Como naturalista religioso y unitario universalista, me encanta sentarme a meditar en días especiales, tales como domingos o el Año Nuevo. Ante la realidad de la pandemia, hice lo propio en la soledad. En vez de lanzar cuanto fuego artificial existiera en el universo, lo que hice fue meditar por la mañana con una lectura de espiritual naturalista (café … es obligado), y saludar el amanecer en el nuevo día del año.
La meditación ha reemplazado lo que en mis años de católico devoto era la oración contemplativa. Antes oraba y rezaba frente al Santísimo hasta el amanecer. Hoy día, salgo a un balcón o a algún lugar con vista a la naturaleza, enciendo mi pequeño cáliz llameante, medito y profundizo sobre la lectura que estaba leyendo. En ocasiones, medito sin lectura y me siento silente mirando al horizonte, escuchando a la naturaleza y la vida urbana (sí, aunque parezca increíble, también encuentro inspiración religiosa en la ciudad). A veces escucho música de meditación o cantos gregorianos para el momento, también acompañándolo con algún aroma, preferiblemente a incienso.
Desde mi experiencia, la meditación me ha ayudado a tranquilizarme en momentos muy difíciles. Siento que ha ayudado a enfocarme mejor en lo que hago y pienso. A veces me encuentro en la situación de que en meditación profunda me he sentido unido a los demás seres humanos, seres vivos y la naturaleza misma. Suelo sentir lo que Rudolf Otto llamaba el sentimiento de lo numinoso, que para mí es una experiencia inmediata de algo inmensamente mayor que despierta temor y profunda admiración, lo que algunas religiones han llamado Dios. Desde el naturalismo religioso, la Totalidad de la Realidad es el Dios es en el que vivo, me muevo y existo, que ha hecho de mí una instancia suya. La suma del drama del Gran Relato, la Gran Historia, la suma procesual de todo lo existente y cambiante, eso es Dios, y el único que he reconocido desde que dejé las filas del catolicismo. Como nos han hecho constatar científicos como Neil Shubin, este Gran Relato está integrado en cada órgano, célula y átomo de nuestro cuerpo. Cada vez que respiraba, sentía que comulgaba con el universo. Evidentemente, no es un Dios personal, pero sí uno que puedo decir —con evidencia científicamente validada— que ha definido mi vida y lo que soy.
Sin embargo, vale preguntarse, ¿es esto válido? Los sentimientos y experiencias no bastan. El cerebro es un experto en hacernos sentir, percibir y experimentar cosas que no son. ¿Puede la meditación dejarnos saber o conocer algo especial? ¿Es esta unión que se experimenta una real que se revela en el momento espiritual como este? ¿Se puede alcanzar una iluminación especial que nos permita comprender mejor el mundo? ¿O está todo en la pura imaginación?
Muchos partidarios de la meditación creen haber alcanzado algún grado de iluminación, o de algún tipo de nivel de claridad espiritual. En ocasiones, estas y actividades semejantes les hacen sentirse unidos a la naturaleza, o a Dios. A veces llegan a decir algunos —agraciadamente no todos— que la aproximación racional es “lineal” e impide ver “más allá”, que la meditación permite un acercamiento genuinamente “holístico” al mundo.
El planteamiento detrás de todo esto es que la meditación, o lo que llaman mindfulness tiene algún tipo de estatus privilegiado de conocimiento. En mi experiencia personal, la mayoría de las veces siento esto mismo, pero no solo cerrando mis ojos y estar inmerso “en el momento”, escuchando a los coquíes en la noche o escuchando música. ¿Puede ser que la música, la meditación o la combinación de ambas contribuyan a este sentimiento de lo numinoso? Y si es así, ¿qué tiene que decir las ciencias sobre su potencial de incrementar, de alguna manera, claridad de pensamiento o mejor entendimiento del mundo? En otras palabras, una de ellas o ambas mejoran de alguna forma las facultades cognitivas.
Este es un artículo único porque expongo sobre algo que hice hace muchos años (especialmente cuando me volví escéptico): explorar el vínculo (si alguno) entre la meditación o mindfulness, la música y aumento en la cognición. Desde hace tiempo llegué a las conclusiones expuestas aquí, pero con un beneficio: contamos ahora con mejores estudios al respecto. Actualmente, tenemos en cuenta revisiones y metaanálisis recientes sobre estos temas, especialmente los estudios Cochrane, que gozan de mucho prestigio debido a su nivel de alta rigurosidad. Aquí estoy contrastando lo que experimento yo (y, conmigo, muchas otras personas) cuando medito con música, y lo que las ciencias tienen que decir. Por tanto examino primero los efectos de la música (ya que es un componente importante de esta experiencia) y después la meditación o mindfulness.
El uso de la música

Para propósitos de nuestra discusión, nos centraremos en la práctica del uso de la música para el mejoramiento mental y emocional vía la musicoterapia. Esta profesión se encuentra actualmente como una medida de asistencia terapéutica en unidades de salud; se utilizan diferentes recursos musicales (ritmo, sonido, canto, armonía) en un contexto terapéutico para distintos tipos de pacientes.
Por ahora, la evidencia parece constatar que la música, especialmente cuando se administra por un terapista debidamente cualificado, puede ayudar a aliviar tensiones, estrés, depresión, entre otros. Evans (2002) fue una revisión sistemática de la literatura en cuanto a la terapia con música dirigida a mujeres a punto de dar a luz. Mujeres que estaba escuchando música mediante audífonos parecían responder positivamente durante el cuidado de partos normales y reducía sus niveles de ansiedad. Para un estudio clínico ciego aleatorizado, se administró al grupo experimental música ambiental a niños durante un procedimiento de su cuidado pediátrico. De aquellos que experimentaron un aumento en distrés, el grado fue significativamente menor que aquellos en el grupo control. Fuera de los niños cuyo distrés aumentó, no hubo efecto notable entre ambos grupos (Hartling et al., 2013).
El grupo Cochrane también ha mirado al efecto de la musicoterapia en varios casos en particular. En el caso de Khianman et al. (2012), la revisión de varios ensayos controlados y aleatorios pudo constatar una baja de estrés y la ansiedad en caso de partos prematuros. Jespersen et al. (2015) presenta evidencia de que la musicoterapia puede ayudar en casos de insomnio en adultos. En el caso de uno de los estudios más importantes de Cochrane en relación con este tema involucra a pacientes con cáncer. Dice la revisión sistemática:
Esta revisión sistemática indica que las intervenciones con música comparadas con la atención estándar podrían tener efectos beneficiosos sobre la ansiedad, la depresión, la esperanza, el dolor, y la fatiga en adultos con cáncer. Los resultados de dos ensayos indican que las intervenciones con música podrían tener un efecto beneficioso sobre la ansiedad en los niños con cáncer. No se incluyeron suficientes ensayos con participantes pediátricos para establecer conclusiones sobre los beneficios del tratamiento con música sobre otros desenlaces. En varios desenlaces, las intervenciones con música proporcionadas por musicoterapeutas capacitados dieron lugar a resultados consistentes entre los estudios, pero no fue el caso de las intervenciones médicas con música. Además, se encontró evidencia de un efecto de las intervenciones de musicoterapia en la [calidad de vida] y el cansancio, pero no de las intervenciones médicas con música. La mayoría de ensayos tuvieron un riesgo de sesgo alto y una certeza de la evidencia baja o muy baja; por lo tanto, estos resultados se deben interpretar con precaución.
Bradt, Dileo, Myers-Coffman, & Biondo, 2021, resumen.
Por supuesto, nada de lo anterior demuestra que la música cura en algún sentido físico, pero sí contribuye al bienestar de aquellos que reciben la terapia, llevando también a un mayor bienestar de familiares y amistades en su relación con el enfermo.
Podríamos continuar presentando amplia evidencia de la efectividad de la musicoterapia sobre estrés o ansiedad. Sin embargo, ¿la música mejora nuestras habilidades cognitivas? La respuesta es negativa por el momento, aunque esto podría cambiar en el futuro con estudios de mayor rigor.
La idea de que la música mejora nuestra cognición es muy antigua, tal vez desde tiempos de los pitagóricos. Sin embargo, una de las más importantes en décadas recientes afirma que escuchar a Mozart mejora las facultades mentales de los niños (Rauscher,1993). Esta creencia se ha engranado mucho en la cultura, especialmente con madres poniéndoles música de Mozart a sus hijos para que tengan mejores facultades cognitivas. Desgraciadamente, esto no pasa de ser una falsedad popularizada. Revisiones y metaanálisis posteriores han constatado que no hay evidencia alguna de que escuchando a Mozart un niño o adulto se desarrolle mejor mentalmente o que obtenga una capacidad intelectual superior (Chabris 1999; McCutcheon, 2000; Pietschnig, Voracek & Formann 2010; Steele, Bass & Cook, 1999; Steele et al. 1999).
Lo mismo se puede inferir del caso de la musicoterapia. No tenemos evidencia sólida de que el escuchar cierta música, aunque sea con propósitos de terapia, mejore la capacidad cognitiva o intelectiva humana. Sí hay algunas personas como Lee Bartel que son optimistas con cierta clase de musicoterapia, específicamente mediante la terapia vibroacústica (Novotney, 2013). Aunque hay evidencia en cuanto a mejoría en algunas áreas, su efectividad continúa siendo muy discutida en la ciencia, incluyendo la mejora cognitiva.
Hay una variedad de revisiones sistemáticas Cochrane que parecen corroborar la convicción de que no hay mejora alguna en facultades cognitivas. Por ejemplo, una revisión indica que la musicoterapia es efectiva a la hora de reducir situaciones de ansiedad y depresión, y puede mejorar la calidad de vida de pacientes con demencia, pero no parece mejorar sus facultades cognitivas (Steen et al., 2018). Se intentaron buscar estudios en el caso de niños con dislexia, una enfermedad de origen neurológico, pero carecemos ensayos fiables que nos provean información sobre el efecto de la música en esos casos (Congo-Moreira et al. 2012). Por otro lado, hay revisiones y metaanálisis que parecen señalar que la musicoterapia ha mejorado la cognición en pacientes con problemas mentales. Sin embargo, como estos mismos autores reconocen, no podemos tomar estos resultados preliminares como ciertos sin hacer mejores experimentos controlados ciegos aleatorizados (Fang, Ye, Huangfu, & Calimag, 2017; Moreno-Morales, Calero, Moreno-Morales, & Pintado, 2020; Zhang et al. 2017). Por ahora, los resultados de las revisiones sistemáticas en general y metaanálisis son mixtos.
Meditación y “Mindfulness”

En otro artículo hemos hablado de la meditación y del “mindfulness“. La situación no ha cambiado mucho en varios años. Resumiremos lo que dijimos en aquella ocasión (para detalles, consulten el artículo anterior), pero utilizaremos más estudios publicados recientemente.
Una de las grandes dificultades cuando nos acercamos a la noción de “mindfulness” es que está muy mal definida. Se han propuesto varias de las que mencionaré solo una muestra: distancia/repercepción psicológica, control descentralizador o inhibidor, conciencia discriminatoria no conceptual, aceptación y reintegración, atención enfocada, descentralización, metaconciencia. Esto crea un problema serio a la hora de intentar desarrollar una metodología rigurosa y poder controlar variables. Desde la perspectiva de la filosofía de las ciencias, este tipo de caracterización demasiado amplia hace muy difícil medir y contrastar las variables involucradas. Para todos los efectos, cualquier aserción sobre mindfulness se vuelve una teoría especulativa sin valor epistémico alguno. Únicamente se pueden experimentar sobre aspectos de lo que la gente vagamente llama “mindfulness“.
Esta ambigüedad de significado terminológico se dramatiza a la hora de traducir la palabra “mindfulness“, de origen angloparlante, al español: “conciencia plena”, “atención plena”, “conciencia pura”, “presencia mental”, entre otros. Este lenguaje es confuso desde un punto de vista científico y filosófico. Mente y conciencia son dos cosas distintas. La mente es el resultado emergente de lo que el cerebro hace cuando lleva a cabo procesos de información neuronales y es un sistema de módulos, es decir, órganos especializados de computación (Pinker, 2009, 21-31). La conciencia es una actividad emergente de las interacciones modulares mentales. Conciencia y atención tampoco es lo mismo. La atención es una suerte de intencionalidad, que es la dirección del pensamiento consciente hacia un objeto (el que sea). La intencionalidad es un atributo esencial de la conciencia, pero no es la conciencia misma, y menos es la mente. En filosofía, la “conciencia pura” se puede definir de diversas maneras, dependiendo de la perspectiva de la que se parta. La más conocida proviene de la fenomenología husserliana: la conciencia pura (el “yo” puro) es el resultado de metodológicamente suspender nuestras creencias en torno aquello que se nos da a la conciencia (el fenómeno), de esa manera el “yo” (“puro” de todo supuesto de creencia empírica) se vuelve en el punto de partida del conocimiento de lo dado. Dudo mucho que esto sea lo que quieran decir los partidarios del mindfulness.
La falta de definición no solo presenta una muy seria dificultad para investigar lo que es mindfulness, sino que (tal vez por eso) no hay manera de especificar en qué consiste, excepto el ejercicio de la meditación. En ese sentido, yo practico el mindfulness. Aun así, no hay acuerdo en cuanto a qué quiere decir “meditación”, más allá de ser uno o varios elementos de un conjunto de prácticas específicas. Los estudios en general dan por buenas las descripciones de los que la practican como meditación o mindfulness. He aquí lo que tienen que decir los estudios más rigurosos:
- Según una revisión sistemática Cochrane, el mindfulness parece tener un efecto antidepresivo en el caso de los cuidadores de pacientes con demencia, pero los resultados son insuficientes debido a la pobre calidad de los estudios (Liu, Sun & Zhong 2018).
- Otra revisión Cochrane parece indicar que tratamientos basados en mindfulness tienen un escaso o ningún efecto sobre el consumo de sustancias cuando se compara con otros tratamientos o si los pacientes no tienen tratamiento alguno (Goldberg et al., 2021).
- Revisiones en relación con la utilidad del mindfulness para el bienestar mental de los estudiantes de medicina no son concluyentes (Sekhar et al., 2021).
- En el caso de mujeres con diagnóstico de cáncer de mama, la práctica del mindfulness parece tener leve efecto a la corta (y al final de la intervención) en reducir estrés, depresión, ansiedad y la fatiga, pero no después de seis meses, y no se registra casi ninguno después de dos años (Schell, Monsef, Wöckel, & Skoetz, 2019).
- Se hizo una revisión en cuanto al uso de prácticas afines al mindfulness no han sido concluyentes para pacientes con fibromialgia. Varios de los estudios notan que la diferencia entre reportes de mejora de pacientes se debe a la calidad personal del terapista con el paciente. Esto parece indicar el efecto placebo (Theadom, Cropley, Smith, Feigin, & McPherson, 2015).
- En una revisión y metaanálisis que discutimos en nuestro artículo anterior sobre la meditación, estudió su efecto en cuanto a la conducta prosocial. La revisión identificó cinco categorías sociales: la compasión, la empatía, la agresión, la interconexión y el prejuicio. Parece haber una correlación y asociación entre meditación y un leve aumento de empatía y compasión, pero no parece haber tenido resultado alguno en cuanto a la agresión, la interconexión o el prejuicio. No obstante este resultado, el metaanálisis constató que este incremento de empatía y compasión se daba bajo dos condiciones: 1. cuando el maestro era coautor del estudio en cuestión; y 2. cuando el estudio empleó un grupo control pasivo (lista de espera), pero no uno activo. Eso significa que el aumento de empatía y compasión no se daba en otros ámbitos. Concluye la revisión diciendo que para mantener los resultados claros, los futuros estudios deben mejorar su teoría de la meditación o mindfulness sustancialmente y controlar mejor para tener en cuenta los prejuicios de los autores (Kreplin, Farias, & Brazil, 2018).
Ha habido numerosas revisiones y metaanálisis donde registran efectos positivos en cuanto al estrés, la cognición, entre otros. Sin embargo, como han advertido Van Dam et al. (2018), la inmensa mayoría de estos ellos son de metodología pobre o extremadamente pobre, no han sido debidamente controlados —preferiblemente aleatorizados de ciego, etc.— y no han podido establecer efectivamente relación causal entre la meditación o mindfulness con los efectos a los que popularmente se les suele asociar.
Por experiencia personal afirmo (tómese esta aserción como evidencia anecdótica) que no he encontrado en los grupos de meditación una capacidad de mejor razonamiento, mayor humildad o, por más sorprendente que pueda parecer, amabilidad o tolerancia. Me entristece decir que en un número de veces ha sido todo lo contrario. Grupos que los practican no son usualmente de pensar riguroso, en muchas ocasiones son negacionistas de las ciencias y son notablemente agresivos (pasivos) cuando se les cuestiona su cosmovisión o se apela a la lógica. En muchos casos, especialmente en grupos que se dedican a la meditación, al mindfulness y al yoga, hay un componente de negocios muy fuerte, especialmente dirigido al sector corporativo. Frecuentemente, hay una ilusión de profundidad de pensamiento, pero cuando les pongo a prueba son marcadamente superficiales. Finalmente, he tenido experiencias con personas que se dedican de lleno a esto para disipar su “yo”, pero todos sus intereses son, irónicamente, “yoístas” y egocéntricos sin mayor consideración por los demás.
La neurología de la religión

La experiencia mística es una que ha sido un campo de estudios importantes en las neurociencias y en las humanidades. En la cultura católica occidental, la visión de lo que representa la mística ha tenido la influencia de por Teresa de Ávila y Juan de la Cruz, cuyas preciosas obras son un tesoro que nos brindan una ventana para entender cómo dos conciencias utilizaron su entendimiento religioso para expresar lo que ellos mismos experimentaron. Como místicos, tuvieron un sentimiento fuerte de conocimiento directo y unión con lo divino, con Cristo mismo. Sin embargo, el misticismo se extiende mucho más allá del catolicismo y el cristianismo, virtualmente existe de diversas maneras en todas las religiones. Por supuesto, su dimensión cultural se revela en cuanto a su discrepancia en relación con la identidad del objeto trascendente en el que el místico disipa su “yo” u obtiene iluminación.
En el naturalismo religioso o espiritual, se han dado casos de experiencias místicas. Pero entendemos que esto no tiene mucho que ver con un ente trascendental, sino con nuestros procesos cerebrales y mentales. Nuestro mysterium tremendum et fascinans, nuestra fuente de lo numinoso es la Totalidad de la Realidad, tal como es revelada por las ciencias. En cierto sentido, la Realidad trasciende de nosotros, pero gracias a nuestra interacción con ella y el conocimiento científico, contemplamos su grandeza, complejidad y belleza, que en ocasiones producen una intensidad en el que sentimos cómo nuestro “yo” se disuelve en ella. Sin embargo, contrario a otros tipos de experiencia mística, el sentimiento de formar parte integral de un Todo existente corresponde precisamente a la Realidad tal como nos la revela las ciencias: somos realmente parte de un universo que nos ha concebido, del que hemos brotado como polvo estelar y al que regresaremos eventualmente. Ursula Goodenough es hoy día considerada por muchos una mística de la religiosidad naturalista (no en el sentido teísta) y expresa su pensar en su hermoso libro Las profundidades sagradas de la naturaleza, que tiene la forma de un devocionario (ver su parecer en cuanto al tema en Frankberry, 2008, 492-493). No hay que mantenernos dentro del círculo de los que nos denominamos naturalistas espirituales o religiosos. Personas que no eran religiosas, como Albert Einstein, expresaban algo muy similar a un sentimiento de lo numinoso que acompaña muchas experiencias místicas:
Es muy difícil explicar este sentimiento [religioso-cósmico] a alguien que carezca por completo de él … Los genios religiosos de todas las épocas se han distinguido por esta clase de sentimiento religioso, que no reconoce dogmas … En mi opinión, la función más importante del arte y de la ciencia consiste en despertar este sentimiento y mantenerla vivo en las personas receptivas.
Albert Einstein, citado en Ramachandran & Blakeslee, 1999, p. 221.
Los naturalistas que hemos tenido esta experiencia no nos consideramos superiores en cuanto a entendimiento o privilegiados. Cuando uno mira este asunto desde un punto de vista neurológico, no se puede evitar ser humilde ante ello. Toda la experiencia es producto del cerebro humano, un aparato funcional para la vida cotidiana, pero que es resultado de miles de millones de años de ese “relojero ciego” que es la naturaleza. Nuestro cerebro está diseñado por procesos ciegos de la selección natural, y sus mecanismos existen para la supervivencia, no para decirnos la realidad tal como es, ni cómo contactar lo trascendente de manera directa. Es un diseño sin designio, la suma efectiva de procesos teleonómicos, no teleológicos.
Uno de los neurólogos que mejor ha estudiado la experiencia mística ha sido Vilayanur S. Ramachandran, especialmente en casos de personas con epilepsia del lóbulo temporal. Esta asociación fue descubierta por el psicólogo Michael Persinger, quien logró estimular en sí mismo los lóbulos temporales, y “experimentar a Dios por primera vez”. La neuróloga Patricia Churchland le notificó a Ramachandran este hallazgo. Lo que se ha descubierto es que la estimulación de los lóbulos temporales y la epilepsia del lóbulo temporal llevan a pacientes a experimentar que son Dios, que son uno con Dios, que todo tiene significado, que “finalmente” logran entender la verdad del universo, que son uno con el universo, etc. Nuestro cerebro usualmente está calibrado para darle importancia a unas cosas y a otras no. Por ejemplo, si me encuentro con un amigo en la universidad, emocionalmente eso será más relevante para mí que las docenas de desconocidos que están caminando a mi alrededor. Sin embargo, la hiperestimulación de los lóbulos temporales tiene un efecto sobre la amígdala, que es el conducto a las áreas emocionales del sistema límbico del cerebro. En esos casos, todo se resalta ante la conciencia de la persona, y cada cosa está inmersa en significado espiritual o religioso (Ramachandran & Blakeslee, 1999, pp. 221-249). Otras personas han llegado a tener una experiencia fuera del cuerpo como resultado de una epilepsia del lóbulo temporal, específicamente debido al área en el que el lóbulo temporal se encuentra con el lóbulo parietal (Blackmore 2019; Braithwaite 2011).
Sin lugar a dudas, la experiencia mística es única, pero eso no significa que tenemos mejor intelecto o cognición debido a ellas. Sí nos da el sentimiento (muy fuerte) de conocer la verdad y tener conocimiento de lo trascendental. Aunque siempre puede caber la posibilidad de un contacto con algo intangible y trascendente, la hipótesis más razonable es que se trata de una ilusión, una manifestación de procesos neuronales.
¿Qué realmente puede aumentar nuestras facultades cognitivas?

No hay sustituto para los siguientes medios para mejorar de la cognición de la Realidad:
- Mejor razonamiento lógico
- Mejor razonamiento escéptico
- Mejor razonamiento científico
- Mejor razonamiento filosófico
Ninguna meditación, mindfulness, musicoterapia, aromaterapia puede sustituir estos elementos. Sin estos cuatro elementos, no hay mejor pensar racional en torno a los eventos del mundo. Este es un asunto de ejercicio intelectual y disciplina que es insustituible. También vale enfatizar que debería ser una coordinación de las cuatro. Puedo dar personal testimonio que conocer filosofía de las ciencias no significa que se conoce de ciencia: algunos filósofos de las ciencias terminan tomando posturas anticientíficas o desconociendo algo tan básico como la jerarquía de evidencia para cualificar científicamente los datos. Otros filósofos abrazan teorías irracionalistas y les preocupa muy poco la evidencia científica o buscan excusas baratas para excluir cualquier consulta rigurosa con la experiencia científicamente cualificada. Es más, hay filósofos (¡por montones!) que en vez de aplicar lo aprendido no solo a su realidad, sino también a las ideologías que favorecen, lo que hacen es intentar proveerles soporte filosófico. En tales casos, se traiciona el deber del filósofo y el pensador se convierte en un ideólogo; en vez de filosofar, se pone a ideologar. El ser científico no implica ser un escéptico —aunque, irónicamente, la ciencia proceda como un sistema fundamentalmente escéptico—. Como he podido constatar en numerosas ocasiones, un científico puede caer en falacias filosóficas ya respondidas en el campo de la filosofía, o en falacias lógicas fuera de su campo que no tendría en cuenta en su propia actividad científica. En ocasiones, he sido testigo de cómo científicos profesionales únicamente tomaron un tipo de ciencia favoreciendo una ideología particular, y durante sus años de estudio filtraron evidencia contraria que claramente la refuta. En tales casos, la actividad científica se vuelve otro centro ideológico carente de conocimiento genuino. El escéptico puede conocer la metodología científica, pero a veces o malentiende la filosofía o —como he visto muchas veces— ciencias (sociales) como la historia, especialmente cuando se acercan a sus sesgos personales.
Por supuesto, no he visto programa pedagógico alguno organizado que muestre cómo se podría coordinar la enseñanza de estos cuatro elementos del pensamiento crítico. Claramente, proveer información filosófica no es suficiente. Los metaanálisis, estudios longitudinales y de cohorte más recientes que estudian la enseñanza de la filosofía en los niños, especialmente aquellos en lugares de bajos recursos, muestran un efecto positivo moderado en algunas variables, y un aumento significativo en destrezas de razonamiento (Sijin, 2017). No obstante ello, un estudio financiado por la Education Endowment Foundation de Gran Bretaña, que costó cerca de £1.2 millones e involucró a 198 escuelas primarias de ese país, ha descubierto que los programas de currículo con filosofía para niños y estudiantes jóvenes no hizo que mejoraran en áreas tales como la comunicación, la lectura, las destrezas sociales o las matemáticas (EEF, 2021). Como filósofo analítico, la filosofía me parece mucho más cercana a las ciencias y las matemáticas que a la literatura; así que, para mí, este dato es alarmante.
Por el momento (hasta donde sé), programas como estos están ausentes en Puerto Rico, y sospecho que en Estados Unidos. No hay programas educativos que enseñen lógica (fuera de los programas de filosofía), ni pensamiento escéptico o de juicio crítico de evidencia científica dirigida a la población estudiantil en general.
Nota aclaratoria: Cuando me refiero a “juicio crítico de evidencia científica” no estoy hablando de las clases de ciencias. De lo que hablo es de medidas para que los estudiantes pongan en práctica su juicio crítico ante alegatos hechos por los medios o el público en general. En la era del ciberespacio, esto debe incluir el uso efectivo de los motores de búsqueda, del empleo sensato de Wikipedia (que es un recurso importantísimo) y lectura de contenido en lugares (portales, blogs y wikis) donde puedan buscar información científicamente fiable. Esto no debe limitarse a las ciencias naturales, sino también ciencias sociales como la historia y otros campos de investigación.
Tampoco ayuda que los medios den a conocer circulares de prensa provenientes de varios sectores interesados sobre supuestos descubrimientos científicos son en realidad resultados preliminares, a veces de paupérrima calidad. Recordemos que cerca del 85 % de los estudios publicados (cuyo grueso consiste precisamente en estudios preliminares) llegan a falsas conclusiones (Greenberg, 2009; Ioannidis, 2005; Ioannidis, 2016). Ciertamente, cuando los periodistas no saben leer la literatura científica y no cotejan su información con científicos de reputación, no están fomentando el pensamiento crítico del público. Por tanto, el uso del pensamiento crítico, en el contexto de una sociedad abierta y libre intercambio de ideas, debe ser la norma para despejar del panorama el esmog informático que tanto confunde al público.
En cuanto al pensamiento escéptico, existe una variedad de recursos en el mundo angloparlante, pero no tanto en el mundo hispano. Para beneficio de ustedes, voy a recomendar dos muy buenos libros que fomentan el genuino pensamiento escéptico.
1. The Skeptics’ Guide to the Universe. How to Know What’s Really Real in a World Increasingly Full of Fake

Toda persona que aspire a pensar científicamente y distinguir lo probablemente verdadero de lo falso debe contar con esta referencia. Personalmente, considero este libro una “navaja suiza” del pensamiento escéptico. Para todos los efectos, tiene todas las herramientas básicas para un sano proceder razonable y racional. El libro incluye elementos de la lógica (e.g. la identificación de falacias), del juicio crítico de la evidencia científica (e.g. la jerarquía de evidencia científica), casos específicos que se discuten a nivel popular, discusión de trucos publicitarios, sesgos cognitivos, errores de percepción, efecto placebo y nocebo, prejuicios, minería de datos, entre muchos otros. Nunca dejo de recomendar el libro.
2. Contra la simpleza. Ciencia y pseudociencia

Daniel R. Altschuler es un distinguido físico reconocido a nivel mundial, catedrático del Departamento de Física en la Universidad de Puerto Rico y que fomenta el pensamiento escéptico. Su libro Contra la simpleza es una joya, porque descubre los problemas que tenemos los seres humanos para absorber material científico y, simultáneamente, distinguirlo de alegatos pseudocientíficos. En el libro expone todo lo básico que forma la base de las pseudociencias destacando su rasgo más importante, las explicaciones simplistas. El antídoto contra las pseudociencias es el pensamiento crítico, el cual define en el texto e ilustra su aplicación a varios casos. Altschuler presenta toda la información básica para entender cómo es que funciona nuestra mente y cómo las pseudociencias explotan esos sesgos mentales para su beneficio. Simultáneamente, muestra cómo las ciencias han desarrollado mecanismos para subsanar estos sesgos y fallas de razonamiento para obtener un conocimiento del mundo más aproximado a la realidad.
3. Otros recursos
Otras fuentes excelentes para fomentar el escepticismo es el podcast Skeptoid, el podcast The Skeptics’ Guide to the Universe, el portal Science-Based Medicine, el blog NeuroLogica, el portal Respectful Insolence, el canal de César Buenrostro en YouTube Evidencia X, el canal de YouTube DragonArt 666, el canal de YouTube de Mauricio Schwarz, el canal de YouTube de Gabriel Andrade, el canal de YouTube de Preguntas Incómodas, el canal de YouTube Escépticos en el Pub y la serie “Escépticos” de EiTB. En relación con la historia, recomiendo el portal y el canal de YouTube de History for Atheists mantenido por Tim O’Neill; él no solo se dedica a desmitificar la mala historiografía que tienen los ateos militantes en general, sino también que suelen ser populares. Cada uno de estos canales y podcasts es una joya, así que les invito a cooperar de la manera que puedan con sus mantenedores y creadores de contenido. Finalmente, les recomiendo suscribirse a las revistas Skeptic y Skeptical Inquirer.
Conclusión: ¿Por qué medito?

¿Por qué medito? Porque cerrar los ojos, centrar mi pensamiento en nada o profundizar en alguna idea sencilla, con música y aroma de incienso … me hace sentir bien. ¿Puede haber alguna otra razón? No tiene nada que ver con “energías extrañas” que medio mundo postula que existen, pero de los que nunca constato su existencia. No tiene nada que ver con mejorar el contenido de mis pensamientos o encontrar una verdad última que provenga de los cielos. Tampoco lo hago para sentirme especial, superior a aquellos que no practiquen lo mismo que yo, o para sentirme que soy “mejor persona”. De hecho, no soy el único no creyente que practica el mindfulness sui generis. Una querida amiga me dijo que practicaba el yoga precisamente por eso mismo, porque le relaja y le hace sentirse mejor. Cara Santa María, un miembro del equipo del podcast The Skeptics’ Guide to the Universe y mantenedora del podcast Talk Nerdy, practica lo que ella llama el “yoga ateo”: no asume las enseñanzas religiosas que acompañan el yoga, pero sí lo practica porque le hace sentir mucho mejor física y mentalmente.
Sencillamente, la meditación me hace sentir unido al cosmos, unido a los seres vivos, a los demás seres humanos, en un estado de suma intimidad con la suma Realidad, el único Dios al que le rindo culto. A veces, la meditación es ideal cuando hay silencio y quiero reflexionar sobre aspectos de las ciencias, del humanismo, de los principios unitarios universalistas, o sobre algún pensamiento filosófico.
Aun con todo, no me hago ilusiones. La meditación no sustituye el deber de practicar el recto pensar o informarme debidamente en cuanto a los hechos del mundo. Una de mis máximas que sostengo como naturalista religioso como un acto de devoción es la dedicación a la Realidad. En todos nosotros se desatan luchas internas, para algunos cristianos es la lucha contra la tentación que nos orienta hacia el pecado, los musulmanes le denominan yihad en el contexto de tensión interna, los budistas intentan evitar la ignorancia, el deseo indebido y el odio. Desde la espiritualidad naturalista, es una lucha interna con nuestros sesgos cognitivos, prejuicios y elementos irracionales que no nos permiten pensar rectamente, entender adecuadamente y relacionarnos correctamente con el mundo. Somos animales con capacidad racional, pero de conducta irracional. Por lo tanto, ser guiados por la recta filosofía, el escepticismo y las ciencias es un reto cotidiano.
Como diría el fenecido psiquiatra Scott Peck, la recta espiritualidad y pensamiento requiere disciplina, no solo porque la vida es difícil, sino porque la dedicación a la Realidad requiere esfuerzo. No tenemos un mapa de la realidad en nuestra mente, mientras que el mundo constantemente cambia. Eso significa que la dedicación a la Realidad (con o sin meditación) nos invita a constantemente retar nuestras preconcepciones y prejuicios, cambiar nuestro parecer en la medida que tenemos a nuestra disposición nueva evidencia científicamente cualificada, y estar dispuestos a transformar nuestro mapa del mundo ante los cambios de este. Amén. Si la meditación mejora mis ánimos para ese fin, que así sea.
Por lo pronto, les dejo un vídeo en el que un científico que se ve a sí mismo como racionalista, pero que expresa exactamente lo que los naturalistas religiosos sentimos cuando tenemos un momento de experiencia de lo numinoso (perdonen que sea en inglés).
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Muchas gracias.
Referencias
Altschuler, D. R. (2018). Contra la simpleza. Ciencia y pseudociencia. Anthony Bosch.
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