Respuestas a planteamientos sobre mi reciente conversación con Gabriel Andrade

Tan pronto Gabriel anunció haber puesto el vídeo en YouTube, comenzaron a responder algunos favorecedores de la doctrina católica y otras personas que diferían de algunas de mis opiniones. Abundo aquí un poco más en relación con la evidencia de Pedro en Roma.

1. Entendiendo lo que son testimonios independientes

A muchos católicos les encanta citar a diestra y siniestra en torno a la muerte de Pedro en Roma, entonces hablan de Ignacio, Ireneo, Dionisio de Corinto, Agustín, Jerónimo, etc. etc. etc. Citar ad nauseam no es hacer historia. Ni uno de ellos fue testigo de la muerte de Pedro, y la mayoría de ellos vivieron uno o más siglos después de la presunta muerte de Pedro en Roma. Por ejemplo, Jerónimo no le sirve de nada a un historiador si lo que hace es repetir tradiciones anteriores según su agenda personal. (Por cierto, cuando hablo de “agenda”, que no se tome necesariamente en sentido peyorativo. Todos tenemos agendas. El problema es cómo se usan los datos y con qué propósito). Por lo tanto, lo que dice Jerónimo no es un testimonio independiente de tradiciones anteriores. Para los historiadores críticos, lo que importan son testimonios independientes.

Determinar independencia es una labor que puede ser relativamente fácil o extremadamente difícil, dependiendo del caso. Voy a dar dos ejemplos de fuentes independientes:

  1. Un caso relativamente fácil para determinar independencia de testimonios: Tenemos en las cartas de Pablo que él conoció personalmente e interactuó en otra ocasión, a Jacobo, el hermano de Jesús (Gálatas 1:18-19). Por otro lado, tenemos el testimonio de Flavio Josefo en Antigüedades judías, quien nos provee información de un tal “hermano de Jesús, llamado Cristo, de nombre Jacobo” que fue ejecutado por el Sumo Sacerdote. Por el criterio de múltiple testimonio, podemos asegurar con relativa certeza de que existió un tal Jacobo, que era probable hermano de Jesús, que fue conocido por Pablo y que fue ejecutado por un Sumo Sacerdote.
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  2. Un caso más difícil: Cuando John Meier en su mega obra Un judío marginal llega a la conclusión de que por ejemplo, la parábola del grano de mostaza puede verse como histórica por el criterio de múltiple testimonio. Tenemos dos versiones de dicha parábola, una es del Evangelio de Marcos y otra parece proceder de Q (Marcos 4:30-32; Lucas/Q 13:18-19). Digo “parece” porque debemos recordar que “Q” es un texto hipotético, pero que explica el enorme parecido entre Lucas y Mateo en torno a esta misma parábola. Aunque sabemos que los evangelios de Mateo y Lucas se basan parcialmente en Marcos, parece que prefirieron otra versión. Meier hace un estudio minucioso (selección de palabras, gramática, morfología de los versos, etc.) y concluye que la versión de Q no parece haber procedido de la de Marcos o viceversa. Además, debemos tener en cuenta la cercanía de la provisión del dato en el texto a los hechos concernidos. Es evidente que esta parábola procede de una tradición previa que circulaba durante la primera generación de cristianos. Además, es típico de la ruralía, donde abundaba la agricultura, y es consecuente con lo que sabemos de Jesús y sus discípulos. Pues, parece que estamos ante dos versiones independientes de la misma parábola. Por ende, podemos asegurar la probable historicidad de que Jesús haya pronunciado esta parábola, aunque no tengamos sus palabras originales.

Ahora, veamos dos casos de testimonios no independientes:

  1. El incidente en el que Jesús confrontó a los cambistas en el Templo parecería, de buenas a primeras, confirmarse como histórico por múltiple testimonio, porque es uno de los poquísimos acontecimientos que aparecen en los cuatro evangelios. Aun con eso, tenemos problemas. Si Mateo y Lucas conocían el texto de Marcos, se basaron parcialmente en él, y tienen todas las indicaciones de haber copiado y acomodado la información provista por él, entonces las versiones mateana y lucana del incidente no pasan el criterio de múltiple testimonio. Hoy día, algunos eruditos pueden sostener que aun así el incidente cae bajo el criterio porque aparece también en el Evangelio de Juan. Dado que Juan no se basa en los sinópticos, parece que sí es un testimonio independiente. El problema es que a medida que han pasado los años se está llegando gradualmente a la conclusión de que los redactores del Evangelio de Juan sí parecen haber conocido como mínimo el Evangelio de Marcos. Recientemente, Antonio Piñero y sus colegas publicaron un libro donde hacen un análisis minucioso de los libros del Nuevo Testamento. Tanto Piñero como Gonzalo Fontana son de la posición que Juan conocía los otros tres evangelios. Mark Goodacre, gran erudito bien respetado y famoso por dudar de la existencia de Q, está en el proceso de publicar un libro donde también propone que el evangelista conocía los otros tres evangelios. Si este es el caso, entonces el criterio de múltiple testimonio no sirve para validar como histórico el acontecimiento del incidente de los cambistas. Si se quiere considerar como histórico, debería ser sobre otras bases.
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  2. Si queremos asegurar con algún grado la historicidad de Jesús, no podemos utilizar la correspondencia entre Plinio (el gobernante de Bitinia-Ponto) con Trajano. Plinio revela que hay unos cristianos que tienen a un “Christo” como su dios y que estaban creando problemas. Sin embargo, cuando Plinio dice esto, ¿tiene información independiente de ese dato? No parece. Él mismo dice que interactuó con cristianos en un momento dado. Así que la noticia en torno a Jesús (Christo) es provista por los creyentes mismos. Por tanto, no constituye base sólida para decidir si Jesús existió o no. Alguien me podría protestar diciendo que en principio estoy poniendo en duda un testimonio “porque provienen de los cristianos”. Sin embargo, si leen con cuidado este artículo, se les pasa que le acredito a Pablo (un cristiano) el haber conocido a Jacobo el hermano de Jesús. Y sabemos por la misma carta a los Gálatas que existían tensiones entre Jacobo y Pablo. Por ende, no le convenía a Pablo que Jacobo fuera “el hermano del Señor”. Sin embargo, a los creyentes de Bitinia-Ponto, sí les convenía creer en Jesús como a un dios … era parte de su religión. Desde esta perspectiva, podemos tener base sobre la probable existencia del hermano de Jesús mediante Pablo y Josefo, pero no podemos hacerlo con base en Plinio.

En otras palabras, los historiadores deben tener malicia a la hora de evaluar la fiabilidad de los textos que se citan. Un mero listado de citas, sin una mayor cualificación rigurosa por caso, no es válido históricamente. Si no son citas válidas como testimonio independiente, entonces se convierten en una pobre base para erigir teorías históricas.

2. Ser historiador racionalista no garantiza que la conclusión sea correcta

En una conversación en Twitter, me dijeron que Hans Lietzmann fue un gran historiador racionalista que comenzó siendo escéptico de que Pedro había ido y muerto en Roma, pero que al ver toda la evidencia concluyó lo contrario. Uno de los problemas que tengo con apologistas cristianos (incluyendo católicos) y anticristianos es que les encanta citar figuras de finales del siglo XIX o principios del XX (hay veces que tan atrás como el siglo XVII), especialmente personas que tenían un parecer, que luego cambiaron de opinión. A los cristianos les encanta citar a expertos racionalistas, y a los anticristianos les gusta hacer lo mismo con cristianos que han concluido algo afín al racionalismo o ateísmo.

Hay varios problemas con esta aproximación. En primer lugar, ser racionalista (o cristiano o judío o anticristiano, etc.) es irrelevante a la hora de validar alguna opinión como históricamente fundada. Lo que vale es la calidad de la argumentación provista. En segundo lugar, la argumentación de citar a un racionalista historiador es lo que se conoce como evidencia anecdótica, que en la pirámide evidencial forma uno de los tipos menos fiables que existen. Sin decir con mayor detenimiento cómo Lietzmann llegó a esta conclusión (y no meramente decirme que vio la documentación, sino cómo la cualificó), el decirme que él llegó a una conclusión que coincide con una convicción católica no es algo que tenga que tomar demasiado en serio. Habiendo dicho lo anterior, caemos en un tercer problema: Lietzmann fue un gran historiador e hizo valiosísimas contribuciones, pero su labor es de principios del siglo XX. Ha llovido bastante desde entonces hasta hoy y la historiografía del cristianismo primitivo se ha sofisticado significativamente. El no tener esto en cuenta es caer en la falacia de la autoridad. Por lo tanto, la pregunta no es qué pensaban historiadores racionalistas a principios de siglo, sino qué piensan los historiadores hoy. Cuando hablo de la existencia de Jesús, no cito a Albert Schweizer (por más que le admire) ni a Rudolf Bultmann (erudito extraordinario), sino más bien a gente como Bart Ehrman, E. P. Sanders, Helen Bond o Chris Keith.

Por lo tanto, citarme a un historiador racionalista de principios del siglo pasado me dice poco sobre si Pedro fue y murió en Roma o no.

3. Mi opinión: Existe evidencia circunstancial de que Pedro llevó a cabo una labor misionera en la diáspora

No hay prueba histórica (en el sentido riguroso del término) de que Pedro se lanzara a una misión. He aquí lo que sabemos:

  • Su primera misión inicial fue probablemente en Palestina, evento atestiguado por Hechos de los Apóstoles y las cartas Paulinas. Es lo lógico, ya que establecerse en Jerusalén es consecuente con la expectativa de un futuro Reino de Dios en la tierra cuyo centro sería la ciudad fundada por David, donde se continuaría observando la Ley de Moisés cuyo Templo sería eventualmente destruido y reconstuido por manos no humanas y sería gobernado por su rey Jesús descendiente de David.
  • Hechos nos dice que tras escapar de la cárcel, Pedro se lanzó a “todos los lugares”, incluyendo en regiones de la gentilidad fuera de Judea: Azoto, Lida (Lod), Jope (Jafa) y Cesarea (Hechos 9:32-11:18). Sin embargo, esta información es altamente cuestionable y no pasa el criterio de discontinuidad. Pedro es utilizado literariamente como un recurso de transición de predicación de los judíos a los gentiles. Además, contradice la información más certera provista por Gálatas, de que Pedro fue llamado para predicarle a los judíos (Gálatas 2:8).
  • La próxima noticia que realmente tenemos de Pedro tanto en Hechos como en Gálatas es de nuevo en la reunión de Jerusalén (no fue “concilio”) entre las “columnas” (Jacobo, Pedro y Juan) y los representantes de la congregación de Antioquía, Bernabé, Pablo y Tito (Hechos 15; Gálatas 2:1-10). Una de las observaciones interesantes que hace Paula Fredriksen en su libro Pablo el judío: Apóstol de los paganos es que no hay indicio alguno de preocupación inicial de parte de la congregación jerusalemita por la misión paulina que ya conocían desde ca. 35-38 e.c. (Gál. 1:18-19), sino que hubo una preocupación posterior. Parece que para el 49 e.c., la congregación jerosolimitana se había dado cuenta de que no estaba teniendo el mismo grado de éxito que Pablo y Bernabé en Antioquía. Según Hechos, Antioquía era el centro misional de regiones tales como Chipre, Panfilia, Pisidia, Iconio, Listra, Derbe y Atalia (Hechos 13-14). Esto tiene un indicio de coincidir con la historia, ya que en algunos de estos lugares había celtas o gálatas. Más tarde, Pablo predicó en Frigia y “Galacia” (existe un debate en torno a qué se refiere con este nombre regionalmente hablando). Pablo dirigió una de sus cartas auténticas a los gálatas precisamente. Sin embargo, aun con esto, hay que hacer un llamado a la cautela porque siempre es costumbre de Hechos el engrandecer los logros jesuanos. Esta es la razón de por qué los jesuanos judaizantes (a los que Pablo llamaba “falsos hermanos”) tenían serios reparos, debido a que Pablo promulgaba un “evangelio suyo” que le requería a los gentiles no observar la Ley de Moisés. Jacobo, Pedro y Juan convinieron con Pablo y Bernabé un acuerdo muy importante que más o menos iba por los siguientes términos: la congregación antioquena podía continuar predicando el evangelio paulino, PERO (como todo tiene su precio) también la comunidad debía mostrar una señal de solidaridad haciendo una colecta para los “pobres” de Jerusalén. Esto es lo que Robert Orlando llama “a polite bribe” (“un soborno cortés” o “un soborno amable”). El suceso es importante porque Pablo mismo afirma que nada más se le requirió a él (Gál. 2:6,9-10). Este punto no es trivial, porque es clave para entender lo que ocurrió después y que Hechos (en mi humilde opinión, conociendo la carta a los Gálatas) distorsiona para presentar un jesuanismo armonioso.

    ¿Qué pasó después? Hechos calla (con alevosía) la visita de Pedro a Antioquía por las razones que ya he dicho. Pedro llega primero a Antioquía y compartió la comida con los gentiles. Después llegó el grupo de Jacobo de Jerusalén que aparentemente dio una nueva orden (violando el acuerdo). Entonces, Pedro acata esta orden de no compartir comida con los gentiles, una práctica que parece muy semejante a una situación que nos revela Hechos y que tiene indicios de historicidad por criterio de dificultad (Hechos 6:1-6). Y luego, Pablo acusa a Pedro y a Bernabé de hipócritas. ¿Por qué esto es importante para el tema que nos compete? Porque es señal de que Pedro ya no estaba siendo corregente de la congregación jerusalemita con Jacobo, sino que parece haber iniciado una actividad misional autónoma. Pedro no sabía la decisión de Jacobo y su grupo, por ende, no tomó parte de la decisión de romper el acuerdo hasta que se enteró de ello en Antioquía. Ergo, Pedro llegó a Antioquía muy probablemente por iniciativa propia.
  • Conversé con Gabriel (y diferimos en este punto) que en 1 Corintios había indicios de que Pablo había predicado en Corinto. Como quiero aproximarme lo más cuidadosamente posible a un tema que no domino, lo primero que hice fue consultar los comentarios Anchor y Hermeneia, las series que junto a la International Critical Commentary (ICC) son los mejores que uno puede encontrar. Para mi frustración, ninguno de ellos toma una posición y uno de ellos se limita a decir (en muy pocas palabras) que es un asunto debatido. Por ende, busqué alguna revisión de la literatura crítica en torno al tema y encontré la de Stephan Witetschek. Él discute extensamente los pro y los contra de los argumentos y llega a una conclusión muy modesta, reconociendo que hay razones de peso de ambas partes. El único argumento que me convenció es uno metódico: si suponemos que Pedro no pasó por Corinto, habría que postular un grupo de seguidores petrinos de fuera de Corinto que por alguna razón (de la que no tenemos explicación) viajaron al lugar, y luego sostuvieron una polémica con los grupos de Pablo y Apolo. Por el contrario, si suponemos que Pedro estuvo en Corinto, se explica mucho mejor la presencia y la polémica de su discipulado con los de Pablo y Apolo. Por principio de parsimonia, esta debería ser la posición a adoptarse, especialmente si no tenemos más información. Ahora bien, esto no garantiza que la explicación más sencilla sea la correcta, pero es a la que podemos llegar si somos consecuentes a nivel metódico.

    Hago también una pequeña reflexión en torno a la usencia del nombre de Pedro cuando Pablo dice: “Yo planté y Apolo regó” (1 Corintios 3:1-9). Creo que hay una explicación: Si uno es consecuente con el acuerdo de Antioquía, y se tiene en mente que Pablo y Apolo eran colaboradores cercanos, todo cae en su lugar. Pedro no “plantó” la congregación a la que se dirige Pablo, que era a todas luces (y el contenido lo muestra fuera de toda duda) una comunidad gentil. Pedro se dirigía más bien a los judíos, y si fue a Corinto, es más probable que predicara en las sinagogas del lugar. Él no “plantó” en el mismo lugar que “plantó” Pablo, porque sus esfuerzos se dirigían a públicos distintos, aunque fueran en la misma ciudad.

    Finalmente, un útlimo punto en relación con la posible visita a Corinto: Se entra en la polémica de algunos que dicen “Yo soy de Cristo”. Se me ha argumentado que Cristo nunca anduvo por Corinto, por eso no podemos suponer que porque Pablo haya citado a algunos diciendo “Yo soy de Pedro” se debe inferir que Pedro anduvo por Corinto. Hay algunas cosas que se pasan por alto en esta respuesta. Por ejemplo, cuando un cristiano hoy día se pregunta, “¿quién es de Cristo?”, en seguida la respuesta es: “Nosotros lo somos, ellos no”. Para mí, el caso clásico que he vivido en carne propia es la acusación mutua entre católicos y protestantes de “no ser de Cristo”. Otra cosa que tampoco hay que perder de vista es que tenemos evidencia de multitudes de personas (emisarios y profetas) que dijeron haber tenido visiones (en el caso de los apóstoles, incluyendo a Pablo) o revelaciones de Cristo resucitado. Para Piñero, los que dicen “Yo soy de Cristo” son un grupo que se consideraban “iluminados” por este tipo de experiencias revelatorias.

Así que tenemos alguna evidencia relativamente fuerte de una misión de Pedro en Antioquía (al menos a los judíos del lugar, que dejaron de compartir mesas con los gentiles) y una evidencia circunstancial no tan fuerte (pero al menos fundada a nivel metodológico) de que Pedro probablemente estuvo en Corinto.

4. ¿Estuvo Pedro en Roma? Mi perspectiva

Pienso que probablemente Pedro estuvo en Roma con base en teoría de memoria social. A veces, el método de patrón recurrente se mira como una suerte del criterio de múltiple testimonio. Sin embargo, contrario a la criteriología convencional el patrón recurrente no intenta “probar” algo como histórico, sino dar un indicio de que hay una memoria de ello. Es solo tras un análisis riguroso de los textos que el patrón cobra fuerza de alguna manera como indicador de algo histórico, pero sin garantía plena de que haya sido así. Según los científicos sociales y antropólogos, la noción de memoria social es análoga a la memoria individual. No tengo que extenderme demasiado en torno a cómo personas como Elizabeth Loftus, Julia Shaw, y muchos otros investigadores que la memoria humana es notablemente falible, mucho más de lo que estamos dispuestos a aceptar. Lo que los experimentos revelan una y otra vez es que bastante de lo que recordamos (aunque sea muy claro en nuestra mente) consiste en una fabricación de nuestro cerebro. De eso no hay casi disputa entre los psicólogos cognitivos y otros especialistas. Ahora bien, nuestros recuerdos suelen fallar cuando pensamos en los pequeños detalles. Sin embargo, sí recordamos los eventos más fidedignamente en líneas generales. Igualmente pasa a nivel social, hay mucha discrepancia entre los detalles, pero hay unos patrones de los eventos que se recuerdan que se pueden identificar como probablemente fidedignos. El patrón de recurrencia se aplica una vez cualificadas críticamente las fuentes y se notan temas o datos que se repiten en las mismas a nivel general. Eruditos como Dale C. Allison, Chris Keith y otros están abogando por esta aproximación más crítica. Fernando Bermejo Rubio sugiere los patrones de recurrencia y el indicio de dificultad (una versión más modesta del criterio de dificultad) como los mecanismos historiográficos a utilizarse en un paradigma indiciario que sería más modesto que el paradigma criteriológico actual.

Básicamente he aquí las fuentes más tempranas que nosotros tenemos para saber si Pedro estuvo en Roma o no:

  1. 1 Pedro: Esta fuente es una falsificación por las razones expuestas en otro artículo de mi blog. Su fecha es debatida, pero la mayoría de los eruditos parece inclinarse a que es de finales del siglo I. Por otro lado, en el reciente libro publicado por Piñero sobre el Nuevo Testamento, José Montserrat Torrens sostiene que 1 Pedro es de comienzos del siglo II, ya que trata de algún tipo de angustia (¿persecución?) que estaban pasando los cristianos en Bitinia (¿la persecución de Plinio?), y por tanto ubica su redacción ca. 114 e.c. Lo interesante es que el farsario quiere hacerse pasar por el apóstol Pedro, y al final dice que escribe “desde Babilonia”. El consenso de todos los estudiosos es que “Babilonia” es la designación a Roma hecha por los judíos tras la destrucción de Jerusalén. En el texto, no tenemos razones o motivos de por qué Pedro se coloque en esa posición. Probablemente, se base en alguna tradición de que el apóstol anduvo por Roma.
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  2. Carta de Clemente: Esta carta está fechada y como argumentaré más tarde en mi serie sobre el papado, es improbable que el autor haya sido Clemente, ya que no se identifica. Su atribución a Clemente es tardía. Todo lo que podemos decir con seguridad es que lo escribió algún representante de la congregación romana. Aunque no habla de una muerte de Pedro específicamente en Roma, sí es curioso que esta epístola romana es la primera referencia clara a un martirio de Pedro. No dice exactamente cuándo, dónde y cómo ocurrió.
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  3. Evangelio de Juan: La mayoría de la crítica experta en el Evangelio de Juan afirma que el último estadio de su redacción ocurrió en el periodo del 95-110 e.c. Estoy convencido hoy por la argumentación de Mark Goodacre, especialmente con base en los estudios de Steve Mason, que el Evangelio de Juan en su estadio “final” (aun sin la perícopa de la adúltera y otros añadidos posteriores) se redactó a principios del siglo II e.c. En la obra editada por Piñero sobre el Nuevo Testamento, Gonzalo Fontana es de la opinión de que el Evangelio de Juan probablemente ya estaba redactado en su forma sustancialmente final para el 150 e.c. (que a mí intuitivamente me parece demasiado tardío). Al final del evangelio, el redactor trata de explicar la relación entre el discípulo amado y Pedro en cuanto a estar vivos cuando Cristo regresara. El evangelista pone en boca de Jesús una profecía críptica cuando este habla con Pedro: “… cuando eras más joven te ceñías a ti mismo e ibas adonde querías; cuando seas viejo extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.’ Dijo esto para indicar con qué clase de muerte glorificaría a Dios” (Juan 21:18-19). “Extender las manos” sugiere fuertemente una crucifixión, pero no necesariamente esta tiene que ser la interpretación. En torno a dónde esto ocurriría, el texto no nos dice.
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  4. Carta de Ignacio de Antioquía a los Romanos: El (presunto) supervisor o epíscopo de Antioquía, Ignacio, nos habla de un duro viaje que tiene para ser al final devorado por las fieras. La mayoría de los eruditos coloca la redacción de su correspondencia entre el 100 y el 110 e.c. Sin embargo, como señala Bart Ehrman en su obra sobre la Patrística, Eusebio de Cesarea alegaba que Ignacio había muerto bajo el imperium de Trajano. Si esto es correcto, coincide con lo que sabemos históricamente del emperador a partir de las cartas de Plinio el Joven. Esto colocaría la muerte de Ignacio entre el 98 y el 117 e.c. A la hora de predicar ese martirio, le dice a los romanos: “Rogad al Señor por mí, para que por medio de estos instrumentos pueda ser hallado un sacrificio para Dios. No os mando nada, cosa que hicieron Pedro y Pablo. Ellos eran apóstoles, yo soy un reo; ellos eran libres, pero yo soy un esclavo en este mismo momento. Con todo, cuando sufra, entonces seré un hombre libre de Jesucristo, y seré levantado libre en Él. Ahora estoy aprendiendo en mis cadenas a descartar toda clase de deseo” (IV). Tras decir esto, él le pide a los romanos no interceder por él, para que él pueda sufrir martirio por Cristo. Estas palabras parecen implicar que Pedro y Pablo “mandaban” en Roma, que eran figuras de autoridad. No hay razón para dudar la autenticidad de las cartas, pero eso no significa que no se puedan formular dudas razonables sobre el alegato de Ignacio en torno a Pedro y Pablo.

    [Nota: Como le dije a Gabriel en un mensaje, lamento mucho haberme olvidado de esta carta durante nuestra conversación.]
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  5. Dionisio de Corinto: Se dice que vivió durante la segunda mitad del siglo II e.c. Lo que sabemos de él cuando escribió en calidad de supervisor de la congregación de Corinto lo sabemos gracias a Historia eclesiástica de Eusebio de Cesarea. En la carta de Dionisio a los romanos, dice: “En esto también vosotros, por medio de semejante amonesta­ción, habéis fundido las plantaciones de Pedro y de Pablo, la de los romanos y la de los corintios, porque después de plantar ambos en nuestra Corinto, ambos nos instruyeron, y después de enseñar también en Italia en el mismo lugar, los dos sufrieron el martirio en la misma ocasión” (II.25:38).
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  6. Tertuliano (155-220 e.c.): En su Prescripción contra los Herejes (36), dice brevemente que Pedro sufrió una “pasión como la de Cristo”, probablemente refiriéndose a una crucifixión. Afirma también que de ahí proviene la autoridad apostólica (probablemente refiriéndose a Pedro y Pablo). Sobre esto último abundaremos en otro artículo, pero Tertuliano tiene en mente el combate de la congregación romana contra Marción. Por ende, para él, las enseñanzas apostólicas dadas por Pedro y Pablo estaban detrás de la autoridad de la congregación romana y su supervisor o epíscopo. Esto implica, una vez más, que Pedro estuvo en Roma.

Testimonios de Ireneo en adelante me parecen claramente secundarios y por eso no son relevantes para la historicidad de lo que buscamos. Hechos de Pedro es un documento muy tardío (180 e.c.) y claramente de corte legendario. Además, se dio en una época en que se circulaba este tipo de relato para estimular la devoción por el martirio, actitud que abundaba en el siglo II entre los cristianos.

En torno a la evidencia que tenemos, podemos inferir por patrón recurrente dos conclusiones históricas, una fuerte y otra débil:

  • Me parece que es claro que los datos provistos, especialmente del Evangelio de Juan y la Carta a Clemente, hay evidencia suficiente para afirmar razonablemente que Pedro murió martirizado de alguna manera. En el caso del Evangelio de Juan, el evangelista trató de explicar cómo el discípulo amado vivió muy posterior a Pedro, quien había muerto martirizado. Simultáneamente, intenta dar cuenta de por qué el discípulo amado murió sin que llegara el Mesías, tal como se esperaba. Sobre la forma de su ejecución, el testimonio de Tertuliano es nuestra primera referencia relativamente clara al respecto. Sin embargo, su afirmación es muy tardía y coincide con la aparición de relatos piadosos del martirio de los apóstoles (como Hechos de Pedro). Estos dos elementos nos hace pensar dos veces a la hora de determinar si Pedro realmente murió crucificado, aunque no pueda descartarse que una crucifixión haya ocurrido.
  • Hay un patrón recurrente en casi todas las fuentes mencionadas de que Pedro estuvo en Roma. Sin embargo, la calidad de la evidencia hace esta conclusión muy débil por las siguientes razones:
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    • Todas las fuentes donde se menciona la estancia de Pedro en Roma son tardíos (unos más que otros). Para todos los efectos, la evidencia más temprana de la estancia de Pedro en Roma, en el mejor de los casos (y asumiendo la datación convencional o mayoritaria) son 1 Pedro (una falsificación) e Ignacio de Antioquía (que pudo haber escrito esa carta tan tarde como la segunda década del siglo II e.c.).
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    • 1 Clemente es el primer testimonio claro que tenemos del martirio de Pedro y Pablo, pero no se nos dice específicamente cómo o dónde. El hecho de que la congregación romana presente como ejemplo la muerte de ambos apóstoles es llamativo. Sin embargo, no puede decirse que este sea un indicio fuerte de que Pedro estuvo en Roma.
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    • Ignacio nos dice que Pedro y Pablo mandaban en Roma, pero en una carta donde insinúa su futuro martirio sorprende que no mencionara para nada la muerte de los dos apóstoles.
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    • Dionisio nos dice que Pedro y Pablo fundaron la congregación corintia. Pero parece que esta información es secundaria, ya que parece aludir a 1 Corintios cuando Pablo usa la metáfora de “plantar y regar”. También tenemos que estar precavidos de que durante el siglo II hubo un intento apologético de presentar a los apóstoles armonizados. Esto se observa muy claramente en Hechos. Dice Dionisio que los dos murieron martirizados a la vez en Roma. Sabemos que tenemos indicios en Hechos (mediante el uso de patrones literarios, usando temas de la Pasión lucana) que Pablo probablemente murió cuando llegó a Roma. Si Pedro murió a la vez que el apóstol de los gentiles, es concebible que haya sido bajo el emperador Nerón, tal vez durante la persecución que lanzó contra los cristianos, tal vez antes de eso. Sin embargo, debido a que esta es una fuente tardía, no podemos saberlo con seguridad ni la manera en que ocurrió.
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    • Si Pedro fue líder de la congregación romana, llama mucho la atención la ausencia de su mención en la carta de Pablo a los romanos. Como dije, siguiendo a Senén Vidal, el capítulo 16 de esa carta la considero una epístola corta que Pablo escribió aparte. Dudo muchísimo que Pablo conociera a tantas personas en una iglesia que no fundó ni conocía en absoluto. Me parece que es un pequeño texto dirigido a Éfeso, ya que hay personas asociadas a él (Prisca y Áquila), y se menciona a un tal Epéneto como “primicia de Asia para el Mesías” (Éfeso era la capital de la provincia de Asia en ese momento). Pablo saluda a los apóstoles Andrónico y Junia y se refiere a la pareja como “compañeros de prisión”; Pablo estuvo en prisión en Éfeso. Aun asumiendo que formara parte original de Romanos (como piensa la mayoría de los estudiosos), llama la atención que Pablo no saludara a Pedro. Esto puede deberse a una de tres cosas. El apóstol de los paganos dirigía su carta a la comunidad gentil de Roma, mientras que Pedro solo predicaba a las sinagogas judías. En tal caso, no valía que Pablo dirigiera una carta a gentiles romanos saludando a alguien que predicaba a otra comunidad. También la omisión de Pedro puede deberse a que existían todavía tensiones entre ambos apóstoles. Finalmente, puede ser que Pedro no estuviera todavía en Roma para cuando Pablo la redactara.

Hechos de Pedro es la única fuente que nos dice cómo y dónde murió Pedro: fue ejecutado en Roma crucificado cabeza abajo. En cambio, todo ese libro es inverosímil de cabeza a pies, y es una fuente muy tardía. Lo único que sí puedo decir es que hay algo en el relato que suena a verosímil: el ser crucificado cabeza abajo. Si esto ocurrió, es dudoso que sucediera por solicitud de Pedro, sino por la forma “creativa” que tenían los romanos de torturar a los crucificados según nos dejan saber Josefo y Tácito. Además, puede ser que el dato de esos Hechos de una crucifixión de Pedro y el dato del Evangelio de Juan sugieran razonablemente una crucifixión, por tanto, una inferencia especulativa razonable es que pudo haber muerto crucificado.

Sin embargo, no se puede afirmar con la fuerza que desea la Iglesia Católica. Sencillamente, la calidad de las fuentes es pobre, sea porque no proveen suficiente información, por ser demasiado tardías, o por ser exageradamente legendarias.

Mi opinión (admitidamente especulativa, pero espero que razonable): Creo que Pedro estuvo en Roma enseñando en las sinagogas judías y murió martirizado en esa ciudad. En primer lugar, me llama la atención que el farsario que escribió 1 Pedro presentara al apóstol escribiendo desde Roma. Si su objetivo era convencer a sus lectores de que el que escribía era el apóstol, presentarse como redactando “desde Babilonia” (Roma) hubiera sido una muy mala movida si todo el mundo sabía que Pedro no estuvo allí. Asimismo, aunque es cierto que todas las fuentes de la estadía de Pedro en Roma son tardías, todas las que hablan sobre el martirio de Pedro y mencionan el lugar, colocan el acontecimiento en Roma. Si murió en algún otro lugar, me parece extraño que siendo una figura tan central en el cristianismo primitivo, no hubiera tradiciones en donde fuera martirizado en algún otro lugar. Uno esperaría que Orígenes, Eusebio, Jerónimo u otros registraran o atacaran otras tradiciones (que murió en Jerusalén, Antioquía, etc.) Ejemplo de nuestro punto lo tenemos en el caso de Jacobo el hermano de Jesús: murió apedreado bajo el mando de un líder saduceo en Jerusalén, pero después se desarrollaron leyendas exageradas (como las de Hegesipo o las Homilías clementinas) de cómo fue maltratado o ejecutado, pero en todas las narraciones fue martirizado Jerusalén. En cuanto a Pedro, creo que sucede lo mismo. Roma es todo lo que tenemos por el momento a la hora de proponer su lugar de muerte.

Para abonar un poco a esta impresión, hay historiadores que utilizan el criterio de fuerza de tradición. Según Piñero, el que haya una tradición fuerte de que Pedro muriera en Roma, y que no haya nada inverosímil en ello, es suficiente para tomarlo provisionalmente como bueno. A la vez, dice él, explica por qué Pedro pudo haber hecho una escala en Corinto como preparación a su visita a Roma.

Aun con todo, no me molesta si alguien dice que no fue así. Dada la fragilidad de la evidencia, es también razonable negarlo.

5. Lo que el martirio de Pedro en Roma no implica

Aun partiendo de la premisa de que Pedro muriera mártir en Roma, esto no quiere decir que fue el primer obispo (epíscopo) romano, o que estableció una línea de sucesión apostólica donde se considerara la autoridad absoluta sobre las demás congregaciones cristianas. De eso hablaré la próxima ocasión en la serie sobre el papado. Por ahora, hago este adelanto: no tenemos constancia histórica de un episcopado romano hasta aproximadamente mediados del siglo II. Además, el episcopado cristiano solo apareció durante el último tercio del siglo I, puede ser que durante las dos últimas décadas. Pensar que Pedro “ordenó un epíscopo” sucesor es anacrónico, y la mejor evidencia que tenemos sugiere que desde la muerte de Pedro hasta el primer tercio o la primera mitad del siglo II, la congregación romana estaba regida por un colegio de ancianos (presbíteros), no un epíscopo.

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