
Esta es la continuación de una serie que dejamos en suspenso el año pasado. Se supone que este fuera el número de la serie donde se tratarían los casos de científicos que divergen del consenso (la Dra. Katherine Horton) y por qué no deberíamos tenerlos muy en cuenta. Sin embargo, en estos días ocurrió algo a mi juicio que amerita discutirse antes.
Hace algunos días, se publicaron dos artículos independientes por el mismo equipo científico formado por un grupo de la agencia gubernamental Australian Radiation Protection and Nuclear Safety Agency y otro de la Facultad de Ciencias Tecnológicas de la Universidad de Tecnología de Swinburne. El par de estudios consiste en una revisión científica en relación con posibles daños físicos provocados por la tecnología 5G (Karipidis et. al., 2021) y un metaanálisis de la evidencia científicamente cualificada al respecto (Wood et al., 2021). Su conclusión no debería sorprender a nadie en absoluto si hemos estado siguiendo la serie. Sencillamente, no hay razón alguna por la que la tecnología 5G deba considerarse genotóxica, cause cáncer o cualquier otro tipo de mal físico o ambiental.

El primero se enfoca en revisar aquellos estudios que involucraban la emisión de radiofrecuencias superiores al 6GHz y dentro del rango de ondas milimétricas de 30 a 300 GHz (donde caería el uso de la tecnología 5G). El estudio también tuvo en cuenta las regulaciones sugeridas por la Comisión Internacional para la Protección contra la Radiación No-Ionizante International (ICNIRP), una organización sin fin de lucro que aconseja en torno al uso de radiación no ionizante. Ellos publican una guía para dicho uso que es referente de muchos estudios científicos —incluyendo los que estamos discutiendo— y agencias de regulación. El nivel de exposición no debe tener como efecto una tasa de absorción de energía superior a los 4 W/kg. Teniendo esto en cuenta, se sugiere una regulación en que la exposición ocupacional al público en general no tenga un efecto de una tasa de absorción que sea de 0.08 W/kg y a los empleados de las telecomunicaciones a 0.4 W/kg. Esto se logra si las radiofrecuencias se mantienen en el rango entre 100 kHz y 300 GHz. Frecuencias superiores al 300 GHz generarían un calentamiento excesivo de los cuerpos expuestos a este tipo de radiación. El rango de radiofrecuencias de la tecnología 5G es de 26 a 28 GHz, es decir, diez veces inferior a los límites recomendados por la OCNIRP.
Nota: “W/kg” es la unidad de tasa de absorción de energía por un conjunto de tejidos. “W/kg” significa el nivel de absorción de un cuerpo de una potencia de la radiación medida en “Watts” ( W ) por unidad de kilogramo del conjunto de tejidos del cuerpo humano.
Kariptidis et al. (2021) consideró 300 estudios, pero solo acogió aquellos que eran experimentales (107 estudios), tales como experimentos in vitro (91), in vivo (15) o en humanos (1), preferiblemente aquellos que tienen que ver con exposición ocupacional dentro de la restricción de 0.4 W/kg. La revisión también incluyó estudios de cohorte, casos controlados y trasversales.
Los resultados de cada estudio han sido variados, pero en su conjunto mostraba que la mayoría no había padecido efecto alguno de que estas radiofrecuencias alternen el ADN. Hubo estudios que encontraron alguna señal de ello, pero otros similares que replicaron los experimentos no pudieron detectarlo. Otros estudios que vieron algún tipo de efectos en el núcleo celular no se han podido cotejar independientemente. Otros estudios experimentaron con muestras de animales demasiado pequeñas y sus resultados tampoco se han podido replicar. Aun otros experimentos que reportaron efectos no controlaron debidamente por temperatura y no eran consecuentes con resultados previos mejor establecidos en la literatura científica.
No han habido estudios epidemiológicos en torno a estas radiofrecuencias del 5G, pero sí a la exposición ocupacional a ciertas radiofrecuencias de 6 a 300 GHz como, por ejemplo, radares militares. Karipidis et al. (2021) consideró 31 estudios: 8 estudios de cohorte, 13 de casos controlados, 9 trasversales y un metaanálisis. Aun con las limitaciones de algunos estudios de cohorte —por ejemplo, algunos se basaban en reportes personales, o eran de baja participación, o no consideraron ciertos factores de confusión o no tuvieron en consideración el riesgo ocupacional de los trabajadores en las telecomunicaciones— no ha habido en su conjunto un incremento estadísticamente significativo de cáncer en la población expuesta. La única revisión sistemática y metaanálisis de este grupo de estudios tuvo en consideración varios estudios de cohorte para un tamaño de muestra de 53,000 personas y no encontró un aumento estadísticamente significativo entre la exposición a este tipo de radiofrecuencias y las incidencias de cáncer (Variani et al. 2019). Los estudios transversales y de casos controlados no pudieron establecer vínculo alguno entre la tecnología con aumentos en problemas prenatales, cáncer u otros factores.
Los estudiosos de la revisión científica reconocen que no hay estudios directos de la tecnología 5G como tal y que actualmente estamos expuestos más bien a las radiofrecuencias de 6 GHz para los móviles y otros servicios. Aunque recomiendan continuar los estudios al respecto, a partir de lo que se ha visto en todos estos casos, no se espera aumento alguno de incidencias de cáncer o de algún otro tipo de efecto biológico. De hecho, cita a artículos de estudios de los efectos epidemiológicos del uso de móviles en cuanto a posibles aumentos de tumores cerebrales, que no han podido establecer ninguna asociación (Karipdis et al., 2018; Kim et al. 2015).
En resumen, la revisión científica encontró que no puede establecerse asociación alguna entre las radiofrecuencias del rango de la tecnología 5G (y más allá) con incidencias de cáncer u otros males en los seres humanos o animales no humanos.
El segundo estudio del equipo, el metaanálisis (Wood et al., 2021) acompaña al primero y toma los datos de estos 107 estudios, debidamente matizados. El resultado es que no puede establecerse una relación entre la dosis de exposición y la magnitud de los efectos usualmente atribuidos a estas ondas electromagnéticas (tipos de cáncer, efectos prenatales, etc.). Es más, ellos señalan que los datos indican una relación negativa entre ambos, es decir, mientras mayor era la dosis, menor era la magnitud del tamaño del efecto, aunque es cuestionable establecer una asociación causal entre ambas variables. Por supuesto, los autores cautelosamente nos dicen que siempre tenemos que continuar con los estudios de los potenciales efectos de la tecnología 5G para orientarnos mejor epidemiológicamente.
Reflexión

Compárese lo que aquí se muestra con lo que discutimos en nuestro artículo anterior de esta serie. Mucha gente en el público se deja impresionar mucho por titulares llamativos (click-baits) en torno a “tantos científicos se oponen a …” y que después resultan ser incorrectos, sea por vagancia del reportero o reportera, o sean porque quieren mentir por razones ideológicas. Sin embargo, una verdadera investigación no se limita a un mero listado de personas que, sean científicos o no, apoyan alguna causa. El problema es cuál evidencia científicamente cualificada apoya su convicción.
Los científicos que escribieron estos importantes estudios hicieron la labor investigativa que hace falta. No publican artículos para asustar al público, sino que llevan a cabo una revisión de la literatura científica disponible y cualifican sus datos estadísticamente para saber si debemos esperar mayores problemas a la salud como resultado del uso de la tecnología 5G.
Cuando se vea algún activista, sea científico o no, haciendo algún alegato de peligrosidad para el público, siempre vale preguntarse cuáles estudios le respalda. El tema del 5G no es el único casos, hay muchos más. Hace algunos años, la prensa de Puerto Rico y otros países repetía incesantemente cómo los pesticidas estaban vinculados a las incidencias de microcefalia. Este blog aparentemente fue el único espacio divulgativo de Puerto Rico (que yo tenga constancia) que reveló que tal supuesto enlace lo proclamaban a los cuatro vientos un grupo activista conocido como Médicos de Pueblos Fumigados y que se basaba en una malinterpretación de unas declaraciones de la organización brasileña Abrasco. Cuando se le preguntó a un representante de MPF cuáles estudios había realizado la agrupación en torno al tema, la persona tuvo que reconocer que ninguno.
Si hay sospecha de que la ciencia que prevalece es mala ciencia, no vale apelar a prejuicios cognitivos o narrativas espontáneas: “Fulano está vendido a X corp”, “los científicos están comprados por Big Pharma”, o “hay mucho dinero detrás de …”. Lo único que vale es alguna investigación científica que sea mejor que las anteriores. La mala ciencia se combate con mejor ciencia, no con activismos que no han corroborado sus alegatos o que no estén familiarizados con la literatura científica pertinente.
Finalmente, enfatizo el hecho de que hemos estados inundados de energía electromagnética wifi y 3G y 4G por bastante tiempo. Estamos rodeados por móviles, tabletas, laptops y computadoras de mesa. ¿Ha aumentado la tasa de incidencias y mortandad de cáncer?

Para todos los efectos, la tasa de incidencias de cáncer en los Estados Unidos se desplomó desde los años 90 hasta mediados de la década del 2010, después se ha ido estabilizando. En cuanto a las incidencias de mortandad por cáncer, la tendencia continúa siendo a la baja.
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Muchas gracias.
Referencias
Karipidis, K., Elwood, M., Benke, G., Sanagou, M., Tjong, L., & Croft, R. J. (9 de diciembre de 2018). Mobile phone use and incidence of brain tumour histological types, grading or anatomical location: a population-based ecological study. BMJ Open, 8, e024489. doi: 10.1136/bmjopen-2018-024489.
Karipidis, K., Mate, R., Urban, D. Tinker, R., & Wood, A. (16 de marzo de 2021). 5G mobile networks and health—a state-of-the-science review of the research into low-level RF fields above 6 GHz. Journal of Exposure Science and Environmental Epidemiology. doi: 10.1038/s41370-021-00297-6.
Kim, S. J.-H., Ioannides, S. J., & Elwood, J. M. (25 de febrero de 2015). Trends in incidence of primary brain cancer in New Zealand, 1995 to 2010. Australian and New Zealand Journal of Public Health, 39(2), pp. 148-152. doi: 10.1111/1753-6405.12338.
Siegel, R. L., Miller, K. D., & Fuchs, H. E. (12 de enero de 2021). Cancer statistics, 2021. CA: A Cancer Journal for Clinicians, 71(1), pp. 7-33. doi: 10.3322/caac.21654.
Wood, A., Mate, R., & Karipidis, K. (16 de marzo de 2021). Meta-analysis of in vitro and in vivo studies of the biological effects of low-level millimetre waves. Journal of Exposure Science and Environmental Epidemiology. doi: 10.1038/s41370-021-00307-7.
Variani, A. S., Saboori, S., Shahsavari, S., Yari, S., & Zaroushani, V. (noviembre de 2019). Effect of occupational exposure to radar radiation on cancer risk: A systematic review and meta-analysis. Asian Pacific Journal of Cancer Prevention, 20(11), pp. 3211-3219. doi: 10.31557/APJCP.2019.20.11.3211.
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Gracias Andrea:
Hay varios problemas con el vídeo. En primer lugar, la interlocutora siembra desde el primer momento la semilla de que la OMS puede estar ocultando algo. Hay muchas razones por las que los estudios no se toman en cuenta o no salen a relucir. Por ejemplo, muchos de ellos son estudios preliminares o anecdóticos. Hoy día, estos dos tipos de publicaciones constituyen en la esfera científica estudios de la más baja calidad. Por eso, la revisión científica y metaanálisis que discutí en esta entrada tienen en cuenta estudios experimentales, algunos de ellos de cohorte, otros controlados y otros transversales. Usualmente estos son estudios de mucha mejor calidad que los estudios anecdóticos o preliminares. La opinión de la OMS parte no solo de observaciones hechas en poblaciones, sino también de la teoría misma del electromagnetismo. Todos estamos rodeados de energía electromagnéticas, la mayoría mucho más fuerte (y en ocasiones más dañina) que la 5G. Por eso, parecería muy extraño que la tecnología 5G cause daño cuando está usualmente a unos niveles inofensivos.
En cuanto al tema de la hipersensibilidad electromagnética hay otros problemas y es que cuando se lleva a etapa experimental debidamente controlada, usualmente se descubre que es efecto nocebo (que es al revés del efecto placebo; en el efecto nocebo, cuando te dan algo que consideras “malo” o “dañino” de alguna manera, te empiezas a sentir mal). Aquí hay dos ejemplos de este tipo de estudios.
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6121031/
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/29936289/
En cuanto a este último estudio, se demuestra que la información negativa sobre este tema en los medios de comunicación precisamente alimenta los reportes de “hipersensibilidad electromagnética”.
Esto no excluye por completo el problema de la hipersensibilidad electromagnética. Hay estudios que indican que el efecto nocebo no puede explicar completamente el fenómeno, pero no pueden descartarse otros mecanismos psicológicos. Véase esta revisión científica:
https://ehjournal.biomedcentral.com/articles/10.1186/s12940-020-00602-0
En cuanto a la IARC (la rama de la OMS que consideró a las ondas electromagnéticas como “posiblemente carcinógenas”), muchos científicos han tenido serios reparos en relación con esa agencia, por su metodología y clasificación altamente cuestionables. De eso he escrito extensamente en el blog, incluyendo un caso particular en relación con los Airpods:
https://razoncienciaspr.org/2019/03/22/cancer-por-usar-airpods/
Aunque parezca increíble la IARC y la OMS difieren en un número de temas. Contrario a lo que sugiere el vídeo, la OMS tiende a ser mucho más cuidadosa y rigurosa que la IARC. Por eso, cuando habla la IARC, todo lo que diga lo tomo con pinzas. El que la 5G represente una peligrosidad de cáncer es inverosímil debido a que se trata de ondas no ionizantes, y como tales es altísimamente improbable que sean genotóxicas (conducentes a cáncer).
El vídeo habla de apagar todo, “iones positivos en el aire”, etc. Sin embargo, no se establece una relación entre las ondas electromagnéticas y “iones positivos”. Nosotros estamos rodeados de iones positivos todo el tiempo (con plantas o sin plantas). Tenemos iones positivos en nuestro organismo, incluyendo en nuestros jugos gástricos (que son ácidos y, como tal, tienen iones positivos). Me huele a que todos estos “remedios” son pseudocientíficos.
Señal de eso es lo que menciona de la dieta alcalina. Algo sobre lo que he escrito en este blog:
https://razoncienciaspr.org/2018/07/05/creyendole-a-los-memes-el-cancer-prospera-en-un-ambiente-acidico-ingiere-alcalino/
El problema con esta sugerencia es que no importa cuántas veces te alimentes “alcalino”, el alimento interactúa con el ácido jugo gástrico y neutraliza la alcalinicidad. Esto es necesario porque el cuerpo necesita ajustar el alimento a su pH que es alrededor de 7.3. Por ende, puedes comer o beber alcalino todo lo que se quiera, no va a tener efecto alguno.
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