¿Quién fue realmente José Celso Barbosa?

Nota:  Este es un artículo que originalmente publiqué hace algunos años, transformado y extendido sustancialmente y corregido gracias a críticas recibidas. Le agradezco mucho a la gran historiadora, Ivonne Acosta, por enviarme, hace algunos años, un correo electrónico al respecto . También abundo más sobre algunos errores que han aparecido a nivel popular recientemente en relación con José Celso Barbosa y otros que siguen perpetuándose. El estilo de este escrito es informal, añadiendo fuentes donde entiendo que quizá haya duda o curiosidad de parte de los lectores o para indicar de dónde saqué alguna cita. Si hay errores factuales, son míos todos y agradezco corrección.

Aclaro que en cuanto a las opiniones expresadas en este artículo, todas ellas son mías. No deben interpretarse como el parecer de la familia Barbosa. Ellos van por su rumbo y yo voy por el mío.

Finalmente, deseo indicar que escribo esto a raíz de ciertos desaciertos históricos que expresó el gobernador en relación con el prócer. Debe corregirse este problema y, para eso, está este blog. Sobre las declaraciones del gobernador, quisiera también señalar que no podemos ser ingenuos ante la equivocada opinión de que Barbosa fue rechazado por la Universidad de Puerto Rico por ser negro. Ese es un ataque disimulado a la universidad pública del país.


José Celso Barbosa

José Celso Barbosa

A medida que pasa el tiempo, la pregunta de quién fue José Celso Barbosa (o Ramón Power y Giralt, o Ramón Emeterio Betances, o Luis Muñoz Rivera, o José de Diego) es uno que debe pasar siempre por el crisol de la renovada y cada vez más sofisticada historiografía.  En muchos casos, historiadores de décadas atrás pudieron haber proyectado al pasado la situación y los prejuicios de su presente.

Por ejemplo, Lidio Cruz Monclova, presentaba a Ramón Power y Giralt como un autonomista en nuestro sentido del término, como un militar político que se encontraba en el sector reformista, en contraposición al conservador. El historiador excluía el favor a la independencia en Puerto Rico en la población criolla y lo presentaba como una influencia extranjera a la situación de Puerto Rico. Por otro lado, el exsenador novoprogresista, Orlando Parga, ha afirmado que la autonomía de Power era, de hecho, “asimilista”, porque aspiraba a convertir a Puerto Rico en provincia española.

Todos estos puntos se pueden debatir. Como señala el historiador Francisco Moscoso, se comete un error histórico si se establece una división tajante entre el reformismo y el independentismo en la época de Power, dentro de la realidad del régimen de José Bonaparte y el aprisionamiento del rey Fernando VII en París. Moscoso ha traído a colación una revisión de la postura tradicional en torno al “reformismo” de Ramón Power y Giralt al encontrar documentación en la que se revela que este insigne personaje histórico parecía ocultar información en torno a las insurrecciones que ocurrían en Venezuela. Tampoco el fin de Power era asimilista en nuestro sentido actual del término, sino que quería que Puerto Rico se volviera provincia española para ganar autonomía. Además, recordemos que el cabildo de San Germán había demandado para las Instrucciones a las Cortes de Cádiz, que la independencia fuera un derecho a considerar si no se restituía al rey Fernando VII y España quedaba anexada a Francia.  Además, durante ese periodo (1809-1811), se desató en Hispanoamérica una revolución en Venezuela. En Puerto Rico, se conspiró para una insurrección independentista que se llevaría a cabo en la Navidad de 1811 y no llegó a concretarse, debido a la llegada de una embarcación de soldados españoles (cerca de cuatro mil) en vías a Suramérica, específicamente a lidiar con el problema revolucionario venezolano (Moscoso 2003, 15-21; véase también Mattei Filardi 2017, 57-62).

Otro error común entre historiadores, en los que a veces proyectan realidades del presente al pasado, es el alegato de que en el Partido Unión de Puerto Rico, liderado por Luis Muñoz Rivera, sostenía a la estadidad, la autonomía y la independencia como opciones de self-government. Esto se ha repetido muchas veces en los textos de historia (e.g. Scarano 2008, 508). Sin embargo, el historiador Luis Mattei Filardi ha señalado que la documentación sobre la Base Quinta menciona solo a la estadidad y a la independencia bajo un protectorado estadounidense como las únicas formas de self-government adoptadas por el partido (ver documentos en Bothwell 1979, I-1:286-287). Cuando se perpetuó la Ley Foraker (1900), se aprobó la Ley Olmsted de 1909, y la Ley Underwood de 1913, el Partido Unión descartó la estadidad dejando solamente la independencia, como protesta (Mattei Filardi 2017, 95, 96; ver documentación en Bothwell 1979, I-1:340-341; ver Hernández Aponte 2013, 205; ver también, en cuanto a la Ley Underwood a Lugo Amador 2016, 315-317).

Estos y otros errores más se deben en parte a estos tipos de proyecciones al pasado. El problema se agrava con los que no son historiadores. Por ejemplo, si se le preguntara a algún puertorriqueño promedio, no muy conocedor de su historia, cuál era el ideal de estatus del líder socialista (mencionando esa palabra controversial), Santiago Iglesias Pantín, jurarían que es la independencia, porque la mayoría de los socialistas actuales son independentistas. Se equivocarían rotundamente en ese juicio, ya que su ideal era la estadidad. Cuando Matienzo Cintrón renunció a la estadidad y optó por la independencia del país, ¿renunció, por ende, a la americanización de Puerto Rico? Al contrario, él veía la americanización como un imperativo bajo la independencia. Si esto deja perplejo a los lectores, tengamos en consideración que cuando ahora pensamos en “americanización”, no nos viene a la mente lo mismo que pensaba Matienzo en 1912 (Lugo Amador 2016, 310-311). De hecho, el término “americanización” como lo pensaban muchos puertorriqueños entonces, no era el mismo que pensaban distintos sectores políticos estadounidenses.

Lo mismo ocurre cuando afirman que Barbosa fue un buen hombre y político porque se crió en un hogar cristiano. Sin embargo, Barbosa no era exactamente el mejor amigo del clero puertorriqueño, en parte porque fue discriminado racialmente por uno de sus miembros cuando era estudiante en el Seminario Conciliar de San Juan. En realidad, él sostenía valores fuertemente progresistas y modernistas, frente a lo que veía como el atraso tecnológico y político de España, del cual el clero católico formaba parte. Toda su vida, participó en causas progresistas como participante de movimientos clandestinos, la masonería y como promotor del ingreso como estado de la Unión, cuya constitución incluía en su Primera Enmienda, la separación de iglesia y estado. Lo mismo ocurre con el juicio de mucha gente cuando ve una inconsistencia o, incluso, hipocresía de Barbosa al favorecer la autonomía “auténtica” bajo España, pero la asimilación bajo Estados Unidos. Al contrario, podríamos decir que una era perfectamente consistente con la otra.

¡El contexto es todo!  Esto vale en las ciencias y también la historia. Veamos a Barbosa en contexto.

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I

Durante el siglo XIX, Puerto Rico pasó por una etapa de mucha tensión política con España. Debemos recordar que estaba dominado por una enorme potencia que, en aquel momento, rivalizaba con Portugal, Gran Bretaña y, gradualmente, con los recién nacidos Estados Unidos.

Según el historiador, Fernando Picó, la monarquía británica ya no se interesaba tanto colonizar la Isla, porque, en tal caso, la posición que iba a ocupar Puerto Rico  en cuanto a la producción azucarera rivalizaría a la de las demás islas británicas. Además, en 1797, los ingleses invadieron territorio puertorriqueño por última vez, y salieron tras dos semanas de presencia en nuestra tierra. Tampoco intentó atacar otro territorio español en ese momento o posteriormente, especialmente cuando cooperó con ciertas fuerzas políticas de Francia y España para recuperar las monarquías borbónicas de ambos países.

En el caso de Estados Unidos, desde el mismo principio, estuvo interesado en Puerto Rico por razones comerciales, después, militares.  El periodista Jesús Dávila nos señala que Estados Unidos y Gran Bretaña estuvieron interesados en ayudar al gran revolucionario, Francisco de Miranda, en sus esfuerzos contra el poderío español. Representantes de las dos potencias entraron en un pacto secreto con él en París en 1799 (a lo que Dávila llama, Pacto de Miranda), en el que se le prometía proveerle a Miranda municiones y soldados para su lucha liberadora. Sin embargo, pedían a cambio, tres territorios: Trinidad, Margarita y Puerto Rico. Dado que a Inglaterra no le interesaba, es razonable pensar que Estados Unidos era el poder más interesado en nuestro archipiélago (Dávila 2000, 45-55; cita a Santovenia 1935, 24-25). Estados Unidos también estaba en un proceso de expansión hacia el oeste y al sur, frustrando los esfuerzos del establecimiento de repúblicas hispanas en norteamérica: la República de Amelia, la República de Barataria y la República de Galveston (Dávila 2000, 57-112). Después, adquirió a Florida y le quitó territorio a México, estableciendo como estados a Texas, Nuevo México, Nevada, Colorado, Utah, Arizona, y California. Con esta sed territorial, no debería sorprender que también tuviera la vista puesta en las Antillas.

Simón Bolívar, el gran revolucionario de las Américas, desconoció el Pacto de Miranda e incluyó a Puerto Rico dentro de su agenda de liberación de los países de Latinoamérica. El Libertador contaba con María de las Mercedes Barbudo, su espía y primera líder del independentismo en Puerto Rico. Más adelante, también tendría como aliado a Roberto Cofresí Ramírez de Arellano.

Escudo de armas de la dinastía Borbón-Anjou.

Escudo de armas de la dinastía Borbón-Anjou.

Francia y España estuvieron vinculadas por años debido a que estaba dominada por los reyes Borbones desde el siglo anterior. Sin embargo, cuando se desató la Revolución Francesa, el rey francés fue depuesto, comenzando un proceso de vaivenes políticos que desembocó en el régimen de Napoleón Bonaparte. De ahí, conquistó a España, secuestró al rey Fernando VII y declaró que José Bonaparte I, rey José I.  Esto desató una furia en toda Hispanoamérica y las colonias aprovecharon la nueva coyuntura histórica para enviar representantes a las Cortes de Cádiz (un gobierno paralelo provisional) para hacer las debidas peticiones.

Como he indicado en la introducción, fue en este momento que comenzó a plantearse, en Puerto Rico, su independencia de España como una movida patriótica, pero también como un acto de rechazo a la monarquía de José I y un signo de lealtad al rey Fernando VII. Ramón Power y Giralt luchaba por presentar ideales liberales de avanzada para el mejoramiento de la situación política y económica de Puerto Rico. Cuando, finalmente, el poder del “Rey Deseado” fue restaurado en 1814, tras derrocar a hermano de Napoleón, los logros de las Cortes fueron ignorados por completo. En 1815, se decretó la Real Cédula de Gracias, que, en parte, tenía como fin neutralizar demográficamente a los movimientos independentistas de Puerto Rico al invitar a sectores de las élites Latinoamericanas que estaban siendo desplazadas por las distintas revoluciones transatlánticas. El otro propósito del decreto era el de incentivar la economía, mediante la importación de nueva tecnología y la liberalización temporal del comercio.

Miguel de la Torre y Pando

Retrato de Miguel de la Torre y Pando (1826).

No solo eso, sino que más tarde, en 1822, Miguel de la Torre, gran rival de Bolívar y derrotado de la Batalla de Carabobo, fue escogido por la monarquía española para gobernar a Puerto Rico. Por establecer una red de espionaje en Puerto Rico y el Caribe, De la Torre tenía fama de ser paranoico. Sin embargo, desde su perspectiva, su preocupación estaba bien justificada: por un lado, sabía que Estados Unidos estaba interesado en Puerto Rico y, por otro, también conocía bien la agenda inconclusa de Bolívar. Debido a ello, tuvo éxito al documentar la actividad subversiva de Mercedes Barbudo y la exilió a Cuba en 1824. También implementó el gobierno de las tres “B”s: baile, botella y baraja, con el objetivo de divertir a la población de cualquier intento de conspiración. Finalmente, Cofresí fue capturado por Estados Unidos en República Dominicana y entregado a España, en particular, a Miguel de la Torre, como un acto diplomático de buena fe ante el bochorno que pasó por la invasión no autorizada de Fajardo por parte del militar estadounidense, capitán y comodoro, David Porter (el “Foxardo Affair“).

El gobierno de De la Torre terminó en 1837. En ese año, en España, comenzó a regir una Constitución más liberal bajo la regencia de Isabel II, cuyos cambios no se extendían a las únicas dos colonias que le quedaban a España: Cuba y Puerto Rico. En cambio, se hizo una promesa de “leyes especiales” que nunca se concretaron. En Puerto Rico, se decretó el “Código Negro”, bajo el gobernador Juan Prim, en donde intentaba degradar la “raza africana” y presentaba una serie de medidas punitivas contra los esclavos rebeldes. Otro gobernador, Juan de la Pezuela, comenzó a implementar el sistema de libretas de jornaleros, que pretendía incentivar el trabajo, aunque fuera en unas condiciones paupérrimas. El disgusto de la clase política del sector criollo, en particular por los abusos de los gobiernos, el problema de la esclavitud y la falla en no proveer las “leyes especiales”, fue acumulándose hasta el punto que un sector conspiró para levantarse en armas con el Grito de Lares. Tras la neutralización de la insurrección, Ramón Emeterio Betances, entonces fuera de Puerto Rico, permaneció en el exilio y muchos puertorriqueños sufrieron cárcel.

Sin embargo, hubo algunos aires de cambio en España. Poco antes del Grito de Lares, ocurrió la Revolución Septembrina en 1868. Se depuso a Isabel II y comenzó lo que se conoce como el Sexenio Democrático, que fue el primer intento de establecer una España democrática que llevó eventualmente a la Primera República Española (1873-1874). Aun con un clima inestable, se intentaron promover políticas de avanzada en España y sus colonias. Puerto Rico llego a tener representantes a las Cortes que promovieron sus causas liberales. Según Moscoso y otros historiadores, este suceso y el de Lares, fueron elementos importantes para las históricas reformas:

  • se abole la esclavitud
  • se abole la libreta de jornaleros
  • se abolen las facultades omnímodas de los gobernadores
  • rige la Carta de Derechos de la Constitución Española de 1869
  • se establece la libertad de expresión y prensa en Puerto Rico
  • se establece la libertad de asociación (ley de reunión)
  • se establece la libertad de culto
  • se otorga el derecho a ser representados por partidos políticos que no fueran independentistas (Moscoso 2003, 74; véase también Hernández Aponte 2013, 42-43).

Habría que añadir que el Grito de Yara en Cuba, en el mismo año que el de Lares, y la lucha independentista allí desatada (por diez años) también debió haber tenido un impacto en la política de la España republicana a sus colonias (Mattei Filardi 2017, 75).

Durante este periodo importante, se pudieron establecer dos partidos políticos importantes: el Partido Liberal Reformista, que después se conocería como el Partido Federal Reformista, y el Partido Liberal Conservador, que, por motivo de confusión, cambió su nombre a Partido Español Incondicional.

Sin embargo, tras la restauración de la monarquía borbónica en España, en 1874, se dio un retroceso a muchos de los logros de la etapa republicana. Por ejemplo, en Puerto Rico, se le devolvió a los gobernadores sus facultades omnímodas y, para los efectos prácticos, el poder del voto lo ejercían los incondicionales, que eran los más beneficiados del comercio español. Además, se fomentó el llamado “cunerismo”, la elección de representantes a Cortes que no eran residentes de nuestra tierra. En ese momento cobró fuerza el reformismo en la forma de autonomismo, liderado entonces por Román Baldorioty de Castro. Barbosa se integró a la vida política dentro de ese ámbito de alta tensión social.

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II

José Celso Barbosa nació en Bayamón, el 27 de julio de 1857, hijo de don Hermógenes Barbosa, un albañil, y doña Carmen Alcalá, una ama de casas, ambos católicos. Su tía, Lucía Triano o “Mamá Lucía”, también contribuyó a su formación en su niñez y fue instruido en el catolicismo. En 1870, fue admitido en el  Seminario Conciliar de San Juan, una institución jesuita, donde sufrió discriminación por parte del clero, pero se graduó con honores. En 1875, se mudó a Nueva York, con la intención de hacerse abogado.

José Celso Barbosa

Foto de José Celso Barbosa (1880), Cortesía de la Biblioteca Histórica Bentley de la Universidad de Michigan.

Su experiencia en Estados Unidos, de sus notables avances políticos y tecnológicos muy por encima de lo que vivía Puerto Rico bajo España, le impresionó profundamente. Sin embargo, no debe ser sorpresa el hecho de que allá también tuvo que enfrentarse al racismo estadounidense. Debido a que se enfermó por un invierno al que no estaba preparado, se solía atender con un médico. Él le recomendó que desistiera del derecho y que estudiara medicina.  Esto se debe a que en Estados Unidos, aun en el Norte, no se fomentaba la abogacía por los derechos de los afroamericanos. Sin embargo, sí habían hospitales que necesitaban a médicos negros para que atendieran a pacientes afroamericanos. Tras ser rechazado en la Universidad de Columbia (por su color), ingresó a la Universidad de Michigan en 1877, donde se graduó con la nota más alta de su clase (valedictorian), en 1880. Esto le convierte en el primer puertorriqueño en matricularse en medicina en la Universidad de Michigan (University of Michigan History 2010, 131, 264-265). Por cierto, también es menester mencionar que en 1903, también recibió de la misma universidad, el título honorario de Maestro en Artes. Finalmente, la Universidad de Puerto Rico le dio un doctorado honoris causa en leyes, cumpliéndose así el sueño de Barbosa (Ramos 2018, 0:45-0:46).

Nota aparte:  Ya con esto, se desmitifican tres de las aserciones del Gobernador Ricardo Rosselló. Barbosa era puertorriqueño que emigró en un momento dado a los Estados Unidos, no al revés. Él fue rechazado por la Universidad de Columbia, no por la Universidad de Puerto Rico, al contrario, le otorgó su grado en leyes. Inicialmente, Barbosa no pensaba ser médico, sino abogado; se volvió médico, porque no podía obtener el título de abogado en Estados Unidos.

Román Baldorioty de Castro

Román Baldorioty de Castro según ilustrado por el libro de texto de historia de Puerto Rico de Paul Miller (1922).

Cuando regresó a Puerto Rico, empezó a participar activamente en la política. De 1885 a 1886, hubo un colapso económico debido a la caída de los precios del azúcar y tensiones tarifarias con otros países europeos y Estados Unidos. España llevó a aumentar la tarifa de su importación al café producido en nuestro archipiélago. Además, las Cortes habían decidido mantener a sus territorios cautivos a la venta de los productos españoles. Cuando el autonomismo se quiso definir en las filas del Partido Liberal Reformista, se convocó a una asamblea en Ponce el 7 de marzo de 1887. Allí se oficializó la autonomía como el objetivo de la organización política y cambió su nombre al de Partido Autonomista Puertorriqueño. En este tiempo, también se debatió en torno al tipo de autonomía que se quería adoptar para Puerto Rico.  Aunque Baldorioty era de la opinión de que debería moverse al canadiense, muchos adoptaron más bien al modelo propuesto por el autonomismo cubano, que era más restringido y en el que aplicaban todas las leyes provinciales. Baldorioty se resignó a ello en la asamblea.

Durante estos años, ya Barbosa era masón y formaba parte de sociedades secretas que buscaban boicotear estos productos españoles y fomentar los productos locales.  Estas sociedades se conocían como La Boicotizadora, La Torre del Viejo y los Secos (en oposición a los “mojados”, es decir, los comerciantes peninsulares). Estos no solo publicaban contra los negocios peninsulares, sino que también los incendiaban y vandalizaban. Barbosa fundó La Torre del Viejo y publicaba bajo el seudónimo de “El Viejo de la Torre”. El gobernador de entonces, Romualdo Palacio, responsabilizó a los autonomistas de estos movimientos y hubo una ola de arrestos, torturas y muertes de muchos de sus miembros. Por eso, a 1887 se le conoce como el Año Terrible de los Compontes, ya que muchos autonomistas fueron torturados, golpeados y sometidos a estiramientos de brazos y humillaciones para “componer” o “arreglar” a los que el gobierno consideraba subversivos. Palacio también decidió encerrar a Baldorioty en el Morro. Barbosa le visitaba en calidad de médico, le mantenía al día y servía de vínculo entre él y los autonomistas.

La respuesta del pueblo a lo acontecido no fue favorable a España. Algunos autonomistas se radicalizaron. Otros se volvieron separatistas en distintas modalidades: algunos, añorando ser un futuro estado de la Unión norteamericana, otros perpetuaban el sueño de Betances de una Confederación Antillana y, aun otros, de que hubiera una República de Puerto Rico. El descontento fue tan generalizado en la población, que llevó a España a remover a Palacio de su puesto y escoger a otro gobernador.

Bandera del cooperativismo

La presente bandera del cooperativismo

Sin embargo, Barbosa siempre estuvo a favor de la independencia económica de los puertorriqueños y no favorecía a los intereses peninsulares. No hay mejor testimonio de esto que cuando promovió el cooperativismo en Puerto Rico. Se ha dicho que Barbosa ayudó a fundar la primera cooperativa de Puerto Rico. Él mismo hablaba de la primera cooperativa establecida en nuestra tierra fundada por Santiago Andrade, un carpintero de profesión que, inspirado en los Pioneros de Rochdale, formó, en 1873, una sociedad de socorros mutuos conocida como “Los Amigos del Bien Público” (Parrilla 2003, 266-275).  No es casualidad que este acontecimiento ocurriera ese año, ya que era resultado de la liberalización experimentada en Puerto Rico bajo el régimen de la Primera República Española. En 1877, se fundó en Mayagüez, la Sociedad de Socorros Mutuos de Trabajadores. También, en ese pueblo, se fundó en 1891, la sociedad benéfica conocida como La Choza Amiga. En 1894 fue que Barbosa ayudó a fundar en San Juan la cooperativa El Ahorro Colectivo, que integraba diversas empresas bajo su techo. Nos dicen Francisco Catalá Oliveras y Carmen Rivera Izcoa:

Para el año 1896, [El Ahorro Colectivo] contaba con una tienda de provisiones, un almacén y una panadería, sumadas a la gestión del ahorro y préstamo (Catalá Oliveras y Rivera Izcoa 2010, 58).

Otras figuras como Salvador Brau, Eugenio María de Hostos y Rosendo Matienzo Cintrón, fueron fieles partidarios del cooperativismo.

Práxedes Mateo Sagasta

Práxedes Mateo Sagasta

Tras el fallecimiento de Baldorioty en 1889, Luis Muñoz Rivera y Barbosa se convirtieron en incuestionables líderes del autonomismo. Sin embargo,  tenían dos visiones distintas de cómo obtener dicha relación con España. Muñoz tenía una visión más pragmática, pero mediante unos recursos que Barbosa cuestionó muy fuertemente. Muñoz sugería que la mejor estrategia era la de aprovechar la alternancia que se daba entre Antonio Cánovas del Castillo y Práxedes Mateo Sagasta. Un pacto con el Partido Liberal de España, vía su presidente, Sagasta, podría llevar a que nuestro archipiélago consiguiera la tan deseada autonomía.

Barbosa ha pasado a la historia como el “idealista utópico” de la política de aquel entonces, a veces sin que se cuestione esa injusta reputación. Si uno mira las razones para su oposición, difícilmente se justifica esa perspectiva.  Veamos las razones por la que se opuso al Pacto Sagastino:

  • El pacto haría que el Partido Autonomista perdiera su debida autonomía y se convirtiera en un ala local del Partido Liberal Fusionista continental. Aunque lo que tenía pensado Muñoz era que finalmente los autonomistas pudieran acceder al poder (¡por fin!) para que el gobierno se moviera en dirección que se alejara del sector peninsular, Barbosa argumentaba que tal movida haría perder la identidad del partido como aspirante a una verdadera autonomía..
  • Barbosa sabía que a raíz de la Segunda Guerra de Independencia de Cuba, por motivos de intereses económicos y de dominio del Caribe, Estados Unidos presionaría a España para que se le concedieran mayores poderes a Cuba y que, por “rebote” político, llegaría la autonomía a Puerto Rico. En todo caso, se debería dejar que la inercia diplomática corriera su curso..
  • Con el Pacto Sagastino, el Partido Autonomista dejaría de ser un partido de tendencia republicana para integrarse a un partido monarquista. Esto contradecía la aspiración a un gobierno con separación de poderes..
  • Bajo los gobiernos monarquistas, Puerto Rico nunca consiguió nada, sino bajo los republicanos españoles. Bajo el Sexenio Democrático y la República Española, Puerto Rico tuvo su mejor gobierno con la concesión de los más amplios derechos (abolición de la esclavitud, derecho a la expresión, asociación, libre culto) a los que Sagasta se oponía. Por otro lado, mientras Sagasta fue presidente del Consejo de Ministros (1885-1890), no hizo nada para remediar los abusos del gobierno, incluyendo lo ocurrido en el Año Terrible de los Compontes..
  • Barbosa tenía una razón adicional y personal: Sagasta se oponía al derecho al sufragio de los negros en los territorios.

Muñoz adoptó una posición pragmática para resolver, aun parcialmente, el problema del dominio peninsular en Puerto Rico. Para él, la única manera de llegar al poder era vía el Pacto. Por otro lado, Barbosa acusaba a Muñoz de oportunismo y de querer colocar a gente de su facción en posiciones de poder en Puerto Rico. En el Partido Autonomista hubo una división final. En febrero de 1897, en el Teatro Municipal de San Juan, la mayoría de los delegados votó a favor del Pacto Sagastino. La facción antipactista no aceptó tal resolución y decía Barbosa que se llevaba con él la auténtica bandera del autonomismo. Del lado de Muñoz, se disolvió el Partido Autonomista, para después formar el Partido Liberal Puertorriqueño, mientras que el partido de Barbosa adoptaba el nombre del Partido Autonomista Puro u Ortodoxo.

Tras el asesinato de Cánovas del Castillo en agosto de 1897, Sagasta asciende al poder. Allí, el 25 de noviembre de ese año, presentó ante las Cortes un proyecto de autonomía para Cuba y Puerto Rico. Las razones para ello, respondían más a la situación de tensión internacional que tenía España con Estados Unidos que su lealtad a Muñoz y su grupo. Como bien Barbosa había predicho, en 1897, Estados Unidos protestó el trato inhumano del gobierno español a los insurgentes cubanos y exigía remedio inmediato a la situación. Sagasta utilizó el proyecto de autonomía como una medida que podía solucionar, aunque fuera parcialmente, la situación (Lugo Amador 2016, 232-233). Sin embargo, la Carta Autonómica, del 2 de febrero de 1898, se tomó en Puerto Rico como un gran triunfo de Muñoz sobre la “utopía” de Barbosa. La posición dominante de la historiografía puertorriqueña sostiene que fue gracias a Muñoz que se dio la Carta Autonómica. Sin embargo, otros historiadores, como Pilar Barbosa e Ivonne Acosta, nos recuerdan que en Cuba no hubo ningún equivalente al Pacto Sagastino. Además, el mismo Sagasta violentó el Pacto para reconciliar los grupos de Muñoz y de Barbosa, porque los tiempos de guerra con Estados Unidos exigían su unión política.

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III

Iglesia San José

La Iglesia San José y el daño causado por las fuerzas navales estadounidenses durante el bombardeo de San Juan (1898).

El régimen de la Carta Autonómica se vio frustrado por la Guerra Hispanoamericana ocurrida en 1898 a raíz de la explosión del Maine. El 12 de mayo de 1898, en la Bahía de San Juan sonaron los cañones de una flota estadounidense que comenzó a dispararle a la isleta e impactó varios edificios de la capital. Uno de los que se llevó un susto en el proceso fue el mismo Barbosa, quien estaba transportándose en una lancha de Bayamón a San Juan, para atender de alguna manera las víctimas del bombardeo.

Meses después, durante el gobierno militar estadounidense, los partidos de Muñoz y de Barbosa cambiaron su nombre a Partido Federal Americano y el Partido Republicano Puertorriqueño respectivamente. Actualmente, muchos llaman a Barbosa el “padre” de la estadidad para Puerto Rico. La realidad es que es padre del “movimiento” que perdura hasta nuestros días, pero no del ideal de la estadidad como tal. Ambos partidos, fueron estadoístas. Sin embargo, en ambos casos, la estadidad se veía en términos autonomistasComo indiqué al principio del artículo, el posterior Partido Unión, veía a la estadidad como una forma de self-government.

Una vez más, el contexto es todo. La manera en que ambos, Muñoz y Barbosa veían la estadidad era más bien como  formar parte de una institución política caracterizada por ser una federación de estados autónomos o independientes, en el que el gobierno federal no era altamente interventor como en la actualidad. Para todos los efectos, Barbosa aspiraba a una república libre, pero en unión federada a otras repúblicas o estados soberanos. De esa manera, se veía a Estados Unidos se veía como una república de repúblicas. En otras palabras, para ninguno de los líderes puertorriqueños, Estados Unidos era una nación y no lo veían como una amenaza a la identidad política puertorriqueña. En palabras de Barbosa:

Nosotros somos regionalistas, separatistas, independentistas… pero somos regionalistas, separatistas, independentistas al modo que lo son las naciones o estados que forman el pueblo de los Estados Unidos de América (citado en Meléndez 1993, 58).

Entonces, ¿por qué diferían Muñoz y Barbosa en cuanto a sus ideales de estadidad?

  1. Diferían en cuanto al liderato. Bajo el gobierno de Estados Unidos se perpetuó el conflicto personal entre ellos, degenerándose a medida que pasaba el tiempo..
  2. La composición demográfica de ambos partidos difería significativamente.  El Partido Federal era favorecido en general por los intereses de los hacendados y, en este nuevo panorama, las corporaciones estadounidenses de producción agrícola del azúcar. Por otro lado, el Partido Republicano era favorecido, en general, por profesionales como médicos, abogados e ingenieros..
  3. El Partido Republicano local se afilió al continental. Hay múltiples razones para eso. En primer lugar, Barbosa aprovechaba la coyuntura política de Estados Unidos en el que se encontraba en el poder el Presidente William McKinley, para ganar el favor del gobierno estadounidense. Además, contrario al Partido Demócrata de entonces, el republicanismo era progresista, promovía activamente la industria y los avances tecnológicos y tenía representación afroamericana en sus filas. En esta época el Partido Demócrata no era el partido de los afroamericanos, eso ocurriría mucho después, desde mediados de la década de 1960. Al contrario, a principios del siglo XX, el Partido Republicano era visto como la organización de Abraham Lincoln, quien terminó con la esclavitud en el Sur..
  4. Lo obvio, que el Partido Republicano continental no favorecía el monarquismo (como tampoco el Demócrata), sino un esquema de separación de poderes, el tipo de gobierno al que Barbosa aspiraba..

Ambos partidos locales se llevaron una sorpresa desagradable cuando, en vez de la concesión de la estadidad favorecida por la inmensa mayoría de Puerto Rico, el Congreso optó por crear un gobierno civil colonial con la ley que usualmente conocemos como la Ley Foraker (1900). Esta creaba una “ciudadanía de Puerto Rico”, equivalente a la de un súbdito (subject) o nacional (national) bajo la jurisprudencia estadounidense. Muchos esperaban que se extendiera la ciudadanía estadounidense como primer paso para la eventual estadidad. También establecía un ejecutivo nombrado por el Presidente de Estados Unidos, un Consejo Ejecutivo, nombrados por el Presidente, de los cuales 5 debían ser puertorriqueños y una Cámara de Delegados, completamente electa por los puertorriqueños.

Durante los años bajo el gobierno militar, Barbosa y los republicanos facilitaron a los estadounidenses implementar un proceso de “americanización”, pensando que el gobierno civil colonial sería la transición debida a la estadidad. Una vez más, el término “americanización” no se entendía de una sola manera en Puerto Rico ni en Estados Unidos. Los republicanos del Consejo Ejecutivo, durante los años 1900 a 1904, concurrieron a adelantar la agenda estadounidense, pero, en cuanto a los intereses económicos y políticos locales, no pudieron avanzar mucho.

Para Barbosa, más importante bajo la estadidad era la independencia económica, como una base sólida para una independencia política como nación unida la gran federación norteamericana. Contrario a su experiencia en España, favorecía la introducción de la práctica científica y tecnológica que hubo en Puerto Rico a principios del siglo XX. El impulso de la educación en inglés (que, para él,  conviviría con el español) y las transformaciones radicales de la jurisprudencia y estructura política interna de Puerto Rico, eran elementos necesarios para vivir en un ambiente mucho más próspero y estable. Las libertades políticas y económicas de “la raza” anglosajona (“raza” en un sentido grupal cultural, no del actual),  eventualmente mejorarían la vida de los puertorriqueños y les facilitaría conseguir la independencia económica que se necesitaba para participar de un mundo totalmente distinto al que se vivió bajo España. Pensaba él, que los puertorriqueños debían impregnarse del “espíritu anglosajón”, estableciendo un gobierno republicano, con las tres ramas de gobierno y el libre mercado competitivo, beneficiándose de un mercado común con Estados Unidos. Por otro lado, la identidad puertorriqueña quedaría protegida y cobijada como “patria regional” dentro de la federación de los estados de la Unión y, bajo esas condiciones, llegaría a su punto de definición cultural. Esta es la americanización por la que Barbosa tanto abogaba. Desde esa perspectiva, no sorprende en lo absoluto que él, en los primeros años de la invasión norteamericana, su partido estuviera tan dispuesto a propiciar la apertura a nuevas instituciones políticas y el capital.

Forma escrita por José Celso Barbosa

Forma escrita por José Celso Barbosa (1910), Cortesía de la Biblioteca Histórica Bentley de la Universidad de Michigan.

Eso no fue lo que vio luego, cuando los intereses corporativos fueron destruyendo ese sueño y continuaron las políticas coloniales de la metrópoli. Ante el acaparamiento de la economía rural por las centrales azucarera, el resto de su vida, Barbosa se expresaría en repetidas ocasiones altamente insatisfecho con la dirección de la política estadounidense. En 1913, el Partido Republicano se desvinculó del continental, al percatarse que a ese sector político estadounidense no le interesaba en lo absoluto la situación de Puerto Rico. Recordemos que ese es el año de la Ley Underwood y la exclusión de la estadidad de la Base Quinta del Partido Unión. El Partido Republicano no renunció a la estadidad, pero respondió desafiliándose del partido continental y le declaró enemigo de los ideales perseguidos por el Partido Republicano Puertorriqueño (Bothwell 1979, I-1:337-338).

Empezó a hablar de los puertorriqueños influenciados con los intereses corporativos foráneos como los “hijos ajenos” y recordó los tiempos de su participación en el movimiento boicotizador de “La Torre del Viejo”.

Aserción en 1910: Mas el verdadero peligro está en esas grandes empresas industriales si a tiempo no se vigilan, investigan y repelen…; el azúcar, el trabajo, y más tarde el café, serán controlados por esas grandes sociedades; pequeños terratenientes convertidos en mayordomos.

Afirmación en 1918:  Es necesario unir todas las simpatías, todos los esfuerzos de nuestros amigos, para un fin común:… salvar a nuestros hijos de la esclavitud económica, para que, dejando de ser agregados en la finca propia, pasen a ser dueños y administradores de su propia tierra…

Y es necesario que cese en Puerto Rico la actual situación en la que solamente un pequeño número de puertorriqueños escapados del naufragio colonial, tienen hoy verdadera influencia, riqueza y prestigio; y en cambio, una colonia extranjera continúa siendo la más rica e influyente y ocupa el puesto más saliente en la vida de nuestro pueblo; y la entidad puertorriqueña se esfuma en lo relativo a la vida económica; y la mayoría de sus habitantes continúa en la esclavitud económica, sometidos al poder del dinero de los hijos ajenos, cuyas riquezas los hacen poderosos e influyentes como en el pasado. Bajo la bandera americana, en lo político, gozamos de las mismas libertades, de los mismos derechos y prominencias de cualquier ciudadano americano, pero en lo económico, muy poco hemos avanzado, y no se puede ser dueño de un país sin ser dueño de sus riquezas…

Si hemos de hacer una patria nuestra, si nuestros hijos han de ser libres y felices en su tierra, tienen indispensablemente que ser dueños y señores de las riquezas de su patria. No hay independencia política sin la independencia económica … (citado en Meléndez 1993, 60-61).

Imagen de la National Geographic Magazine (1906)

Imagen de la National Geographic Magazine (1906)

El mismo Barbosa se dio cuenta de posibles errores pasados: los “hijos ajenos” explotaron su ideal político noble para favorecer su bolsillo, sin interés alguno en el bienestar de sus compatriotas:

[El éxito de los hijos ajenos se] debe en gran parte a que hemos vivido soñando y persiguiendo constantemente un ideal … de constituir una patria libre para nuestros hijos, sin darnos cuenta de que mientras realizábamos esa labor de alto patriotismo, los otros, los ajenos, esos quienes no les importaba nada nuestro status presente o futuro, aprovechaban la oportunidad del nuevo día, para acaparar las industrias, el comercio, y las tierras, y se adueñaban del país … (citado en Meléndez 1993, 62).

Debemos también discutir una movida lamentable del Partido Republicano, las famosas “turbas republicanas”. Un grupo de republicanos, dirigidos por José Mauleón y Castillo llevaron a cabo ataques a Muñoz Rivera y su grupo, nutriéndose del tono vitriólico que caracterizaba su rivalidad con Barbosa y viceversa. Mediante motines, actos violentos armados y vandalismo, estuvieron amenazando las actividades y la misma vida de Muñoz. En un momento dado, llegaron a destruir la imprenta de La Democracia, la publicación del sector político muñocista. Aunque tras los actos, se arrestaban a sus participantes, se les solía dejar libres al otro día. Parece que Barbosa no estaba contento con estas acciones de Mauleón y otros, pero en vez de denunciarlo públicamente, culpó a Muñoz de lo sucedido, particularmente por disgustar al pueblo con las “groserías” de su periódico, que el Partido Republicano no tenía la culpa y que él no se hacía responsable de cómo reaccionaba la gente ante sus escritos. En un momento dado, Muñoz tuvo que salir del país y mudarse a Nueva York por la escalada de la violencia. Esta debe considerarse una página oscura de la historia del Partido Republicano y, aunque Barbosa no fuera participante directo, pudo haber actuado mejor públicamente para reducir el nivel de la violencia (véase Negrón-Portillo 1990).

Finalmente, la situación de la Primera Guerra Mundial, y la preocupación por la posible invasión de Alemania a Culebra, llevó a Estados Unidos a considerar hacer a los puertorriqueños ciudadanos estadounidenses. Con tal fin, se aprobó la Ley Jones, que no solo hacía eso, sino que reformaba el sistema de gobierno. Tanto el Partido Unión como el Republicano, rechazaron unánimemente esta imposición unilateral del Congreso. Miembros del Partido Unión lo rechazaban por imponer una ciudadanía cuya fuente era colonial, además de perpetuar el coloniaje. El rechazo del republicanismo era otro, Barbosa consideraba la Ley Jones como una burla al pueblo puertorriqueño y un esfuerzo de convertir a los puertorriqueños en dependientes perpetuos de “un pueblo extraño” (citado en Meléndez 1993, 60). Aun así, los republicanos vieron la ciudadanía estadounidense como un paso a la estadidad, aun cuando algunos congresistas afirmaban explícitamente que no debía entenderse de esa manera. En vano solicitaron al Congreso un compromiso de otorgación futura de la estadidad.

Tras toda una vida luchando por un estatus autonómico, primero bajo España y después por la estadidad bajo los Estados Unidos, Barbosa murió en 1921 decepcionado con Estados Unidos.

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IV

Busto de José Celso Barbosa

Busto de José Celso Barbosa. Imagen cortesía de Tony the Marine, de Wikimedia Commons (CC-BY-SA 3.0 Unported).

José Celso Barbosa merece su puesto de prócer, ya que es padre ideológico de todo un movimiento en Puerto Rico y ayudó a forjar la actual nación puertorriqueña.

Sin embargo, como nos advierte el Dr. Luis Lugo Amador, no debemos endiosar a nuestros próceres o patriotas (Lugo Amador 2016, 186). No son dioses, sino personas de carne y hueso, con virtudes y defectos, hijos de su herencia genética y entorno ambiental y cultural. Podemos ver, en general, sus virtudes y sus defectos.

Su virtud mayor era la consistencia de su cosmovisión y principios políticos. Desde su comienzo en la política hasta su muerte, la visión barbosista siempre fue consistente: se debe promover un estado de derechos, el establecimiento de un sistema republicano de gobierno, promoción de la independencia económica, avances médicos, científicos y tecnológicos, buscando el más amplio autonomismo para Puerto Rico, etc. En ese sentido, Barbosa era muy predecible en cuanto a los valores políticos a los que siempre sostuvo.

Tenía también múltiples defectos. Uno de ellos era la extrema ingenuidad sobre lo que era Estados Unidos y sus propósitos. Sí, Barbosa pudo ver muy claramente bajo España que la autonomía que desembocaría en Cuba y Puerto Rico. Sin embargo, bajo Estados Unidos, parece haber estado bastante cegado de su idea de lo que era ese país: una república de repúblicas con un mínimo, de lo mínimo, de lo mínimo de intervención federal en la vida de los estados. De hecho, esa era la realidad de los estados de la Unión antes de la Guerra Civil de la década de 1860. Tras el Norte haber ganado, el intervencionismo federal comenzó, en parte, por la inclusión de algunas enmiendas a la Constitución estipulando ciertas prohibiciones a los estados. Además, Barbosa vivía durante la misma época del progresismo estadounidense, en el que el gobierno federal intervenía más para asegurar mejores condiciones laborales, fomentar la educación pública, fomentar los avances de la medicina, restringir y estimular áreas de la economía, entre otros. La ingenuidad de Barbosa era compartida por otros líderes que veían la estadidad como casi equivalente a la independencia. Esto no solo deja perplejos a los historiadores puertorriqueños actualmente, sino también a personas de su tiempo. En 1904, nos dice L. S. Rowe en cuanto a su investigación de las relación colonial entre Puerto Rico y Estados Unidos:

The natives could not be made to believe that in matters of public education, public charities, and sanitation, State governments were exercising an increasing control over the action of local authorities, nor could they be made to see that the American system, instead of being the extremely decentralized government of the early years of the century, was becoming one in which the central government [el gobierno federal] sets standards of efficiency and holds the local authorities to strict account for the maintenance of those standards (Rowe 1904, 155).

Más al punto, contrario a lo que nuestros políticos pensaban, esta corriente progresista no era compatible con la conservación de la identidad puertorriqueña. Bastante de ese movimiento, se movía desde una perspectiva WASP.

Por ejemplo, la educación pública fue en parte un combate de los sectores protestantes vía el gobierno como una reacción al Tercer Concilio Plenario de Baltimore de 1884, que decretaba el establecimiento y expansión de las escuelas católicas. Las autoridades estadounidenses extendieron esas mismas actitudes a Puerto Rico al promover la separación de iglesia y estado (Hernández Aponte 2013, 97-99, 104-106). Esta era la época de los terribles boarding schools en los que se forzaban a los niños nativoamericanos a asimilarse por completo a la cultura anglosajona, abandonando así sus viejas costumbres. Algunos progresistas también buscaban asimilar a inmigrantes, despojándoles lo mejor posible de la cultura que no era considerada aceptable para Estados Unidos. El programa conocido como Hull House tenía ese propósito de ir desvaneciendo la identidad cultural de los inmigrantes para facilitar su asimilación a la cultura estadounidense. El sistema educativo a los negros estadounidenses dejaba mucho qué desear en esta época. No perdamos de perspectiva que Puerto Rico también se discutía en las Conferencias del Lago Mohonk desde la invasión norteamericana; estas conferencias se originaron para discutir asuntos relacionados a la integración de nativoamericanos y otros grupos étnicos. Barbosa había asumido algo de esta retórica al hablar de la superioridad de la “raza” anglosajona en contraste con la cultural latina, que consideraba bien atrasada. Que los puertorriqueños debían impregnarse del “espíritu anglosajón”, dentro de un régimen de plena igualdad de derechos.

Gradualmente, Barbosa se dio cuenta de que el plan de los norteamericanos era la de la explotación de la población boricua en aras de los intereses coloniales, no la estadidad. De hecho, cuando las fuerzas del General Miles invadieron a Puerto Rico, virtualmente todos se entusiasmaron con la idea de la estadidad, especialmente tras su conocida Proclama. En ese momento, no tenían en cuenta que Miles tenía ya un récord extenso con los nativoamericanos de hacer promesas a nombre de Estados Unidos que jamás se cumplieron —además de haber puesto a soldados en una posición que desembocó en la vil masacre de los sioux en Wounded Knee. El único en darse cuenta de que la llamada “concesión de libertades” de Miles era una patraña, era Betances, quien residía, en aquel momento, en París y que murió poco después del acontecimiento.

Puerto Rico fue objeto del interés que tenía Estados Unidos en expandir su poderío hacia el sur, patrón que vemos en el siglo XIX. En aquel momento, Cuba se convirtió en punto clave de los intereses azucareros de Estados Unidos, además de que esa isla y Puerto Rico eran considerados puntos estratégicos militares. Tras la Guerra Hispanoamericana, Estados Unidos estuvo en una situación de ser una potencia colonizadora en la que chocaban intereses corporativos, comerciales y militares, política internacional, actitudes racistas  y tensión cultural con los antillanos. Esta interacción llevó a una política colonial que mantuvo a Puerto Rico como propiedad de la metrópoli, sin formar parte de la Unión. La novedad de la situación era inesperada para Barbosa, Muñoz y otros líderes políticos, porque el patrón mostrado en el pasado era que Estados Unidos incorporaba a sus territorios y, después, los hacía estado. Con la Ley Foraker y la Ley Jones, se hizo claro para muchos de ellos, incluyendo a Barbosa, que la política imperial era mantener a Puerto Rico como colonia indefinidamente.

En cuanto a la americanización, todavía hay problemas entre los historiadores tratando de entender el concepto como fue tratado en la matriz social estadounidense y la puertorriqueña. Por ejemplo, para muchos estadounidenses, significaba la asimilación cultural de grupos étnicos o religiosos dentro de un marco de una noción de superioridad cultural blanca, protestante y anglosajona (WASP). Algunas de ellas significaban el abandono total de su identidad cultural anterior, en otros casos, la conservación de aquellos elementos culturales que fueran armonizables con la convivencia la sociedad allí residente. En Puerto Rico, había distintas visiones de lo que era la americanización, todas ellas involucraban algún nivel de renuncia al estilo de vida y el atraso cultural y tecnológico que se vivía bajo España, vivir en una sociedad de avanzada de libre mercado y estado de derechos, con avances médicos, científicos y tecnológicos. Sin embargo, la constante aceptada en el discurso político de americanización era la conservación de la identidad cultural puertorriqueña. Para Barbosa, el proceso de americanización incluía la vida en un ambiente de libertades individuales para crear una economía independiente que fuera base para la independencia política bajo la estadidad. Al comienzo, pensó que las políticas estadounidenses eran un curso de trancisión para ello, después se dio cuenta de que ese no era el caso. De paso, pensaba que el espíritu anglosajón que permeaba la cultura estadounidense ayudaría a forjar la identidad puertorriqueña.

Otros, como Matienzo Cintrón, llegaban a la conclusión de que bajo el coloniaje estadounidense se vivía una falsa americanización y, eventualmente, favorecieron la independencia para que hubiera una genuina americanización. Para Matienzo, la americanización no debía entenderse en términos de la erosión de la “esencia” cultural puertorriqueña, sino en los de la consecución de libertades políticas, derechos democráticos, educación laica y derechos sindicales. Eso no depende de una estadidad, también debía darse bajo la independencia (Lugo Amador 2016, 290-291).

La Iglesia Católica enfrentó en numerosas ocasiones el problema de la americanización en Estados Unidos y Puerto Rico y la entendía en otros términos: no solo como un proceso usualmente contrario a los intereses del catolicismo, sino como una disolución de la identidad cultural puertorriqueña forjada bajo el catolicismo y la hispanidad. James H. Blenk fue designado por el Vaticano para ser obispo de Puerto Rico (1899-1906), tenía como misión conservar el perfil católico hispanoamericano de Puerto Rico y le dio prioridad a esa misma identidad cultural y cosmovisión; además, la Iglesia había estructurado su normativa a los decretos del Concilio Plenario de América Latina. Blenk no movió un dedo para estructurarlo según los decretos del Tercer Concilio Plenario de Baltimore, lo que hubiera conducido una “americanización” institucional del catolicismo en Puerto Rico (Collado Schwarz, González Nieves y Dávila 2004, 23:53; Hernández Aponte 2013, 196-197, 203; Silva Gotay 2012, 205). Es más, Blenk decidió dirigirse en español a un público —aun cuando el gobernador le solicitó que lo hiciera en inglés— a favor de la necesidad de la americanización de Puerto Rico, pero que era algo que no se debía darse, si eso significaba un choque con el carácter y la identidad de cultural de los puertorriqueños (Hernández Aponte 2013, 384-385; Silva Gotay 2012, 196). No es casualidad, pues, que fue en el periodo de 1912 a 1913, cuando Matienzo Cintrón participó en la fundación del Partido de la Independencia y cuando el Partido Unión dejó la independencia sola en la Base Quinta como opción de estatus, que Blenk se pronunció públicamente a favor de la independencia de Puerto Rico, aunque, para entonces, ya no era obispo de Puerto Rico (Hernández Aponte 2013, 202-203; Silva Gotay 2012, 220-221).

Barbosa y el Partido Republicano en general, preferían la estadidad, no solo por la americanización, sino también por los beneficios de inversión que ella conllevaría para el desarrollo de un Puerto Rico autónomo y soberano. Sin embargo, si el Congreso rechazaba la estadidad, estaba dispuesto a solicitar la independencia. De hecho, por mucho tiempo, esa era la filosofía republicana. Esto llegó hasta el punto que, cuando se propuso el Proyecto Tydings (1936), que proponía unas condiciones adversas para la opción independencia, el líder estadoísta republicano, Rafael Martínez Nadal, afirmaba que si se daba el referéndum propuesto, se debía votar por la independencia como refugio de la dignidad puertorriqueña.

En mi opinión, a partir de la historia y los dichos de Barbosa (los expresado aquí y los demás), es claro que, si él viviera hoy, sería soberanista. De hecho, su ideal de estadidad de aquel momento se acerca bastante a la de una libre asociación soberana. Sin embargo, creo hubiera preferido una independencia con una relación política cercana a los Estados Unidos. No se puede argumentar que hubiera apoyado el Estado Libre Asociado actual (ni tan siquiera uno “mejorado”), porque es otra forma de perpetuar la colonia. Tampoco hubiera aceptado la estadidad como es posible actualmente. Él le daba prioridad, hasta el punto de la ingenuidad, a la no intervención federal en campos que debía dominar un estado soberano. Ha llovido desde los tiempos de la Era Progresista a la actualidad, lapso de tiempo en el que el gobierno federal virtualmente ha acaparado muchas de las variables autónomas que antes estaban en manos de los estados. Hoy existe una fuerte normativa reguladora federal, que ha dictado las condiciones para los beneficios de sus transferencias federales.

Él hubiera estado de acuerdo con un cierto grado de aportación del gobierno federal a un Estado de Puerto Rico, pero jamás hubiera usado tales transferencias como propaganda para mantener una dependencia económica en Estados Unidos. Lo menciono, porque esta visión de “la estadidad para los pobres”, con el que actualmente se valora ese estatus para aumentar el nivel de dependencia económica, era algo totalmente ajeno a sus ideales. Como hombre de avanzada, Barbosa estaría en contra de la intervención de las iglesias en asuntos del estado. Tampoco hubiera sido muy favorecedor de los subsidios exagerados a corporaciones extranjeras, sino que hubiera intentado fomentar los negocios locales, incluyendo al sector cooperativista. Finalmente, como creyente en la “armonía entre el capital y el trabajo”, tampoco hubiera favorecido la reducción de los beneficios adquiridos por los trabajadores y el sector sindical, fueran en el sector público o el privado. Demás está decir que todavía el Congreso de los Estados Unidos explota ideológicamente a los líderes estadoístas, con una esperanza de estadidad, para fines de ellos, no los de los puertorriqueños. En resumen, ni la estadidad actual como estatus, ni el movimiento estadoísta actual, comparten los ideales de Barbosa, aun cuando, irónicamente, sean sus descendientes ideológicos.

En este sentido, este prócer tiene bastante qué decirle a los puertorriqueños hoy día. Para eso están estas figuras de la historia. Sin embargo, para comprender  bien a Barbosa, debemos ver sus acciones y palabras en sus términos y su situación histórica. Escuchemos siempre lo que tiene que decirnos desde su perspectiva progresista e ilustrada. Barbosa, al igual que Muñoz Rivera, José de Diego, Matienzo Cintrón, Salvador Brau, María de las Mercedes Barbudo, Baldorioty de Castro, Segundo Ruiz Belvis, Ramón Emeterio Betances, Ramón Power y Giralt, entre otros grandes hombres y mujeres de Puerto Rico, le pertenece a todos los borinqueños.

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7 thoughts on “¿Quién fue realmente José Celso Barbosa?

  1. Un escrito serio , muy bien desarrollado . Lo felicito, no soy historiadora, sino poeta, pero me gusta e interesa leer sobre historia . Sin memoria no hay país. Su trabajo me ayudo a entender mejor las diversas visiones luego de la invasión, que a tantos llevó de la ilusión al desengaño. Conocía del Barbosa cooperativista, y sé que La Boicotera ,según el libro de Cruz Monclova del siglo XIX , la empezó el hermano de mi abuelo,el Dr.Félix Tió Malaret, debieron ser ambos amigos, Barbosa y Tió Malaret, como médicos y masones que fueron.
    Llevo varios años espantando el olvido con una figura que admiro profundamente y es la de Baldorioty de Castro , he celebrado actividades y conferencias en el Morro durante el mes de noviembre fecha que llegaron los autonomistas a la prisión del Castillo con ánimo de ser fusilados . Me interesa si me puede añadir datos sobre la visita de Barbosa a la cárcel como médico de Baldorioty y de los autonomistas presos en el Morro. Sé que a Lola Tió también los visito en el Morro e intercedió con éxito por la liberación por ellos. En el libro de las Obras Completas de Lola Tió, tomo V recopiladas por Aurelio Tió, , están las cartas de los autonomistas presos en el Morro a Lola . En esa época a pesar de las diferencias entre ellos. existía una gran vínculo y solidaridad entre el procerato. Vamos a preparar unos documentos y me interesa tener el dato de Barbosa

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