
Partes de la serie: 1, 2, 3, 4, 5
Nota técnica: Durante esta serie he estado utilizando la quinta edición de la Biblia de Jerusalén para las traducciones del Antiguo y Nuevo Testamento. Sin embargo, tras la reciente publicación de la edición de los libros del Nuevo Testamento trabajada por Antonio Piñero y su equipo, utilizaré la traducción de ese texto. Para la Biblia Hebrea y algunos de los textos de la Septuaginta, continuaré utilizando la Biblia de Jerusalén.
En el cristianismo, no hay figuras más importantes más asociadas a Roma que Pedro, el apóstol y discípulo más cercano a Jesús, y Pablo de Tarso, el Apóstol de los Gentiles. Sin embargo, en el caso del primero, carecemos de textos fiables que nos digan de manera directa qué fue lo que ocurrió con él. El caso de Pablo es presumiblemente más claro … “presumiblemente”. Su epístola a los romanos fue la última que escribió durante su vida, y Hechos de los Apóstoles complementan la información sobre lo ocurrido después. Sin embargo, cuando nos fijamos en los detalles, nos damos cuenta de que sabemos mucho menos de lo que parece a primera vista.
La tradición cristiana, particularmente la católica, nos habla de un martirio de ambos apóstoles en ese lugar. Eso en parte ha contribuido a la autoridad al obispado de Roma en el Vaticano, lugar donde supuestamente fue crucificado y sepultado Pedro. Veamos qué nos tiene que decir la crítica textual de la evidencia disponible. Comencemos con Pablo.
Los últimos años de Pablo de Tarso
La visita de Pablo a Jerusalén

Pablo era uno de esos misioneros que nunca paraba de proclamar su buen anuncio (euangélion). Para entender sus intenciones, no hay mejor carta que Romanos para ver cómo pensaba dentro de su ambiente judeohelenista, pero miembro del movimiento de Jesús. Le entendemos mejor en el contexto del judaísmo en gran medida gracias a los eminentes eruditos Krister Stendahl y E. P. Sanders, sin hablar las más recientes labores de los expertos pertenecientes a la corriente de “Pablo dentro del judaísmo” como Mark Nanos, Paula Fredriksen, Karen Hedner Zetterholm, Neil Elliott, entre otros.
Pablo deja bien claro que su enfoque es la salvación colectiva de todo Israel. Pablo sostenía una escatología restauracionista, que al final de los tiempos, Yahveh iba a restaurar a Israel con sus doce tribus, que iba a colocar bajo el gobierno del Mesías (en este caso, Jesús glorificado en Señor cósmico), quien luego le entregaría ese señorío a Dios. En un lenguaje marcadamente estoico, dice Pablo que desde ese momento, Yahveh sería todo en todo (Romanos 11; 1 Corintios 15:23-28). Para Pablo, Dios le había hecho varias promesas a Abraham.
- Le prometió que tendría numerosa descendencia.
- Le prometió que le entregaría unas tierras.
- Le prometió hacerle padre de “múltiples naciones (éthne) (Génesis 17:5).
Evidentemente, las primeras dos se cumplieron, pero la última, no. Sin embargo, gracias a sus experiencias revelatorias, en las que Jesús le delegó a Pablo la predicación a los gentiles, esta última promesa divina ya se estaba cumpliendo. El buen anuncio a los gentiles es que gracias a la fe (la confianza) en Yahveh vía la muerte vicaria y redentora del Mesías, sin necesidad de observar algunas disposiciones de la Ley de Moisés, los gentiles podían salvarse y ser adoptados como descendientes de Abraham. Esto les hacía hijos de Yahveh con pleno derecho e igualdad que cualquier judío, también miembro de Israel (Romanos 3:21-4:23; 9:1-29; ver también, Gálatas 3:15-4:7; Piñero 2015, 51-67). Pablo nunca rechazó el judaísmo, sino que concibió toda su misión dentro de él. De hecho, la Ley de Moisés permanecía válida para los judíos, pero a los gentiles se le concedió un “fast track” para la salvación. Romanos es tal vez la carta más valiosa porque nos provee una ventana al paisaje teológico que habitaba en la mente del Apóstol de los Gentiles, cuya teología fue expresada sin el mal genio que mostró en su carta a los gálatas.
Romanos tiene también otro valor. Se escribió para una congregación que nunca fundó, la de Roma. Asimismo, se hizo en un momento en el que planificaba ir a Jerusalén para llevarle la colecta a su congregación, como señal de comunión con su líder Jacob, el hermano de Jesús y su comunidad. De ahí, partiría a Roma y luego a Hispania (España). Puede ser que Pablo pensara establecer en la capital del Imperio un centro de operaciones que le hubiera permitido mantener su comunicación con las congregaciones orientales que había fundado, mientras que establecía otras en Occidente (Wills 2006, 144-146). Sin embargo, hay que destacar algo bien importante, expresaba su miedo al sector judaizante de la congregación jerusalemita, especialmente en relación con la colecta. Nos dice:
Mas ahora, voy a Jerusalén en servicio de los santos; pues les pareció bien a Macedonia y Acaya hacer una colecta para los pobres de entre los santos de Jerusalén [ver Gálatas 2:9-10]. Les pareció bien, pues son ciertamente deudores de aquellos: porque si los gentiles participaron de la comunión de sus bienes espirituales, ellos a su vez deben servirles con sus bienes carnales. Así pues, finalizado este asunto, y consignado con el sello estos frutos, partiré para Hispania, pasando por vosotros. y sé que, al ir a vosotros, iré con plena bendición del Mesías.
Pero os exhorto, hermanos, por nuestro señor Jesús, el Mesías, y por el amor del Espíritu santo, a que luchéis juntamente conmigo en vuestras oraciones, rogando a Dios por mí para que me vea libre de los incrédulos en Judea, y que el ministerio que llevo a Jerusalén sea bien recibido por los santos; para que pueda yo también ir con alegría a vosotros por la voluntad de Dios, y disfrute de reposo entre vosotros.
Romanos 15:25-32
Por lo que dice Hechos de los Apóstoles, este miedo estaba bien justificado. Nos dice el libro de Hechos:
Cuando llegamos a Jerusalén los hermanos nos recibieron gozosamente.
Al día siguiente entró Pablo con nosotros en casa de Jacob, donde se presentaron todos los ancianos (presbíteros). Después de saludarlos les explicaba una por una las cosas que Dios había realizado entre los gentiles por su ministerio. Cuando lo oyeron, glorificaban a Dios y le dijeron:
—Ya ves, hermano, cuántas miríadas hay entre los judíos que han creído y todos son celosos de la Ley [de Moisés, la Torah]. Pero les han contado de ti que enseñas a todos los judíos que escriben entre los gentiles que apostaten de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos ni caminen según sus costumbres. ¿Qué hacemos entonces? Porque se van a enterar con total seguridad que has llegado. Haz, pues, lo que te decimos. hay con nosotros cuatro hombres que tienen un voto que cumplir. Tómalos contigo, purifícate con ellos y hazte cargo de los gastos necesarios para que se rapen la cabeza, y todos sabrán que nada hay de las cosas que les han contado sobre ti, sino que tú también te comportas guardando la Ley. Y acerca de los gentiles que han creído, ya les escribimos nuestra decisión de que se abstengan de lo inmolado a los ídolos, de la sangre, de lo ahogado y de la fornicación.
Entonces Pablo tomó a aquellos hombres y, purificado con ellos al día siguiente, entró en el Templo anunciando el cumplimiento de los días de la purificación hasta que se presentara la ofrenda por cada uno de ellos.
Hechos 21:17-26
Vayamos por partes antes de proceder a lo que ocurrió posteriormente y cómo Pablo llegó a Roma. Hechos merece un acercamiento crítico debido a su notable tendencia a embellecer situaciones de suma tensión (Vidal 2015, cap. 8, “8.1.2. Conflictos en Hechos”). Por ejemplo, como indicamos en nuestro artículo pasado, un examen crítico del origen de los servidores (diáconos) parece indicar que en tanta supuesta armonía que nos da a entender Hechos, hubo tensiones notables entre “hebreos” y “helenistas” en cuanto al trato a las viudas (Hechos 6:1). Este libro también nos da a entender que la visita de los representantes jerosolimitanos a Antioquía fue una sumamente cordial y llena de alegría, pero cuando se contrasta con lo que dice Pablo en Gálatas, nos damos cuenta de que la situación era dramáticamente distinta (Hechos 15:30-33; Gálatas 2:11-14).
Esto nos da a entender que muy probablemente, esta recepción con “alegría” por parte de Jacob y los jerusalemitas debe ser otro tipo de embellecimiento (Vidal 2015, cap. 8, “8.1.2. Conflictos en Hechos”). Pablo estaba validando su unión con Jacob y la congregación madre de Jerusalén, además de que era una condición indispensable para que ellos reconocieran el buen anuncio paulino para el reconocimiento de los gentiles conversos (Gálatas 2:1-10; Orlando 2014). Sin embargo, lo más probable es que hubo una situación de conflicto con algunos de sus miembros que no aceptaban la colecta a menos que el esta fuera purificada, junto al apóstol y algunos de sus acompañantes. Es probable también que hubiera llegado a oídos de la congregación las palabras tan nefastas que Pablo dirigió contra la Ley de Moisés, pero descontextualizada a raíz de la realidad de los remitentes. Lo más probable es que Pablo aclarara que su posición de eximir de la Ley solo valía para los gentiles, no para los judíos como él. Asimismo, podría ser que Pablo llevara consigo una copia de su carta a los romanos para mostrar una versión de su anuncio de manera más detallada, cuidadosa y positiva de la Torah (Wills 2006, 117). A raíz de ese punto, Jacob le pudo haber pedido a Pablo que llevara a cabo unos rituales dictaminados por la Ley para mostrar su lealtad a su herencia judía, y también para purificar la colecta. En fin, la tradición que se tenía de Jacob a finales de siglo I y durante el II es que era un acérrimo observante de la Ley. Es razonable que fuera el que le diera la sugerencia (Lüdemann 2005, cap. 49). Es dudosa que esta sugerencia proviniera de los ancianos (presbíteros) porque su existencia en esta etapa del jesuanismo parece anacrónica (Pervo 2008, 542).
Más al punto, una cosa debemos notar es que Hechos nunca habla de la colecta paulina. Esto es una fuerte señal de que por alguna razón, Pablo fracasó en poder entregar la colecta (Lüdemann 2005, cap. 49; Vidal 2015, cap. 8, “8.1.2. Conflictos en Hechos”). Por eso, probablemente el autor de Hechos inventa una escena que no cuadra con la línea temporal dada por Pablo en Gálatas (Gál. 2:1-10), en la que Pablo y Bernabé hicieron una colecta y la llevaron a Jerusalén (Hechos 11:27-30).
Las razones históricas para el rechazo de la colecta son oscuras, aunque puedan estar relacionadas con un incidente en el mismo Templo de Jerusalén. Sin embargo, desde esa ocurrencia en adelante entramos en un Twilight Zone histórico. Comencemos ese viaje por la dimensión desconocida. Dice Hechos que cuando Pablo llevó a cabo su purificación, esto ocurrió:
Cuano estaban para cumplirse los siete días, los judíos de Asia, al verlo en el Templo, alborotaron a toda la multitud y le echaron mano gritando:
—¡Varones israelitas, auxilio! ¡Este es el hombre que va enseñando a todos por todas partes contra el pueblo, la Ley y este lugar! ¡Más aún, ha introducido también a griegos en el Templo y ha profanado este santo lugar!…
Se agitó la ciudad entera [¡!] y se produjo una gran afluencia de gente. Se apoderaron de Pablo, lo arrastraron fuera del Templo y enseguida se cerraron las puertas. Mientras intentaban matarlo, llegó al tribuno de la cohorte el aviso de que toda Jerusalén estaba revuelta. Tomó inmediatamente soldados y centuriones y bajó corriendo hacia ellos. Cuando vieron al tribuno y a los soldados, cesaron de golpear a Pablo. Entonces el tribuno se acercó, lo apresó, mandó que lo ataran con doble cadena y le preguntó quién era y qué es lo que había hecho. Unos gritaban una cosa y otros, otra entre la multitud. Y como no podía enterarse de nada seguro por el alboroto, ordenó que lo llevaran al cuartel. Cuando llegó a los escalones, tuvo él que ser llevado en volandas por los soldados a causa de la violencia de la multitud. Pues la muchedumbre del pueblo le seguía gritando:
—¡Quítalo de en medio!
Cuando estaba a punto de entrar en el cuartel, Pablo dijo al tribuno:
—¿Me permites que te diga una cosa?
Él contestó:
—¿Sabes hablar griego? ¿No eres tú acaso el egipcio, el que hace unos días promovió una rebelión y sacó al desierto a cuatro mil hombres de los sicarios?
Pablo respondió:
—Yo soy judío, natural de Tarso de Cilicia, ciudadano de una ciudad no insignificante. Te ruego que me permitas hablar al pueblo.
Hechos 21:27-39
Aquí hay muchos factores que confunden. En primer lugar, el que un tribuno salvara a Pablo de una paliza por parte de los judíos en las inmediaciones del Templo. Para todos los fines narrativos, el Templo deja de ser el lugar de salvación (que era típico de Lucas-Hechos), y ahora la transición se empieza a dar hacia Roma. Durante el relato, se nos muestra la dependencia que Hechos tiene de La guerra de los judíos y Antigüedades judías de Flavio Josefo cuando se refiere al “Egipcio”, un insurreccionista que obró bajo la procuradoría de Antonio Félix (52-60 e.c.). La mención del Egipcio no tiene función alguna real en la narrativa excepto como un marcador histórico. No es verosímil que un incidente como este, aun si fuera cierto históricamente, le llevara al tribuno a confundir a Pablo con el Egipcio. Además, sería extraño que un tribuno infiriera que Pablo no fuera el Egipcio porque hablara griego, Egipto estuvo dominado por siglos por la cultura helenística de los Ptolomeos. El griego continuaba siendo un idioma dominante para diversos sectores sociales, especialmente en Alejandría (Josefo 1997, 2:1229-1230; Antigüedades judías 20:169-171 / Josefo 2017, 2:311-312; La guerra de los judíos 2:260-263; Mason 1992, 211-213; Pervo 2008, 553-554).
Los caminos de Pablo conducen a Roma, y no tenemos la más remota idea de cómo

De ahí en adelante, la narrativa histórica se vuelve un verdadero dolor de cabeza. El exégeta Jürgen Becker describió estos últimos capítulos como una “maraña histórico-jurídica” (Becker 1996, 560).
Pablo le pidió al tribuno dirigirse a su pueblo, que eventualmente respondió con un rechazo a su mensaje. He aquí la secuencia de eventos posteriores según las relata Hechos:
- Pablo se encuentra solo al momento del arresto.
- Después de su arresto por el tribuno, los judíos piden la muerte de Pablo.
- Pablo le revela al tribuno que nació en Tarso, pero que adquirió la ciudadanía romana por “nacimiento” (Hechos 22:28).
- Hubo un proceso de Pablo ante el sanedrín, fue condenado por este.
- Se planifica una conjura contra Pablo que es notificada en secreto al tribuno. El oficial romano ordena su protección para llevarlo ante el procurador Félix.
- Félix y su esposa Drusila mantuvieron a Pablo dos años en prisión esperando que se les diera un dinero (¿la colecta?).
- A Félix, le sucede Porcio Festo (59/60 e.c.) quien también dejó a Pablo en prisión por miedo a los judíos.
- Ante una probable decisión de Festo a favor de Pablo, este último decide utilizar su estatus de ciudadano romano para apelar a la autoridad de César (el emperador Nerón) para ser juzgado por él.
- Herodes Agripa II y Berenice conocen a Pablo y le escuchan, pero tanto el monarca como el procurador son incapaces de ayudarle por la apelación al César.
- Pablo es enviado a Roma en una embarcación, pero debido a una tormenta, terminaron él y los tripulantes como náufragos en Malta.
- Pablo y los tripulantes fueron salvados por los habitantes de la isla y reanudaron su viaje a Roma.
- En Roma permaneció bajo arresto domiciliario por dos años y no se nos narra su muerte.
La combinación y secuencia de todos estos factores es implausible y raya en la imposibilidad.
Comencemos con uno de los temas más difíciles, el de la ciudadanía romana de Pablo. Este dato aparece exclusivamente en Hechos de los Apóstoles, no en las cartas paulinas. Es más, no solo Pablo nunca menciona este importante factor, sino que ofrece información que parece contradecir tal convicción:
Más en trabajos; más en cárceles; exageradamente más en azotes; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos recibí cinco veces cuarenta menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez apedreado; tres veces naufragué; un día y noche pasé en el abismo.
2 Corintios 11:23b-25
Hay dos problemas significativos con esto. Por ejemplo, si Pablo hubiera sido ciudadano romano, es muy extraño que pasara numerosos azotes con látigos o con varas. La Lex Valeria les prohibía a las autoridades súbditas a Roma cualquier ejercicio de latigazos a ciudadanos romanos que apelaran al César. La Lex Porcia explícitamente prohibía que se sometieran a ciudadanos romanos al apaleamiento. Podría alegarse que siempre existía una posibilidad de abusos aun conociendo la ciudadanía romana de la víctima. Aun con todo, extraña el nivel de frecuencia con el que se le castigaba. Dado el panorama, todo parece indicar que la supuesta ciudadanía romana era un invento del autor de Hechos, quien se afanaba en presentar a Pablo como un sociable ejemplar que, mientras era judío, también era respetuoso de las autoridades romanas (Borg y Crossan 2009, 76; Fitzmyer 2003, 2:423; Lentz 1993, 120-138; Piñero 2015, 43; Vidal 1996, 267; Vidal 2007, 20, 22, 32-33).
Esto nos lleva a unos problemas históricos importantes. La invocación que Pablo hace de su ciudadanía romana para apelar al César no puede considerarse histórica. Sin embargo, según algunos autores, puede ser posible que alguien libre que no fuera ciudadano romano pudiera también hacerlo (Piñero 2015, 43; Vidal 2007, 33). Aun tomando la apelación como histórica, eso no resuelve los demás problemas de esta secuencia. He aquí unos cuantos:
- A Pablo se le arresta sin causa alguna.
- Aun si se tomara el incidente del Templo como causa del arresto, la causa no parece ser lo suficientemente seria como para merecer dos procesos en Jerusalén y otro en Cesarea.
- No es creíble que Pablo fuera acusado de violar la Ley de Moisés si fuera verdad que traía consigo solo a judíos para su consagración al nazireato.
- Las autoridades romanas estaban inclinadas a exonerar a Pablo de todos los cargos, pero sorprende que Pablo apele al César.
- Pablo apela al César antes del fallo de Festo, se supone que sea después.
- No se sabe nada en torno a la colecta a Jerusalén.
- No se entiende por qué Félix mantuvo a Pablo en prisión por dos años, un periodo demasiado largo, sin causa y sin que se le hubiera celebrado juicio alguno.
- No se entiende por qué Félix retuvo a Pablo encerrado solo con el objetivo de apropiarse del dinero (¿de la colecta?)
- No se entiende tampoco por qué en Roma, Pablo estuvo bajo prisión domiciliaria por otros dos años.
- No se entiende bien por qué Festo envió a Pablo a Agripa II.
- No se sabe cómo el autor de Hechos se enteró de una conversación privada entre Festo y Agripa.
Ahora bien, todos estos enigmas caen en su lugar cuando uno se da cuenta de que el autor de Hechos estaba reproduciendo el patrón de la pasión de Jesús que encontramos en el Evangelio de Lucas. El autor hace que Pablo conozca una profecía en torno a su futura muerte, de igual manera que Jesús predijo la suya. Pablo era un inocente que fue injustamente maltratado por el proceso judío, igual que ocurrió con el Jesús lucano. Fue identificado como inocente por las autoridades romanas, como Jesús fue juzgado como inocente por Poncio Pilato. Conoció a Agripa II de la misma manera que Jesús vio a Herodes Antipas (dato único del Evangelio de Lucas). Que los judíos pidieron la muerte de Pablo así como antes la de Jesús, etc. Asimismo, Hechos utiliza artes narrativas de naturaleza homérica para dramatizar lo que contaba, como el relato del naufragio (Pervo 2008, 648).
Hay una clarísima implicación de que Pablo murió: las profecías que vaticinaban su sufrimiento y muerte, asimismo como la estructura pasional lucana lo dan a entender muy claramente. El silencio de Hechos en torno a la manera en que murió es en ese sentido muy enigmático.
¿Qué fue lo que realmente sucedió con Pablo?
Prácticamente, casi nada de lo que afirma Hechos en torno a los últimos años de la vida de Pablo es creíble. Hay muchos aspectos que hacen este problema uno muy difícil de atender:
- Si Pablo fue víctima de un tumulto en el Templo y fue vilmente golpeado por violentar la normativa religiosa judía, puede ser que haya muerto en Judea y que el autor de Hechos inventara el resto del relato. En fin, este quería trasladar su relato de la salvación de Jerusalén a Roma. Si este es el caso, no se comprende tradiciones relativamente tempranas de que hubiera muerto en Roma. Suponiendo que Hechos se escribiera alrededor del 115 e.c. como argumentamos en artículos pasados, la fuente más temprana de este alegato sería la Carta de Clemente a los Corintios (1 Clemente), escrita para el 95 e.c.
- Puede ser que tras un juicio, Pablo resultara liberado y viajó a Roma donde cayó por segunda ocasión en prisión, especialmente por iniciativa de Nerón. Esta hipótesis tiene el problema que hay muchos años sin cubrir desde Félix hasta la estancia de Roma. ¿Qué ocurrieron durante esos cuatro años?
- Puede ser que Pablo terminara en Roma y fuera liberado posteriormente, pero ejecutado por Nerón en el 64 e.c. Esta alternativa tiene el inconveniente de que si Pablo hubiera sido liberado, entonces hubiera visitado la congregación romana (algo que no nos consta documentalmente) y continuado su viaje a España (algo del que no tenemos noticia alguna). Además, su última carta fue la de Romanos, no tenemos ninguna otra que escribiera después de su estancia en Roma o su presunta visita a Hispania.
- Puede ser que al apelar al César, Pablo hubiera terminado en Roma, pero que no estuvo bajo arresto domiciliario, sino que fue ejecutado por Nerón. Pero esto hubiera sido algunos años antes de la persecución del emperador a los cristianos en el 64 e.c.
En realidad es imposible saber cuál fue el verdadero desenlace del arresto de Pablo en Jerusalén. Solo podemos dar como probablemente correcta por patrón recurrente la muerte de este en Roma, pero no podemos tomarlo como un dato muy fuerte debido a la pobre calidad de nuestras fuentes, a saber, 1 Clemente (que discutiremos más adelante) y Hechos de los Apóstoles. La primera alternativa que no debe ser descartada como una posibilidad histórica.
Ahora bien, el hecho de que Pablo probablemente no fuera ciudadano romano significa que probablemente no fuera ejecutado a espada, como usualmente se le representa en las pinturas y leyendas basadas en ello. Si murió bajo Nerón, particularmente en el momento de la persecución a los cristianos, lo más probable es que hubiera sido ejecutado mediante la crucifixión. Esto explicaría el silencio de Hechos al respecto, ya que iría contra su retrato de Pablo como ciudadano romano y como alguien respetuoso de las autoridades romanas, no como alguien perteneciente a una secta cuyo líder mesiánico era sedicioso.
Los últimos años de Pedro
Referencias a la muerte de Pedro

Si no conocemos tanto de la muerte de Pablo, menos sabemos de la muerte de Pedro. La mayoría que tenemos en torno a ese tema es sumamente legendaria o una información extremadamente mínima que no nos permite saber con certeza el final del apóstol.
Sí sabemos a ciencia cierta que después de la reunión de Jerusalén (ca. 49 e.c.) decidió abandonar su puesto de liderato jerosolimitano —dejándoselo a Jacob— para predicar en las sinagogas de la diáspora. Esto lo sabemos en gran medida gracias a las cartas de Pablo. Tenemos constancia de que visitó a la congregación de Antioquía (Gálatas 2:11-14) y también a las comunidades de Acaya, específicamente la de Corinto (1 Corintios 1:12).
¿Qué hay de su muerte? Solo tenemos unos indicios. Por ejemplo, en 1 Clemente, su autor anónimo de la congregación romana dice:
Por emulación y envidia fueron perseguidos los que eran máximas y justísimas columnas de la Congregación Universal y sostuvieron combate hasta la muerte. Pongamos ante nuestros ojos a los santos apóstoles. A Pedro, quien, por inicua emulación, hubo de soportar no uno ni dos, sino muchos más trabajos. Y después de dar así su testimonio, marchó al lugar de la gloria que le era debido. Por la envidia y rivalidad mostró Pablo el galardón de la paciencia. Por seis veces fue cargado de cadenas; fue desterrado, apedreado; hecho heraldo de Cristo en Oriente y Occidente, alcanzó la noble fama de su fe; y después de haber enseñado a todo el mundo la justicia y haber llegado hasta el límite de Occidente y dado su testimonio ante los príncipes, salió así de este mundo y marchó al lugar santo, dejándonos el más alto dechado de paciencia.
1 Clemente 5:2-7; Ruiz Bueno 1993, 182.
Aunque este pasaje contiene información sobre Pablo, nótese que hay elementos que no podemos tomar como históricos. Por ejemplo, que Pablo llegó “hasta el límite de Occidente” (es decir, a Hispania) no se corrobora con lo que sabemos. Puede ser que el autor de esta carta esté infiriendo esta información a partir de lo que el Apóstol había dicho en su carta a los romanos. Si ese es el caso, tenemos que tomar con pinzas todo lo que nos dice aquí. Las razones que expone para la muerte de Pedro son bien vagas, pero da a entender que murió debido a unas tensiones y envidias internas de las congregaciones, pero no nos dice nada más.
Tal vez más iluminador es un pasaje del Evangelio de Juan, en donde pone en boca de Jesús una profecía de lo que eventualmente le sucedería a Pedro:
… En verdad, en verdad te digo: Cuando eras más joven te ceñías a ti mismo e ibas adonde querías; cuando seas viejo extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.
Dijo esto para indicar con qué clase de muerte glorificaría a Dios …
Juan 21:18b-19a
Esto podría indicar que Pedro murió crucificado, pero no sabemos esto a ciencia cierta. La expresión “ceñír” y “abrir brazos” podría querer decir que sería atado de manos y pies, y entregado a sus enemigos (Piñero 2021, “Evangelio de Juan”, “Aparición en el lago de Tiberíades”).
Todo lo demás que tenemos en torno a Pedro es puramente legendario.
La probable muerte bajo Nerón
Tenemos una serie de escritos apócrifos, la mayoría de ellos muy tardíos, que narran de manera disímil e inverosímil la muerte de Pedro en Roma:
- Hechos de Pedro (ca. 180 e.c.)
- Hechos de Pedro y Pablo (siglo IV)
- Pasión de Pedro (siglo IV)
- Martirio de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo (siglo V)
- Hechos y Martirio de Pedro de Pseudo Abdías (siglo VI)
Además, tenemos tradiciones diversas procedentes de la patrística cristiana.
Habría que ver si Pedro en algún momento estuvo en Roma. La evidencia parece sugerir que sí, pero no es del todo segura. Por ejemplo, hemos discutido el caso de 1 Pedro, una falsificación escrita a nombre del apóstol. En el texto, para dar credibilidad a su reclamo, afirma que escribe desde “Babilonia”. Como hemos indicado, esta manera de referirse a Roma es inverosímil que la haya utilizado Pedro históricamente, ya que esta equivalencia entre Babilonia y Roma se dio después de la destrucción de Jerusalén en el 70 e.c. Presumiblemente, Pedro había muerto bajo Nerón (64-66 e.c.). Sin embargo, esa referencia a que escribía desde Roma podría responder a un hecho conocido: que Pedro había estado en Roma en un momento dado (1 Pedro 5:13).
Papías de Hierápolis, quien vivió a finales del siglo I y comienzos del II, habla de un escrito de Marcos, el acompañante e intérprete de Pedro, quien le acompañó a Roma durante su ministerio. Algunos sostienen que el Evangelio de Marcos es este documento, aunque hoy día parece muy improbable. Aunque la noticia en sí no sea de fiar, sí es llamativo que en una época tan temprana hubiera noticias de Pedro en Roma. Puede ser posible que la convicción de Papías se base parcialmente en ese probable hecho acontecido.
Ignacio de Antioquía (ca. 110-117 e.c.) también parece conocer la información de que estuvo allí. Dice en su carta a los romanos:
Antes atraed a las fieras, para que puedan ser mi sepulcro, y que no deje parte alguna de mi cuerpo detrás, y así, cuando pase a dormir, no seré una carga para nadie. Entonces seré verdaderamente un discípulo de Jesucristo, cuando el mundo ya no pueda ver mi cuerpo. Rogad al Señor por mí, para que por medio de estos instrumentos pueda ser hallado un sacrificio para Dios. No os mando nada, cosa que hicieron Pedro y Pablo. Ellos eran apóstoles, yo soy un reo; ellos eran libres, pero yo soy un esclavo en este mismo momento.
Carta a los Romanos IV, mi énfasis.
En otras palabras, Ignacio entendía que tanto Pablo (presumiblemente mediante Romanos) y Pedro recibieron órdenes por autoridad apostólica. Esto significa que probablemente Pedro anduvo en Roma y ejerció allí cierto liderato.
Otro “testigo” indirecto que confirma la tradición de la estancia de Pedro en Roma fue el Apocalipsis de Pedro (135 e.c.), donde Jesús le ordena a esta que fuera al “occidente” (presumiblemente a Roma). Asimismo hubo otras autoridades como Dionisio de Corinto (170 e.c.) y Cayo —-un presbítero de finales del siglo II y comienzos del III—, quienes reafirmaron esa tradición. Sin embargo, a este punto no podemos hablar de la independencia de estas tradiciones.
Ahora bien, nuestro recuento más temprano sobre el martirio de Pedro se encuentra en los Hechos de Pedro, que es plenamente fantasioso y casi no tiene credibilidad alguna a nivel histórico. En ese escrito, se relata cómo Pedro se enfrentó a Simón Mago, quien llevó a cabo grandes prodigios frente al público. Simón voló por los aires, pero Pedro, con el poder de Dios, hizo que cayera. Posteriormente, Pedro había decidido huir de Roma cuando se enteró de un complot contra él. Sin embargo, en medio del camino, Pedro se encontró con Jesús quien iba en dirección hacia Roma. Pedro le preguntó que a dónde iba (en latín: Domine, quo vadis?, “Señor, ¿a dónde vas?”). Jesús le dijo que iba a Roma para ser crucificado en una segunda ocasión.

Con esa aparición Pedro entendió que era su destino morir crucificado. Entusiasmado, volvió con regocijo a la ciudad esperando compartir el mismo destino de su maestro y se entregó a Agripa II. Sin embargo, en el momento de su martirio, les pidió a los soldados ser crucificado al revés. Este gesto simbolizaba la manera en que el ser humano llegaba a la tierra (como un recién nacido) a un mundo en el que las percepciones están afectadas por el pecado. Con sus acciones, Adán trajo el pecado al mundo, distorsionando las percepciones, dejándonos engañar por las apariencias. Pues, debido a ello, hacía falta invertir nuestro punto de vista del mundo. La crucifixión de Cristo proveyó un remedio para la salvación y corrección del pecado (Hechos de Pedro 35-39).
Tertuliano confirma que Pedro fue crucificado, así como lo afirmó Eusebio de Cesarea en su Historia eclesiástica y otros padres de la Iglesia (Ehrman 2006, 84-85). Sin embargo, es difícil saber si esto se trata de información independiente, ya que sus aserciones son significativamente posteriores a los Hechos de Pedro.
Los Hechos de Pedro y Pablo claramente se basa en los Hechos de Pedro, lo único que Pedro y Pablo le predican al público, Pedro se enfrentaba a Simón Mago (que tiene un historial muy sospechosamente similar a lo que acusaban los ebionitas contra Pablo), y tras su muerte, el emperador Nerón mandó a ejecutar a los santos apóstoles.
Mi posición en relación con el tema

El apologista cristiano Sean McDowell reconoce que la calidad de nuestras fuentes no es exactamente la mejor, pero que hay un recuerdo de Pedro en Roma (McDowell 2016, cap. 5). Personalmente, me inclino a pensar que este recuerdo se basa en el hecho de que Pedro actuó y murió en Roma. También pienso que hay unos elementos en estos relatos legendarios que “suena” a algo que realmente aconteció. Por supuesto, no creo que los discursos hechos por Pedro realmente ocurrieron, o su confrontación con Simón Mago, acontecimiento que claramente se basa en un episodio de Hechos de los Apóstoles (8:9-25). Por otro lado, hay bastante qué decir en torno a una crucifixión cabeza abajo.
Los romanos eran bastante creativos a la hora de ejecutar a sus víctimas, especialmente aquellas que eran sediciosas. El mismo Flavio Josefo hace constar que los romanos no utilizaban una sola posición a la hora de la crucifixión, sino diversas maneras por las que podían torturar a los condenados (Josefo 2017, 2:174-175; La guerra de los judíos 5:446-451). Tácito también provee más información al respecto. Según él, bajo el emperador Nerón se dio el famoso incendio de Roma en el 64 e.c., y circularon rumores de que él había sido responsable:
Mas ni con remedios humanos ni con las larguezas del príncipe o con los cultos expiatorios perdía fuerza la creencia infamante de que el incendio había sido ordenado. En consecuencia, para acabar con los rumores, Nerón presentó como culpables y sometió a los más rebuscados tormentos a los que el vulgo llamaba “chrestianos”, aborrecidos por sus ignomias. Aquel de quien tomaban nombre, Christus, había sido ejecutado en el reinado de Tiberio por el procurador Poncio Pilato; la execrable superstición, momentáneamente reprimida, irrumpía de nuevo no solo por Judea, origen del mal, sino también por la Ciudad [Roma], lugar en el que de todas partes confluyen y donde se celebran toda clase de atrocidades y vergüenzas. El caso fue que empezó por detener a los que confesaban abiertamente su fe, y luego, por denuncia de aquellos, a una ingente multitud, y resultaron convictos no tanto de la acusación del incendio cuanto de odio al género humano. Pero a su suplicio se unió el escarnio, de manera que perecían desgarrados por los perros tras haberlos hecho cubrirse con pieles de fieras, o bien clavados en cruces, al caer el día, eran quemados de manera que sirvieran como iluminación durante la noche. Nerón había ofrecido sus jardines para tal espectáculo, y daba festivales circenses mezclado con la plebe, con atuendo de auriga o subido en el carro. Por ello, aunque fueran culpables y merecieran los máximos castigos, provocaban la compasión, ante la idea de que perecían no por el bien público, sino por satisfacer la crueldad de uno solo.
Tácito 1980, 244-245; Anales 15:44. Mis alteraciones a la traducción.
Si Pedro murió bajo el Emperador Nerón como afirman una y otra vez las diversas tradiciones sobre él, es probable que el morir crucificado cabeza abajo no hubiera sido algo que Pedro solicitara, sino más bien una tortura particular que los romanos le infligieron como parte de lo que solían hacer. Quizás hubiera sido una iniciativa autorizada por Nerón.
Ahora bien, esta convicción no debe tomarse con plena seguridad. Los relatos cristianos apócrifos provienen en el mejor de los casos de las últimas décadas del siglo II y, como destaca Candida Moss, se compusieron bajo la influencia de las novelas romances griegas (Moss 2013, cap. 4, “The Deaths of the Apostles”).
Consecuencias para el papado

Durante la historia, Pedro y Pablo sustituyeron a Rómulo y Remo como figuras fundacionales de Roma. Sin embargo, en ambos casos hemos visto que la evidencia de su presencia en Roma no es totalmente negativa, pero sí una bastante frágil. En ambos casos, existe duda razonable de que realmente los dos hayan llegado a ese destino.
En el caso de Pablo, solo podemos llegar con relativa seguridad a Jerusalén como destino casi plenamente corroborable. Sin embargo, Hechos no nos provee más que una “maraña histórico-jurídica” de grandes proporciones sobre cómo Pablo llegó de Jerusalén a Roma. Hay intereses apologéticos de parte del autor de Hechos para que el destino fuera Roma: los judíos rechazaron el mensaje de Jesucristo, por lo que el Templo de Jerusalén dejó de ser el centro religioso, ahora lo es el centro de la gentilidad, Roma. Por ende, el dato no pasa por criterio de disimilitud. Sin embargo, si se tiene en consideración 1 Clemente e Ignacio de Antioquía, junto a Hechos, puede hablarse de un patrón recurrente. Además, hay un potencial (subrayo, potencial) indicio de embarazo, de que Pablo haya muerto en Roma crucificado, algo que debió haber ido en contra de la narrativa de Hechos. Desgraciadamente, no tenemos manera de saberlo de seguro.
En cuanto a Pedro, si tenemos en cuenta Hechos, Papías, 1 Clemente, 1 Pedro e Ignacio de Antioquía, también podemos establecer un patrón recurrente de la presencia de Pedro en Roma, pero uno más débil. Cuando Pablo dirigió su carta a los romanos, nunca pareció haber aludido a Pedro. Puede ser que su presencia se hubiera dado después. Podemos hablar de noticias de su martirio en el Evangelio de Juan, que es un dato que el evangelista utilizó para mostrar al discípulo amado como superior: este último aventajaba a Pedro en años de vida. Sin embargo, ni en 1 Clemente, las cartas de Ignacio ni el Evangelio de Juan tenemos idea alguna de cómo fue martirizado. La tradición más temprana que tenemos es tardía del siglo II y sugiere que murió crucificado. El dato en sí mismo es verosímil, pero no podemos tener plena seguridad de ello, ya que está rodeado de todo un bagaje legendario que los historiadores no pueden tomar como cierto.
Parte de la autoridad que actualmente tiene la Iglesia Católica se basa en ambas tradiciones de que Pedro y Pablo, el “Príncipe” de los Apóstoles (supuesto primer papa) y el Apóstol de los Gentiles correspondientemente, se establecieron en Roma. Pero desde la perspectiva histórica, es más cierta la tradición de que Pedro estuvo en Antioquía, ya que es un dato que nos ofrece el mismo Pablo en sus cartas. Irónicamente, la autoridad de Antioquía tiene mayor solidez histórica que el obispado que Roma.
Sin embargo, todavía nos queda otro tema, de si Pedro dejó a alguien como supervisor (obispo) romano … Eso lo discutiremos en los próximos artículos de nuestra serie.
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Muchas gracias.
Referencia
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Yo no creo que Pedro estuviera en Corinto. Infieres que Pedro estuvo ahí, porque Pablo habla del partido de Cefas entre los fieles de Corinto. Pero Pablo también habla del partido de Cristo, y es claro que Jesús nunca estuvo en Corinto. Por ende, que Pablo mencione a Pedro o Apolos como líderes de facciones en Corinto no es garantía de que esos personajes realmente estuvieron en esa ciudad.
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Tienes razón, no hay ninguna garantía de ello, tal vez deba moderar un poco mi tono cuando lo afirmo. Solo voy a decir unos puntos:
1. Pedro se dirigía más hacia las sinagogas, que podían incluir los de la diáspora (ese es parte del acuerdo de Antioquía). Hechos menciona que Pedro solía predicar fuera del área de Palestina (aunque este dato hay que tomarlo con pinzas). Dado que Corinto era un lugar cosmopolita, incluía comunidades judías que asistían a las sinagogas. Si en Corinto se estaban dando unas tensiones en torno al discipulado de Pablo, Apolo o Pedro, me parece que puede ser muy probable (en mi humilde opinión) que Pedro predicara allí y dejara una huella en el lugar en cuanto a sus estudiantes.
2. No sé si cuente el decir que “eran de Cristo” como una afirmación que niegue que Pedro fuera a Corinto. Esto se debe a que todos los partidos se consideraban de Cristo. El partido de Pedro se afirmaba de Cristo contra (por dar un ejemplo) el paulino. El partido de Pablo se afirmaba de Cristo, contra los discípulos de Apolo. Esto es parte de la polémica que se daba en ese lugar clave para la diseminación del cristianismo en ese lugar. Pablo quería unión, y allí es donde adoptó un tono mucho menos agresivo que en Gálatas, y decía que todos eran de Cristo.
3. 1 Corintios es la única referencia contemporánea a Pedro (además de Gálatas) en torno a la actividad misional de este apóstol en la diáspora. Una vez más, el dato del conflicto del discipulado de Pedro con los demás debe tomarse con mucho cuidado y matizarlo a la luz de lo que hemos dicho: que no es garantía absoluta de que Pedro estuviera en Corinto. Ahora bien, comparado con este dato, al menos en cuanto al tema principal que nos ocupa, el problema es que en el caso de Roma, nuestra evidencia es sencillamente escasa. Ni tan siquiera Pablo habla de Pedro en Roma y lo que tenemos de él sobre su estancia allí es o marcadamente superficial o está cargado de material legendario. Por tanto, establecer la historicidad de su estancia allí (al menos comparado con 1 Corintios en el caso de Corinto, aun con la debida matización) es sumamente difícil.
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