¿Es el Papa el sucesor de Pedro? – 7: El episcopado de Roma ausente — ca. 58-117 e.c. (Actualizado)

San Pedro como Papa
San Pedro como Papa, del pintor portugués Grão Vasco.

Partes de la serie: 12345, 6

Como hemos visto, es muy dudoso que Pedro, Pablo o cualquier otro haya ordenado algún tipo de supervisor (epíscopo u obispo) en Roma, al menos en calidad de “sucesor” de su apostolado. Esto se debe a que durante el periodo apostólico, hubo una expectativa apocalíptica de una pronta venida de Jesucristo. Esto conllevaría un cambio del orden cósmico y político en el que se establecería el Reino de Dios de una vez y por todas. Por tanto, es improbable que se les haya pasado por la cabeza la idea de una “sucesión apostólica” petrina. No solo eso, si hubo tal sucesión, ocurrió probablemente en Jerusalén, donde tenemos indicios de que Simeón, un pariente de Jesús, se hizo cargo de la congregación madre una vez que Jacob fue ejecutado. En las cartas auténticas de Pablo, nuestra fuente más temprana del cristianismo, no hay referencia a un episcopado ni en el lado de las congregaciones paulinas ni en el caso de las congregaciones judeocristianas o la jerusalemita. Todo nos indica que esta centralización del poder de las asociaciones de Jesús se dio décadas después tras el fracaso del modelo eclesiológico carismático, la destrucción de Jerusalén, las adversidades de las distintas comunidades y el problema agudo del “retraso” de la llegada de Jesucristo. Todo esto indica que los supervisores y presbíteros emergieron como solución a estos problemas durante las últimas décadas del siglo I o comienzos del siglo II.

Lo anterior choca de frente con el testimonio de varios padres de la Iglesia quienes hablan muy abiertamente de la existencia de supervisores (epíscopos) romanos para finales de la era apostólica. De hecho, se alega que al menos uno de ellos escribió una extensa carta dirigida a la comunidad de Corinto, que había depuesto entonces a su liderato.

¿Qué tiene que decir la historia sobre estos alegatos?

Nuestras fuentes primarias

Tenemos toda una variedad de fuentes primarias en relación tema que y su tentativa fecha de composición. Algunas ya las hemos utilizado, pero las demás las emplearemos en este artículo y los demás de la serie:

  • Carta de Pablo a los Gálatas (ca. 54 e.c.)
  • Primera carta de Pablo a los Corintios (ca. 56-57 e.c.)
  • Carta de Pablo a los Romanos (ca. 59 e.c.)
  • Evangelio de Marcos (ca. 72-73 e.c.)
  • Evangelio de Mateo (ca. 80-85 e.c.)
  • 1 Clemente (96-98 e.c.)
  • Evangelio de Lucas (ca. 96-110 e.c.)
  • Evangelio de Juan (ca. 100-110 e.c.)
  • 1 Timoteo (comienzos del siglo II e.c., ¿120-125 e.c.?)*
  • 2 Timoteo (comienzos del siglo II e.c., ¿120-125 e.c.?)*
  • Tito (comienzos del siglo II e.c. ¿120-125 e.c.?)*
  • 1 Pedro (ca. 111-113 e.c.)
  • Hechos de Apóstoles (ca. 110-115 e.c.)
  • Carta de Ignacio a los Romanos (ca. 110-117 e.c.)
  • Papías de Hierápolis (ca. 140 e.c.)
  • El Pastor de Hermas (ca. ¿90 o 150 e.c.?)
  • Fragmento muratoriano (ca. 170 e.c.; ¿o siglo IV?)
  • Contra las herejías de Ireneo de Lyon (ca. 175-190 e.c.)
  • Hipólito (siglos II-III e.c.)
  • Julio Africano (siglos II-III e.c.)
  • Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea (ca. 313-324 e.c.)
  • Catálogo liberiano de 354 (siglo IV)
  • Liber Pontificalis (siglo IX)

*Fechas sugeridas por José Montserrat Torrents en Piñero 2021, “Cartas Comunitarias”.

Con estas fuentes con las que cualificaremos el alegato de una sucesión apostólica petrina exploraremos dos cosas:

  • Si la cristiandad en general les consideraba autoridad suprema (la llamada “primacía” apostólica).
  • Si puede hablarse de una supervisión institucional (episcopado) a partir de Pedro.

Veamos.

Evidencia a partir de las cartas paulinas, los evangelios y Hechos de Apóstoles

Los cuatro evangelistas
Los cuatro evangelistas de Rubens (ca. 1614).

Esta subsección solo resume los hallazgos que tenemos hasta ahora en la serie. En caso de no interesarle su lectura, puede saltar a la próxima sección.

De los textos paulinos, los evangelios y Hechos de Apóstoles, no parece que tengamos esperanza en fundamentar alguna convicción de que se sigue a Pedro como autoridad suprema de la cristiandad. Es más, la evidencia apunta en dirección opuesta.

En relación con las cartas paulinas, es evidente que Pablo consideraba a Pedro como líder apostólico en los comienzos del movimiento de Jesús en Jerusalén. Explícitamente, nos dice que un tiempo después de haber vuelto a Damasco, decidió subir a Jerusalén a ver a Pedro (Gálatas 1:18-19). Posteriormente, parece indicarnos que ese liderato cedió a un triunvirato cuya cabeza era Jacob, el hermano de Jesús, y quien terminó siendo autoridad exclusiva. Pedro pasó a un segundo plano cuando se lanzó a lo que parece ser una misión autónoma (Gálatas 2:1-14). Aunque hay una fuerte tradición de que Pedro fue a Roma y misionó allá, sorprendentemente no hay palabra alguna sobre él en la Carta a los Romanos, ni tan siquiera en el saludo del capítulo 16. Esto puede tener varias explicaciones:

  • La Carta a los Romanos se dirigía a los gentiles conversos, que era el público que potencialmente atendía Pablo. Según el acuerdo de Jerusalén (ca. 48-49 e.c.), a Pedro le tocaba predicar en las sinagogas. No obstante lo anterior, debemos percatarnos de que el saludo inicial de la carta contiene una transliteración con contenido semítico, algo que puede indicar un vínculo con los judeocristianos palestinenses (Romanos 1:3-4). Por vía de Suetonio y Hechos de Apóstoles, sabemos que hubo una expulsión de judíos de Roma. Según el primero, esta expulsión se dio a instigación de un tal “Cresto” (nombre que nos sugiere “Cristo”). Hechos asocia a una pareja de colaboradores de Pablo, Prisca y Áquila, como conversos cristianos. Aunque ambos datos hay que tomarlos con mucho cuidado, esto puede sugerir (de manera lejos de ser decisiva) que en Roma hubo una comunidad judeocristiana desde la mitad de la década del 40 e.c. (Suetonio Vida V:4; Hechos 18:2; Romanos 16:3-4). Aun así, choca que no se refiriera a él de manera alguna, de la misma manera que lo hizo en 1 Corintios.
  • Pedro y Pablo tuvieron un encontronazo en Antioquía. El segundo perdió la confrontación, conduciéndole a iniciar una misión autónoma, cuyos detalles han sobrevivido en sus cartas. En Gálatas, Pablo le acusó de ser un hipócrita (Gálatas 2:13). Es posible que estuviera consciente de que su relación con él no hubiera mejorado aun ante sus intentos de proyectar una actitud más conciliadora (1 Corintios 1:10-17; Romanos 15:1-13).
  • Pedro todavía no había llegado a Roma o iniciado a su labor misionera. Puede ser que llegara al lugar algún tiempo después de la redacción de la carta paulina.

En cualquiera de los casos, no vemos un vínculo entre Pedro y Roma. Tampoco observamos indicio alguno de que la congregación de allá tuviera liderato absoluto sobre la cristiandad. En ese aspecto, todos los caminos parecen conducir a Jerusalén como cabeza del movimiento.

Los evangelios tampoco nos alientan en este aspecto. Usualmente, se quiere atribuir la autoría del Evangelio de Marcos a un Juan Marcos que aparece en Hechos. La convicción en torno a este asunto proviene de Papías de Hierápolis cuando dice:

No vacilaré en ponerte ordenadamente con interpretaciones todo cuanto un día aprendí muy bien de los ancianos [presbíteros] y que bien recuerdo, segurísimo como estoy de su verdad. Porque yo no me complacía como hace la gente en los que muchos hablan, sino en los que enseñan la verdad: ni tampoco en los que recuerdan mandamientos ajenos, sino en los que traen a la memoria los que se han dado a la fe de parte del Señor y nacen de la verdad misma.

Y si acaso llegaba alguno que había seguido también a los ancianos, yo procuraba discernir las palabras de los ancianos: qué dijo Andrés, o Pedro, o Felipe, o Tomás, o Jacob, o Juan, o Mateo, o cualquier otro de los discípulos del Señor y qué dicen Aristión y el anciano Juan, discípulos del Señor, porque yo pensaba que no me aprovecharía tanto lo que sacara de los libros como lo que proviene de una voz viva y durable.

Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica (HE) III, 39:3-4

Eusebio añade:

En su propia obra transmite Papías todavía otras interpretaciones de las palabras del Señor recibidas de Aristión, mencionado arriba, así como también otras tradiciones de Juan el Anciano. A ellas remitimos a cuantos quieran instruirse. Ahora nos vemos obligados a añadir a sus palabras anteriormente citadas una tradición acerca de Marcos, el que escribió el Evangelio, que viene expuesta en los términos siguientes:

“Y el Anciano decía esto: intérprete fue de Pedro, puso cuidadosamente por escrito, aunque no con orden, cuanto recordaba de lo que el Señor había dicho y hecho. Porque él no había oído al Señor ni lo había seguido, sino, como dije, a Pedro más tarde, el cual impartía sus enseñanzas según las necesidades y no como quien se hace una composición de las sentencias del Señor, pero de suerte que Marcos en nada se equivocó al escribir algunas cosas tal como las recordaba. y es que puso toda su preocupación en una sola cosa: no descuidar nada de cuanto había oído ni engañar en ello lo más mínimo”.

Eusebio, HE III 39:14-15

Hoy día, el testimonio de Papías es puesto en duda por virtualmente todos los críticos serios del Nuevo Testamento. Hay varias razones para ello. En primer lugar, el Evangelio de Marcos fue publicado anónimamente. Asimismo, como vimos extensamente en un artículo previo, “Marcos” es notoriamente paulino (no petrino) y presenta a Pedro desfavorablemente. Para todos los efectos, “Marcos” no consideró a Pedro una autoridad ni tampoco a los apóstoles o la familia de Jesús. El contenido es exactamente lo opuesto de lo que uno esperaría si fuera correcto que Pedro o sus sucesores fueran líderes del cristianismo completo. Véase también que no hay asociación alguna entre Pedro y la autoridad de supervisor romano alguno en este texto.

El Evangelio de Mateo es usualmente atribuido al apóstol Leví o Mateo, una vez más con base en Papías. No debería sorprendernos de que si la información sobre Marcos es dudosa, también lo sea aquí. Eusebio nos cita a Papías:

Mateo ordenó las sentencias en lengua hebrea, pero cada uno las traducía como mejor podía.

Eusebio, HE III, 39:16

Una vez más, la crítica está unificada en contra de este testimonio de Papías. La razón de ello es que quien sea el autor del Evangelio de Mateo, utilizó al de Marcos como una de sus fuentes. Dado que dicho evangelio fue escrito originalmente en griego, es muy improbable que el escrito mateano original fuera el hebreo. A esto se añade que muchos de los relatos (e.g. la concepción virginal de Jesús o la entrada de Jesús en Jerusalén) se vinculan en citas de la versión griega de la Biblia Hebrea, la Septuaginta.

Contrario a Marcos, el Evangelio de Mateo sí parece indicar un liderato por parte de Pedro, cuando Jesús “le entregó las llaves del Reino”, que todo lo que “atara o desatara” en la tierra, lo mismo ocurriría en el cielo. Sin embargo, esta potestad de “atar y desatar” se comparte por los demás apóstoles (Mateo 18:18). Tampoco es obvio que esta “entrega de las llaves” se vincule a una supervisión en Roma. Esto se debe a que muchos críticos vinculan a “Mateo” con comunidades jesuanas en Antioquía, ciudad que nos consta fue visitada por Pedro (Gálatas 2:11-14).

El autor de Lucas-Hechos reconoce la autoridad petrina inicial, pero refleja la misma realidad expresada por Pablo en Gálatas: Pedro comenzó siendo líder indiscutible del grupo de jesuanos en Jerusalén, pero una vez terminó en prisión, fue Jacob quien tomó las riendas del grupo (Hechos 12:17; 15:13-27). Más al punto, una vez ocurre la asamblea de Jerusalén (Hechos 15), Pedro no vuelve a aparecer más en el texto. Lo más sorprendente para nuestro tema es que si Pedro fue a Roma, “Lucas” no nos dice nada al respecto. Para él, Pablo es el que estaba asociado a Roma, no Pedro. Para todos los efectos, Pablo es el que termina teniendo la autoridad doctrinal como representante literario de la nueva sede de la cristiandad gentil. Esto llama la atención especialmente tras la emergencia reciente de lo que potencialmente podría ser un nuevo consenso: que Hechos fue escrito en el siglo II e.c. Debido a que parece haber una dependencia literaria en el texto de Antigüedades judías de Flavio Josefo (ca. 95 e.c.), Hechos no parece haberse escrito previo al año 100 e.c. Algunos lo colocan como escrito dentro del periodo del 110 al 130 e.c. (Mason 1992, 185-225; Pervo 2006, 149-199; Piñero 2021, Hechos de Apóstoles, intro.).

El Evangelio de Juan reconoce, sin duda, cierta autoridad petrina. Por ejemplo, los redactores de este evangelio le hacen portavoz del sentir de los demás discípulos. Al final, Pedro se rehabilita de sus tres negaciones del Maestro y este le dice que “apacentara los corderos”. Sin embargo, durante el evangelio, no es Pedro, sino el discípulo amado quien es mucho más cercano a Jesús tanto en persona como pensamiento. Por tanto, la autoridad petrina queda una vez más erosionada ante la de otra persona cuyo nombre desconocemos. Asimismo, tampoco establece claramente autoridad alguna doctrinal o eclesiástica en Roma.

Si fuera solamente por las cartas auténticas de Pablo, los evangelios y Hechos de Apóstoles, sencillamente no tendríamos base alguna para alegar que hubo una línea de sucesión apostólica vía los supervisores u obispos de Roma.

Las “cartas pastorales”, Hechos de Apóstoles e Ignacio de Antioquía

Ignacio de Antioquía
Vitral que representa a Ignacio de Antioquía. Foto cortesía de Padre Lawrence Lew, O. P. Disponible bajo la licencia CC-BY-NC-ND 4.0.

Aunque no incluí ciertas cartas pseudopaulinas como fuentes primarias, llama la atención que ninguna de ellas proclama la obediencia al supervisor romano. Hay otras que parecen haberse escrito a finales del siglo I y comienzos del II conocidas como las “cartas pastorales” (1 y 2 Timoteo, Tito) que, a nombre de Pablo, se concentraban precisamente en el tema de las estructuras de autoridad eclesiásticas: supervisores (epíscopos), ancianos (presbíteros) y asistentes (diáconos). Sin embargo, estas cartas parecen tratar a las asociaciones o congregaciones como entidades autónomas. Esto no es sorprendente, ya que en el mundo grecorromano, los clubes o asociaciones en general lo eran, especialmente si estaban gobernadas por un supervisor (epíscopo). El colegio de ancianos era usual en las asociaciones judías de la diáspora y actuaban como un cuerpo cuasi legislativo y, en ocasiones, judicial. Las congregaciones cristianas del siglo I y II ya habían tomado forma a partir del uso y costumbre de las asociaciones gentiles y judías que existían en la época (más detalles en Kloppenborg 2019; ver también Acerbi y Teja 2020; Gnoli 2020; Piñero 2021, 1 y 2 Timoteo, y Tito, introducción; Vearncombe, Scott y Taussig 2021, cap. 2). Sin embargo, las pastorales parecen indicar que estas asociaciones cristianas autónomas se unían con algún tipo de base doctrinal que tenían en común la convicción de que la autoridad de sus supervisores o ancianos provenía de los apóstoles. Por esta razón, los supervisores, ancianos y asistentes debían ser de moral intachable para impedir malestares, conflictos o desafíos internos de las organizaciones.

De las pastorales, nos enteramos también de que existen actos de ordenación mediante la imposición de las manos. Aunque no tenemos constancia ni en las cartas paulinas ni en Hechos de que Timoteo o Tito fueran ordenados por ancianos o apóstoles, las pastorales sí quieren dar esa impresión. En un pasaje parece indicar que Timoteo obtuvo su autoridad tras ser impuestas las manos a él por un grupo de ancianos. Sin embargo, en otro pasaje, parece que fue de Pablo quien llevó a cabo esa acción.

No tengas en menos el don de que estás revestido, que te fue otorgado por imposición de manos del colegio de ancianos a impulso de una voz profética.

1 Timoteo 4:14

Por esta razón te emplazo a reavivar el don de Dios que posees por la imposición de mis manos.

2 Timoteo 1:6

Según las pastorales, el mismo Timoteo podía imponerle las manos a otros:

No te apresures a imponer las manos a nadie, ni te hagas cómplice de pecados ajenos: guárdate limpio.

1 Timoteo 5:22

En el caso de la Carta a Tito, se insinúa que él podía establecer congregaciones con colegios de ancianos, como si él pudiera ordenar mediante imposición de manos:

Te dejé en Creta con el propósito de que acabaras de poner en orden lo que faltaba y para que establecieras en cada ciudad ancianos, según te ordené.

Tito 1:5

Esta práctica de imposición de manos aparece en Hechos también (Hechos 6:6; 13:1-3). Sin embargo, muchos expertos lo ven como un elemento anacrónico, dado que en las cartas auténticas paulinas y en los evangelios no se hace alusión alguna a imposición de manos como medida para la adopción de algún cargo en una asociación o comunidad (Pervo 2006, 214-218; Piñero 2021, 1 y 2 Timoteo, y Tito, intro.)

Esta es aproximadamente la misma época en la que Ignacio de Antioquía, supervisor de la congregación esa ciudad de Siria, escribía extensísimas cartas abogando por la obediencia de las asociaciones cristianas a sus respectivos supervisores y ancianos. He aquí una pequeña muestra de ello:

Y cuanto más callado ve uno al supervisor, mucho más lo ha de respetar. Porque todo el que envía el dueño de la casa para su administración, es preciso que se le respete como al que le envía. Está claro, pues, que es necesario mirar al supervisor como al Señor.

Carta a los Efesios 6:1

Os conviene también a vosotros no abusar de la corta edad del supervisor, sino conforme al poder de Dios Padre tributarle toda veneración, como he sabido que los santos ancianos no han burlado su apariencia juvenil, sino como prudentes en Dios, le muestran deferencia, no a él, sino al supervisor de todos, el Padre de Jesucristo.

Carta a los Magnesios 3:1

… que todos reverencien a los asistentes como a Jesucristo, como también al supervisor que es figura del Padre, a los ancianos como senado de Dios y como asamblea de los apóstoles; sin estos no se puede llamar congregación (ekklesía).

Carta a los Trallanos 3:1

De hecho, es en la Carta a los Esmirneanos donde vemos por primera vez la referencia a la “congregación universal” (usualmente se traduce en varios textos como “iglesia católica”):

Seguid todos al supervisor, como Jesucristo al Padre, y al colegio de ancianos como a los apóstoles; reverenciad a los asistentes como al mandato de Dios. Nadie haga nada de lo relacionado a la congregación sin el supervisor. Téngase por válida aquella eucaristía celebrada por el supervisor o la que él mismo autorice. Donde aparezca el supervisor, allí está la comunidad; como donde está Jesucristo, allí está la Congregación Universal. No es lícito sin el supervisor bautizar ni hacer el ágape; mas lo que aquel aprobare, eso es también agradable a Dios, a fin de que se haga todo lo seguro y legítimo.

Carta a los Esmirneanos 8:1

Lo mismo puede decirse virtualmente de las demás cartas de Ignacio, como la de los Filadelfios y a Policarpo: énfasis en la obediencia al supervisor, a los ancianos y a los asistentes. Sin embargo, con todo, hay una muy notable excepción a esta regla … la Carta de Ignacio a los Romanos. Irónicamente, la mención de cualquier supervisor (obispo) de Roma es llamativo por su ausencia. El silencio es muy elocuente para aquel que presta atención a estos vacíos de información inesperados. Ignacio saluda a todos los supervisores de las congregaciones a las que se dirige menos la de Roma. Sí menciona en un momento dado a Pedro y Pablo como aquellos que les ordenaba a los cristianos romanos por su estatus de apóstoles. Sin embargo, no habla de obedecer a alguien que les haya sucedido en autoridad apostólica. Es más, no dice palabra alguna sobre ancianos o asistentes. Y es más, tampoco afirma la primacía de Roma sobre las demás congregaciones cristianas, sino que solo “preside en la región de los romanos, no más allá de eso (Ehrman 2003, 22; Grant 1966, 85).

1 Pedro y la Carta de Clemente a los Corintios (1 Clemente)

Visión clementina de la Trinidad
La visión de Clemente de la Santísima Trinidad (ca. 1740). Pintura en óleo por Giovanni Battista Tiepolo.

Otras epístolas pertinentes para nuestro tema son 1 Pedro y Clemente. Hemos discutido 1 Pedro y hemos visto que contiene un dato (no seguro) de que el Apóstol haya estado algún momento en Roma. Sin embargo, hay otra dimensión de esa carta que todavía no hemos explorado. La epístola se dirige a la región de Bitinia-Ponto (la provincia romana), llamando a los cristianos gentiles persistir en medio de sus adversidades. Esto nos recuerda a la breve persecución que sufrieron algunos cristianos bajo el gobierno de Plinio el Joven y el imperio de Trajano (111-113 e.c.) En un momento dado, afirma:

Ahora me dirijo a los ancianos [presbíteros] de vuestra comunidad, siendo yo también anciano, testigo de los sufrimientos de Cristo y participe por ende de la gloria que se apreste a ser revelada. Apacentad la grey de Dios que os ha sido encomendada, ejerciendo vuestra administración sin apremios, buscando el consentimiento al modo de Dios; sin ánimo de lucros indebidos, sino de buen corazón; sin pretender haceros amos, antes bien apuntando a la figura del pastor. Entonces, cuando se revelará al príncipe de los pastores recibiréis la inmarcesible corona de la gloria.

Al igual vosotros, los jóvenes, someteos a los ancianos.

1 Pedro 5:1-5

Es curioso que el farsario haga que Pedro se autodescriba como anciano (presbítero), cuando la evidencia disponible no atestigua la existencia de ancianos para la década del 40 o el 50 o que los apóstoles mismos hayan establecido ese puesto para sí mismos. El testimonio dado por Hechos 15, de la presencia de ancianos en Jerusalén puede tratarse de un anacronismo. Es muy probable que el autor conozca la presencia de un colegio de ancianos en Roma, ya que pretende escribir desde la capital del Imperio.

Ahora, no se puede perder de perspectiva algo que es bien importante, especialmente en la época en la que 1 Pedro fue escrito: el presbiterado se reviste de autoridad apostólica. Al autodenominarse “anciano” o “presbítero”, el autor que pretende ser Pedro está indicando que el colegiado de ancianos tiene autoridad apostólica. Este factor y varios de los consejos dados en esta carta recuerdan muy fuertemente a 1 y 2 Timoteo. Se trata, pues, de una carta pospaulina donde intentaba legitimar las estructuras adoptadas por varias de las congregaciones en la gentilidad como si fueran de origen apostólico, aunque este factor histórico sea dudoso (Achtemeier 1996, 323).

La segunda carta que queremos discutir en esta sección es la de Clemente a los Corintios, mejor conocida como 1 Clemente. Comienza de la siguiente manera:

La congregación de Dios peregrina en Roma a la congregación de Dios peregrina en Corinto, a los llamados y santificados en la voluntad de Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo…

1 Clemente

Lo interesante de este saludo es que la carta no dice haber sido escrita por ningún Clemente. A esto se añade que tradicionalmente se cree que este Clemente se trata de un supervisor o epíscopo romano. Pero esto sería extraño a la luz del contenido de la epístola. Si fuera ese el caso, esperaríamos que el líder en cuestión afirmara de alguna manera su autoridad de su puesto en la congregación romana. Nunca lo hace (Ehrman 2003, 18, 21-23). Resaltamos también que, aunque la atribución a un Clemente es generalmente compartida entre los creyentes, no sabemos a ciencia cierta a cuál “Clemente” se refiere:

  • La primera mención a algún “Clemente” en Roma se hace en un escrito conocido como el Pastor de Hermas. Sin embargo, no se habla de él como un supervisor, sino como alguien que debía distribuir dos copias del libro. Esto hace que Clemente parezca más un secretario que un líder comunitario (Pastor 8:2; Ehrman 2003, 22).
  • El padre eclesiástico del siglo III, Orígenes, veía a Clemente como el acompañante de Pablo mencionado en Filipenses 4:3 (Eusebio 2008, 125 / HE III, 4:9; Orígenes, Comentario al Evangelio de Juan 6:36).
  • Ireneo decía que Clemente era el tercero de una sucesión de supervisores después de Lino y Anacleto. Alega que era conocido de Pedro y Pablo (Ireneo 1999, III:19 / Contra herejías III, 3:3). Esta afirmación no es de fiar. Aunque elaboraremos al respecto en futuros artículos, a manera de ejemplo, podemos ilustrar el grado de fiabilidad de Ireneo. Antes de mencionar a Clemente, afirmaba que un tal “Lino” fue escogido como primer supervisor romano y que era el mismo mencionado por Pablo en 2 Timoteo 4:21. El problema es que, como todos sabemos, 2 Timoteo no fue escrita por Pablo y la carta no nos lo presenta como un líder de clase alguna. Para todos los efectos, es un perfecto desconocido que el autor supone atendió los últimos años de Pablo (Piñero 2021, 2 Timoteo 4:20-21). Podría objetarse que este y otros nombres provistos en el verso probablemente se remitan a personajes reales que ayudaron a Pablo cuando iba a morir en Roma. Por ende, “Lino” puede corresponder a alguien real que posteriormente se volvió supervisor romano. Si el nombre “Lino” fuera muy raro, entonces sería plausible vincular a esta persona con el presunto supervisor de Roma. Sin embargo, como revelan estudios de nombres de la época, el de “Lino” no era nada extraño. El hecho de que esta persona aparezca acompañada de otros nombres que desconocemos no abona a nuestra confianza histórica (Dibelius y Conzelmann 1972, 125).

A la luz de esto, parece ser que la atribución de esta carta a Clemente sea tardía, basada en una convicción de que en Roma hubo un episcopado y que la redacción coincidía con el régimen del emperador Domiciano. Puede ser que el Pastor de Hermas haya contribuido a la confusión, siendo la primera referencia a algún Clemente en Roma.

Lo que refuerza la ausencia de un episcopado romano en esta carta es algo que han notado todos los especialistas: los términos “supervisor” y “ancianos” son intercambiables en el escrito. Hemos visto el texto que citaremos, pero lo haremos otra vez para refrescar la memoria en esta discusión:

También nuestros apóstoles conocían por nuestro Señor Jesucristo que habría disputa sobre el nombre del supervisado [episcopado]. Pero por esa causa, teniendo perfecto conocimiento del futuro, establecieron a los mencionados y para lo sucesivo dieron la norma que, cuando reposaran, otros probados varones ejercieran el ministerio [litúrgico] de ellos. Mas, a los establecidos por ellos o después por otros eximios varones con el beneplácito de toda la congregación, que sirvieron irreprochablemente el rebaño de Cristo con humildad, pacífica y dignamente, atestiguados durante mucho tiempo por todos, no creemos que se les pueda apartar del ministerio (litúrgico). Porque no sería pequeño nuestro pecado, si apartamos del supervisado a los que irreprochable y santamente han ofrecido los dones. Bienaventurados los ancianos [presbíteros] que nos han precedido en el camino, los cuales tuvieron un fructuoso y perfecto final; porque no temieron que nadie los expulsase del puesto a ellos asignado.

1 Clemente 44:1-5

Este pasaje no parece distinguir entre un supervisor y un anciano. Esto significa que puede ser que tanto Roma como Corinto desconocen la estructura supervisor-anciano-asistente, en el que el supervisor es la cabeza y el anciano, miembro de un cuerpo de liderato (Ehrman 2003, 22). Es más, el mismo pasaje parece indicar que el autor declara bienaventurados a aquellos ancianos que han precedido al liderato actual de Roma. El autor mismo implica que él también es un anciano o escribe a nombre de ellos.

Todo esto es revelador porque tanto 1 Pedro como 1 Clemente nos indican que lo que rigió Roma del periodo del 95 al 113 e.c. era un colegio de ancianos. La ausencia de la mención de un supervisor romano se refuerza con la carta de Ignacio a los Romanos (ca. 110-117 e.c.). Sencillamente, no parece haber existido el cargo de supervisor u obispo en Roma durante este periodo. Esto también sugiere que muy probablemente no hubo episcopado antes de ello. Si esto es correcto, desde la carta a los Romanos de Pablo (ca. 58-59 e.c.), donde no saludó a supervisor alguno, hasta el 117 e.c., no hubo supervisor u obispo romano.

Nótese de nuevo de que el puesto de anciano o de supervisor se reviste de una autoridad apostólica. Aun cuando no hay evidencia de ello, existe un intento de legitimar estos puestos eclesiales del colegiado de ancianos con base en los apóstoles.

Además de lo mencionado, llama la atención que el autor no les ordena a los corintios restaurar su liderato depuesto. Toda la carta asume una retórica de persuasión fraternal más que una orden formal. Esto indica, una vez más, lo que discutimos en cuanto al saludo epistolar: las congregaciones de Roma y Corintos fueron mutuamente autónomas. No existía el tipo de estructura de autoridad episcopal que existe hoy en la Iglesia Católica con Roma como autoridad suprema.

Con todo, hay que señalar algo muy importante. Dionisio de Corinto, un supervisor corintio que lideró para el 170 e.c., enaltece esta carta que él le atribuyó a Clemente. Nos dice Eusebio de Cesarea:

En esta misma carta [de Dionisio a los romanos] menciona también la de Clemente A los Corintios, mostrando que se venía haciendo lectura de la misma congregación desde tiempo atrás por costumbre antigua; dice así:

“Hoy, pues, hemos celebrado el día santo del Señor y hemos leído vuestra carta. Continuaremos leyéndola de vez en cuando para amonestación nuestra, lo mismo que la primera que nos fue escrita por medio de Clemente”.

Eusebio, HE IV, 23:11

La intervención de la congregación romana tenía un peso sustancial en relación con otras congregaciones del Mediterráneo (en este caso, de Corinto). Esto no es de extrañar. Los cristianos romanos tenían dos ventajas. La primera era la de ser el lugar donde tradicionalmente se decía que murieron Pedro y Pablo. La segunda era la más importante: estaba localizada justo en la capital del Imperio. Este último punto se suele subestimar, pero no podemos olvidarnos que esto es un asunto de estatus social (Gnoli 2020). No es lo mismo escribir desde Sagunto, Hispania, que escribir desde Roma. Para la época de 1 Clemente, ya las asociaciones paulinas habían desechado la igualdad absoluta entre los miembros carismáticos por las que abogaba Pablo para sustituirlo por un sistema episcopal monárquico dentro de las congregaciones.

Como revelan 1 Clemente y la Carta de Ignacio a los Romanos, Roma parecía haber sido clave en la asistencia tanto moral como económica de las muchas otras asociaciones cristianas. Por eso mismo, se colocaba en un lugar privilegiado. El hecho de que Dionisio ensalzara 1 Clemente puede ser un indicio de que la exhortación a la paz que le hizo la congregación romana tuvo el efecto previsto. Más adelante, los supervisores romanos de los siglos posteriores aprovecharían esta posición de preeminencia, para argumentar su liderato sobre toda la cristiandad.

Consecuencias para el papado actual

Papado cuestionado

Todo esto lleva inevitablemente a unas conclusiones muy importantes. La primera es que no hay apoyo alguno del papado en los evangelios, Hechos de Apóstoles o las cartas auténticas paulinas. Si añadimos nuestra discusión de las pastorales, 1 Pedro y 1 Clemente, hemos puesto en duda, no solo que Pedro haya sido el primer supervisor (obispo) de Roma, sino que haya establecido un obispado en esa región. Tampoco tenemos constancia de obispado alguno de Roma durante el periodo del 58 al 117 e.c. Al contrario, lo que nos consta a nivel histórico es que para finales del siglo I y las primeras dos décadas del siglo II, la congregación romana estaba siendo gobernada por un colegio de ancianos, por un presbiterado. Según el erudito, José Montserrat Torrents:

La comunidad emisora de la 1 Carta de Clemente era probablemente un grupo cristiano de Roma compuesto por judíos y gentiles organizado como sinagoga independiente con su propia administración de acuerdo con los privilegios judíos. Tenían la Biblia como único libro sagrado, y, a pesar de conocer escritos evangélicos, no les otorgaban carácter canónico. Se sentían solidarios con las demás sinagogas de Roma en sus enfrentamientos con los paganos y con las autoridades civiles. Estaban en comunicación con grupos cristianos y admitían sin rastro de polémica la tradición apostólica de Pedro y Pablo.

Montserrat Torrents 2005, 268.

Esto, las cartas pastorales y las epístolas ignacianas nos sugieren que la estructura monárquica intraeclesial —supervisor-anciano-asistente— emergió primero en Oriente, donde originalmente floreció el cristianismo, y después se fue adoptando en Occidente (Acerbi y Teja 2020).

Sí puede hablarse de una cierta superioridad de estatus por parte de la congregación romana en relación con diversas otras asociaciones en el Mediterráneo. Estaba localizada en el corazón del Imperio, tenía mayor acceso económico y miembros pudientes que podían ayudar a otras comunidades cristianas. Asimismo, le acompañaba la famosa tradición del martirio de Pedro y Pablo vista con admiración durante el siglo II por los cristianos.

Claro, pueden surgir unos planteamientos en contra de esta posición. Por ejemplo, ¿qué hay de la lista de supervisores romanos dada por Ireneo de Lyon y otros más? Eso lo trataremos en una próxima ocasión con mucho mayor detalle. En el artículo 8, trataremos el asunto de la unidad doctrinal cristiana durante los siglos I y II. En el artículo 9, hablaremos propiamente del listado y cuál fue el primer supervisor u obispo romano históricamente atestiguado.

A manera de adelanto, con lo que hemos expuesto aquí, podemos descontar como los primeros obispos a los siguientes: Pedro (muerte tradicionalmente aceptada – ¿66 e.c.?), Lino (¿67-76 e.c.?), Anacleto o Cleto (¿79-92 e.c.?), Clemente I (¿92- 99 e.c.?), Evaristo (¿99-105 e.c.?), Alejandro I (¿105-115 e.c.?) y Sixto I (¿115-125 e.c.?). Notarán los signos de interrogación en relación con las fechas. Esto se debe a que distintas fuentes nos dan diferentes fechas. Dado este panorama que hemos discutido y que desconocemos por completo quiénes fueron estas personas, los historiadores serios proponen que, con excepción de Pedro, probablemente este listado carece de cualquier sustancia histórica (Acerbi y Teja 2020).

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Muchas gracias.

Referencias

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Gnoli, Tomasso. 2020. “Roma: Hacia el episcopado monárquico (Hasta el siglo III).” En El primado del obispo de Roma. Orígenes históricos y consolidación. Siglos IV-VI. Editado por Silvia Acerbi y Ramón Teja, cap. 1. Madrid: Editorial Trotta.

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2 thoughts on “¿Es el Papa el sucesor de Pedro? – 7: El episcopado de Roma ausente — ca. 58-117 e.c. (Actualizado)

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