
Un nuevo autor
Hoy comenzaremos hablando del autor del segundo relato del nacimiento de Jesús que encontramos en el Nuevo Testamento.
Tradicionalmente, la segunda narrativa se encuentra en el Evangelio de Lucas. ¿Quién fue históricamente Lucas? Nuestro conocimiento de él es marcadamente limitado. El nombre “Lucas” aparece tres veces en las cartas atribuidas a Pablo. Una de ellas, aparece en una carta auténtica de Pablo, Filemón, donde nos dice.
Te saluda Éprafas, mi compañero de prisión en Cristo Jesús. Marcos, Aristarco, Demas y Lucas, mis colaboradores. (Fil. 23-24)
Al menos, históricamente, todo lo que sabemos de Lucas es que fue colaborador de Pablo. Sin embargo, en una de las cartas cuya autoría todavía se disputa, Colosenses, nos da, tal vez, un poquito más de información.
Os saluda Lucas, el médico querido, y Demas (Col. 4:14)
A partir de este pasaje, podemos imaginarnos que, probablemente, Lucas fue un médico de Pablo. Esta convicción suele reforzar con el hecho de que, de todos los Evangelios, este es el único que nos habla del episodio en que Jesús sudaba gotas “como de sangre”, algo que un médico sabría que ocurre. (Lc. 22:43-44). El problema con esta explicación es que se disputa entre los eruditos que el pasaje aludido fue una interpolación posterior al texto del evangelista (Bovon IV: 340-344; Ehrman, The Orthodox 390-402; Fitzmyer IV: 398-401; Gómez Acebo 593-594; Miller 82; Vidal, Nuevo Testamento 469) Personalmente, me sitúo en el campo de los que dudan la autenticidad de estos versos, por razones que explicaré más adelante.
El tercer pasaje donde aparece el nombre de “Lucas” es en otra carta seudopaulina y dice lo siguiente:
Solo Lucas está conmigo … (2 Tim. 4:11)
Estas particularidades, que parecen no aportar nada al contenido de la espístola, son maneras de darle al escrito un aire de autenticidad ante los lectores. Sin embargo, 2 Timoteo (al igual que 1 Timoteo y Tito) se ven, por la inmensa mayoría de los expertos, como un documento seudoepigráfico o falsificación, escrito a principios del siglo II EC. Este verso (como los demás de la sección de recomendaciones y despedidas) se funda en tradiciones que ya existían cuando se escribió el documento, a saber, que Lucas (el presunto autor de Hechos de los Apóstoles) era acompañante de Pablo. (Ehrman, Forgery 55-56, 310-346; Vidal, Nuevo Testamento 1078)
Por otro lado, el autor del Evangelio de Lucas, que es también el mismo del de Hechos de los Apóstoles, nunca nos dice su nombre. Desde esta perspectiva, este Evangelio se publica anónimamente. Por otro lado, sí nos quiere convencer que él era acompañante de viaje de Pablo, el Apóstol, en sus viajes. (Hch. 16:10-17; 20:5-15; 21:1-18; 27:1-28:16; el Códice Beza añade 11:28) Sin embargo, la mayoría de los críticos está convencida de que este alegato es casi seguramente falso. Parte de la razón para pensarlo es que hay numerosas contradicciones entre lo que dice su autor con lo que nos afirma Pablo en sus cartas auténticas. Según la mayoría de los estudiosos, el autor no parece haber leído ninguna de las cartas paulinas y no parece sostener muchos aspectos de su teología. (Theissen y Metz 51; Piñero, Guía Nuevo Testamento 356-357) En su obra sobre falsificaciones, Bart Ehrman no duda en calificar a los Hechos de los Apóstoles como una falsificación, porque pretendía ser escrito por alguien que alegaba haber sido acompañante y ayudante de Pablo, pero no lo era. (Ehrman, Forgery 415-441)
Sí sabemos que, después de las cartas auténticas de Pablo, el Evangelio de Lucas y Hechos (en adelante, Lucas-Hechos) constituye la obra más grande del Nuevo Testamento escrito por un solo autor. En total, suma el 27.5 % del volumen de la colección neotestamentaria. (Boring 556)
Ahora bien, como en otras ocasiones, nos referiremos a este autor desconocido como “Lucas”, entre comillas. ¿Quién fue? ¿Qué se puede decir de él a partir de los textos de Lucas-Hechos? Por el estilo y la estructura narrativa, además de por el idioma en que escribe, él fue muy probablemente un cristiano helenista de origen gentil — solo unos cuantos estudiosos piensan que, a lo mejor, fue un cristiano judeohelenista—, familiarizado con mitologías grecorromanas, filosofía e historia gentiles, además de la Septuaginta, la que usa bastante en su escrito (Bovon 31-35, 39-42, 99-104; Fitzmyer I: 71-111; Gómez Acebo 13-16)
Su punto de vista es fundamentalmente paulino y, de hecho, es un gran admirador del Apóstol. Sin embargo, al igual que “Mateo”, “Lucas” se aparta aún más de muchos aspectos de su teología. Por ejemplo, su cristología no es una encarnacionista, como la de Pablo. Para el Apóstol de los gentiles, Jesús era un ente divino que se encarnó, sufrió la cruz, resucitó y ahora, se encuentra en el estatus de Señor cósmico. (Flp. 2:6-11). Sin embargo, “Lucas” sostuvo tres perspectivas cristológicas distintas sobre la naturaleza de su filiación divina, ninguna de ellas, encarnacionista. Dos de ellas son adopcionistas, la otra es la que discutiremos más a fondo en esta serie.
- 1. La primera perspectiva adopcionista es que Jesús se volvió Hijo de Dios en el momento de la resurrección. Esta es una convicción muy temprana del cristianismo palestinense y que aparece en dos textos de Hechos:
[Habla Pedro] El dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero. A ese, Dios lo exaltó con su derecha como jefe y salvador, para conceder a Israel el arrepentimiento y el perdón de los pecados (Hch. 5:30-31)
[Pablo habla] … Y nosotros os anunciamos la buena nueva de la promesa hecha a los padres. Porque esa nos la cumplió Dios a nosotros, los hijos de aquellos, resucitando a Jesús, como también está escrito en el salmo segundo:
Mi Hijo eres tú,
yo te he engendrado hoy. (Hch. 13:32-33)
- 2. La segunda perspectiva es la de que concibe a Jesús como adoptado en el momento de su bautismo, después de que Juan el Bautista fuera arrestado:
Mientras era bautizado todo el pueblo, sucedió que, al ser bautizado Jesús y mientras oraba, se abrió el cielo, y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma corporal como una paloma, y se produjo una voz desde el cielo:
Mi hijo eres tú,
yo te he engendrado hoy.
(Lc. 3:21-22; mi desacuerdo con Vidal y mi acuerdo con la Biblia de Jerusalén, justificación para ello en Ehrman, The Orthodox 137-147)
- 3. La tercera cristología, concibe a Jesús como Hijo de Dios en virtud de la acción del Espíritu Santo en María sin intervención humana. Es decir, Jesús no era una entidad preexistente a su concepción, sino que era un ser divino por ser fruto de Dios mismo en ese instante milagroso.
De eso, hablaremos más adelante, pero es claro que, en las tres instancias, su postura no es paulina.
Lo otro en que difiere de Pablo, es en la total ausencia de la salvación debido a la muerte vicaria de Jesús. En el Evangelio de Lucas, solo hay dos instancias en que se hace alusión al rescate vía la muerte del Mesías. La primera es en la Última Cena, en la que Jesús habla del pan como su “cuerpo dado por vosotros” y la copa de vino como la “copa de la nueva alianza por mi sangre, vertida por vosotros”. (Lc. 22:19b-20) Hoy, muchos exégetas piensan que estos versos fueron añadidos al texto, en parte, porque se halla ausente en algunos manuscritos. Además, en Hechos, “Lucas” nunca habla de la Eucaristía como celebración del pan y el vino como cuerpo y sangre de Jesús entregados vicariamente. Al contrario, habla de la práctica de la “partir el pan”, sin hacer alusión alguna al vino. (Hch. 2:42) Sin el pasaje que hemos indicado de la cena, el vino se ofrece primero y el pan (o la comida) después, adoptando así la estructura de un kiddush (קדוש) judío y muy afín a la que encontramos en el documento del siglo II, la Didajé, que, por cierto, tampoco contiene palabra alguna en torno al sacrificio vicario del Mesías. (Maccoby 90-128; Piñero, “¿La verdadera?” 181-193)
Además, aunque la forma y gran parte del contenido narrativo adoptado en el Evangelio de Lucas nos recuerde al Siervo Sufriente de Isaías, este mantiene esa asociación con el sufrimiento a un mínimo y solo resaltaba la salvación por el triunfo del Mesías sobre su victimización en la cruz mediante su resurrección y exaltación del Mesías. (Powell 66-76) En la única ocasión en que “Lucas” cita directamente al Siervo Sufriente de Isaías, tiene el mayor cuidado de dejar fuera cualquier alusión a un siervo que paga el rescate por otros. (Hch. 8:32-33) El autor utiliza esa cita para presentar a Jesús como una víctima que sufrió una injusticia y que fue vindicada por Dios. (Ehrman, The Orthodox 409-432) Su razón para adoptar esta perspectiva es que “Lucas” miraba a Jesús desde una perspectiva helenística como superior a cualquier otra figura de héroe pagano admirado por los gentiles de su tiempo. Aquí no se resaltaba el sufrimiento sino la actitud estoica del Mesías ante sus momentos difíciles. (Powell 63-66)

El otro pasaje en que presenta a Jesús sufriendo es en el momento en que fue consolado por un ángel, mientras sudaba gotas “como de sangre”. Esos versos parecen no pertenecer al texto, por varias razones. La primera, su ausencia es consistente con el tono del texto, que es el de presentar a un Jesús que acepta estoicamente su crucifixión y muerte como víctima de una injusticia, lo que muchos eruditos llaman una “pasión sin pasión” (passionless passion). Esta convicción se refuerza cuando nos fijamos que todos los detalles marcanos en torno a la agonía y el distrés que sufría Jesús se suavizaron o eliminaron por completo. (Lc. 22:39-42,45; cf. Mc. 14:32-42) Finalmente, tampoco se halla ese pasaje en varios de los manuscritos neotestamentarios que tenemos. (Ehrman, The Orthodox 390-402; Fitzmyer IV: 398-401)
En otras palabras, la soteriología de “Lucas” es bastante peculiar y muy apartada de la de Pablo. En toda su obra, notamos un patrón recurrente: la buena noticia se revelaba primero a los judíos, quienes usualmente lo rechazaban, por lo que los predicadores tornaban después a los gentiles. De hecho, si vemos una hostilidad hacia los sabios y líderes judíos en el Evangelio de Mateo, la riña contra ellos en Lucas es mucho mayor. Hoy día, a partir de la evidencia que nos ofrece el Códice Beza, muchos eruditos sospechan muy fuertemente que “Lucas” publicó dos ediciones de Hechos de los Apóstoles. El segundo parece ser un 8% más largo que el primero y el 40% de los añadidos es antijudío. (Epp 177)
Por cierto, debemos notar que el Evangelio de Lucas parece tener una preferencia por los marginados de la sociedad judía, en contraste con sus autoridades y los ricos (e.g. Lc. 4:16-30, 7:11-17; 10:21-24, 29-37; 11:37-53; 16:1-31; 17:20-37; 18:1-27). Esta preferencia se expresa de una manera muy característica del pensamiento helenístico de su época. (Gómez Acebo 17; Powell 91-102)
Finalmente, debemos notar que el protagonista (indirecto en el Evangelio y directo en Hechos) es el Espíritu Santo. Es por el Espíritu de Dios que comenzó el mesianismo de Jesús en el momento de su bautismo o, como veremos, por haber posibilitado su concepción. En Hechos, fue por la acción del Espíritu Santo en Pentecostés que los discípulos de Jesús empezaron a convertir a los judíos y gentiles al mensaje del Mesías.
Fuentes del Evangelio de Lucas

¿Cuáles fueron las fuentes del Evangelio de Lucas en cuanto a las noticias sobre Jesús? Comparte dos con el Evangelio de Mateo y la otra es propia de esa obra.
- El Evangelio de Marcos: El evangelista lucano utilizó a Marcos como una de sus fuentes principales. Este le proveyó un cierto orden de narración, además de corregirle el estilo y darle un giro teológico suyo a las narraciones.
- El documento Q: Este es el segundo escrito principal que comparte con el Evangelio de Mateo y parece que, de los dos, fue más leal a las palabras y orden de estaba escrito. Es por eso que muchos exégetas citan a Q tomando como referente el Evangelio de Lucas.
- La fuente L: Esta fuente está constituida por textos que encontramos exclusivamente en el Evangelio de Lucas. Algunas de las secciones pueden ser de fuentes prelucanas (escritas u orales) y otras, incluyendo los relatos de la infancia, aparentemente proceden de su autor. (Brown, Introducción I: 356-362; Gómez Acebo 14-15; Piñero, Guía Nuevo Testamento 356)
En el catolicismo romano y otras denominaciones cristianas, se piensa que María, la madre de Jesús, fue una posible fuente de los relatos de la infancia lucano. Esta convicción se debe a que en el texto del evangelio se insinúa eso. (Lc. 1:2; 2:19,51) Expertos afirman, por razones que se harán obvias en esta serie, que es altamente dudoso que ese haya sido el caso. En fin, si María hubiera sido tal origen del relato, entonces tenía una pésima memoria. (Brown et al. 111-113; 146-151)
¿Por qué es importante saber todo esto? Porque nos permiten entender la mentalidad del autor, su contexto social y su propósito a la hora de escribir su relato de la Navidad … que parece que fue añadido por el autor después de haber escrito su Evangelio y Hechos.
Lucas 1-2: El texto originalmente no intencionado del autor
Sí … aunque parezca increíble, la mayoría de las autoridades en Nuevo Testamento ha llegado a la conclusión de que, originalmente, la intención del autor era comenzar su Evangelio en el capítulo 3. Algunos van hasta más lejos, al decir que los capítulos 1 y 2, donde se nos narra la historia de la concepción e infancia de Jesús, es posterior a Hechos de los Apóstoles. Hay discrepancias en cuanto a qué eso significa en cuanto a lo que “Lucas” tenía en mente, pero el consenso en torno al tema es abrumador. (Bovon I: 71; El nacimiento 224-248; Fitzmyer II: 45, 51-57; Gómez Acebo 27; Powell 32-34)
He aquí algunas razones para pensarlo:
- Los versos 3:1-2 adoptan la forma de introducción típica de historiadores de la época. Es casi como si estuviera comenzando una narración, no continuando el hilo de los capítulos anteriores.
- El capítulo 3 comienza con la predicación de Juan el Bautista, que, da la casualidad, era la misma manera en que comenzaba el Evangelio de Marcos.
- El capítulo 3 le informa al lector que Juan el Bautista era “hijo de Zacarías”, casi como si se olvidara que nos había informado de eso ya. (Lc. 3:2)
- Como vimos arriba, en el capítulo 3, el evangelio parece adoptar una posición adopcionista de ser declarado “hijo de Dios” en el momento del bautismo. Eso choca de frente con el relato de la infancia, que alega que Jesús era hijo de Dios por ser fruto del Espíritu Santo. (Lc. 1:35)
- Los relatos de la infancia hacen a Juan el Bautista y a Jesús de Nazaret parientes, conociéndose desde el mismo vientre de sus madres. (Lc. 1:40-41,44) Sin embargo, el texto principal del evangelio parece ignorar esto y Juan no parece conocer el significado de la actividad de Jesús. (Lc. 7:18-19)
- María es la principal testigo de los hechos extraordinarios y milagrosos de la infancia de Jesús. Sin embargo, el Evangelio de Lucas parece reproducir una versión suavizada del relato marcano de la tensión entre Jesús y sus familiares, incluyendo a su madre. (Lc. 8:19-21)
- No se entiende por qué Lucas no coloca su versión de la genealogía de Jesús antes de su narración de la concepción de Jesús, adoptando una estructura similar a la del Evangelio de Mateo. (Lc. 3:23-28) Es casi como si la genealogía, que aparece en el capítulo 3, se mencionara por ser el comienzo de los relatos del ministerio de Jesús como hijo de Dios, justo después de su bautismo (el momento en que es adoptado).
- Otros aspectos de la narración de la infancia no se vuelven a discutir en ninguna otra parte del texto principal (e.g. el nacimiento en Belén).
- En muchos aspectos literarios, los relatos de la infancia están más ligados a Hechos de los Apóstoles que al texto principal del Evangelio de Lucas. Por ejemplo:
- Nadie habla por acción del Espíritu Santo en el texto principal del Evangelio, sino que este es el agente iniciador de la actividad de Jesús. Sin embargo, la acción de “hablar por acción del Espíritu divino” sí está presente en los relatos de la infancia y en Hechos (Lc. 1:15,41,67,80; 2:25-27; Hch. 2:17)
- Los ángeles se hallan ausentes en el texto lucano principal. Sin embargo, en las narraciones de la infancia y Hechos, hay múltiples instancias de apariciones y acciones angelicales. (Lc. 1:11,26; 2:9; Hch. 5:19; 8:26; 10:3; 12:7; 27:23) (Bovon I:73, ; Brown, El nacimiento 244-248; Fitzmyer II: 52-57)
Estas y otras razones han llevado a varios autores a pensar que, si el evangelio no tuviera los capítulos 1 y 2, todo el mundo pensaría legítimamente que no faltaba nada del texto. Además, su fuerte vínculo literario con Hechos, ha hecho pensar que las narraciones de la infancia fueron redactadas después de haber escrito ese libro.
Todas estas observaciones nos brindan un mejor panorama ante los capítulos que vamos a tratar en las próximas entradas del blog. Sin embargo, a diferencia del caso del Evangelio de Mateo, ahora no estamos tratando con un midrash. El autor nos quiere convencer de que está haciendo historia.
Discutiremos este y otros aspectos en nuestra próxima entrada de esta serie. ¡Hasta la próxima!
Referencias
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