¿Qué sabemos históricamente del nacimiento de Jesús? – 2

La versión del Evangelio de Mateo

Partes de la serie: 1

Artículo revisado y modificado el 1 de diciembre de 2019.

Repasando nuestra conclusión de la entrada anterior, la familia de Jesús parece haber vivido por mucho tiempo en Nazaret y la evidencia apunta a que él nació allí y se formó como tékton (τέκτων), es decir, como un artesano, alguien que trabajaba llevando a cabo alguna obra de construcción manual o carpintería. Su niñez y su juventud no aparentan estar marcados por eventos o acontecimientos sobrenaturales. Todo indica que su infancia y juventud eran, para todos los efectos, tan normal como las de los demás niños y adolescentes de la aldea.

Ya cuando entramos a las narrativas de la natividad de Jesús de los evangelios de Mateo y Lucas, lo que nos choca es lo mucho en que discrepan. La primera discrepancia tiene que ver con la genealogía de Jesús. Hoy, comenzamos a discutir la versión del Evangelio de Mateo.

Trasfondo y contexto del Evangelio de Mateo

Ilustración del evangelista Mateo.
El evangelista Mateo, representado simbólicamente como un hombre alado. Aparece en Los Evangelios de la Coronación, de la época carolingia, y que ahora se encuentra en el Museo Británico.

El Evangelio de Mateo se escribió posteriormente al de Marcos. Esto significa que, probablemente, fue escrito de cinco a diez años después de dicho escrito. Esto colocaría la fecha aproximada de su composición ca. 80-90 e.c. Algunos eruditos todavía suelen pensar que el Evangelio se había escrito como reacción al llamado “Concilio de Jamnia” o “Concilio de Jabneh”, una reunión de rabinos fariseos, que buscaba reformar el judaísmo después de la destrucción del Templo de Jerusalén y el final de la Primera Guerra Judía (66-75 e.c.). La destrucción del recinto sagrado fue un punto de división entre el judaísmo y el cristianismo. Por un lado, el judaísmo llegó a considerarse equivalente al fariseísmo rabínico, que incrementaba su hostilidad contra los cristianos. La documentación cristiana del judaísmo de finales del siglo primero da a entender que los seguidores de Jesús eran continuamente expulsados de las sinagogas. Por otro lado, el cristianismo helenizado fue el que sobrevivió todo ese ordeal jerusalemita y veían con hostilidad estas nuevas reformas fariseas. El evangelista Mateo es notorio por elevar significativamente el tono hostil hacia los fariseos en particular, como puros equivalentes a las autoridades judías y culpables de su propia destrucción por haber crucificado al Mesías. (Brown, Introducción I: 248-302; Finkel 233-234; Viviano 66; véase, por ejemplo, Mt. 22:7; 27:24-25)

Nota: Hago la debida aclaración, de que los académicos abrumadoramente rechazan que este supuesto “concilio” en Jamnia maldijera a los cristianos, mediante el llamado Birkat-Ha-Minim (בִּרְכַּת הַמִּינִים). La expulsión de cada vez más cristianos de las sinagogas, no se debe a esta supuesta medida farisea. Hoy día, también se rechaza que hubiera forjado un canon de literatura hebrea (Kimelman; Langer)

Según Raymond Brown, la manera en que se critica el término “Rabí” (rabino) en el texto mateano y su controversia con el fariseísmo parecen corresponder a una etapa temprana del rabinismo posterior a la destrucción de Jerusalén. (Mt. 23:8; Brown, Introducción I: 300-302; Piñero, Guía 353)

El consenso de los especialistas en cuanto autor del Evangelio es que era un cristiano procedente del judeohelenismo, que tenía el griego como su lengua materna, la Septuaginta o una versión de la Biblia Hebrea en griego como texto principal y estaba familiarizado con el hebreo y el arameo. Al igual que el Evangelio de Marcos, originalmente, su libro se publicó anónimamente. Por influencia de Papías y otros, se llegó a pensar que el evangelio se le debía atribuir al Apóstol Mateo o Leví, aunque esto parece inverosímil. La crítica neotestamentaria ha llegado a la conclusión de que el escritor no era testigo presencial de la actividad de Jesús. La evidencia textual parece sugerir, más bien, su posible procedencia de alguna congregación de Antioquía. (Brown, Introducción I: 297, 292-301; Vidal, Nuevo Testamento 99)

El Evangelio de Mateo parece dirigirse a un público judeohelenista y su propósito es el de afianzar la fe cristiana en un momento de crisis posterior a la destrucción de Jerusalén y de convencer a los demás judíos de la diáspora de que Jesús era el Cristo, el Mesías. Además, quería continuar brindando esperanza a creyentes que ya estaban comenzando a dudar del “pronto” regreso de Jesús para establecer su Reino. También vale recordar que estas congregaciones tenían un número cada vez mayor de gentiles, algo que cambiaba la demografía del cristianismo de finales del siglo I (Brown, Introducción I: 297-298; Piñero, Guía 347-352)

Algo que también es muy pertinente mencionar es que, quien haya sido el autor, seguía una versión modificada de la teología de Pablo en cuanto a la estructura y relatos provistos por Marcos, y también en algunos aspectos en relación con los gentiles, tales como su aceptación en las congregaciones. Pablo era una apocalipticista que compartía con Jesús una teología de la restauración. Para él, al final de los tiempos, Dios restablecería las doce tribus de Israel como nación completa, que, bajo el Mesías, regiría al resto de las naciones. Para él, sin lugar a dudas, el colectivo de israelitas se convertiría al final de los tiempos y se salvaría en su conjunto. Sin embargo, para Pablo, los gentiles convertidos al Mesías mediante la fe en su crucifixión y resurrección, se incorporarían al pueblo de Israel y estarían en un lugar privilegiado como hijos adoptivos de Abrahán. Finalmente, para Pablo, la observancia de la Ley de Moisés continuaba vigente para los judíos, pero no así para los gentiles, a los que se les eximía de la circuncisión, la observancia del sábado y la dieta kosher, y poner su fe en Jesús crucificado y resucitado para una futura salvación. Aun con todo, los gentiles debían cumplir con el resto del decálogo para mantener sus buenas acciones (véase Gálatas 3-5 y Romanos 5-15). A pesar de que el autor del Evangelio de Mateo adoptaba bastante de esa teología, hizo una importante modificación: aquellos judíos que no creyeran en el Mesías, serían sustituidos por aquellos gentiles que se salvarían mediante la fe. (Mt. 8:10-12) Sin embargo, Mateo era antipaulino a la hora de exigir el cumplimiento más riguroso la Ley Mosaica tanto a judíos como a gentiles.

Los expertos, en su mayoría, están de acuerdo de que, a la hora de escribir su Evangelio, el autor utilizó tres fuentes:

  • El Evangelio de Marcos: El evangelista mateano utilizó el Evangelio de Marcos como su fuente principal. Este le proveyó el orden de narración, además de que reprodujo, casi verbatim, bastante de Marcos, pulió su texto, corrigió su estilo, y embelleció, modificó, añadió y quitó del original.
  • El documento Q: El documento Q es un texto hipotético que consiste en el material que comparten el Evangelio de Mateo con el de Lucas y que no se encuentra en el de Marcos. Este texto parece haber tenido el mismo trayecto que el marcano: Mateo modificó, cambió el estilo, embelleció, quitó y añadió a este. Sin embargo, tales cambios parecen ser significativamente pequeños cuando se le compara a su trato al Evangelio de Marcos. El orden en que aparecen los dichos de Jesús en Q también fue criterio para organizarlos en su evangelio.
  • La fuente M: Esta fuente está constituida por textos que encontramos exclusivamente en el Evangelio de Mateo. Algunas de las secciones pueden ser de fuentes premateanas, algunas escritas u orales y otra parte sustancial parece proceder del autor, (Brown, Introducción I: 286-292; Luz I: 48-52; Piñero, Guía 343)

Viendo este panorama, podemos entender los primeros dos capítulos de Mateo. La narrativa de la genealogía de Jesús y de su nacimiento en Belén forman parte exclusiva de la fuente M.

Otra cosa importante, hay un consenso entre los estudiosos de que el estilo, la estructura de los relatos y los dichos atribuidos a Jesús, no solo lo presentan como el Mesías que cumplió con todas las profecías pertinentes. También, ante la ausencia del Templo, Jesús se nos presenta como un segundo Moisés, que, desde el monte, puede llevar la Ley Mosaica (la Torah) a su plenitud. (Mt. 5:17-18; Piñero, Guía 352-353) Todo este trasfondo, explica lo que encontramos en los primeros dos capítulos del Evangelio de Mateo.

En la siguiente entrada, nos encargaremos de ver la narrativa de la natividad de Jesús. En esta entrada, solo me ocuparé del asunto de la genealogía.

Problemas históricos de la genealogía de Jesús en el Evangelio según Mateo

La estructura de la genealogía y el propósito del evangelista

Vitral de la Catedral de San Denis
Vitral de la Catedral de San Denis, Francia, que muestra la ascendencia de Jesé, el padre del Rey David y gran parte de los ancestros de Jesús. Autoría de la imagen, desconocida. (CC-BY 2.5)

Para propósitos de la discusión, llamaremos “Mateo” (entre comillas) al autor del Evangelio, aunque concurrimos con el consenso de biblistas, que es extremadamente improbable que Mateo, el Apóstol, fuera su autor.

En primer lugar, cabe destacar el propósito del evangelista con una genealogía de Jesús. Según ese Evangelio, se nos dice lo siguiente:

Todas las generaciones, pues, desde Abrahán hasta David fueron catorce generaciones, y desde David hasta la migración a Babilonia, catorce generaciones, y desde la migración a Babilonia hasta el Mesías, catorce generaciones. (Mt. 1:17)

En otras palabras, el listado se ha hecho según el siguiente esquema:

14 + 14 + 14 = 42

El número catorce es significativo en la Biblia, debido a una gematría, es decir, a que es el número específico del nombre “David”, en hebreo. En la gematría, los nombres hebreos, escritos siempre en consonantes, tenían un valor numérico. El nombre David se escribe, “דוד”. He aquí el valor de cada consonante:

  • “ד” = dalet = 4 
  • “ו” = vav = 6
  • “ד” = dalet = 4 

4 + 6 + 4 = 14

En otras palabras, “Mateo” enfatizaba el hecho de que Jesús era el Mesías, heredero del trono de David y futuro rey cósmico bajo la supremacía de Israel como nación sobre todas los demás territorios de la Tierra. (Brown, El nacimiento 71)

Otros eruditos han resaltado que los tres conjuntos de catorce generaciones, significan seis grupos de siete generaciones. Esto querría decir que, con Jesús, se iniciaría el séptimo conjunto de las siguientes siete generaciones. (Nolland 65–87) Aunque esta perspectiva es fascinante, hay razones por la que muchos piensan que esta interpretación es improbable.

  1. “Mateo” no era explícito al respecto, sino que solo le daba significado al esquema de “3 × 14 generaciones”.
    .
  2. El esquema asociado con David y Abraham se refuerza con el hecho de que ellos dos son mencionados. Con Abraham se afianza su raíz en el pueblo judío y cuya paternidad se extendería (vía el Mesías) a los gentiles. Su estirpe davídica le daría el derecho al trono al final de los tiempos.
    .
  3. Es muy improbable que “Mateo” nos hable de siete generaciones después de Jesús, ya que el Evangelio sostiene una visión apocalíptica en la que el Mesías vendría “pronto” (en muy poco tiempo), no en otras seis generaciones después de su resurrección. (Borg y Crossan 67-76, 84-86; Brown, El nacimiento 61- 64, 70-76; Luz I:125-127)

A pesar de lo mencionado, hay algo extraño en la genealogía mateana. Su esquema no es de 14 + 14 + 14, sino, dependiendo de la perspectiva, puede contarse de manera distinta:

  1. Si se cuentan las generaciones usando el esquema “Fulano engendró a Mengano“, contamos 13 + 14 + 13. “Mateo” contaba a David dos veces, de Abraham a David y de David a la Deportación. Además, en el último conjunto de generaciones, hay trece generaciones, no catorce.
    .
  2. Si se cuentan solo personas, tenemos el esquema 14 + 14 + 13, este último número debido a que solo hay trece generaciones. (Borg y Crossan 85; Brown, El nacimiento 76-79; Luz I:125)

En cuanto al último grupo de trece generaciones, algunos estudiosos como Raymond Brown, intentan explicarlo de la siguiente manera:

Una explicación más convincente remonta la dificultad al comienzo de la tercera sección. Si al final de la segunda sección hubiera leído “Joaquim y a sus hermanos”, entonces tendría que haber aludido después a la generación de Jeconías; “Joaquim engendró a Jeconías”. (Brown, El nacimiento 78)

En otras palabras, parece que “Mateo” omitió una generación en su esquema.

Procedencia premateana de la genealogía

Según la mayoría de los eruditos del Nuevo Testamento, la procedencia de la genealogía es que es una tradición oral premateana. Hay varias razones para sostener esta hipótesis literaria. 

En primer lugar, han logrado identificar la Septuaginta (la versión griega de la Biblia Hebrea) como la fuente primaria del listado (véase notas de Luz I:122-124). (Brown, El nacimiento 64-65) El uso de este texto es clave para entender muchos aspectos de la narrativa mateana de la concepción y nacimiento de Jesús. Esto significa que el texto era autoritativo para la comunidad a la que “Mateo” dirigía su escrito.

La dimensión oral del texto se puede ver claramente en el hecho de que algunos equívocos que se explican mejor si surgieron de errores típicos de la transmisión oral, es decir, la verbalización del emisor y su recepción por el que lo escucha. Por ejemplo, hubo algún que otro caso de homofonía de nombres (Ozíaz, Ocozías), que pudo haber llevado a la omisión de tres reyes en la genealogía: Ocozías, Joás y Amasías. (Brown, El nacimiento 77; Luz I:125-126)

La historicidad de la genenalogía

Ilustración del árbol de Jesé
Una ilustración del árbol (genealógico) de Jesé, en la Bible des Capucins (ca. 1170-1180). Imagen cortesía de la Biblioteca Nacional de Francia.

Hoy día, hay un acuerdo consensuado entre los estudiosos de que la genealogía de Jesús en el Evangelio según Mateo se basa en la versión de la Septuaginta de listas genealógicas que allí se encuentran: Rut 4:18-22; 1 Cro. 2-3; 2 Cro. 10-36. (Brown, El nacimiento 64-65)

En algunos círculos conservadores y fundamentalistas, se piensa que “Mateo” y “Lucas” tenían a su disposición la lista ancestral de Jesús. No hay evidencia alguna de ello. Como dijimos en nuestro artículo anterior, si se alegaba que era descendiente (“semilla” o “hijo”) de David, probablemente pertenecía a la tribu de Judá. Pudiera ser posible que tuviera al rey David como su ancestro milenario, pero eso no se puede aseverar con plena seguridad.

En cuanto a la dimensión factual de su ascendencia, tenemos el problema de que los historiadores han puesto en duda la existencia de Abraham, sus hijos, nietos y bisnietos. Estos relatos del Génesis, que proceden de diversas fuentes (yahvista, elohísta y sacerdotal), son de naturaleza etiológica, legendaria y que solo procuran dar cuenta de los orígenes de las tribus de Israel y su organización en el área que llegó a conocerse como Palestina. Desde un punto de vista arqueológico, lo más que se puede decir del pasado israelita es que se originó debido a un levantamiento de los estratos más pobres contra la nobleza habitante de las altas planicies, al norte del territorio, llevando posteriormente al establecimiento de una sociedad cuasi igualitaria o comunitarista en toda la región. Al comienzo, rehusaban tener monarcas, sino que designaban jueces, en caso de ser necesario ante la amenaza de grupos hostiles, tales como los filisteos. Esta rebelión contra la gente de las altas planicies, vasalla del dominio egipcio, posibilitó el desarrollo de una reforma agraria que mejor beneficiaba a los habitantes protoisraelitas. (Dever, Beyond 119-243; What Did 98-99, 121-124; Who Were 75-128, 153-221) Dado este hecho, el segmento de la genealogía de Jesús que comienza de Abrahán a Judá y a algunos de sus descendientes, carecen de total historicidad.

Solo podemos hablar de David como personaje histórico, con una plausible verosimilitud de que su padre se haya llamado Jesé. Este rey nacido en Belén, pertenecía a la tribu de Judá, que logró subir al poder ejerciendo coerción militar y religiosa sobre las tribus del norte. Bajo su reinado, logró unir los reinos del norte y del sur en una sola entidad política. (Baden; Dever, Beyond 259-545; Halpern; McKenzie) Salomón y Roboam existieron, sin mucha duda, al igual que los reyes mencionados como sucesores del trono jerusalemita. Después de ello, no tenemos certeza histórica alguna desde Abiud hasta José. 

Hay otros aspectos de esta lista que debemos tener en consideración. Como hemos indicado, por homofonía, “Mateo” brincó tres reyes: Ocozías, Joás y Amasías. También cometió un error cuando afirmaba que Josías engendró a Jeconías, cuando, en realidad, “engendró” a Joaquín y este engendró a Jeconías. (2 Cro. 36:10; Brown, El nacimiento 78) También “Mateo” parece haber confundido al rey Asá con el salmista Asaf, algo que puede deberse también al problema de homofonía. (Mt. 1:7; 1 Re. 15:9; 1 Cro. 16:5-37; 2 Cro. 29:30; Sal. 50:73-83)

Además de eso, algo que les ha llamado siempre la atención a los estudiosos desde el principio, la genealogía incluyó la mención de cuatro mujeres extranjeras, a saber, Tamar, Rajab, Rut y la “mujer de Urías” (Betsabé). 

Judá encontró de Tamar a Fares y a Zara … Salmón engendró de Rajab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, … Jesé engendró a al rey David. David engendró de la mujer de Urías a Salomón. (Mt. 1:3-6)

Han habido muchas teorías en torno a la motivación por la inclusión de estas personas, notorias en la Biblia Hebrea por algunas particularidades controversiales. No era típico añadir a mujeres en genealogías de ascendencia hebrea, así que su mención parece cumplir con alguna función literaria. Tres de las cuatro mujeres no eran israelitas (Tamar, Rajab y Rut), y a la cuarta, que sí lo es, “Mateo” le llama “mujer de Urías”, un hombre hitita, es decir, un extranjero. A pesar de este énfasis en su carácter gentil, el autor mateano quiere hacer de ellas, unas valiosas contribuyentes al nacimiento del Mesías. (Gén. 38:24; Jos. 2:1; Rut 3:1-18; 2 Sam. 11) ¿Por qué las incluye? Por lo que vimos arriba. Como hemos dicho reiteradamente y seguiremos señalando en futuras entradas, el evangelista buscaba relacionar a los gentiles con la salvación mediante el Mesías. (Borg y Crossan 87-89, 91-94; Brown, El nacimiento 65-69; Brown et al. María 83-87; Luz I:126-130)

Conclusión

Dadas estas y otras observaciones hechas por los eruditos, ¿puede tomarse verbatim el listado genealógico como una verdadera genealogía de Jesús? La respuesta es negativa, no cabe duda de que es una ficción.  El valor histórico de este pasaje radica en su confección por una comunidad judeohelenística cristiana, cuyos miembros gentiles incrementaban, y del valor que le asignaba el Evangelio dentro de la narrativa del texto. Por ende, nos revela la mentalidad y realidad social del autor y las congregaciones a las que se dirigía.

En la siguiente entrada, estaremos examinando la narrativa  del nacimiento de Jesús según el Evangelio de Mateo.

Bibliografía

Baden, Joel. The Historical David: The Real Life of an Invented Hero. HarperOne, 2013.

Biblia de Jerusalén. 5ta. ed. Desclée de Brower, 2018.

Borg, Marcus J. y John Dominic Crossan. La primera Navidad. Lo que los evangelios enseñan realmente acerca del nacimiento de Jesús. Verbo Divino, 2007.

Bornkamm, Günter. Jesús de Nazaret. Sígueme, 1975.

Brown, Raymond. El Evangelio de Juan. Cristiandad, 1999, 2 vols.

—. Introducción al Nuevo Testamento. Trotta, 2002, 2 vols.

—. El nacimiento del Mesías. Cristiandad, 1982.

Brown, Raymond et al., editores. Nuevo comentario bíblico San Jerónimo. Verbo Divino, 2004.

—. María en el Nuevo Testamento. Sígueme, 1986.

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Dever, William G. Beyond the Texts. An Archaeological Portrait of Ancient Israel and Judah. SBL, 2017.

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Finkel, Asher. “Yahvne’s Liturgy and Early Christianity”. Journal of Ecumenical Studies, vol. 18, núm. 2, primavera 1981, pp. 231-250.

Halpern, Baruch. David’s Secret Demons: Messiah, Murderer, Traitor, King. Wm. B. Eerdmans, 2003.

Kimelman, R. “The `Birkat Ha-Minim‘ and the Lack of Evidence for an Anti-Christian Prayer in Late Antiquity” en Sanders, Jewish, pp. 2: 226-224.

Langer, Ruth. Cursing the Christians? A History of the Birkat HaMinim. Oxford UP, 2012.

Lewis, Jack P. cap. 9, en McDonald y Sanders, pp. 146-162.

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McDonald, L. M. y J. Sanders, editores. The Canon Debate. Hendrickson, 2002.

McKenzie, Steven L. King David: A Biography. Oxford UP, 2000.

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Pagola, José Antonio. Jesús. Aproximación histórica. PPC, 2013.

Piñero, Antonio. Año I. Israel y su mundo cuando nació Jesús. Laberinto, 2008.

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Theissen, Gerd y Annette Metz. El Jesús histórico. Sígueme, 1999.

Vidal, Senén. Las cartas auténticas de Pablo. Mensajero, 2012.

—. Jesús el Galileo. Sal Terrae, 2006.

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Viviano, Benedict. “42. Evangelio según Mateo” en Brown et al., Comentario pp. 66-132.


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