La Pasión de Cristo: Lo histórico y lo legendario 3B — El Evangelio según San Pablo (Cristología y cruz)

Imagen de Crucificados
Imagen de Crucificados

Partes de la serie: 12, 3a

Nota: Puesta al día y expandida: 1 de mayo de 2023

La “conversión” (¿?) de Pablo de Tarso

Conversión de Pablo
Conversión de Pablo por Palma il Giovane.

Hubo un viraje del judío Saulo al cristiano Pablo, o al menos eso es lo que la gente piensa. Como humanista —en el sentido de alguien que labora en las Humanidades—, no hay escena más conmovedora que la de la conversión de Pablo de Tarso. Mientras estaba de “camino a Damasco”, Pablo cayó de su caballo y escuchó la voz de Jesucristo que le decía: “Saulo, Saulo. ¿Por qué me persigues?” Terminando ciego después de ese encuentro extraordinario.

Solo que hay un problema con este relato: no aparece como testimonio mismo de Pablo en sus cartas, sino más bien en Hechos de Apóstoles. Para sorpresa de los que leen este artículo, hay tres versiones contradictorias de este evento … y ninguna involucra un caballo. Aquí están —las contradicciones o datos añadidos al original aparecen en negrillas—:

Saulo, respirando todavía amenazas y muerte contra los estudiantes del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas para las asambleas judías de Damasco, para que si encontraba a hombres o mujeres pertenecientes al Camino, los llevara presos a Jerusalén. Mientras iba de camino y se acercaba a Damasco, de repente una luz del cielo lo envolvió con su resplandor, y cayendo a tierra oyó una voz que le decía:

—Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?

Y respondió:

—¿Quién eres, Señor?

Y él (dijo):

Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate, entra en la ciudad y se te dirá lo que debes hacer.

Los hombres que iban con él de camino se detuvieron [literalmente: quedando de pie] mudos de espanto; oían la voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos abiertos, nada veía. Tomándolo de la mano lo introdujeron en Damasco. Estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.

Hechos 9:1-9

[Pablo hablándoles a los judíos en Jerusalén] Yo soy judío, nacido de Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, educado a los piel de Gamaliel en la exacta observancia de la ley de nuestros padres. Soy celoso de Dios, como lo sois todos en el día de hoy. Perseguí a muerte este Camino, prendiendo y metiendo en la cárcel a hombres y mujeres, como pueden testimoniar sobre mí el sumo sacerdote y todo el colegio de ancianos, de quienes recibí cartas y me dirigí a los hermanos de Damasco para llevar encadenados Jerusalén a los que allí hubiera para que fueran castigados. Y sucedió que, cuando iba de camino y me acercaba ya a Damasco hacia el mediodía, me rodeó de repente con su resplandor una intensa luz del cielo. Caí a tierra y oí una voz que me decía: “Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?” Yo respondí: “¿Quién eres, Señor?” Él me dijo: “Yo soy Jesús, el Nazoreo, a quien tú persigues”. Los que estaban conmigo vieron la luz, pero no oyeron la voz que me hablaba. Yo dije: “¿Qué tengo que hacer, Señor?” El Señor me dijo: “Levántate, vete a Damasco y allí se te dirá todo lo que está determinado que hagas”. Pero como yo no podía ver por el resplandor de aquella luz, llevado de la mano por los que me acompañaban, llegué a Damasco.

Hechos 22:3-11

[Pablo le habla a Festo, Berenice y Agripa]: Yo, por mi parte, estuve íntimamente convencido de que tenía que realizar muchas cosas contra el nombre de Jesús, el Nazoreo. Así lo hice en Jerusalén, y yo encerré en la cárcel a muchos de los santos después de recibir licencia de los príncipes de los sacerdotes; y cuando se acordaba su muerte, yo aportaba mi voto. Y castigándolos muchas veces por todas las asambleas judías, los obligaba a blasfemar y, loco de extraordinario furor contra ellos, los perseguía hasta en las ciudades extranjeras. Con esta intención me dirigía a Damasco con licencia y encargo de los príncipes de los sacerdotes, cuando al mediodía vi a lo largo del camino una luz del cielo más brillante que el sol, que nos envolvía con su resplandor a mí y a los que iban conmigo. Caídos todos a tierra, oí una voz que me decía en lengua hebrea: “Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues? Es duro para ti dar coces contra el aguijón”. Yo le pregunté: “¿Quién eres, Señor?” El Señor me respondió: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues. Pero levántate y ponte en pie, pues para esto me he manifestado a ti, para constituirte servidor y testigo de las cosas que has visto y de las que te haré ver, sacándote de tu pueblo y de los gentiles, a los que yo te envío para que abras sus ojos y se conviertan de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a Dios y reciban el perdón de los pecados y parte de la herencia entre los santificados por la fe en mí”.

Hechos 26:9-18

De los tres relatos, hubo un seguidor de Jesús llamado Ananías que sanó la visión de Pablo después de lo acontecido.

Las contradicciones en ellas mismas no pueden considerarse señal de que los acontecimientos no pudieron haber ocurrido: existen fuentes contradictorias en relación con acontecimientos históricos muy conocidos. No obstante, lo que nos importa más llamativamente es lo históricamente inverosímil que son todas las tres versiones. Por ejemplo, es inverosímil que las asambleas judías de la diáspora les entregaran a cristianos para ejecutarles en Jerusalén. No solamente estaba Damasco fuera de la jurisdicción del sumo sacerdocio jerusalemita, tampoco lo hubiera permitido Roma. Hay también unos motifs y patrones familiares, como los tres días y noches en los que Pablo permaneció ciego y al ser sanado, Pablo se renovó convertido al mesianismo cristiano; semejante a los tres días en los que Jesús permaneció muerto y después resucitó.

¿De dónde el autor de Hechos saca este relato? Como ya hemos indicado en la primera parte de esta serie, parte de la información la obtuvo probablemente de las mismas cartas de Pablo —que discutiremos más adelante—. Sin embargo, hay otras tres fuentes que eruditos hace tiempo han identificado como posibles inspiraciones para estos relatos:

  • 2 Macabeos 3:24-34: En él, se relata la conversión de Heliodoro, una persona escogida por el rey seléucida para incautar el tesoro del Templo de Jerusalén. Allí se le apareció un jinete con armadura de oro, acompañado por dos jóvenes. Estos tres personajes le latigaron hasta que Heliodoro cayó en tierra. Como resultado de este fatal encuentro, quedó mudo y al borde de la muerte. El sumo sacerdote Onías ofreció un sacrificio por su salud. El jinete y los jóvenes se le aparecieron otra vez a Heliodoro diciéndole que gracias al acto sacerdotal, podía continuar viviendo. Allí aparecen los temas del impedimento físico, la luz y la oscuridad, el castigo y el alivio provisto por seres divinos a raíz de un agente que pedía por él (Pervo 2009, 234).
  • Las bacantes de Eurípides: En la conocida tragedia, Penteo, rey de Tebas, persiguió a ciertos devotos de Dionisio para expulsarlos de la región debido a que representaban una conducta fuera de la ley y el orden. El rey había decidido combatir al dios Dionisio por vía de la persecución y ejecución —mediante lapidación— a las seguidoras de Dionisio, quienes se entregaban a toda clase de pasiones. Estas bacantes realizaban sus actividades en el monte durante la noche, mientras dormían de día. Penteo quería arrestar a las bacantes y llevárselas a la ciudad. A pesar de las numerosas advertencias de no hacerlo, especialmente por el dios haciéndose pasar por un extranjero, el rey continuaba con su ejecución del plan, persiguiendo a las bacantes hasta el monte. Finalmente, cuando llegó, ellas, impulsadas por los delirios y pasiones inducidos por Dionisio, despedazaron al rey. Aunque en muchos aspectos, la moraleja de las bacantes diverge del mensaje estoico de Pablo el cristiano como el buen civil, hay aspectos semejantes. Uno de ellos tiene que ver con la presentación de los cristianos como personas que rechazaban o hablaban en contra de la Ley de Moisés (véase el caso de Esteban), y cómo Pablo, antes de su conversión, era un judío obediente de dicha normativa. El perseguir a los cristianos como una manera de perseguir a Cristo mismo también es un paralelo muy llamativo a la persecución de Dionisio vía la persecución de sus seguidoras. En otros lugares de Hechos de Apóstoles, existen más paralelos tales como la queja de los atenienses de que Pablo predicaba sobre nuevas divinidades, semejante a la de Penteo cuando hablaba contra el culto extranjero báquico. En un momento dado, la tercera versión de la conversión paulina utilizó la misma expresión de Las bacantes: “… dar coces contra el aguijón” (Hechos 26:14; Las bacantes 794-795; ver una discusión más detallada en Moles 2006; Pervo 2009, 631-632).
  • José y Asenet: Esta es una obra escrita entre el siglo II a.e.c. y el II e.c., en el que se promovía el judaísmo entre los paganos, fomentando así el proselitismo. En esta obra, se relata la relación entre José, el patriarca hebreo, y Asenet, quien llegaría a ser su esposa en Egipto. En ella, se ve cómo pasaba por el proceso de conversión gradual a Yahveh, el dios de los hebreos. Los estudiosos han notado unos paralelos sorprendentes entre la conversión de Asenet y la de Pablo. Ella vio una estrella oriental, un mensajero celeste, ante el cual ella se postró en la ceniza. El ángel le llamó: “¡Asenet! ¡Asenet!” Y ella respondió: “Aquí estoy, señor; dime quién eres tú.”. El ángel es descrito como resplandor del sol, con cabellos de fuego y pies como metal fundido (José y Asenet 14; Keener 2013, “Saul Becomes a New Witness (9:1-31)”; Pervo 2009, 235). No está claro si Hechos se basa en José y Asenet, si éste se basa en aquél, o si el patrón entre ambas obras sea casual. No obstante, no se puede excluir la posibilidad de que fuera una inspiración para el autor de Hechos.

Una vez más, esto demuestra que quien haya escrito Hechos se movía en una élite cultural que tenía acceso a literatura histórica, novelas, dramas, homéricas y de otra índole.

Pero, ¿qué tiene que decir Pablo de su integración al movimiento de Jesús? Realmente, no tenemos mucha información de ello. Podemos obtener datos biográficos principalmente de Gálatas y otros más dispersos entre las cartas. Desde nuestra perspectiva, el autor de Hechos se inspiró en cartas de Pablo, que en su tiempo estaban circulando entre literatos cristianos y congregaciones en la forma de colecciones. Probablemente, leyó a Gálatas, pero la carencia de datos necesitaba suplementarse con una buena dosis de imaginación que se inspiraba en obras literarias conocidas.

Pablo nunca habló de experiencias fotistas, de escuchar voces, o de caer en un caballo. Los detalles como tal son oscuros, pero he aquí su versión de los hechos:

Pues les hago saber, hermanos, que el Buen Anuncio [evangelio] anunciado por mí no es según los hombres, pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno sino por medio de una revelación de Jesús, el Mesías.

Pues [ustedes] saben ya de oídas mi conducta anterior en el judaísmo, a saber, cuán encarnizadamente perseguía a la asamblea de Dios y la devastaba, y cómo sobrepasaba en el judaísmo a muchos de mis contemporáneos, siendo extremadamente celoso de las tradiciones de los padres.

Gálatas 1:11-14

Hasta aquí, Pablo sí nos revela que su pasado involucraba violencia de algún tipo. Sin embargo, no precisa en qué consistía. Sabemos que no era persecución a diestra y siniestra por todo el extranjero para llevar a los jesuanos a Jerusalén. Lo que sí puede sugerir este contenido a la luz de lo que sabemos de la época son dos cosas:

  1. Puede ser que Pablo convenciera a las asambleas judías a castigar a miembros mesiánicos. El mismo Pablo pasó por ello cuando padeció varias veces un castigo de treintainueve azotes (2 Corintios 11:24).
    .
  2. Se sugiere que pudo haber liderado o formado parte de grupos de linchamiento contra mesianistas.

Lo que le movió a hacerlo era su “celo extremo de las tradiciones de los padres”, aserción que nos propone que la forma de jesuanismo que persiguió representaba una amenaza para la observancia de dichas tradiciones. ¿Qué representaba una amenaza para dicha observancia? Ese ha sido objeto de extensos debates entre expertos. Para algunos, la ofensa en cuestión era la predicación de un Mesías crucificado. Es difícil ver cómo esto nada más representaba una amenaza para los ancestros del judaísmo en general, al menos la versión más extrema. Puede ser que desde antes de Pablo, grupos de judíos eran más abiertos a flexibilizar su acercamiento a los paganos prosélitos, sin exigirles que observaran la circuncisión, o la dieta kashrut, o la observancia del sábado. Puede ser que algunos judíos de la diáspora no siguieran aspectos de la Torah. Aun con eso, este tipo de movidas en relación con algunos prosélitos o con los “temerosos de Dios” no era inusual. En suma, no sabemos realmente la razón de su relación violenta con el movimiento de Jesús.

Pablo continúa su narración:

Pero cuando le pareció bien a Dios, el que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, para revelar en mí a su Hijo, para que predicara el Buen Anuncio entre los paganos, al punto, sin pedir consejo ni a carne ni a la sangre, no subí a Jerusalén donde los emisarios anteriores a mí, sino que fui a Arabia, y de nuevo volví a Damasco.

Gálatas 2:15-17

Estos tres versículos son sumamente reveladores, ya que afirman que no recibió de manera alguna el Buen Anuncio de parte de algún estudiante de Jesús —sea Ananías o los alumnos de Jesús— sino directamente de una revelación divina. Esto dista muchísimo de lo que dice Hechos, de que Jesús envió a Pablo a donde otros para que le indicaran lo que debía enseñar o hacer. Al contrario, lo que nos dice Pablo es que recibió su mensaje del Buen Anuncio directamente de Jesús resucitado, quien se le apareció a él en un momento dado (1 Corintios 15:8).

Lo otro que resalta este pequeño pasaje es que Pablo “volvió a Damasco”, como si hubiera estado allí desde el principio. Eso dista de lo que nos dice Hechos que nos insinúa que Pablo se crio, formó y vivió en Jerusalén. Al contrario, acto seguido, Pablo nos dice: “personalmente no me conocían las asambleas de Judea que están en el Mesías” (Gálatas 1:22). Siempre es posible su formación jerusalemita, pero sus cartas no nos dan suficiente información al respecto.

Durante esta carta, claramente Pablo distingue su Buen Anuncio (es decir, su evangelio) del de otros que andaban predicando. Dice molesto a los gálatas:

Me maravillo de que tan rápidamente [ustedes] deserten del que les ha llamado en la gracia del Mesías a otro Buen Anuncio, pues no hay otro, si no es que hay algunos que les perturban y quieren cambiar el Buen Anuncio del Mesías. Pero aunque nosotros mismos, o un mensajero celestial les predicara un Buen Anuncio distinto al que les hemos predicado, ¡sea anatema! Como hemos dicho antes, lo digo ahora de nuevo: si alguno les predica un Buen Anuncio distinto al que han recibido, ¡sea anatema!

Gálatas 1:6-9

La pregunta es, entonces, ¿qué dice el Buen Anuncio paulino?

El Evangelio según Pablo

Pablo escribiendo una epístola - Valentin de Boulogne
Pablo escribiendo una epístola, probablemente de Valentin de Boulogne (1618-1620).

1. El término euangélion (Buen Anuncio) y su relación con el mensaje paulino

Mientras Pablo estaba predicando, laborando en la asociación jesuana de Éfeso, o en prisión en ese lugar, escribió o dictó una serie de cartas a los filipenses —posteriormente compiladas en una— entre el 53 y el 58 e.c. (Piñero 2022, “Carta a los Filipenses”, intro.; Vidal 2012, 24, 705). donde dice:

Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de ustedes, rogando en todo lugar y en todas mis oraciones con todos ustedes con alegría por su común unión con el Buen Anuncio [euangélion] desde el primer día hasta hoy; estoy convencido de lo siguiente: quien inició en ustedes la obra buena la consumirá hasta el día del Mesías, Jesús.

Filipenses 1:3-6 (segunda carta), mi énfasis

… hicieron bien al compartir mi tribulación. Y saben también ustedes, filipenses, que en el comienzo del Buen Anuncio [euangélion], cuando salí de Macedonia, ninguna asamblea me abrió las cuentas de “haber y debe” [i.e. nadie le dio dinero], sino ustedes solos.

Filipenses 4:15 (primera carta), mi énfasis

Estos pasajes son reveladores, ya que, Pablo empleaba la palabra griega “εὐαγγέλιον” (euangélion, Buen Anuncio) como un término técnico para su mensaje. De salida, ya esto indica que el término euangélion, el Buen Anuncio, estaba intrínsecamente unido al mensaje paulino, específicamente al comienzo de su actividad autónoma, desvinculada de la asamblea de Antioquía. Esta actividad comenzó alrededor del 48 e.c. cuando Pablo se dirigió a Tesalónica, entonces la capital provincial de Macedonia (Mason y Robinson 2013, 33-36).

La selección de la palabra griega euangélion llama la atención en muchos sentidos. Se usó en diversos contextos en la literatura griega, bajo distintas circunstancias, generalmente para referirse a una noticia fiable. La palabra “buen” (del prefijo “eu-”) de “buen anuncio” no debe entenderse como un anuncio positivo para la persona que lo recibe, sino más bien una noticia que goza de fiabilidad. Tampoco era un término foráneo para los judíos de la diáspora, ya que se empleaba en la Septuaginta con el mismo sentido (e.g. 2 Samuel 4:10;18:20-22,25).

La inscripción del calendario de Priene
La inscripción del calendario de Priene (Deismann 1910, 371).

No obstante, en los comienzos de la era imperial de Roma, la palabra euangélion tomó un giro muy particular. Uno de los hallazgos arqueológicos más significativos fue el descubrimiento del calendario de Priene, fechado aproximadamente para el 9 a.e.c. Esta inscripción se refiere al emperador Augusto César como el “salvador” del mundo, como “dios”, “como enviado por la Providencia” y como alguienque “generó un bienestar del mundo”. Pero lo que llama la atención también es que la conmemoración de su nacimiento es descrita como un euangélion, es decir, como un “buen anuncio” (Evans 2000, 69).

Si recordamos que Pablo perteneció a una agrupación mesiánica judía, el movimiento de Jesús, que proponía a su Mesías como el sumo regente del cosmos, podemos notar inmediatamente que esta propuesta de la Buena Noticia colocaba a Jesús en competencia directa con gobernantes tales como el emperador, y al dios Yahveh como superior a todos los demás dioses, que —como vimos en nuestro artículo anterior— quedaban relegados al nivel de daimonia o dioses pequeños.

A esto se añade que, según el mismo Pablo, este Buen Anuncio no lo recibió de los emisarios o alumnos directos de Jesús, sino de Jesús resucitado mismo (Gálatas 1:11-12). De hecho, antes de Pablo, nadie utilizaba el término como él lo empleaba. La frase “to euangélion” (con artículo) no tiene precedente previo a las cartas de Pablo, especialmente con la notable frecuencia que vemos en sus cartas y en las pseudopaulinas, 60 veces (ocurre 76 veces en todo el Nuevo Testamento). De lo anterior inferimos que Pablo inició su misión autónoma por instrucciones de las visiones que tenía de Jesús crucificado, que incluía el Buen Anuncio que debía predicarles a las naciones.

2. Carta de Pablo a los tesalonicenses (1 Tesalonicenses) como punto de partida

P65
Fragmento del manuscrito 𝔓65, que contiene parte de los versos 1 Tesalonicenses 1:3-2:1 y 2:6-13. Imagen cortesía de Sailko, de Wikimedia Commons. Licencia: CC-BY-SA 4.0 Int.

La carta de Pablo a los tesalonicenses (1 Tesalonicenses) es preciosa en muchos sentidos. Es el documento cristiano más primitivo que nos ha llegado hasta hoy. Fechado para el periodo del 49 al 51 e.c., 1 Tesalonicenses ocupa un lugar preciado entre los expertos del Nuevo Testamento por otra razón: nos provee una puerta de entrada a la primera formulación del Buen Anuncio paulino (Piñero 2022, “Primera Carta a los Tesalonicenses”, intro.; Vidal 2012, 33, 569-574). He aquí las instancias que alude al Buen Anuncio:

Conocemos, hermanos, amados por Dios, la elección de ustedes, porque nuestro Buen Anuncio no llegó a ustedes solo con palabras, sino también con poder, con el Aliento Santo y con gran plenitud, como saben que nos comportamos entre ustedes por su causa.

1 Tesalonicenses 1:4-5

Pues como saben, hermanos, que nuestra entrada a ustedes no fue inútil, sino que, tras haber padecido y sufrido injurias en Filipos, como ustedes saben, tuvimos el atrevimiento en nuestro Dios de referirles el Buen Anuncio de Dios entre frecuentes luchas. Pues nuestra exhortación no procede del error, ni de la impureza y el engaño, sino que, tal como fuimos considerados aptos por Dios para que se nos confiara el Buen Anuncio así hablamos, no procurando agradar a los hombres sino a Dios que examina nuestros corazones.

1 Tesalonicenses 2:1-4

Así, llenos de deseos por ustedes, nos pareció bien hacerles partícipes no solo del Buen Anuncio de Dios, sino incluso de nuestra alma, porque habían llegado a sernos muy amados. Recuerden, pues, hermanos, nuestro esfuerzo y fatiga: trabajando noche y día para no ser gravosos a ninguno de ustedes, les proclamamos el Buen Anuncio de Dios.

1 Tesalonicenses 2:8-9

Por ello, no pudiendo soportar más, nos pareció bien quedarnos solo en Atenas y enviamos a Timoteo, hermano nuestro y colaborador de Dios en el Buen Anuncio del Mesías, para confirmarles y exhortarles en pro de su confianza [fe], para que nadie se conmueva en esas tribulaciones.

1 Tesalonicenses 3:1-3a

¿Cuál es entonces el Buen Anuncio paulino según se desprende de esta carta. La epístola en sí hace un listado de respuestas a preguntas al respecto recibidas por Pablo. Parece que gran parte de las inquietudes tenían que ver con dos asuntos importantes:

  1. El notable atraso de la llegada del Mesías. Para todos los efectos, algunos de los exalumnos de Jesús todavía estaban vivos, y habían esperado su regreso desde hacía dieciséis a veinte años —Jesús murió ca. 30 e.c., esta carta se escribió ca. 50 e.c.—.
    .
  2. Los detalles de qué ocurriría cuando llegara Jesús.

En cuanto a su Buen Anuncio, era uno de consuelo. Los miembros del movimiento de Jesús en Tesalónica parecen haber causado alguna clase de alboroto en la población con este tipo de mensaje. Esto lo afirma Pablo en palabras que frecuentemente se sacan de contexto actualmente.

Pues ustedes, hermanos, han sido imitadores de las asambleas de Dios que están en Judea en el Mesías Jesús, porque también ustedes han padecido de sus compatriotas las mismas cosas que ellos de parte de los judeos; éstos dieron muerte a Jesús y a los profetas y los que nos han perseguido; no agradan a Dios y son contrarios a todos los hombres, impidiéndonos hablar a los gentiles para que se salven, para que se colmen una y otra vez sus pecados; pero la cólera ha llegado sobre ellos hasta el final.

1 Tesalonicenses 2:14-16

Aunque este pasaje se toma como base del antisemitismo actual por parte de extremistas, los que lo hacen no se fijan en ciertos detalles. Por ejemplo, Pablo no estaba hablando de todos los judíos en general, sino de los compatriotas de Jesús y los profetas, así como los compatriotas de Tesalónica persiguieron a las asambleas de creyentes de ese lugar. Nótese también que Pablo destaca que la asamblea jesuana de Jerusalén estuvo pasando dificultades debido a la población judea. Lo que choca de estos versos son tres cosas bien importantes: una de ellas es que Pablo responsabilizaba a los judeos de “dar muerte a Jesús”, implicando que como mínimo, las autoridades de Judea participaron de ello de alguna manera. Lo otro es el caracterizar a “los judeos” de oponerse al mensaje paulino a los gentiles. Finalmente, hablaba de un castigo divino que finalmente les había llegado. Por muchos años, este pasaje se pensó interpolación posterior en parte por lo que dice al final, ya que hacía referencia a la destrucción de Jerusalén. Sin embargo, en tiempos de Pablo, antes del envío de esta carta, hubo varios incidentes en Judea. Por ejemplo, se pudo haber dado algún acto de represión por parte de los romanos cuando los judeos se rebelaron contra las medidas que Calígula tomó para erigir un altar suyo en Yabne para ser adorado como un dios y, posteriormente, al erigir una estatua suya en el mismo Templo de Jerusalén (Filón de Alejandría, Sobre la embajada de Gayo 30.201-203).

Nota importante: Aquí estoy exponiendo la posición generalizada y mayoritaria en torno a este pasaje (Bruce 1983, “Further Thanksgiving (1 Thess 2:13–16)”; Mason y Robinson 2013, 40; Jensen 2019). Sin embargo, hay expertos que piensan que 1 Tesalonicenses 2:15-16 se trata de una interpolación posterior. En general, los argumentos son: 1. Pablo se enorgullecía de ser judío, por ende no se comprende el ataque a los judeos; 2. alega que los judeos son “enemigos de todos los seres humanos hasta el final”, esto parece contradecir Romanos 11:25-26 donde sostiene que los judeos son israelitas que se salvarán; y porque el verso final en torno a la llegada de la cólera parece aludir a la destrucción del Templo en el 70 e.c. En lo personal, me inclino a esta posición. No obstante, como ya indicamos, es correcto que esta frase puede aludir a acontecimientos en Judea, y que los “judíos” a los que se refiere sean los de Judea. Asimismo, la palabra “judeo” en este contexto puede querer decir, no solo la población, sino también al liderato de Judea, que aparece en todas nuestras fuentes como parcialmente responsable de la muerte de Jesús. Romanos 11:25-26 alude a la resistencia de los judíos al mensaje jesuano, tal vez esta resistencia permanezca “hasta el final”, pero que eventualmente se salvarían. Finalmente, todos nuestros manuscritos contienen el pasaje en cuestión (Piñero 2015, 89-90; Schmidt 1983; Vidal 2012, 587-588).

No obstante todo esto, la pregunta más importante es ¿por qué hubo tanta hostilidad al movimiento de Jesús en Tesalónica? Parte de la clave radica en las inquietudes de los tesalonicenses: lo que sucedería al final de los tiempos. Nos dice Pablo:

Pues si creemos que Jesús murió y resucitó, del mismo modo Dios llevará también consigo por medio de Jesús a los ya dormidos. Les decimos esto fundados en una palabra del Señor: nosotros, los que vivimos, los que quedamos hasta la venida del Señor, no nos adelantaremos a los dormidos. Porque el Señor mismo, a una orden, a la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en el Mesías resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor por los aires. Y así estaremos siempre con el Señor….

En lo que se refiere al tiempo y al momento, hermanos, no tienen necesidad de que les escriba. Ustedes mismos saben perfectamente que el día del Señor ha de venir como un ladrón en la noche. Cuando digan: “Paz y seguridad”, entonces mismo, de repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores de parto a la que está encinta; y no escaparán. Pero ustedes, hermanos, no viven en la oscuridad para que ese día les sorprenda como el ladrón, pues todos ustedes son hijos de la luz e hijos del día. No somos de la noche ni de las tinieblas. Así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios.

1 Tesalonicenses 4:14-17; 5:1-6

Esto parecería algo demasiado exótico para nuestros oídos, pero en realidad se trata de una perspectiva judía que tiene elementos que forman parte de la cultura grecorromana de la época.

Para entender este Buen Anuncio paulino, debemos adentrarnos en la cristología y escatología como la concebía Pablo.

3. ¿Quién era Jesús para Pablo?

Triunfo del cristianismo sobre el paganismo
Triunfo del cristianismo sobre el paganismo por Gustave Doré (ca. 1868).

Hay varios pasajes que nos revelan lo que pensaba Pablo en torno a Jesús. Sin embargo, ninguno de ellos se acerca a lo importante que es el poema donde él nos resume el descenso de una entidad divina que adoptó la forma de ser humano, fue crucificado y luego fue ascendido a un puesto más alto a nivel celeste.

El cual [Jesús Mesías], existiendo en forma de Dios,
no consideró rapiña
ser igual a Dios.
Sino que se anonadó a sí mismo
tomando forma de esclavo,
llegando a ser semejante a los hombres;
y al encontrarse en condición de hombre,
se humilló a sí mismo,
hecho obediente hasta la muerte
y muerte de cruz.

Por ello Dios lo exaltó
y le concedió graciosamente el nombre
que está sobre todo nombre.
Para que en el nombre de Jesús
toda rodilla se doble
en los cielos, en la tierra y en los abismos,
y toda lengua confiese que
Jesús, el Mesías, es Señor
para gloria de Dios Padre.

Filipenses 2:6-11

Ríos de tinta se han derramado para intentar explicar este pasaje … y nosotros no vamos a ser la excepción, pero esta vez en pixeles.

Una de las cosas que dice es que Jesús originalmente se encontraba en la “forma de Dios”. Es decir, antes de volverse hombre, Jesús era un ser divino que habitaba en las esferas celestes. Si recordamos que Pablo se dirigía a los paganos convertidos al cristianismo, el mensaje era claro: Jesús era una divinidad que cambió de forma de dios a forma humana. En la parte A de este artículo, vimos instancias en los que dioses adoptaron la forma de seres humanos para interactuar con la humanidad. Ese es el caso de Zeus quien, ante Sémele (la madre de Dionisio) adoptó forma humana, pero la revelación de su verdadera apariencia divina le costó la vida a ella. Arriba discutimos Las bacantes de Eurípides, donde Dionisio tomó la apariencia humana de un extranjero. En La Odisea, vemos cómo Atenea se le apareció a Telémaco, hijo de Odiseo, cambiando su forma a la del rey Mentes. Este fenómeno aparece por todos lados en el mundo Antiguo, y muy especialmente en el ambiente grecorromano (Holloway 2017, “The Example of Christ 2:5-11”, “Excursus: Metamorphosis in Greco-Roman and Jewish Myth”; Litwa 2014, 1, 4; Litwa 2019, 64-76).

Paul Holloway, M. David Litwa, Paula Fredriksen, Bart D. Ehrman y otros, han apuntado al hecho de que muchos de estos dioses se reconceptuaron como ángeles o como daimonía. En la Biblia Hebrea, vemos seres divinos con forma humana que servían de mensajeros de Yahveh o Elohim. El referente de Pablo era la Septuaginta, y la palabra para mensajero celeste (ángelos) tenía una matización de entidad celeste que habitaba en los cielos. Bajo esta cualificación, cualquier judío de la diáspora que leyera la Septuaginta comprendería que los seres divinos, en este caso los ángeles, podían descender y adoptar forma humana (Holloway 2017, “The Example of Christ 2:5-11”, “Excursus: Metamorphosis in Greco-Roman and Jewish Myth”).

¿Y qué hay de Jesús el Mesías? Bart D. Ehrman y Susan Garrett han señalado que es probable que Pablo concibiera a Jesús como un mensajero celeste, como un ángel, con base en el siguiente pasaje:

… y [ustedes] no despreciaron ni rechazaron la tentación de mi carne, sino que como un mensajero [ángel] de Dios me recibieron, como el Mesías, Jesús.

Gálatas 4:14

Nota importante: Esto no parecería ser la gran cosa. Muchos especialistas entienden que este pasaje meramente afirma que los gálatas le recibieron no solo como un ángel, sino más todavía, como el Mesías mismo. Sin embargo, con base en la estructura gramatical, Ehrman señala que lo que hay en la segunda parte de ese verso es una equivalencia entre ángel de Dios y Jesús Mesías (Ehrman 2014, 253). Hay otros casos en los que esto ocurre, sombrearé los términos equivalentes. “Pero yo, hermanos, no pude hablarles como a espirituales, sino como a carnales, como a infantes en Mesías” (1 Corintios 3:1, mi cambio del texto de Piñero 2022); “Pues no somos como la mayoría, que trafica con la palabra de Dios, sino que con sinceridad, de parte de Dios y como ante Dios, hablamos en el Mesías” (2 Corintios 2:17).

Es más, Susan Garrett, experta en el Nuevo Testamento, va tan lejos como decir que Jesús era originalmente el Ángel de Yahveh, el mensajero celeste supremo del cielo (Garrett 2008, 11, 21-27).

Abona a nuestra hipótesis —pero tomada con sumo cuidado— la aparición del Mesías casi como una figura demiúrgica, mediadora entre Dios y la materia en el proceso de la creación.

…. no hay más que un solo Dios, el Padre,
del cual proceden todas las cosas
y para el cual somos;

y un solo señor, Jesús el Mesías,
por quien son todas las cosas
y por el cual somos nosotros.

1 Corintios 8:6

Aquí vemos una posible influencia de la tendencia platónica-media que caracterizaba esta época y que, en el caso del judaísmo, se expresaba con todo su esplendor en la obra de Filón de Alejandría. La ambigüedad de la expresión puede querer decir o que el Mesías era una entidad divina por la cual existe todo —como la Sabiduría Divina de Proverbios 8—, o en el sentido de que todo persiste para él como sumo gobernantes, o que a través del Mesías se formaría una nueva creación (Collins y Collins 2008, 111-112; Litwa 2014, 4; Piñero 2015, 276; Vidal 2012, 290). Y éste no es el único caso de mediación, ya que Pablo claramente establece a los ángeles como figuras mediadoras entre Yahveh y la humanidad en casos como, por ejemplo, la entrega de la Ley de Moisés (Gálatas 3:19). Finalmente, refuerza nuestra convicción del Mesías como un ente divino preexistente que Jesús el Mesías era originalmente una roca que acompañaba a los israelitas en el desierto hasta el Levante (1 Corintios 10:4).

Así que Jesús parece haber sido un ser angelical que, como los dioses grecorromanos y los ángeles de las escrituras judías, se había transmutado en ser humano. El mecanismo de esta transmutación es mediante alguna especie de encarnación, siendo concebido en el vientre de su madre a partir de un padre que, según la tradición, era descendiente del rey David (Gálatas 4:4; Romanos 1:3-4). Ese acto de humillación, despojándose de todos sus poderes divinos, le llevó a la muerte: específicamente una crucifixión. A pesar de esta adversidad en particular, siempre se mantuvo obediente y confiado en Dios. Y debido a su fidelidad/confianza (fe) mostrada mediante la obediencia, fue resucitado y exaltado al ser adoptado como Hijo de Dios por acción del Aliento Santo, heredando el Nombre de Dios, y convirtiéndose así en el Señor del cosmos (Romanos 1:4; Litwa 2014, 5).

4. El sacrificio vicario del Mesías

Agnus Dei
Agnus Dei de Francisco de Zubarán (ca. 1638). Cortesía del Museo del Prado.

No hay duda alguna que ya para el siglo I, la noción grecorromana de sacrificio vicario aparece en el judaísmo, y dependiendo de cuándo se escribió 4 Macabeos, puede ser posible que Pablo haya sido el primer pensador o escritor judío en introducir este concepto. En la exposición paulina, hay una mezcla bien interesante entre pensamiento judío y griego.

Dios envió a su hijo al mundo con el propósito de que se convirtiera un sacrificio (2 Corintios 5:21; Romanos 8:32). Como vimos en el Poema de Filipenses, esta encomienda fue voluntariamente aceptada por el Mesías.

La muerte del Mesías fue planificado por entidades a las que Pablo denominó “árjontes” (ἄρχοντες) o los “gobernantes de esta era”:

Mas ahora hablamos de sabiduría entre los perfectos [los “espirituales” ajenos al Buen Anuncio], pero no de la sabiduría de esta era ni de los gobernantes [árjontes] de esta era, abocados a la destrucción; sino que hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, que Dios predeterminó desde antes de los siglos para gloria nuestra, no conocida por ninguno de los gobernantes [árjontes] de esta era, pues si la hubieran conocido, no habrían crucificado al Señor de la gloria. Sino que, como dice la Escritura: “Lo que ni ojo vio, ni el oído oyó, ni subió hasta el corazón del hombre aquello que Dios preparó para los que lo aman”.

1 Corintios 2:6-9 (mi modificación de la traducción de Piñero)

Hay debate en torno a lo que significan los “gobernantes de esta era” en este contexto. Muchos eruditos señalan a Romanos 13:1-7 para reforzar la idea de que se tratan de poderes terrenales —léase, los romanos—. Naturalmente, según Pablo, si los romanos y demás gobernantes provinciales o vasallos hubieran sabido que la crucifixión de Jesús iba a ser la destrucción de su imperio, entonces jamás lo hubieran llevado a cabo. Otros plantean que se trata más bien de los daimonia, es decir, los dioses de las esfera celeste sublunar o supralunar más cercana a la tierra, que sostienen dichas potencias terrestres, y que, según el pensamiento apocalíptico de la época, eventualmente serían derrotadas por el dios supremo Yahveh y sus huestes (Litwa 2019, 37-38; Piñero 2015, 257; Vidal 2012, 251). Otra posible solución es que ésta no es una situación de “uno o lo otro”, pueden ser ambos. En fin, para los antiguos, había una continuidad de gobernanza entre los regentes de las esferas celestes y los seres humanos —algunos también considerados dioses— en la tierra.

La ejecución de la cruz se concebía de manera análoga a la de un cordero sacrificado. En un famoso pasaje, nos dice:

Expurguen la levadura vieja para que sean masa nueva; pues ustedes son panes ázimos. Pues nuestra Pascua, el Mesías, ha sido inmolado. Así que, celebremos la fiesta no con vieja levadura, ni con levadura de la malicia e inmoralidad, sino con ázimos de pureza y verdad.

1 Corintios 5:7-8

En este pasaje, Pablo comparaba a la asociación corintia con los israelitas que huían de Egipto y celebraban la primera Pascua. Es decir que gracias a la crucifixión de Jesús, que para Pablo era la inmolación del cordero pascual, se salvarían los fieles de la misma manera que la sangre del cordero sacrificado les salvaba de la muerte al ser untada sobre las puertas (Piñero 2015, 263-264). Este derramamiento de sangre tiene la función también de servir de pago por los pecados cometidos por la humanidad, especialmente por los paganos, quienes no sacrificaban periódicamente en el Templo de Jerusalén.

5. La Promesa a Abrahán y la crucifixión como el mecanismo de la salvación de los paganos

Según Pablo, Yahveh le había hecho a Abraham varias promesas:

  1. Le daría una tierra a la descendencia de Abrahán. Esta es una promesa cumplida cuando se asentaron los israelitas en una parte del Levante.
    .
  2. Le daría una descendencia numerosa. Esto se cumplió a través de la historia.
  3. Le haría padre de múltiples éthne o gentes (Romanos 4:11-22; 11:11-15).

Ante este panorama, parecería que esta última promesa no se había cumplido todavía. Sin embargo, Dios no se ha olvidado de esta promesa, sino que, gracias a Jesús el Mesías, se abrían las puertas para que los gentiles fueran adoptados como hijos de Abrahán. Para que hubiera una salvación colectiva del Israel restaurado al final de los tiempos, debían salvarse al menos algunos paganos que debían integrarse a Israel, ya que “no todos los que procede [i.e. procedencia sanguínea] de Israel son Israel” (Romanos 9-11).

¿Cómo ocurrió la salvación, propiamente hablando? De acuerdo con Pablo, el Mesías se hizo maldición a sí mismo ante la Ley de Moisés, la Torah, ya que ésta afirma que sería maldito aquel que fuera colgado de un madero (Deuteronomio 21:23; Gálatas 3:13). De esa manera, Jesús se identificó con los gentiles, quienes también eran considerados malditos por la Torah. De manera vicaria, los fieles paganos participaron del entierro y de la muerte de Jesús, pero gracias a la resurrección, el Mesías venció a la muerte, y los fieles estarían destinados a lo mismo.

En el momento de la resurrección, el cuerpo de Jesús se transformó de un cuerpo carnal —decadente— a un cuerpo pneumático, es decir un cuerpo de aliento físico divino como lo concebía la física estoica, es decir, como una sustancia de las divinidades en las esferas supralunares, la misma sustancia de los astros. En otras palabras, el Jesús humano se volvió una divinidad y, mediante su adopción como Hijo de Dios, heredó de Dios el “Nombre sobre todo nombre” —es decir, Kýrios (Señor)—, y con él, el señorío del cosmos (Collins y Collins 2008, 116; Litwa 2013, cap. 1, “Immortality and Deification”). De esa manera, se volvería en primicia de los que ya habían muerto y de los que en ese momento estuvieran vivos, pero fueran fieles (1 Corintios 15:20-23,42-49).

6. La salvación mediante la fidelidad/confianza (fe)

La Última Cena
La Última Cena de Jean-Baptiste de Champaigne. Cortesía del Detroit Institute of Arts.

Ahora bien, para salvarse, no eran necesarias para los paganos lo que Pablo llamaba técnicamente “obras de la Ley”, a saber:

  • La circuncisión
  • La dieta kashrut
  • La observancia del sábado

Es decir, mediante la muerte del Mesías, Dios hizo posible un fast track para la salvación de los paganos y, de esa manera, lograr conseguir la salvación de Israel. Ahora bien, eso no significaba que estuvieran por la libre. ¿Qué le requería Pablo al pagano?

  1. Un factor de iniciación en cualquier asociación paulina era la inmersión (bautismo), acto en el que el pagano se “moría” y se “sepultaba” con el Mesías, para garantizar la futura resurrección participando de la del Mesías (Romanos 6:3-11).
    .
  2. Mantener una vida pura de toda la vida anterior del pecado para que, cuando llegara el Mesías, los que tuvieran fidelidad/confianza pudieran recibir al Señor en el aire cuando regresara. Esto se lograba manteniendo la práctica de nueve de los diez mandamientos del Decálogo —la excepción sería la observancia del sábado— (1 Tesalonicenses 4:3-7,17;5:4; Romanos 2:12,21-22; 1 Corintios 7:19).
    .
  3. La adopción como hijos de Abrahán implicaba necesariamente romper con la línea sanguínea de las familias o las etnias, abandonar todo culto a los dioses o héroes ancestrales, no rendirle culto a los dioses de la ciudad o del imperio (incluyendo al emperador), y no participar de las cenas rituales dedicadas a los dioses, ya que no se podía ser uno con el cuerpo del Mesías en la forma de una asociación en la cena, y entrar en comunión con los daimonia o los dioses paganos. (1 Corintios 10:14-33). Estemos conscientes, que en la Antigüedad, la adopción era un realineamiento de linaje sanguíneo, de manera que los paganos estuvieran en igualdad de condiciones que los judíos. Esto a su vez, implica un cambio de fidelidad (fe) a deidades: se abandona la fidelidad (pistis en griego / fides en latín) para establecer un lazo de fidelidad/confianza en el dios supremo, Yahveh (Fredriksen 2017, 32-37). De esta manera, el mismo Aliento Santo permite que uno llame a Dios, Abba, Padre (Gálatas 4:5-7). Tengamos también en mente que esta propuesta no era nada ligera, implicaba necesariamente el rompimiento de relaciones familiares.
    .
  4. Se debía ser miembro de alguna asociación, congregación o asamblea del Mesías. De esa manera, se participaba en el colectivo unido por el Aliento Santo de Dios, que le otorgaba poderes a los creyentes, es decir, dones o carismas, para convertirse en una parte imprescindible de un todouna forma muy estoica y helenística de ver las asambleas—. De esa manera, se podía ser uno de varios: predicador de palabras sabias, predicador de palabras de conocimiento del mismo Aliento de Dios; la fidelidad/confianza en el Aliento, capacidad de sanación, taumaturgia, discernimiento de alientos (espíritus, i.e. entidades benéficas o malignas), la glosolalia, la interpretación de la glosolalia, entre otros.
    .
  5. Se reafirma esa integración comunitaria participando en calidad de miembro del cuerpo del Mesías, especialmente mediante la participación de la cena.

En cuanto a este último punto, se recordaba un acontecimiento revelado a Pablo por parte de una visión de Jesús resucitado:

Porque yo recibí del Señor lo que les transmití: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado [i.e. en que Dios lo entregó a manos de sus enemigos], tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: “Este es mi cuerpo por ustedes; hagan esto en recuerdo mío”. Asimismo también la copa después de cenar diciendo: “Esta copa es la nueva alianza en mi sangre. Cuantas veces la beban, háganlo en recuerdo mío”.

1 Corintios 11:28-29

Nota importante: Aunque una mayoría de los eruditos considera que estas palabras deben verse como auténticas provenientes de Jesús, hay diversos problemas al respecto. Uno de ellos es que la forma de la cena no es típica judía (forma vino primero, alimento después) sino más bien la que se acostumbra en el mundo pagano (alimento primero, bebida después). También es problemático atribuirle a un judío observante como Jesús el que hable de “beber sangre”, aunque sea a nivel simbólico (Cahill 2002). Finalmente, se habla de una “nueva alianza”, algo que no congenia con el Jesús que seguía la Torah judía. Esto no se comprende en absoluto en boca del Jesús histórico. Si tiene pleno sentido si esta es una visión paulina de una “nueva alianza” con los paganos, mientras que Dios mantenía con los judíos la Alianza del Sinaí tal como Pablo parece declarar en sus cartas (Gálatas 5:1-3; Romanos 9:1-5; 10:3-4).

Asimismo, se argumenta que Pablo utiliza la palabras “recibir” (paralambánein) y “transmitir” (paradidónai) en el sentido de tradición transmitida de otros. Un ejemplo de ello lo vemos en 1 Corintios 15:3. No obstante, es importante indicar que en el pasaje que acabamos de citar, no hay referente a Jesús (“el Señor”) como la fuente de la transmisión, pero en 1 Corintios 11:28 sí. Hyam Maccoby y Antonio Piñero respectivamente, también señalan que en la literatura rabínica, las dos palabras en cuestión se traducen al hebreo como “kibbel min” y “masar” y su sentido no es necesariamente el de transmisión oral, sino en ocasiones de transmisión directa (e.g. Abbot 1:1ss, cuando dice que Moisés recibió (kibbel) la Torah de Dios y la transmitió (masar)). Por estas razones, considero que hay peso en el argumento de que en 1 Corintios 11: 28-29, Pablo no estaba proveyendo información de lo que supuestamente ocurrió en la última cena históricamente, sino más bien algo que le fue “revelado” por una visión de Jesús resucitado. Esto concuerda perfectamente bien con la visión de muerte vicaria de Jesús y lo que probablemente puede ser el trasfondo helenístico de la narración. Aunque no tengamos seguridad, esto parece basarse en rituales mistéricos que recuerdan a las cenas de las cenas de Osiris en donde comer el pan era de alguna manera participar de su cuerpo o de alguna manera participar en los misterios de los eventos acontecidos a los dioses (Maccoby 1991, 90-128; Piñero 2008, 182-193; Piñero 2015, 301-308). Finalmente, la referencia a la cena como parte de la dinámica corporal coincide con la perspectiva estoica paulina de las asambleas del Mesías.

Todo esto muestra una confianza de los fieles hacia Dios, que imitaba la fidelidad que tuvo el Mesías. Esta lealtad le llevó eventualmente a la resurrección. Igualmente, al final de los tiempos, cuando Israel fuera constituido y Jesús regresara a la tierra, los muertos resucitados y los fieles vivos experimentarían una transmutación de cuerpos carnales a pneumáticos; es decir, habría una metamorfosis de humanos a seres celestes o divinos. De esta manera, los fieles recibirían al Mesías en el cielo, para lo escoltaran a la tierra como rey de Israel. Desde esa posición, el nuevo rey derrotaría a todos los enemigos de Israel, para luego entregar el señorío supremo a su Padre, Dios. En ese momento —en un tono marcadamente estoico—, Dios se volvería todo en todo, un panenteísmo absoluto (1 Corintios 15:20-28).

Pero es importante destacar que, para Pablo, la fidelidad o confianza en Dios era la que salvaba, no las obras de la Ley. En fin, Dios revelaba lo fundamental de la Ley en los corazones de los paganos, ellos sabían desde el mismo comienzo que había un solo dios creador de todo, que era más importante ser circuncidado del corazón, y que ser judío no valía si al final se obraba en injusticia (Romanos 1-2). En fin, sin la fidelidad o confianza (fe) en Yahveh, el dios realmente inmortal y eterno, más grande que todos los demás dioses, no había gracia ni salvación. Esta idea, aunque pagana, también la encontramos en el judaísmo de la época, le permitía al fiel la salvación final como un ser divino cuando se renovara la tierra. La persistencia en el Aliento Santo de Dios, mantenerse puros de todo pecado y no actuar injustamente, llevaría a esa meta. Es en la fidelidad/confianza y no en las obras de la Ley, donde el fiel quedaba justificado (ver 1QS (Regla) 11:2-3,9-11; 1 QH (Himnos) 4:30-31,37; Piñero 2016, 73).

Ahora bien, si prestamos atención a todo lo anterior, podemos hablar propiamente de una misterificación de la doctrina jesuana en lo que concierne a ciertos rituales originalmente más asociados al jesuanismo: la inmersión como muerte, sepultura y renacimiento; la cena del Señor como participación en el cuerpo del Mesías; la integración de la física estoica y de elementos platónicos; el empleo del cambio de la fidelidad vía la adopción —entendida en el contexto grecorromano— como resultado de la inmersión, etc. Quiero indicar que esto no significa que el cristianismo en la gentilidad se volvió una religión misterio. Lo que sí significa es que Pablo, en aras de la salvación de Israel y “vender” —por así decirlo— el mensaje mesiánico bajo la forma del Buen Anuncio a los paganos, lo transformó. Adoptó costumbres y cambios rituales que, como griego de Tarso, conocía muy bien para facilitar su acogida. En otras palabras, convirtió el mensaje jesuano y su Buen Anuncio en una alternativa a los cultos mistéricos y otras formas cúlticas paganas. Pero, contrario a los misterios, las asambleas jesuanas en la gentilidad permanecían abiertas a quien quisiera pertenecer a ellas gratis. En su mente, nada de esto implicaba rompimiento alguno con el judaísmo de su época.

En fin, el mismo Pablo se vio a sí mismo como el agente designado por Dios desde antes de nacer para la predicación a los paganos (Gálatas 1:15-16). Durante su vida, vio a su actividad como el cumplimiento de esta dimensión profética de su vida, en la que los paganos le rendirían culto a Yahveh.

Reacción de Jacob el hermano de Jesús, Pedro, Juan y los jesuanos palestinenses

Dos ancianos discutiendo
Dos ancianos discutiendo por Rembrandt van Rijn (1628).

Por supuesto, la acogida de este tipo de teología por parte de Jacob, el hermano de Jesús, Pedro, Juan y otros más es un asunto que debemos explorar, aunque sea brevemente. Pablo siempre concibió su actividad como vinculada de alguna manera a la asamblea jesuana de Jerusalén, pero irónicamente también como paratada de ella. Esta tensión se puede palpar cuando leemos la carta a los gálatas.

Pablo les aseguraba a las congregaciones que su Buen Anuncio no provino de ser humano alguno, sino más bien directamente de Jesús resucitado. Como evidencia de ello, y bajo repetidas declaraciones de que no mentía, decía que una vez aceptó su misión como enviado (apóstol), no fue a Jerusalén donde estaban “los emisarios anteriores a mí”, sino que fue a Arabia y luego regresó a Damasco (Gálatas 1:17). Posteriormente, tras escapar del lugar, fue a Jerusalén para conocer a Pedro, con quien permaneció por quince días; y, de paso, conoció a Jacob, el hermano de Jesús (Gálatas 1:18-19). Curiosamente, el emisario de los gentiles se calla bastante información de lo que allí aconteció. Lo que se desprende de la carta es que, para entonces, Pedro (Cefas) probablemente era la cabeza del movimiento de Jesús. Parece que su preocupación por las visiones de Pablo fueron mínimas, probablemente porque no era el único que las alegaba y, además de eso, esta actividad se concentraba fuera de Judea. Puede ser que pensara que este mensaje paulino iba a ser un fenómeno pasajero.

No obstante, otra sería la actitud “catorce años después” (ca. 47 al 49 e.c.), cuando el número de seguidores del movimiento de Jesús aumentó considerablemente en la diáspora, especialmente bajo el mensaje paulino. Nos dice Pablo que sintió la necesidad de visitar a la asamblea de Jerusalén “por una revelación”, aunque también declaraba que se preocupaba por “si corro o había corrido en vano el Buen Anuncio que proclamo entre los paganos” (Gálatas 2:1-2, mi cambio de la traducción de Piñero 2022). Allí hablaba Pablo de la presencia de “falsos hermanos”, es decir, aquellos jesuanos palestinenses que no aceptaban esta predicación a los paganos, poniéndoles en igualdad de condiciones que los judíos pero sin exigirles la circuncisión. Para este momento, el liderato inicialmente exclusivo que tenía Pedro había evolucionado en un triunvirato con Jacob a la cabeza, Pedro y Juan (Gálatas 2:9). En un tono desdeñoso, Pablo se refería a ellos como los “los que parecían ser algo — ¡qué me importa que lo fuesen!; en Dios no hay acepción de personas—, los notables” (Gálatas 2:6). Pablo fue junto a José Bernabé, emisario también del Jesús resucitado, y Tito, un pagano jesuano. Allí, la delegación de Antioquía y “los notables” de Jerusalén acordaron varias cosas:

  • No se les impondría la circuncisión a los paganos que se integraran al movimiento de Jesús (Gálatas 2:3).
  • A Pedro se le encargaría la predicación a las asambleas judías, mientras que a Pablo se le delegaría la predicación y formación de las asambleas paganas (Gálatas 2:7-9).
  • Como muestra de vinculación a Jerusalén (“señal de comunión”), habría una colecta para “los pobres” de Jerusalén (Gálatas 2:10).

Pablo les insiste a los gálatas que más allá de este acuerdo, “los notables” no le exigieron nada más (Gálatas 2:6b), algo que indica que posteriormente a Pablo se le exigió algo más, violentando el acuerdo. En fin, el asunto no tardó en despertar más hostilidades:

Pero cuando llegó Cefas a Antioquía, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de reprensión. Pues antes de que llegaran algunos de los de Jacobo, comía con los paganos; pero cuando llegaron, se apartaba y retiraba por temor a los de la circuncisión. Y lo imitaron en su hipocresía también los demás judíos, de modo que Bernabé se vio arrastrado igualmente por la hipocresía de aquellos. Pero cuando vi que no caminaban con rectitud respecto a la verdad del Buen Anuncio, dije a Cefas delante de todos: “Si tú, siendo judío, vives como pagano y no como judío, ¿cómo obligas a los paganos a judaizar?”

Gálatas 1:11-14 (mi cambio de la traducción de Piñero 2022).

Para todos los efectos, entre los delegados de Jacob aparentemente ya el líder exclusivo de Jerusalén—, se encontraban unos cuantos “falsos hermanos” (“los de la circuncisión”), que aparentemente llevaron condiciones adicionales, que probablemente tenía que ver con el asunto de los alimentos. Puede ser que se tratara de exigirles a los gentiles que se abstuvieran de comer carne sacrificada a los “ídolos” o puede ser que a los paganos se les tratara aparte —en mesas aparte— de las judías, es decir, tratar a los paganos como un grupo distinto y no bajo la “igualdad” bajo el Mesías (Gálatas 3:28; Hechos 15:23-29; véase situación semejante en Hechos 6:1-3). No importa lo que haya sido el motivo, con toda probabilidad, este incidente —del cual Pablo calla su desenlace— fue lo que le llevó a lanzarse en una actividad misional autónoma.

Para Pablo, ni el hermano de Jesús, ni Pedro, ni los emisarios de Jerusalén parecían comprender el Buen Anuncio a los paganos. No obstante este problema, hubo claras señales en las que Pablo intentaba remendar las consecuencias de estas disputas. Abogaba por no ver a los movimientos de Pedro, Apolo y él como tres corrientes apartadas sino unidas en la misma misión (1 Corintios 1:10-17). Asimismo, en su última carta, les aconsejó a los paganos jesuanos de Roma el que fueran tolerantes con aquellos “débiles” que no comprendieran bien el Buen Anuncio y que, siguiendo la corriente judaizante, se circuncidaran, observaran el sábado y el kashrut (Romanos 14). Además, también llevó a cabo una colecta para mostrar su comunión con la asamblea jerosolimitana.

Pero para entonces, la herida ya estaba hecha y, a medida que pasaba el tiempo, la división entre jesuanos palestinenses judíos y aquellos paganos de la gentilidad incrementaría con el pasar del tiempo. El jesuanismo no prosperaría en Judea en absoluto, especialmente después de la muerte de Jacob el hermano de Jesús en el 62 e.c., y luego de la destrucción de Jerusalén. Para entonces, el jesuanismo pagano procedente mayormente del paulinismo ya era claramente mayoría.

Implicaciones para la comprensión de la Pasión en los evangelios

Duda

Según el modelo de circulación literaria que hemos escogido en el primer artículo de la serie, y el hecho de que la primera “escritura” en circularse fuera la colección de cartas paulinas, significa que va a convertirse en un referente fundamental del Evangelio de Marcos, el primer texto biográfico que tenemos sobre Jesús. “Marcos” (le llamaremos así por conveniencia, no conocemos el nombre real del autor) recoge de Pablo, entre otras cosas:

  • El empleo del vocablo “euangélion”, Buen Anuncio, como el nombre del texto que publicaría.
  • La incomprensión del Buen Anuncio por parte de los familiares y estudiantes de Jesús.
  • La adopción de Jesús como Hijo de Dios.
  • La visión paulina de la fidelidad/confianza (fe) y obediencia hasta el final como el factor de salvación.
  • Dichos que Pablo atribuye a Jesús, tales como los de la Última Cena.
  • La visión carismática del Aliento Divino, los carismas que brinda, su poder de transmutación y su poder de exaltación.
  • El énfasis en la Pasión como el epicentro de su narrativa.
  • La resurrección de Jesús como un momento de apoteosis.

Pablo le provee la forma teológica del Evangelio de Marcos, mientras que “Marcos” le proveerá la materia narrativa.

Nos veremos en nuestro próximo artículo.

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Muchas gracias.

Referencias

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