre pronuncian un canto muy parecido al Canto de Ana, según la Septuaginta. (1 Sam. 2:1-10)

Hasta ahí las semejanzas, razón por lo que los eruditos se refieren a los dos relatos como dípticos. Donde difieren es en lo siguiente:

  • El ángel responde a la duda:
    • Penaliza al padre de Juan por dudar, haciéndole mudo.
      • Juan es hijo de sangre de sus padres, pero quedará lleno del Espíritu Santo para predicar, convirtiéndose en “profeta del Altísimo”
    • Satisface la duda de la madre de Jesús
      • Jesús será llamado “Hijo de Dios” porque será fruto del Espíritu de Dios sin intervención de varón.
  • Situación de responder al ángel:
    • El padre de Juan estuvo mudo
    • María respondió con su Fiat (Borg y Crossan 115; Brown, El nacimiento 254-256; Fitzmyer, El Evangelio II: 57-58)

El patrón entre ambas narraciones es tan llamativo que algunos han postulado la posibilidad de que, originalmente, existió el relato del nacimiento de Juan como una fuente independiente y que el autor del Evangelio de Lucas la adaptó para sus fines, creando una historia paralela de Jesús. (Vidal, Jesús 18-19) Otros afirman que, posiblemente, los dos relatos se generaron independientemente, inspirados casi en el mismo conjunto de los pasajes de la Septuaginta y que Lucas los armonizó para sus fines literarios. (Bovon I: 75) Aun otros sostienen la hipótesis de que el relato de la infancia del Bautista se originó en grupos cristianos afines a sus discípulos. (Fitzmyer, El Evangelio 62-63) Sin duda, los detalles de ambos relatos y de la armonización de Lucas, sugieren que se compuso en varias etapas (mínimo dos).

  1. Dos anunciaciones de concepción
    1. Anunciación sobre Juan el Bautista; el embarazo de Isabel y alabanza a Dios
    2. Anunciación sobre Jesús, alabanza (por Isabel) del embarazo de María
  2. Dos relatos de nacimiento/circuncisión/imposición del nombre y futura grandeza
    1. Relato sobre Juan el Bautista, su crecimiento
    2. Relato sobre Jesús, crecimiento y madurez (Brown, El nacimiento 258)

Relato del nacimiento de Juan el Bautista

El nacimiento de Juan el Bautista, por Tintoretto
El nacimiento de Juan el Bautista, por Tintoretto (1563). Imagen cortesía de Didier Descouens (CC-BY-SA 4.0)

Este es el relato que más recuerda al de Abraham, debido a que alude a la vejez de los padres de Juan, llamados Zacarías e Isabel, pero por la manera de presentar la escena, se parece al de la concepción de Samuel. (Borg y Crossan 115) Si recordamos que los capítulos 1 y 2 del Evangelio de Lucas se escribieron después del Evangelio, podemos decir que puede haber algún grano de historicidad en cuanto al nombre de Zacarías, ya que “Lucas” nos lo informa en el capítulo 3 (el que originalmente fue el primer capítulo de su Evangelio). Su mención en ese lugar sería redundante si ya conocemos los relatos de los capítulos 1 y 2 (Lc. 3:2) (Fitzmyer, El Evangelio II: 311) No sabemos con certeza si el nombre “Isabel” es el verdadero nombre de la madre de Juan, pero parece ser un dato histórico o tradicional. (Brown, El nacimiento 273-275) “Lucas” nos brinda también una información importante, la ascendencia de Juan el Bautista era levítica, de dinastía aarónida y que, probablemente, Zacarías pudo haber sido algún sacerdote rural marginado del sacerdocio del templo. (Vidal, Jesús 22-23)

El Evangelio de Lucas colocaba la concepción de Juan en “los días de Herodes, rey de Judea”, es decir, poco antes del 4 AEC. Isabel era estéril y ella y su esposo eran ancianos. De acuerdo con el relato, mientras estaba oficiando su deber sacerdotal ante una multitud, se le apareció “un ángel del Señor”, el ángel Gabriel (Lc. 1:19), revelándole que Dios había escuchado sus ruegos y que le concedería tener un hijo al que llamaría “Juan”. Este sería “grande ante el Señor”, no bebería vino ni ninguna otra bebida alcohólica (manteniendo la disciplina sacerdotal, Lev. 10:8-11), estaría lleno del Espíritu de Dios desde el vientre de su madre y convertiría a muchos al dios de Israel, con el mismo ímpetu y poder de Elías. (Lc. 1:13-17)

Zacarías expresó dudas, debido a su incredulidad, lo que llevó al ángel a castigarle con que permaneciera mudo hasta el nacimiento de su hijo. Isabel concibió y, durante cinco meses, estuvo oculta diciendo: “Así ha actuado conmigo el Señor, en los días en que se dignó quitar mi afrenta entre los hombres”. (Lc. 1:20-25) Este dato de los cinco meses tiene una función en la narrativa lucana, que explicaremos en nuestra próxima entrada.

Por ahora, prosigamos con la versión lucana del nacimiento de Juan. Ocho días después de que Isabel diera a luz, circuncidaron al bebé y le preguntaron a sus padres, cuál nombre le pondrían al niño. Isabel reveló el nombre de “Juan”, lo que fue recibido por una protesta: “Nadie hay de tu parentela que se llame con ese nombre”. (Lc. 1:57-61) Le preguntaron a Zacarías cuál sería su nombre, y respondió por escrito: “Juan es su nombre” (Lc. 1:63)

En ese momento, se le “soltó la lengua” (dejó de ser mudo) y lleno del Espíritu Santo, dijo:

Bendito el Señor Dios de Israel,

porque visitó y liberó a su pueblo.

Y nos suscitó una fuerza de salvación

en la casa de David, su siervo,

como habló por boca

de sus santos profetas desde antiguo:

la salvación de nuestros enemigos

y de la mano de todos los que nos odian.

Para efectuar misericordia con nuestros padres

y para acordarse de su santa alianza,

del juramento que juró

a Abrahán, nuestro padre.

Para concedernos que, sin temor,

liberados de la mano de los enemigos,

le sirvamos con santidad y justicia,

ante él todos nuestros días.

Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo,

pues irás delante del Señor a preparar sus caminos.

Para dar a su pueblo el conocimiento de la salvación,

por el perdón de sus pecados,

por las entrañas de misericordia de nuestro Dios,

con las que nos visitará la aurora desde la altura.

Para iluminar a los que están asentados

en tiniebla y sombra de muerte,

para dirigir nuestros pies

hacia un camino de paz. (Lc. 1:68-79)

Este hermoso cántico, conocido hoy día como el Benedictus, tiene la función de prefigurar poéticamente la función de Juan el Bautista como el que prepara el camino para el eventual comienzo de la actividad mesiánica de Jesús. Hay varios aspectos muy importantes de este extenso pasaje y que vale la pena señalar. Claramente, “Lucas” toma muchos de los temas del Canto de Ana en la Septuaginta y expande algunos, especialmente los que tienen que ver con la justicia social y liberación que brindaría Dios a su pueblo.

Además, el verso que vincula a Juan con Elías, se basa en varios otros textos de la Septuaginta en los que alude a la importancia de ese profeta. (Mal. 3:1, 23-24; Eclo 48:10) (Brown, El nacimiento 284-285)

Nótese también, una vez más, cuál es el tipo de soteriología sostenida por el Evangelio de Lucas de los versos 76-79: no la de salvación por muerte vicaria, sino la del verdadero conocimiento de la salvación, de tal manera que aquellos del público que estuvieran en las tinieblas fueran atraídos al perdón y la misericordia divinas. Como discutimos en la entrada pasada, el tema recurrente en este escrito es la muerte de Jesús como víctima de una injusticia, que movería a los judíos y, muy especialmente, los gentiles (en la oscuridad) a dirigir sus caminos hacia el Dios israelita.

Finalmente, termina la narración de Lucas con este breve pasaje:

El niño crecía y se fortalecía en espíritu. Y estaba en los desiertos, hasta el día de su manifestación a Israel. (Lc. 1:80)

El propósito de esta perícopa es el de servir de puente de la infancia a su predicación, narrada en el capítulo 3. Esto contrastará con el relato de la infancia de Jesús, en la que “Lucas” se concentrará en la manera en que Jesús se desarrolló intelectual y espiritualmente, aun siendo muy joven.

Continuaremos …

Referencias

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