Greenpeace crea negocio con combustibles fósiles de Rusia

Los lectores asiduos de este blog saben que en este lugar se ha denunciado a Greenpeace en numerosas ocasiones, especialmente por su negativa a aceptar la evidencia científica en torno a los transgénicos y la energía nuclear. No solo eso, sino que ha actuado frecuentemente en contra de estas iniciativas que han tenido un efecto positivo en el planeta tales como la reducción de gases de invernadero y la conservación de vida mediante la producción de energía limpia. Tal vez nuestro mayor énfasis a través de los años ha sido la notable terquedad en torno al tema del arroz dorado, una tecnología que podría salvar la vida de millones de personas. De hecho, hemos reportado el aumento de número de premios nóbeles que le han solicitado a Greenpeace que abandone su guerra contra el arroz dorado (véase este artículo, este y este). Cuando comenzamos a reportar esta noticia en el 2016, eran 110 científicos con Premio Nóbel quienes denunciaron a la organización, hoy el número va por 157.

Con todo, nunca pude imaginar algo que tuve que verificar varias veces para asegurarme de que era correcto. Sencillamente, la noticia me dejó totalmente anonadado: Greenpeace está en el negocio de la venta de gas natural, un combustible fósil. Esta es una noticia que salió la semana pasada, la leí en el portal de El periódico de la energía y tuve que pasar un tiempo corroborando la información.

Vayamos por partes. Primero, entendamos el contexto de Alemania y Europa para poder comprender lo que aquí ocurre.

El estado de situación de Alemania en relación con Europa

Sabemos que Greenpeace y otros grupos verdes han sido en gran medida responsables del cierre prematuro de plantas nucleares alrededor del mundo. Como reportamos en varias ocasiones (véase aquí y aquí), dichos cierres han redundado en el mayor consumo de combustibles fósiles en Asia, Europa y Estados Unidos, dado que las renovables intermitentes no han sido suficientes para compensar por la pérdida de energía (¡limpia!) que todo ello supone. En el estado de Vermont, de donde es Bernie Sanders, ha habido un incremento de emisiones de gases de invernadero tras el cierre de sus plantas nucleares, aun con la inversión masiva en renovables. Otros cierres en Estados Unidos de dichas plantas han alarmado incluso a organizaciones antinucleares como la Union of Concerned Scientists, que destacaba el patrón de aumento de emisiones de combustibles fósiles tras el cierre de las fuentes energéticas nucleares.

Hemos visto que Alemania no ha visto una reducción significativa de emisiones de gases de invernaderos durante algunos años, en gran medida como reacción política al incidente de Fukushima. Virtualmente las emisiones se mantuvieron más o menos en el mismo nivel del 2011 al 2017, aun cuando Alemania hizo una inversión masiva en renovables.

Emisiones de gas de invernadero en Alemania
Emisiones de gas de invernadero en Alemania. Imagen cortesía de Umwelt Bundesamt. La barra rosada indica la meta de Alemana para el 2030.

Esto se debe a que el gobierno alemán no tuvo más remedio que abrir las plantas de carbón —específicamente de lignito, el peor contaminante de los combustibles fósiles—, lo que también conllevó el desplazamiento de poblaciones para poder minarlo, un curso de acción que todavía amenaza con continuar. Esto hizo que desde bien temprano tanto el gobierno —en documentos internos— como varias organizaciones y economistas prestigiosos reconocieran que la Energiewende había sido un fracaso, especialmente cuando Alemania no logró llegar a su meta de reducción de emisiones de gas de invernadero para el 2020.

Desgraciadamente, en el afán de los partidos verdes de querer “salvar” a los alemanes de los “horrores” de la energía nuclear —que según la mejor evidencia de la que disponemos ha salvado millones de vidas—, la apertura de plantas de carbón ya han causado la muerte de muchos alemanes (más que en cualquier otro lugar de la Unión Europea). Recientemente, se publicó un estudio que revelaba que gracias a la apertura de las plantas de carbón y el consumo de combustibles fósiles, estaban muriendo un promedio de 1,100 de personas al año y que representaba un costo social de $12 mil millones, especialmente por los contaminantes generados por estas fuentes energéticas (vea el estudio aquí). Asimismo, Alemania se ha convertido en el país que, en términos absolutos, ha contribuido a más contaminación y emisiones de gas de invernadero que cualquier otro país de Europa. En términos de unidades por TWh, no es el que más lo ha hecho (ese sería Polonia), pero no se puede negar que Alemania hubiera contribuido muchísimo menos al calentamiento global si hubiera dejado abiertas sus plantas nucleares.

Solo del 2018 al 2019 se vio una baja importante en las emisiones, pero no solo es por la expansión de renovables sino por el mayor consumo de gas natural. No solo eso, mientras se continúa presentando en Puerto Rico a Alemania como una “historia de éxito” de las renovables y un vivo ejemplo de “soberanía energética”, tales medidas de decomisar plantas nucleares y ahora el carbón han hecho a los alemanes mucho más dependientes de fuentes energéticas de países extranjeros —algunas de ellas provenientes de plantas nucleares— y de la importación de gas y otros combustibles fósiles. El cierre de las restantes plantas nucleares entre este año (2021) y el próximo le restará a la red alemana el equivalente de la energía que podría suplirse a Dinamarca para eliminar el resto de su dependencia en combustibles fósiles (usa el 17.4 % según cifras del 2019). Según las cifras del 2019, esta fue la distribución de producción energética en Alemania:

  • Combustibles fósiles
    • Carbón – 29.4 %
    • Petróleo – 0.8 %
    • Gas natural – 15 %
    • Otros combustibles – 1.1 %
  • Energía nuclear – 12.1 %
  • Fuentes renovables
    • Combustibles renovables (biomasa) – 8 %
    • Hidroeléctricas – 4.4 %
    • Viento – 21 %
    • Solar – 8.1 %

Polonia, el país que produce más contaminación y gas de invernadero por TWh en Europa está buscando alternativas, entre las que se destacan el establecimiento de fuentes eólicas establecidas en el Báltico y de una planta nuclear para el 2033.

Por ahora, de los países más limpios en cuanto a emisiones de gas de invernadero se destaca Francia, cuya mayoría de energía limpia en el 2019 fue producida por fuentes nucleares (69.4 %) e hidroeléctricas (11.2 %). Aun con todo, el gobierno francés está siendo presionado por Alemania y por los grupos verdes de su país para el cierre de las nucleares. Lo mismo ocurre en Suecia, otro país cuya base es energía limpia y que se produce mayormente por sus fuentes hidroeléctricas (39.3%) y nucleares (38.8%). Por otro lado, Noruega, un país que aprovecha su geomorfología, tiene dos fuentes renovables, la hidroeléctrica (93.4%) y viento (4.1 %), que le provee lo suficiente para tener un nivel de estabilidad energética.

El resto de los países está buscando soluciones renovables para no depender de los combustibles fósiles para “limpiar” su red sin recurrir a las nucleares.

Greenpeace y su venta de gas ruso

Portal de Greenpeace Energy.
Portal de Greenpeace Energy.

Greenpeace ha tenido un récord de crear empresas con el fin de “salvar el ambiente”. Con esto no quiero indicar que tales movidas no sean legítimas. Si se promueve algún tipo de empresa que genere capital en soluciones para mejorar la situación del planeta, se le debe dar la bienvenida a esas iniciativas. Sin embargo, esto crea unas situaciones algo difíciles de comprender cuando se tiene en cuenta de que dicha organización es supuestamente sin fin de lucro.

Para 1999, la agrupación internacional creó la empresa Greenpeace Energy y para el 2001, creó otra llamada Planet Energy GmbH, ambas destinadas a proveer servicios en Alemania como parte integral de la Energiewende, el programa de transición alemán de combustibles fósiles a renovables. El razonamiento de estas compañías era proveer servicios velando los requerimientos ambientales de manera más estricta que otros negocios del sector privado.

En el 2011, ocurre en Japón el accidente de Fukushima, un incidente que ha causado un enorme malestar a nivel internacional en torno a la seguridad de las plantas nucleares a nivel mundial. Fue entonces que el gobierno de Angela Merkel se comprometió a decomisar las plantas nucleares, compromiso que ha cumplido durante todos estos años y que culminará en el 2022. Pues, en ese mismo año, Greenpeace Energy comenzó a ofrecer lo que llamaron “proWindgas”, algo que, como pueden ver, se anuncia todavía en su página principal.

“ProWindgas” es el proceso mediante el cual, utilizando energía del viento, se proveería gas de hidrógeno vía la electrólisis del agua, que se combinaría con “biogás”, es decir, gas producido mediante la descomposición de material orgánico. Dice Greenpeace en su página:

Biogas ist erneuerbar und spielt eine wichtige Rolle für die Energiewende. Dabei ist es jedoch entscheidend, dass die eingesetzten Substrate auch wirklich ökologisch sinnvoll sind. Für unser Biogas nutzen wir deshalb zunächst nur Abfälle aus Biotonnen sowie Reste von heimischen Zuckerrüben, die nicht für die Nahrungsmittelherstellung verwendet werden können. Durch diese nachhaltigen Substrate hält unser Biogas höchste ökologische Standards ein.

Traducción: El biogás es renovable y juega un papel importante en la Energiewende. Sin embargo, es fundamental que los sustratos utilizados sean realmente ecológicos. Por lo tanto, para nuestro biogás, al comienzo solamente utilizamos desechos de contenedores orgánicos y restos de remolacha azucarera doméstica que no se pueden usar para la producción de alimentos. Gracias a estos sustratos sostenibles, nuestro biogás cumple con los mejores estándares ecológicos.

Finalmente, ambos gases se mezclarían con gas natural, reduciendo así la dependencia en combustibles fósiles y proveer energía mucho más limpia.

Bajo este tipo de promoción, se pensaría que al menos gran parte del gas que consumiría uno a nivel energético provendría del hidrógeno o del biogás, y que el gas natural sería un componente mucho menor. Greenpeace ofrece varias ofertas en las que combinan distintos gases según el precio. Algunos solo con hidrógeno, otros se combinan con biogás.

El problema es que en todos los casos, el 99 % de dichas combinaciones es el gas natural, es decir, casi su totalidad es combustible fósil. Esto es según sus propios números.

Los números de 2018
Pantallazo de los números de gas para el año 2018 provenientes de la eólica y los números del gas natural. En la columna de la izquierda están los meses, en la del medio el gas proveniente de la energía eólica y la de la derecha, la energía proveniente del gas natural. Fuente: Greenpeace Energy.
Los números de 2019
Pantallazo de los números de gas para el año 2019 provenientes de la eólica y los números del gas natural. En la columna de la izquierda están los meses, en la del medio el gas proveniente de la energía eólica y la de la derecha, la energía proveniente del gas natural. Fuente: Greenpeace Energy.
Pantallazo de los números de gas para el año 2020 provenientes de la eólica y los números del gas natural. En la columna de la izquierda están los meses, en la del medio el gas proveniente de la energía eólica y la de la derecha, la energía proveniente del gas natural. Fuente: Greenpeace Energy.

Greenpeace le da un toque cínico a todo esto al poner lo siguiente justo debajo de estos números.

Gas natural: Dile adiós a la tecnología puente
Pantallazo de la sección titulada: “Erdgas: Abschied von einer Brückentechnologie”. Traducción: “Gas natural: Adiós a la tecnología puente”. Fuente: Greenpeace Energy.

¡¿En serio?!

Ahora quiere mezclar el gas con más biogás de remolacha (al que llaman “proWindgas vegano”) y pronostica que el porcentaje proveniente de gas natural en este año será de un 89%.

Me gustaría pensar que cuando Merkel tuvo la idea de cerrar plantas nucleares, los partidarios de Greenpeace pensaron en hacer este negocio con la mejor intención del mundo y que las dificultades técnicas le retrasaron en esa aspiración de sustituir las nucleares por un gas más ecológico. …. No quiero pensar que la ocasión fue meramente una oportunidad de hacer dinero engañando al público. Tampoco quiero pensar que ahora una de las razones para oponerse a las nucleares es para expandir el negocio.

En fin, vender gas natural en Alemania —cuya mayoría procede de Rusia— no es exactamente lo mejor para combatir el cambio climático.

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