La desigualdad de ingresos y el cambio climático (I): El problema

injusticia y desigualdad

Resumen

  • En la economía, existe en los mercados formas de competencia que conllevan el abaratamiento de los productos en el mercado y, por ende, el bienestar social. Sin embargo, existen otras formas de competencia que implican más costos a la sociedad.
  • La noción de externalidad (negativa) nos ayuda a entender ese factor del costo social.
  • Una de las formas más importantes de externalidades se da por la competencia por concepto de bienes posicionales.
  • La competencia por estos bienes posicionales lleva a que los ricos derrochen dinero, pero con perjuicios o, en el mejor de los casos, beneficios muy marginales a la sociedad.
  • Este derroche de dinero en sí lleva al desperdicio de recursos importantes con los cuales podríamos atender asuntos urgentes a nivel global.
  • Esta conducta de desperdiciar riquezas lleva también a una mayor emisión de CO₂ a nivel mundial. Esto significa que la continua competencia posicional de consumo del 1 % empeora la situación del calentamiento global y el cambio climático que ello conlleva.

Uno de los aspectos menos atendidos en relación con el calentamiento global es uno en torno a la disparidad de ingresos entre los que más tienen y los que no. Casi todo el mundo se enfoca exclusivamente en el problema de las fuentes energéticas, pero, como indiqué en un artículo que publiqué en El Nuevo Día, el incremento en emisiones se debe en gran parte a un enorme desperdicio energético.

La política energética a nivel mundial ha ido mejorando en cierta medida, ante la presencia de tecnologías y dispositivos diseñados para ahorrar energía. Un móvil puede hacer casi lo mismo que una computadora, una agenda, un libro, una grabadora de audio o de video, administrador de finanzas, TV, cable, juegos, entre otros. Avances como estos, mejores regulaciones y la mayor fiscalización del capital han llevado a que haya una reducción significativa de intensidad de emisiones de CO₂ por dólar de PDB.

Decarbonización energética
Descarbonización energética (Pinker, 2018, pp. 142-143).

Además de invertir en renovables, muchos gobiernos han estado respaldándolas con gas natural, que aunque sea un combustible fósil, emite menos gases de invernadero.

Consumo energético mundial por fuentes
Consumo energético mundial por fuentes energéticas. Gráfica cortesía de BP Statistical Review of World Energy.

Esta eficiencia energética tiene una gran virtud, permitirnos consumir menos per cápita. Sin embargo, la mayor eficiencia tiene el problema de hacerla más accesible y, por ende, exacerbar su consumo.

Aun con ello, el abaratamiento de la energía no es el único componente que nos lleva a emplear más energía. Hay otro factor mucho mayor y que raras veces se discute, pero que aquí es objeto de nuestra investigación: el problema del consumo de las clases más altas a expensas de las clases más bajas. Esto no es necesariamente una movida consciente de los que sean del 1 %, pero sí económicamente es lo que ocurre.

Entendiendo las externalidades posicionales

1. ¿Qué son bienes posicionales?

Vecindario
Vecindario por la mañana. Versión modificada de fotografía original en dominio público, cortesía de Circe Denyer.

Podemos comprender este problema si lo vemos desde un punto de vista de las externalidades posicionales en el mercado. Para captar lo que esto significa, quisiera llevar a cabo un experimento que el economista Robert H. Frank hace con sus estudiantes. He aquí las instrucciones:

De los siguientes planetas, usted escogerá uno en particular dónde vivir: Planeta A o Planeta B. A la hora de escoger, acuérdese de tres cosas:

  1. Usted debe suponer que usted tiene todos los medios y recursos suficientes para vivir cómodamente en cualquiera de las circunstancias que se le presenta.
  2. Usted debe suponer que, una vez escogida, no puede pasar del Planeta A al Planeta B o viceversa.
  3. Usted debe suponer que la situación descrita permanecerá así para siempre.

Veamos entonces, escoja:

Planeta A: Usted vive en un vecindario con casas de 6,000 pies cuadrados, pero las de otros vecindarios son de 8,000 pies cuadrados.

Planeta B: Usted vive en un vecindario con casas de 4,000 pies cuadrados, pero las de otros vecindarios son de 3,000 pies cuadrados.

Frank, 2011, p. 68.

Cuando hago este experimento con mis estudiantes, tengo resultados mixtos. Por un lado, algunos querían vivir en el Planeta A, en la casa más grande en términos absolutos, debido a que, para ellos, mientras más grande, mejor. Otros escogieron vivir en el Planeta B, porque en términos absolutos vivirían en una casa más pequeña, pues es menos complicada de mantener. Sin embargo, hubo otros que escogieron el Planeta B, pero bajo un razonamiento distinto, que dice más o menos así:

Si vivo en el Planeta A, estaría viviendo en la casa más grande en términos absolutos cuando se compara con el Planeta B, pero en relación con los demás vecindarios del Planeta A, viviría en una relativamente pequeña. Sin embargo, si yo viviera en el Planeta B, mi casa sería relativamente más grande que las de los demás vecindarios.

Para los estudiantes que pensaban en términos relativos, no en términos absolutos, lo que les interesaba más bien era en su ventaja relativa en relación con las casas de otros vecindarios. Para ellos, lo que les importaba era el contexto del vecindario del Planeta, no el tamaño de la casa considerada en términos absolutos.

Ahora veamos el siguiente caso. Hablamos de los mismos planetas, y se mantienen exactamente las mismas condiciones.

¿Cuál mundo escogería usted?

Planeta A: La probabilidad de que usted muera en el trabajo es 2 en 10,000 al año; la de otros es 1 en 10,000 al año.

Planeta B: La probabilidad de que usted muera en el trabajo es de 4 en 10,000 al año; la de otros es de 8 en 10,000 al año.

Frank, 2011, p. 69.

Es muy raro encontrar que alguien escoja el Planeta B en un caso como este. Es decir, en este caso, el factor de la probabilidad de muerte se toma como criterio absoluto, no relativo. En este caso, el cambio de contexto no altera para nada lo que la gente decida al final. Todos sentimos el instinto de querer vivir, no importa qué.

Por cierto, mi querido lector o lectora, si usted escogió el Planeta A o B en cualquiera de estos ejercicios, no se preocupe. No hay respuestas correctas a estas preguntas. Solo resaltamos la manera en que tomamos decisiones, sean buenas, malas o neutrales, a la hora de evaluar el contexto de algo. Esto nos lleva a la definición de dos nociones:

  • Bienes posicionales: Aquellos bienes que dependen fuertemente del contexto. Ejemplo: El tipo de bien que considera el tamaño de las casas en relación con los vecindarios a su alrededor.
  • Bienes no posicionales: Aquellos bienes que no dependen fuertemente del contexto. Ejemplo: El tipo de bien que considera la tasa de muerte menor posible en el ambiente laboral.

Dependiendo del tipo de bienes que se tenga en consideración, el mercado reaccionará acorde a la decisión de la sociedad en general. Esta competencia puede ser saludable, como resaltaba Adam Smith en La riqueza de las naciones: en el mercado, la competencia garantizará los precios de mercados más bajos posibles, de otra manera, un oligopolio o monopolio haría subir los precios estratosféricamente. Los empresarios, que buscan su mayor beneficio y no el de la sociedad, buscarán siempre estrechar la competencia, no aumentarla. En la medida que se conserve la competencia, siempre será beneficiosa para el público, ya que habrá opciones para los grupos de interés (stakeholders) y, más generalmente, para la comunidad.

Por otro lado, contrario a lo que planteaba Smith, esto no puede ser todo el relato económico. Hay formas de competencia que conllevan más daño social. Si el criterio posicional, en el contexto de una competencia, es por precios, entonces el resultado sería beneficioso para la sociedad. Sin embargo, si el criterio posicional, en el contexto de una competencia, no son los precios, sino otras consideraciones, esto puede conllevar unos costos sociales. Aquí entra a colación lo que llamamos externalidades, es decir, el efecto de unas transacciones entre partidos involucrados en ella sobre un tercero que no las ha consentido. Hay dos tipos de externalidades:

  • Externalidad positiva: Cuando el efecto sobre el tercero es una ganancia. Ejemplo: Si vivo en un vecindario, y cerca de ahí se establece una escuela de enorme calidad y reputación, el valor de la casa donde vivo aumentará porque más padres de familia buscarán dónde vivir cerca para llevar a sus hijos. No consentí a esta transacción, pero sí me trajo a la larga un valioso beneficio.
  • Externalidad negativa: Cuando el efecto sobre el tercero es un costo. Ejemplo: Si vivo cerca de una fábrica que quema carbón, hay un costo social, como la contaminación del ambiente, mayor riesgo de ser víctima del cáncer, mayor riesgo de daños neurológicos, mayor riesgo de enfermedades fetales o neonatales, el costo de limpiar continuamente, menor desempeño en el trabajo como resultado de ello, el costo de ir a un médico, el costo de comprar medicamentos, etc. Aunque suene frío decirlo, todo esto puede ser contabilizado en dólares y centavos. Por eso, empresas que externalizan de esta manera, tras una demanda, pueden terminar pagando cantidades millonarias.

De aquí en adelante, cuando hablemos de “externalidades”, únicamente nos referiremos a las externalidades negativas.

2. ¿Cómo la competencia posicional genera externalidades?

Caricatura representativa de la Guerra Fría
Imagen representativa de la Guerra Fría. Autor desconocido. (Imagen aparentemente de libre uso. Favor de notificarme si conocen el autor de esta imagen o si está bajo derechos de autor).

No hay mejor ilustración de lo que significa una competencia posicional que la carrera armamentista desatada por los Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría. La bomba atómica lanzada por el gobierno estadounidense a Hiroshima y Nagasaki puso punto final a la Segunda Guerra Mundial, suceso que cambió el contexto de la rivalidad entre naciones. Ahora Rusia y Estados Unidos no tenían un Eje que les uniera en la causa, sino más bien los dos se contemplaban como enemigos ante un nuevo contexto internacional. Por supuesto, Rusia estuvo muy preocupada ante el avance tecnológico de Estados Unidos, llevándole a crear y poner a prueba sus propias bombas nucleares. Sin embargo, esta competencia armamentista, lejos de beneficiar a ambos pueblos, en cierto sentido les perjudicaba.

Basándome en Robert Frank, ilustro de manera sencilla lo siguiente a mis estudiantes: Supongamos que Estados Unidos tiene 60,000 misiles apuntando hacia la Unión Soviética, pero este adversario descubre que solo tiene 50,000. Pues, decide invertir en 30,000 misiles más de mayor alcance para un total de 80,000, cambiando así el contexto de la Guerra. Estados Unidos no se quedaría con los brazos cruzados, intentaría invertir en misiles más avanzados que los soviéticos, tal vez unos 50,000 adicionales, para un total de 100,000 misiles. Y de paso, invertiría en 100 bombas nucleares apuntando a territorio soviético. La Unión Soviética, entonces invertiría en 40,000 misiles más y en 150 bombas nucleares, etc.

Toda esta inversión de ambas potencias entre misiles, bombas, tanques, aviones militares, submarinos, barcos militares, portaaviones, entre otros artefactos era sumamente costosa. No podemos olvidar que estamos hablando de recursos escasos. Pensemos que en el caso de los Estados Unidos, un dólar que se invirtiera en bombas nucleares, era un dólar que no se invertiría en escuelas, hospitales, electricidad, agua, puentes, asistencia a los desempleados, etc. La Unión Soviética tuvo exactamente en la misma situación (Frank, 2011, p. 64).

Esto presentó lo que en economía y ética empresarial se conoce como un problema de acción colectiva. Individualmente, ninguna de las dos potencias iba a frenar la interminable competencia posicional por bombas o misiles, ya que constantemente estaban cambiándose mutuamente su contexto de lo que significaba ser una gran potencia militar. Cualquier desventaja de una significaba un problema de seguridad de los intereses para la otra. Si tenemos en consideración que la mayoría de esas armas nunca se usaron excepto como disuasivo de ataques enemigos, esta competencia posicional generó enormes desperdicios militares, es un proceso derrochador. Por eso, tanto los representantes estadounidenses y soviéticos tuvieron que sentarse a negociar unos acuerdos que desaceleraran este proceso, de manera que ambos pudieran redirigir sus recursos a cosas que realmente necesitaban.

Por otro lado, si este problema de competencia externalizante era costosa para ambas potencias mundiales, es curioso que lo mismo no ocurriera en relación con bienes no posicionales, como, para dar un ejemplo, las tostadoras. Ningún general o presidente estadounidense se levantó una mañana exclamando: “¡Oh no! ¡La Unión Soviética tiene más tostadoras que nosotros!” (Frank, 2011, p. 65). Claramente, la cantidad de tostadoras de ambas potencias no era un issue.

¿Cómo se manifiesta todo esto en el mercado? Se manifiesta de tal manera de que queda claro por qué no existe la economía capitalista pura. Frank nos da un ejemplo bien sencillo de cómo se vería el “libre mercado” sin límite alguno por parte del estado.

Supongamos que usted es un padre o madre de familia y tiene hijos. Todo buen custodio desearía enviar a sus hijos a las mejores escuelas de la región. Esto significa que usted preferiría vivir en algún vecindario cercano a esa escuela. Normalmente, en distritos escolares con las mejores escuelas, tienen disponibles las mejores casas. Usualmente, las mejores casas implican por concepto de oferta y demanda efectiva, casas de más alto precio. Eso significa que, a lo mejor, usted desearía un ambiente laboral que le pague más, es decir, provea mayor salario. Una de las maneras en la que se puede pagar más es si la empresa remueve las medidas de seguridad. Debido a que la naturaleza del trabajo es más peligrosa, pagan más para mantener atractiva su oferta (además, eliminar el costo de la seguridad libera recursos, que compensaría en mayor salario para el trabajador).

Si pensamos bien en este escenario, veremos que hay cada vez más padres que compiten por matricular a sus hijos en las mejores escuelas, y esto eleva cada vez más el valor de la matrícula. Esto implica también una feroz competencia entre padres por vivir en las mejores casas de los mejores vecindarios, suceso que hace que aumente más el valor de esas edificaciones. Y si los trabajadores son libres de negociar su seguridad, horarios y salarios, terminarán con más horas de trabajos llevando a cabo labores cada vez más peligrosas. El resultado sería un mundo extremadamente costoso: escuelas demasiado caras, casas demasiado caras, y trabajos demasiado peligrosos. Es una dinámica competitiva externalizante, debido a bienes posicionales: las mejores escuelas, las mejores casas, los mejores salarios. Contrario a lo que pensaba a Adam Smith, no toda competencia conlleva el costo más barato para la gente.

Para remediar la situación, el estado, como instrumento de acción colectiva establece unas regulaciones de venta de casas, regulaciones para las escuelas, y normativas laborales que incluyen la imposición de un mínimo de inversión en seguridad, la fijación de horas laborables (con compensación por horas adicionales) y el establecimiento de un salario mínimo (Frank, 2011, pp. 70-72).

Teoría del “goteo”, pero no de los ingresos

1. La teoría económica del “goteo”

Teoría del goteo a nivel conceptual y en la realidad
Teoría del goteo a nivel conceptual y en la realidad. (Imagen original de autor desconocido, modificada por mí).

Una de las creencias que han sido desmentidas por economistas competentes e incluso por economistas del Fondo Monetario Internacional o de la OECD es la llamada teoría económica del goteo. Esta fue una visión propulsada desde los tiempos del presidente estadounidense Ronald Reagan. Según esta teoría, la exención de impuestos y los incentivos para la clase adinerada, generaría el tipo de riqueza que se filtraría a estratos sociales económicamente menos pudientes, de manera que todo el mundo se enriquecería por ello.

Hay dos problemas principales con esta teoría. El primero consiste en señalar que en teoría económica no hay nada que la respalde o la rechace (Frank, 2011, p. 159). Esto nos lleva al segundo problema. Si la teoría nos indica fuertemente que nuestra búsqueda de una solución no se encuentra en la teoría, tenemos que buscar en la evidencia empírica. Pues, la teoría debe diseñar algún tipo de predicción de lo que deberíamos encontrar al nivel de los números. He aquí algunas predicciones:

  • Si la teoría del goteo fuera correcta, entonces en la medida que se enriquecen los más adinerados, más deberían enriquecerse significativamente los menos pudientes.
  • Asimismo, en la medida en que se enriquecen los adinerados, mayor debería ser la producción de riqueza en un país y el bienestar social.

¿Qué muestra la evidencia? Que la teoría falla significativamente en ambas predicciones. Por ejemplo, la primera predicción conllevaría que mientras mayor es la brecha entre los más ricos y los más pobres, las economías de estos países crecería en proporción a esta. Sin embargo, lo que se ha visto es que, a la larga, hay una relación inversa entre la brecha y el crecimiento económico de un país (Cingano, 2014; Causa, Lama & Loayza, 2021; Frank, 2011, p. 159). Estudios indican que mientras que si la brecha es demasiado grande, hay menor crecimiento, al igual que si la brecha es demasiado pequeña (Banerjee & Duflo, 2003). Según Causa, Lama & Loayza (2021):

… our study estimated a relationship for GDP per capita in which a change in income inequality was added to standard growth drivers such as physical and human capital. The idea was to test whether the change in income inequality over time has had a significant impact on GDP per capita on average across OECD countries, and if this influence differs according to whether inequality is measured in the lower or upper part of the distribution. The results show that the impact is invariably negative and statistically significant: a 1% increase in inequality lowers GDP by 0.6% to 1.1%. So, in OECD countries at least, higher levels of inequality can reduce GDP per capita. Moreover, the magnitude of the effect is similar, regardless of whether the rise in inequality takes place mainly in the upper or lower half of the distribution (p. 31).

Este y otros hallazgos han llevado a la OECD a reconocer que una enorme brecha de inequidad perjudica el crecimiento económico ni representa una mejora significativa para los más pobres (OECD, 2014).

Esto lo hemos vivido en carne propia los puertorriqueños en los últimos años tras la aprobación de dos leyes bien importantes:

Véase un resumen de lo que implican ambas leyes en este artículo de Microjuris. La Ley 20 por sí sola no implicaba nada perjudicial para nuestra economía, ya que dispone de unos beneficios para residentes de Puerto Rico para incentivar la exportación de servicios. El propósito de la ley es convertir a Puerto Rico en un centro de exportación de servicios al exterior. Sin embargo, cuando se combina con la Ley 22, ciertas personas se trasladarían a Puerto Rico, no tanto para proveer servicios, sino más bien con el propósito de evadir contribuciones. Esta ley le “otorga exención contributiva total por ganancias de capital a las personas que trasladen su residencia de cualquier lugar a Puerto Rico”. Esto ha llevado a convertir a nuestro archipiélago en un paraíso para los millonarios extranjeros que se mudaron a Puerto Rico, tal como el famoso influencer Logan Paul. Esta aproximación de atracción de capital mediante exenciones contributivas no es nada nuevo, sino que es una extensión de la conducta que Puerto Rico ha adoptado desde tiempos de la invasión estadounidense, beneficiando a las centrales azucareras y otros sectores, culminando con las secciones 931 y, posteriormente, 936 del Código de Rentas Interna Federal, cuyo fin se marcó en el año 2005.

Contrario a lo que solía ocurrir bajo este periodo importante de la industrialización, el desempeño de estos incentivos desde el 2013 hasta el presente ha sido muy pobre, en parte debido a la falta de fiscalización, así reconocida por el Departamento de Hacienda (Redacción, 2021). Virtualmente, el impacto muy marginal de ambas leyes ha sido documentado por el Departamento de Desarrollo Económico y Comercio de Puerto Rico (DDEC) a raíz de dos estudios (Irizarry Mora, 2022; Redacción, 2021). Irizarry Mora (2022) nos recuerda que aquellos incentivos como la 931, que propiciaron el crecimiento vertiginoso de la economía de Puerto Rico como resultado de Operación Manos a la Obra, y después la 936 estaban dirigidos a la atracción de industrias manufactureras. Sin embargo, en el caso de la Ley 22 se atraen a individuos con capital disponible. Los individuos que han venido a Puerto Rico bajo esta ley en particular, para el 2019 habían creado cerca de 4,400 empleos, y tan solo el 35 % habían establecido negocios en Puerto Rico. El impacto de la Ley 20 fue significativamente mayor en relación con la Ley 22, pero marginal cuando se compara con el nivel de aportaciones al fisco (ETI, 2019, pp. 4-8; Irizarry, 2022). Según Econométrika, del economista José Caraballo Cueto, entre el 2012 y el 2017, solo hubo un aumento del 3 % de empleos en Puerto Rico y de la producción total, un 2 % (DDEC, 2021).

Según todos estos estudios, la falta de fiscalización y unos incentivos mal concebidos lleva a tan pobres resultados. Caraballo Cueto recomienda “exprimir” lo bueno que se puede obtener de las leyes, cobrándole más impuestos —a un margen que mantenga una competitividad razonable, un 12 %— a personas que no vengan a invertir a Puerto Rico; y al que sí venga a invertir, una tasa menor de un 4 % (citado en Irizarry Mora, 2022). Por otro lado, muchas personas en las redes sociales y en las comunidades de San Juan, Vieques, Culebra y otros lugares, se quejan de que estas dinámicas suscitadas por las leyes 20 y 22 han llevado al desplazamiento de la población o a la gentrificación.

Dado este panorama, la pregunta es: ¿y qué están haciendo los millonarios que llegan aquí bajo las leyes 20 y 22? Mi apuesta es a la siguiente: derrochando su dinero en gastos, ya que quieren maximizar sus millones. ¿Por qué a los millonarios derrochan dinero? Porque el aparentar tener millones es un bien posicional. Al otorgar exenciones contributivas a personas que no dan un tajo, todo lo que hacen es aumentarles artificialmente el bolsillo. Cada millonario de estos que venga con esos fines, compite con otros millonarios en relación con estos “beneficios”. Puerto Rico les facilita a estas personas la competencia desmedida por ello.

La gente erróneamente cree que el gobierno el que desperdicia el dinero del pueblo. Aunque no debemos minimizar el rol que juega la corrupción en la pobreza de nuestros países, debemos señalar que es el sector privado el que lo desperdicia muchísimo más por concepto de competencias posicionales de este tipo.

2. La competencia entre miembros del 1 % y los que están abajo

Hombre llenando una bolsa de dinero.

Una de las preguntas más importantes que uno puede hacer es, ¿por qué hay gente que ya es rica, puede satisfacerse muy bien, pero quieren más? La respuesta inmediata usual es: porque a mayor dinero, mayor felicidad. Esto puede ser correcto hasta cierto punto. Ciertamente, una persona que usualmente vive en la miseria y en un ámbito muy inseguro no goza de felicidad o, mínimo, bienestar. Desde esa perspectiva, una vida en un hogar, con una pareja, con electricidad y agua haría que la misma persona viva feliz.

Por otro lado, varios estudios señalan que una vez el ingreso rebasa cierta cantidad, no hay aumento significativo de la felicidad de la gente. Diener et al. (1993).

La relación asintótica entre bienestar e ingresos
La relación asintótica entre bienestar e ingresos (Diener et al., 1993, p. 204).
La relación asintótica entre bienestar e ingresos
La relación asintótica entre bienestar e ingresos (Diener et al. 1993, p. 205).

Otros estudios indican que, al menos entre los más adinerados, la diferencia de sentido de bienestar o felicidad que experimentan no varía de acuerdo al aumento en ingresos.

Relación entre felicidad promedio e ingreso promedio en Japón
Relación entre felicidad promedio e ingreso promedio en Japón (Veenhoven, 1993).

Esto significa que, después de cierto punto, ser rico o superrico no contribuye en nada a aumentar la felicidad en lo absoluto. Una vez más, entonces ¿qué mueve a los ricos y a los superricos querer más? En una palabra: la competencia por bienes posicionales.

Como afirma un dicho conocido de Julio César:

No basta que la mujer de César sea honesta, también tiene que parecerlo.

¿Qué significa “ser rico”, o ser “superrico”? Eso depende fuertemente del contexto social del momento que los defina. No basta ser dueño de Amazon.com y vivir con una humilde casita de tres cuartos, sino también tiene que codearse con aquellos de su misma condición social. Podemos hablar que para ser un superrico, tienes que tener una mansión de cierto tamaño … o mejor … varias mansiones de cierto tamaño en varias partes del mundo. Si usted quiere apantallar a los demás, tal vez deba comprar otro más. Pero, como en el caso de la carrera armamentista, otros mirarán esta “riqueza” y comprarán más todavía, tal vez de mayor tamaño. Quizás implica comprar un cierto número de obras de arte. No obstante, si otros miran la cantidad de obras que usted tiene, probablemente ellos comprarán otros más. Esto aplica también al número de aviones, helicópteros, yates, fiestas entre otros. Como resultado, todo el mundo en el 1 % constantemente derrocha dinero en cosas que no necesita, para obtener un sentido de bienestar normal que no mejora en absoluto. Y mientras más dinero ganan, más derrochan en cosas como esta.

Piensen que para el 2019, una fiesta de quinceañero costaba poco más de US$ 20,000 en Estados Unidos. Esto es un costo relativamente alto para una persona promedio. En cambio, un presidente ejecutivo corporativo de Nueva York gastó alrededor de US$ 10 millones para una fiesta de mayoría de edad de su hija, en el Cuarto Arcoíris al tope del Centro Rockefeller. Allí contaban con la presencia de nada menos que 50 Cent, Don Henley, Aerosmith, Stevie Nicks y otras estrellas. Cada invitado obtuvo regalos, que incluían un iPod de US$ 300 dólares, algo que todo el mundo tenía en ese momento. Nadie puede realmente juzgar como malvado a un padre que desee todo lo mejor para su hija, incluyendo una fiesta de US$ 10 millones (Frank, 2013, pp. 59-60). Pero cuando se le compara con una fiesta de quinceañero promedio, dicha fiesta de US$ 10 millones no causa mayor o menor felicidad que esa fiesta de US$ 20,000. Sencillamente, es lo que se espera de cada tipo de fiesta dependiendo del contexto social, sea de una familia promedio o la del 1 % al tope de la escala económica.

Todos los que hemos sido dueños de mascotas sabemos que haríamos lo que fuera por ellas y justifica nuestra inversión en seres que son bien queridos por nosotros. Pero no importa cuánto usted piense que daría todo por ellas, podemos estar de acuerdo en que alquilar un apartamento de lujo entero (de US$ 6,000 al mes) en Trump Tower para sus gatos, como hizo el gran ejecutivo de la FIFA, Chuck Blazer, sería una sublime exageración. Ni hablemos de los viajes turísticos de los superricos al espacio.

3. El efecto de la competencia posicional de los superricos sobre la humanidad y el ambiente

Simulación de emisiones de CO2 en la atmósfera.
Simulación de emisiones de CO₂ en la atmósfera. (Imagen cortesía de la NASA).

Este asunto no es trivial. Según Oxfam, esto ha tenido consecuencias muy importantes en el mundo. Esta es la situación antes de la pandemia en el 2019, según la organización:

  • Hubo en ese año 2,153 personas que tenían más riqueza que 4.6 mil millones de personas (60 % de la población mundial).
  • Los 22 más ricos del mundo eran más ricos que todas las mujeres en África.
  • Casi la mitad de la población mundial vive alrededor o menos de US$ 5.50 al día.
  • La tasa de reducción de la pobreza había disminuido a la mitad desde el 2013 (Coffey et al., 2020).

En informes más recientes, Oxfam nos revela entre otras cosas que:

  • Las diez personas más ricas del mundo duplicaron sus ganancias durante el periodo de la pandemia del COVID-19.
  • El resto del 99 % de la población mundial está en peores condiciones debido a la pandemia.
  • 252 hombres tienen más riqueza que mil millones de mujeres y niñas en África, Latinoamérica y el Caribe juntas.
  • Desde 1995, el 1 % de mayor ingreso a nivel global se ha enriquecido 20 veces más que el 50 % más pobre de la humanidad (Marriott et al., 2022).

Cuando uno piensa en la cantidad de dinero que se derrocha en cosas que no contribuyen realmente al bienestar objetivo de esta minoría privilegiada, y se compara con la situación de la mayoría de la población mundial, esto de por sí ya indica un enorme problema de distribución de ingresos a nivel global.

No obstante este importante señalamiento, he aquí el motivo de todo este artículo: debido a este mismo derroche, este 1 % es el principal emisor individual de gases de invernadero a la atmósfera, algo que agrava sustancialmente la situación del calentamiento global y el cambio climático que eso conlleva. Según un informe que acaba de publicar Oxfam este mismo mes:

  • La emisión de gases de invernadero por parte de 125 de los más ricos del mundo es el mismo que el de toda Francia. Esto es 3.1 millones de toneladas métricas por superrico (cada billonario), un millón de veces más cuando se compara con la emisión de 2.76 toneladas métricas por persona promedio del 90 % más pobre.
  • Los superricos tenían 14 % de inversiones en industrias que involucraban combustibles fósiles. Solo hubo uno que invertía en fuentes limpias y renovables.

Entre la fabricación y creación de cosas que nadie se va a necesitar, su mantenimiento, entre otros factores, los superricos emiten más bióxido de carbono que miles de millones de personas en todo el mundo.

Definitivamente, este es un asunto que necesita atenderse si queremos resolver un componente importante. Oxfam sugiere un impuesto sobre las riquezas y otro sobre las inversiones en combustibles fósiles.

Mientras tanto, pienso que su enfoque en los superricos pierde de perspectiva otras variables, algunas relacionadas con la competencia posicional que les lleva a consumir excesivamente. Esta dinámica no solo les lleva a los billonarios a consumir más, sino a nosotros también, y así contribuimos (sin quererlo) al perjuicio del planeta.

Ese será mi tema de discusión en el próximo artículo de esta serie.

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Muchas gracias.

Referencias

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Caraballo Cueto, J. (2021a, 25 de marzo). La Ley 20, la 22 y otros incentivos desaprovechados. El Nuevo Día. https://www.elnuevodia.com/opinion/punto-de-vista/la-ley-20-la-22-y-otros-incentivos-desaprovechados/.

Caraballo Cueto, J. (2021b, 13 de julio). Leyes 20 y 22 de 2012: impacto y oportunidades. El Nuevo Día. https://www.elnuevodia.com/opinion/punto-de-vista/leyes-20-y-22-de-2012-impacto-y-oportunidades/.

Causa, O., Serres, A. de, & Ruiz, N. (2014). Growth and inequality: A close relationship? En B. Keeley, P. Love, R. Tejada (Eds.). OECD Yearbook 2014: Resilient Economies, Inclusive Societies (pp. 30-31). OECD Publisher, pp. 30-31.

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