Comentarios en relación con Neuroeducación en virtudes cordiales de María José Codina Felip

Portada del libro: Neuroeducación en virtudes cordiales
Portada del libro: Neuroeducación en virtudes cordiales, de María José Codina Felip.

En la carrera filosófica, especialmente cuando se trata de un tema tan difícil como la ética, uno se encuentra con ciertas joyas que muestran en su sencillez una profundidad de pensamiento, y que sustancialmente aportan a la discusión de los asuntos que debemos atender en épocas como esta. La filósofa María José Codina Felip ha escrito una de estas joyas. He aquí la ficha:

María José Codina Felip. Neuroeducación en virtudes cordiales. Cómo reconciliar lo que decimos con lo que hacemos. Octaedro, 2015.

Uno de los grandes problemas que tengo con el prefijo “neuro-” es que en muchos círculos, incluyendo los académicos, se ha vuelto una especie de moda. Es como en épocas previas la palabra “holístico”, “transdisciplinario” o prefijos como “meta-“, que a veces se utilizaban con palabras para impresionar al público, pero que cuando uno indagaba detrás de ellas, dicen poco o nada de lo que supuestamente pretenden decir. Quieren simular decir más de lo que realmente se está alegando. Ese es mi temor cuando leo o escucho las palabras “neuroeducación”, “neuroeducador”, “neuroética”. No digo que estas palabras no se puedan usar legítimamente, pero sí han habido instancias de abuso de estos términos con el objetivo de impresionar a lectores u oyentes. Así que cuando veo un libro cuyo título incluye la palabra “neuroeducación” no puedo evitar sentirme escéptico.

No obstante lo dicho, me place decir que aquí cabe el prefijo y que el libro sí nos da lo que promete. Basada en su excelente tesis doctoral, la Dra. Codina Felip nos brinda unas reflexiones muy serias en torno a una educación basada en las ciencias neurológicas y cómo estas pueden servir para una vida integral de lo que Adela Cortina llama “virtudes cordiales”.

El libro se divide en tres partes. La primera se centra en el tema de la neuroeducación. Para discutirlo, la autora lleva a cabo una serie de aclaraciones en torno a las realidades y falsedades en torno a la educación, las diversas maneras de concebir la actividad del cerebro y los procesos de cognición. Lo más importante de esta discusión es que en todo momento la opinión de la distinguida pensadora se cimenta en las teorías científicas más recientes de la neurología y la psicología, desmentir lo que ella llama “neuromitos”, y hacer propuestas educativas científicamente fundadas.

La segunda parte trata de la educación éticamente basada en la práctica de las virtudes cordiales. Las virtudes son excelencia y, como bien afirmaba Aristóteles, se alcanzan mediante la práctica continua. Pero, ¿qué son las virtudes cordiales? Adela Cortina define las virtudes cordiales de esta manera:

… son las excelencias en las que se va forjando el sujeto moral desde la infancia, desde la comunidad familiar y desde la escuela para querer, en este caso, lo justo y para poder descubrir lo justo.

Adela Cortina, Justicia cordial (Madrid: Trotta, 2010), 18; Codina, Neuroeducación, 97.

Según nuestra autora, estas virtudes cordiales nacen de la interacción intersubjetiva de los seres humanos, que reconoce la razón, pero a la misma vez el “corazón de los sujetos, y que, buscando excelencia, nos lleva a querer lo justo, a querer actuar de acuerdo a unos criterios de justicia global que broten también del sentimiento de la humanidad” (p. 97). Este es un aspecto muy importante del que quisiera diferir muy respetuosamente de la Dra. Codina, especialmente cuando se trata de un excelente libro dedicado a desmontar neuromitos. Uno de los factores que confunden mucho la discusión, especialmente cuando se trata del difícil tema de la razón, es la tendencia de asumir un lenguaje que la separa del sentimiento o la emoción. A esto le llamo “la visión Viaje a las Estrellas (Star Trek) de la mente humana”: de todos los miembros de la nave estelar Enterprise, se encuentra un personaje que es todo lógica como un señor Spock que extirpa todas sus emociones; en el otro extremo está el que es todo emoción como el Dr. McCoy, y justo en el medio está la combinación de razón y emoción en el capitán Kirk. La adopción del tipo de lenguaje de relación adversativa entre razón vs. sentimiento o emoción pierde de perspectiva que la emoción juega un rol importantísimo a la hora de tomar decisiones racionales. Si no tuviéramos emociones, seríamos incapaces de tomar decisiones racionales. Este es precisamente el hallazgo de los estudios de Antonio Damásio y que lo ha expuesto muy bien en obras tales como El error de Descartes y La sensación de lo que ocurre. Así que para tomar decisiones éticas, las emociones juegan un rol muy importante, precisamente porque nuestras decisiones deben ser racionales. En otras palabras, la cordialidad es esencial a la vida racional. La visión Spock (razón) vs. McCoy (emoción) de la mente humana no pasa de ser otro neuromito; por ende, aconsejo desalentar el uso de un lenguaje que presupone ese marco conceptual de nuestros procesos de cognición y deliberación.

Pues, la Dra. Codina nos dice que con las virtudes racionales deliberamos mejor en torno a unas dificultades, incluyendo aquellas involucradas en la actividad educativa. Tras enumerar las virtudes cordiales en relación con el proceso educativo, discute cada una de ellas, no solo definiéndolas, sino también lo que ellas implican y cómo deben practicarse en el aula. Esto posibilita forjar sujetos cordiales para una nueva ciudadanía en nuestros respectivos países.

La tercera parte de la obra ve un nuevo panorama educativo con base en las virtudes cordiales. Dado el hecho de la nueroplasticidad del cerebro humano, la Dra. Codina mantiene en todo momento que estas virtudes no se enseñen como “teoría ética” en el aula, sino que más bien se practiquen, configurando redes neuronales de los estudiantes (y docentes) que resulten de esos hábitos deseables. Los estudiantes deben practicarlo desde temprano para que neuronalmente se desarrollen integral y éticamente como ciudadanos. Sugiere que el periodo apropiado para enseñarlo es la educación secundaria, durante el periodo de adolescencia de los estudiantes porque “en la adolescencia se empieza a forjar la identidad del sujeto como tal, se eligen modelos de referencia a seguir para dicha forja, y se empieza a tener lugar el desarrollo moral que abre las puertas a la madurez como sujetos morales” (p. 141). En el último capítulo, nuestra autora argumenta que una neuroeducación como se ha propuesto debería mejorar el aprendizaje de los estudiantes por varias razones, entre ellas, un mejor clima de seguridad, mayor confianza y el uso de las emociones para el aprendizaje.

Este libro en sí debe ser base de un proyecto educativo bien forjado según los dos elementos que presenta de manera magnífica teniendo en cuenta por un lado los avances de la neurología y las ciencias cognitivas y, por otro, las reflexiones oportunas hechas por la filósofa Adela Cortina, pensadora que ha inspirado a toda una generación de eticistas del habla hispana. Fuera de una pequeña reserva en torno a la visión “razón vs. emoción”, me parece que esta es una obra excelente y que recomiendo a todos los interesados en el tema de la ética. También recomiendo la lectura a mis amistades del movimiento escéptico, ya que pone al escepticismo saludable como una actividad que fomenta el pensar racional, tal como una mejor comprensión de la mente humana y la educación.

Aun así, continúo con mi escepticismo al prefijo “neuro-” y me pregunto si no es mejor hablar de “educación” en general con base científica que de “neuroeducación”.

Aquí añado una entrevista a María José Codina que le hizo Miguel Arrieta del Instituto para el Desarrollo Humano.

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