Un libro que Moisés no escribió

Por siglos, se ha sostenido en el judaísmo y el cristianismo que el Pentateuco, lo primeros cinco libros de la Biblia, fue escrito por Moisés. El conjunto de estos cinco libros se conoce también como la Torah o la “Ley de Moisés”. Esto no era un asunto que estuviera en duda por la mayoría de los creyentes en ambas religiones, aunque sí existe evidencia de que algunos se preguntaran al respecto. Por ejemplo, en el siglo tercero, el pensador cristiano Orígenes intentó responderle a ciertos planteamientos de que Moisés no era el autor del Pentateuco. Aun con todo, en el corazón del cristianismo casi siempre parece haberse aceptado esta tradición como un hecho. De hecho, era una tradición de la que se tiene testimonio en el Nuevo Testamento y en los textos rabínicos, incluyendo el Talmud. Según esta obra, Moisés escribió su libro, la perícopa de Balaam y el libro de Job. Josué solo le añadió ocho versos a la Torah, es decir, los últimos versículos del Deuteronomio que tienen que ver con la muerte de Moisés.
Aun con todo, algo que se veía como fundamental para su fe, los sabios judíos buscaban encontrar verdades espirituales en la Biblia Hebrea, especialmente la Torah. Esta actitud inquisitiva, les llevó al desarrollo de técnicas de análisis lingüístico de los textos. Fueron los judíos masoretas fueron los que le añadieron las vocales en forma de puntuaciones diacríticas en el texto recibido, frecuentemente llamado el Texto Masorético de la Biblia Hebrea.
No todos los judíos medievales estaban convencidos de que Moisés fuera el autor del Pentateuco. Lo que abrió la puerta a esta duda era precisamente la manera que terminaba el Deuteronomio (34:5-12), que comenzaba con los versos:
Murió, pues, allí Moisés, servidor de Yahveh, en el país de Mo’ab, frente a Beyt-Peʿor, sin que nadie hasta el día presente haya conocido su sepultura….
Deuteronomio 34:5-6
Este pasaje, a primera vista muy sencillo, conlleva una serie de problemas que varios judíos medievales notaron con mucha incomodidad. Para efectos del argumento, supongamos que estos versos fueron escritos por Josué. ¿Puede alguien explicar por qué Josué, la mano derecha y hombre de confianza plena de Moisés, no sabría dónde fue enterrado? Peor aun, el pasaje nos dice que “nadie” sabía dónde fue enterrado él “hasta el día presente”. ¿Cuál día es ese? Parece como si el autor no fuera Josué, sino más bien alguna persona que escribió mucho después del acontecimiento del Éxodo.
Las primeras señales de alarma en el judaísmo aparecieron en el siglo XI con los escritos de un médico español, Isaac Ibn Yashush. Apuntó al hecho de que en el Génesis, en el capítulo 36, aparece un listado de reyes que no vivieron en la época de Moisés, sino después. (Génesis 36:31-39; cf. 1 Crónicas 1:43-50) Obviamente, sugirió que la lista fue escrita después de Moisés por algún interpolador.
Un rabino judío llamado Abraham Ibn Ezra se burló del galeno afirmando que debía quemarse su libro. Sin embargo, el legado de Ibn Ezra fue echarle más sal a la herida de la duda al señalar otros versos del Pentateuco que lucían dudosos. Por ejemplo, le parecía extraño que en toda la Torah, Moisés nunca se refiriera a sí mismo en primera persona, sino siempre en tercera. Por supuesto, el final del Deuteronomio —en torno a la muerte de Moisés— se resolvía con la autoría de Josué, pero no el comienzo de dicho libro:
Estas son las palabras que habló Moisés a todo Israel al otro lado del Jordán, en el desierto, en la ’Ǎrabah de enfrente de Suf, entre Parán y Tófel, Labán, Ḥǎṣerot y Di-zahab.
Deuteronomio 1:1
Recordemos que según el Deuteronomio, Moisés nunca cruzó el Jordán a Tierra Santa. Cabe entonces preguntar a qué se refiere con las palabras que habló Moisés “al otro lado del Jordán”. Es como si el autor ya estuviera ya presente en el territorio de Israel hablando de lo que había hecho Moisés “al otro lado del Jordán”. Siglos después, un calvinista llamado Isaac de la Peyrère hizo este mismo señalamiento. Su libro fue objeto de repudio y fue quemado. Además, fue obligado a retirar sus expresiones ante el Papa si deseaba salir de la cárcel. (Baden cap. 1; Friedman, Who Wrote intro.)
La historia se desarrollaría más, incluso en el caso del cristianismo. El gran filósofo Baruch Spinoza formuló muchas dudas en cuanto a la autoría del Pentateuco, especialmente los pasajes que le ensalzaban exageradamente (e.g. Moisés era el hombre más humilde de la tierra según Números 12:3) y concluyó que era “más claro que la luz del día” que Moisés no pudo haber escrito el Pentateuco. El libro de Spinoza fue prohibido y quemado, además de haber sido condenado por la comunidad judía. Otro que se expresó en torno al tema fue otro gran pensador Thomas Hobbes en su libro Leviatán. Según él, parece ser que el único texto genuinamente proveniente de Moisés fue el de Deuteronomio 12-26. Fuera de eso, todo lo demás fue escrito por autores posteriores. Este gran filósofo británico resume muy bien algunos de los hallazgos de la época, además de los mencionados:
Consideremos por consiguiente, lo que encontramos en el libro del Génesis, cap. 12 ver. 6: Y pasó Abraham por aquella tierra hasta el lugar de Sichen, en la llanura de Moreh y el Cananeo estaba entonces en la tierra: estas deben, ser necesariamente, las palabras de alguno que escribía cuando el Cananeo no estaba ya en el país; por consiguiente, no son palabras de Moisés, que murió antes de que el Cananeo llegase. Del mismo modo en Números, 21, ver. 14, el escritor cita otro libro aun más antiguo, titulado el Libro de las guerras del Señor, en el que se registraban las hazañas de Moisés, en el Mar Rojo y en el puente de Arnon. Queda, por tanto, suficientemente evidenciado,, que los cinco libros de Moisés fueron escritos después de su tiempo, aunque no sea manifiesto qué tiempo después.
Hobbes 313 (Leviatán cap. 33)
Hoy día, fuera de autores fundamentalistas, el hecho de que Moisés no escribió el Pentateuco es ampliamente aceptado por toda la academia tanto judía como cristiana. Y sí, aun los Papas católicos más recientes reconocen este hecho innegable y erigen sus respectivas teologías teniendo en cuenta las hipótesis mejor sostenidas sobre el origen de estos textos.
No solo eso, sino que reconocen una característica muy peculiar del Deuteronomio: parece estar vinculado a otros libros de la Biblia Hebrea. ¿Recuerdan la frase “hasta el día presente”? Pues, esta misma frase aparece en otros textos posteriores: 1 Reyes 9:21; 10:12; 12:19; 2 Reyes 8:22; 10:27; 14:7; 16:6; 17:23. Un erudito importante, Frank Moore Cross, no solo identificó este paralelo interesante, sino también otros más. Asimismo destacó que el libro de 2 Reyes le da una importancia muy marcada y desproporcionada al rey Josías cuando se le compara con otros monarcas.
El Rey Josías, tan grande como Moisés

El rey, sus sacerdotes y una Ley que aparece muy convenientemente
El Deuteronomio está intrínsecamente vinculado al gobierno del Rey Josías (ca. 640–609 a.e.c.). Esto se debe a que este libro, o una sección de ese libro, se encontró bajo su gobierno. El libro de 2 Reyes nos narra que el rey Josías llegó al poder después de que muriera su padre, el rey Manasés. Lo describe de la siguiente manera:
Josías tenía ocho años de edad cuando comenzó a reinar y reinó treinta y un años en Jerusalén…. Hizo él lo recto a los ojos de Yahveh, y siguió todo el derrotero de David, su antepasado, sin apartarse ni a derecha ni a izquierda.
2 Reyes 22:1-2
Dieciocho años más tarde, durante una labor de reparación del Templo, el sumo sacerdote Ḥilqiyyah, vía su secretario Šafán, le informó al rey que habían encontrado por casualidad el Libro de la Ley (la Torah) de Moisés. Šafán leyó la totalidad de este libro al rey, según estipulado por el texto. Posteriormente, el rey procedió a leer ese mismo texto ante la población, como el inicio del cumplimiento de la condición de leerlo públicamente cada siete años. (Deuteronomio 31:10-13) Acto seguido, esta nueva normativa se convirtió en la base para su reforma religiosa.
Después de la muerte de Salomón (ca. 931 a.e.c.), hubo una división del reino unificado de Israel. El norte fue regido por Jeroboam y el sur por el correspondiente rey sucesor de Jerusalén, Roboam. Jeroboam utilizó unos “altos” (bamah) donde llevó a cabo un culto utilizando becerros de oro —recordemos que el toro era una antigua representación del dios ’Ēl—, uno esculpido para el altar de Dan y otro construido en Bet-’Ēl. Además, como hemos visto en esta serie, durante todo ese periodo hasta el siglo VII a.e.c., se construyeron estelas y figurillas representativas de otros dioses y de ’Ašerâh. El padre de Josías, Manasés, fomentó este culto a la diosa al erigir una imagen de un árbol representativo de esta deidad en el mismo Templo.
Con base en esta Torah (Ley) supuestamente descubierta, destruyó todos estos altos, los becerros de oro, las estatuas de ’Ašerâh. Sacó de circulación a las mujeres que se dedicaban a tejer ante la representación de la diosas y los sacerdotes que rendían cultos en los altos. Para todos los efectos, privilegió la centralización de la adoración a Yahveh en el Templo como el dios que los judíos al que debían rendir culto exclusivo. (2 Reyes 23) Hoy día tenemos evidencia arqueológica de esta reforma en la forma de un sello en forma de sortija (bulla) recuperado recientemente que contiene el nombre de Netam-mélek, quien era uno de los funcionarios del rey Josías. (2 Reyes 23:11)
A todo esto, cabe la pregunta, ¿y qué hay de este libro “descubierto”? Muchos estudiosos pensaron por siglos que se trataba del Pentateuco, hoy se sostiene que probablemente fue una sección del Deuteronomio. Bastante de las reformas responden a mandatos que aparecen precisamente en ese texto en calidad de “Libro de la Alianza” de Yahveh con su pueblo. Tomen este ejemplo del Deuteronomio:
Debéis destruir por completo todos los lugares donde han dado culto a sus dioses las naciones que vais a desposeer; sobre las altas montañas, encima de las colinas y bajo todo árbol frondoso. Demoleréis sus altares, haréis pedazos sus massebás, talaréis sus ’ašerás [¿’Ašerâhs?] y quemaréis al fuego las esculturas de los dioses; así extirparéis su nombre de aquel lugar.
Deuteronomio 12:2-3
El rey Josías siguió al dedillo estas órdenes, y además de las que tenían que ver con la preparación y celebración de fiestas de guardar, entre ellas, la Pascua. El Deuteronomio es muy claro de que todo sacrificio se debía llevar a cabo en un solo lugar dedicado a Yahveh. En la época de Josías, ese era el Templo de Jerusalén.
¿Fue Moisés el autor de estas órdenes? Como hemos visto en nuestra serie, si Moisés dio estas órdenes, ni los reyes previos ni los sacerdotes anteriores ni el pueblo en general se dieron por enterados. Sin embargo, cuando se mira estas órdenes en el contexto del reinado de Josías, parece que el pasaje le cae a esa realidad histórica como anillo al dedo.
Quien sea que haya compuesto el Deuteronomio y sus mandatos, no solo respaldaba de lleno las iniciativas de Josías, sino que también fue tan lejos como poner al monarca casi al nivel de Moisés. ¿No me creen? Miren de nuevo la cita con la que 2 Reyes comienza a describir el reinado de Josías: “… sin apartarse ni a derecha ni a izquierda”. Pues, también encontramos lo siguiente en el Deuteronomio como Ley Mosaica:
Has de obrar según la doctrina que te enseñen y con arreglo a la norma que te den: no te desviarás ni a derecha ni a izquierda de la resolución que te comuniquen.
Deuteronomio 17:11
En toda la Biblia hebrea, solo han habido dos personas descritas como “ningún otro como él”.
No se levantó más en Israel profeta cual Moisés …
Deuteronomio 34:10
Antes de él [el rey Josías] no hubo rey semejante, que se convirtiera a Yahveh con todo su corazón, con toda su alma y con toda su fuerza, de absoluta conformidad con la Ley de Moisés; y después de él no surgió otro igual.
2 Reyes 23:25
Repito, no hay en la Biblia Hebrea otros pasajes sobre otras personas descritas en estos términos tan enaltecidos.
¡Ah! Y por cierto, ¿de dónde viene esa expresión de amar a Yahveh “con todo tu corazón, alma y fuerza”? Ya ustedes saben …
Amarás, pues, a Yahveh, tu dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.
Deuteronomio 6:5
Josías destruyó los becerros de oro creados por Jeroboam en las ciudades de Dan y Bet-’Ēl y los covirtió en polvo, así como Moisés lo hizo con el becerro de oro creado por Aarón y el pueblo de Israel durante su travesía en el desierto. (Deuteronomio 9:21; 2 Reyes 23:6)
Estamos, pues, ante unos textos de propaganda político religiosa. Es claro por el contexto que para el escritor, presumiblemente un sacerdote de Jerusalén, Moisés era una figura de autoridad sumamente venerada por su círculo religioso. No solo eso, sino que llamar al texto la “Ley de Moisés”, ese sector sacerdotal se estaba arrogando un poder enorme a nivel religioso, ya que ponía al rey al servicio de su contenido y, por consiguiente, de los intereses de la clase sacerdotal. (Deuteronomio 17:8-13; 2 Reyes 22:13) El rey Josías era grande, era como un segundo Moisés, pero solo en virtud de obedecer a la “Ley de Moisés” convenientemente aparecida “de la nada” para que se llevaran a cabo unas reformas que iban ser sumamente beneficiosas para esa clase sacerdotal, específicamente levítica.
El Deuteronomio vinculado a otros libros de la Biblia Hebrea
Ahora bien, los paralelos entre el Deuteronomio no se limitan a los libros de Reyes, sino que también aparecen en otros libros. Por ejemplo, en cuanto a la aparición “casual” de la Torah de Moisés, parece haber referencias en otros libros también, como el de Josué. El Deuteronomio nos dice:
“Tomad el Libro de esta Ley y colocadlo al lado del Arca de la Alianza de Yahveh, vuestro dios …”
Deuteronomio 31:25
En el libro de Josué encontramos esta referencia a este texto de la Ley que estaba “junto al Arca de la Alianza” con expresiones deuteronomistas:
[Yahveh le habla a Josué] “Solamente, ten ánimo y esfuérzate mucho, cuidando de obrar de acuerdo con toda la Ley de Moisés, mi esclavo, te ordenó. No te apartes de ella ni a derecha ni a izquierda, a fin de que obres cuerdamente dondequiera que vayas. No se aparte de tu boca este Libro de la Ley, antes medita en él día y noche, para que procures obrar conforme a cuanto en él está escrito, pues entonces prosperarás en tus empresas y lograrás éxito.
Josué 1:7-8
Luego Josué construyó un altar a Yahveh, dios de Israel, en el monte Ebal, según había ordenado Moisés, esclavo de Yahveh, a los hijos de Israel, conforme está escrito en el libro de la Ley de Moisés …. E inscribió allí sobre las piedras una copia de la Ley de Moisés que [este] había escrito en presencia de los hijos de Israel. Israel entero, sus ancianos, comisarios y sus jueces estaban en pie a uno y otro lado del Arca, ante los sacerdotes levitas portadores del Arca de la Alianza de Yahveh…. Después de esto leyó todas las palabras de la Ley, la bendición y la maldición conforme cuanto estaba escrito en el Libro de la Ley.
Josué 8:30-34
Esforzaos, pues, mucho en guardar y practicar cuanto está consignado en el Libro de la Ley de Moisés, sin apartaros de ello ni a la derecha ni a izquierda, sin mezclaros con esas gentes que han quedado con vosotros.
Josué 23:6-7
Todo esto es llamativo porque esto significa que el libro de Josué está vinculado también con el reinado de Josías y el texto del Deuteronomio. Lo que indica el Libro de Josué es que esa misma Ley que se encontró por casualidad en el Templo y que fue puesta al lado del Arca de la Alianza, fue puesta en práctica por Josué, incluyendo su lectura publica.
La comprensión del Libro de Josué como parte de “la historia deuteronomista” —como los eruditos les llaman hoy— hace que muchas piezas del rompecabezas histórico caigan en su sitio de una manera muy elegante. Volvamos a ver el mapa de los lugares que supuestamente fueron conquistados por Josué.


Nótese que en el mapa de arriba solo aparecen algunos nombres de las regiones supuestamente conquistadas por Josué. El límite de las conquistas de Josué al sur coincide que los que tenía el reino de Judá para la época de los reyes (931-722 a.e.c.) y del Rey Josías. Los puntos de conquista en el norte, que ya no eran de Israel en la época de Josías, sino que correspondían al entonces reino de Samaria, fueron centros que el rey Josías reclamaba para sí. De hecho, Josías salió del Reino de Judá al territorio de Samaria (antes Reino de Israel) y destruyó los altos de Dan, Bet-’Ēl y otros lugares. Asimismo, intentó sentar las bases de un futuro gobierno de territorio filisteo al incluir a Gaza, ’Ašdod y otros.
En otras palabras, la razón de por qué no se ha encontrado evidencia clara arqueológica de una conquista por parte de Josué es porque el libro en torno a este guerrero es un texto de propaganda del Rey Josías y los sacerdotes levíticos de Jerusalén. Lo que se lee en el Libro de Josué es un puro pasado inventado por algún autor conocido entre los expertos como deuteronomista, que justificaba el dominio de Judá sobre esos territorios.
El Libro de Jueces y la Madre de Israel

El deuteronomista y el Libro de Jueces
Otro libro que se piensa que fue compuesto por el deuteronomista fue el de Jueces. Por más que los levitas intentaron inventar un pasado que no existió, parece que tampoco podían negar por completo el pasado que sí existió, el periodo de 1200 al 1000 a.e.c. El libro de Jueces es uno muy extraño en la Biblia Hebrea, especialmente en el lugar donde se encuentra. Con todo, los judíos recordaban con mucho aprecio a personas insignes de su pasado que ellos consideraban enviados de Yahveh para salvar a los israelitas. Sin embargo, el mundo que presenta es uno que al deuteronomista ciertamente no le gustaba:
- El deuteronomista quiere presentar un mundo cuyo culto se encuentre centralizado; el mundo de Jueces es uno de cultos descentralizados.
- El deuteronomista realza la figura de Moisés; en el mundo de Jueces nadie menciona para nada a Moisés y su Ley.
- El deuteronomista quiere que sus héroes y figuras insignes sean seguidores de la Ley de Moisés; en Jueces, raras veces será este el caso.
Como veremos más adelante, los análisis críticos de los textos también revelan que el deuteronomista introdujo información de fuentes previas, algunas de ellas bastante antiguas. Todo lo anterior indica que el sacerdote levita que escribió estos relatos no los inventó plenamente desde cero, sino que tomó bastante de estas fuentes, les dio forma, las alteró y las tejió una tras la otra en una narrativa lineal. Esto a su vez explica por qué el ámbito israelita que presenta Jueces no es el que se esperaría de los acontecimientos relatados en el Libro de Josué, tal como hemos señalado en artículos anteriores.
¿Cómo sabemos que fue el deuteronomista y no otro autor? En primer lugar, el autor forja un principio que es puente a partir del final del Libro de Josué y los últimos pasajes de Juces hacen puente con el comienzo de otro libro deuteronomista, el Primer Libro de Samuel. En segundo lugar, hay un tema recurrente en el libro del Deuteronomio que se repite en el libro de Jueces: no mezclarse con otras naciones —en este caso los cananeos— y no adorar sus dioses. ¿De qué se trata el Libro de Jueces? De cómo Israel hace precisamente lo que la normativa del Deuteronomio prohibía y cómo necesitó ser rescatado por algún juez. Para aquellos que no sepan, un juez no era meramente alguien que decidía un caso judicial, sino un gobernante temporero que lideraba a Israel ante las adversidades que tuvo que enfrentar.
Hay muchas señales de la artificialidad de la estructuración de los relatos. En primer lugar, el libro consta de relatos de doce jueces: ‘Otni’el, ’Ehud, Šamgar, Débora, Gedeón, Tola’, Ya’ir, Jefté, ’Ibṣán, ’Elón, ‘Abdón y Sansón. El número doce alude fuertemente al número de tribus de Israel. A pesar de ese número, el texto se centra en unos cuantos y solo describe de manera extremadamente breve a otros. El carácter fragmentario de las fuentes del deuteronomista también dan cuenta de los diversos relatos de los jueces más importantes contra ciertos enemigos determinados:
- ’Ehud (cap. 3): Se enfrenta a los moabitas
- Débora (caps. 4-5): Se enfrenta a los cananeos
- Gedeón (caps. 6-9): Se enfrenta a los madianitas
- Jefté (cap. 11): Se enfrenta a los amonitas
- Sansón (caps 13-16): se enfrenta a los filisteos
Los capítulos 17 y el 18 nos hablan de Mikayehu (o Mikah) y nos narran un relato bien escalofriante y grotesco de cómo varias tribus se volvieron contra los benjaminitas.
El otro elemento importante es que se conciben los acontecimientos narrados como una cadena de opresión-liberación, especialmente adoptando una estructura que va de la siguiente manera:
- El pueblo de Israel empieza a mezclarse con extranjeros y adorar a otros dioses: traición a la Alianza
- Yahveh se enoja y “entrega a Israel a sus enemigos”
- Los enemigos de los israelitas causaron estragos
- El pueblo israelita clama a Yahveh por perdón y salvación
- Yahveh los perdona
- Yahveh envia a un juez para salvarles de los enemigos
Se repite varias veces este ciclo en el texto con diferentes jueces. De hecho, al comienzo de cada relato, el autor nos recuerda que esta era una época en la que no había reyes, implicando que esta era una época en que los israelitas estaban “por la libre”. A la luz de la arqueología, se corrobora que esto es correcto. Esto puede significar que una buena parte de estos relatos tiene información fragmentaria de lo que realmente pudo haber ocurrido en varias instancias durante este periodo, aunque sabemos que algunas de las narraciones y, tal vez, jueces pudieron haber sido pura ficción (e.g. Sansón).
Por otro lado, hay jueces que tienen visos de haber existido. Débora parece ser uno de esos casos. ¿Por qué se piensa eso? Porque el libro de Jueces integra lo que es tal vez uno de los textos más antiguo que se encuentran en toda la Biblia Hebrea, el llamado “Canto de Débora” (véase el Apéndice). Tiene un estilo literario cercano a los cantos o poemas ugaríticos del siglo XIV a.e.c. y provee información valiosa en torno a que, sorprendentemente, se narra el heroísmo de dos mujeres, Ya‘el y Débora, esta última una juez a la que el poema llama “Madre de Israel“. Todo esto es sorprendente porque esto significa que es nuestra fuente más antigua en torno a Israel (ca. 1100 a.e.c.) después de la Estela de Merneptah es este poema, que atribuye el nacimiento de Israel, no a los patriarcas —Abraham, Isaac y Jacob—, no a Moisés, sino a una mujer, a Débora. (Cross y Silberman 3-14)
Débora y el nacimiento de Israel como pueblo
El relato deuteronomista

El relato de Débora y Ya‘el lo encontramos en los capítulos 4 y 5 de Jueces. El capítulo 4 nos narra lo ocurrido. En el Libro de Josué, se nos dice que el gobierno de Yabín, rey de Ḥaṣor fue destruido por las huestes israelitas, y la población de la ciudad fue total y absolutamente aniquilada. (Josué 11) Sin embargo, en el libro de Jueces, aparece activa y poderosa en años posteriores, oprimiendo a la población cananea. Como hemos indicado, esto se explica por que Josué nos habla de un acontecimiento no histórico, mientras que el de Jueces sí parece indicar algún tipo de corazón histórico. Por cierto, el nombre de “Yabín” parece haber sido un nombre de sucesión real. Las Cartas de Mari —correspondencia antigua cuneiforme acádica en Siria— atestiguan el nombre “Ibni-Addu” como alguien que goberrnó Ḥaṣor para el siglo XVIII o XVII a.e.c., que se relaciona etimológicamente al nombre “Yabín”. (Finkelstein y Silberman cap. 3) Es probable que el “Yabín” del que hablan Josué y Jueces heredó su nombre de algunos regentes anteriores, costumbre bastante común en la Antigüedad (e.g. los faraones de Egipto Amenofis I, Amenofis II, Amenofis III, Amenofis IV, etc.) Recordamos también que Yabín parecía ser cabeza de una confederación de potencias y que fue un rey vasallo de Egipto.
Jueces nos cuenta lo que sucedió. Una vez murió el juez ’Ehud, los israelitas “volvieron a hacer lo que es desagradable a Yahveh”. Una vez más, el dios “les abandona a sus enemigos”, esta vez sometiéndoles al rey Yabín, descrito como “rey de Canaán” que gobernaba Ḥaṣor y que contaba como jefe militar Sísara. Una vez más, los israelitas se arrepintieron y “clamaron a Yahveh” porque Yabín les había “oprimido violentamente” por veinte años. (Jueces 4:1-3)
Aquí se nos empieza a hablar de Débora, una profetisa y jueza quien se sentaba bajo una palmera localizada en la tribu de Efraím —entre Ramah y Bet-’Ēl— para resolver problemas de todos los que buscaran su auxilio. Ante la situación, mandó a llamar al guerrero Baraq, de la tribu de Neftalí, para darle instrucciones de parte de Yahveh, que debía ir al Monte Tabor asistido por diez mil hombres de las tribus de Neftalí y Zabulón para entrampar a Sísara, de tal manera que derrotara sus tropas. A todo esto, Baraq se atemorizó de la solicitud y le pidió a ella que le acompañara al campo de batalla. Ante este temor, Débora predijo:
Iré, desde luego, contigo; pero no redundará en la gloria tuya la expedición que vas a emprender, pues Yahveh entregará a Sísara en manos de una mujer.
Jueces 4:9
Efectivamente, una vez Sísara se aproximaba al Monte Tabor con sus novecientos carros de hierro, los diez mil hombres se enfrentaron al ejército y logró vencer a los cananeos. Ante la derrota, Sísara salió corriendo a pie mientras que su ejército fue aniquilado por los israelitas. Durante su huída, se topa con la tienda de una mujer llamada Ya‘el, esposa de Ḥéber el Quenita, un líder aliado de Ḥaṣor. Sísara le rogó a ella un poco de agua por tener sed. Ella accedió a abrir un odre de leche para darle de beber. Sin embargo, mientras que él pensaba que ella estaba vigilando en la entrada de la tienda y él estaba durmiendo, Ya‘el tomó un martillo y le clavó la cabeza en el suelo con una estaca. Cuando apareció Baraq buscando a Sísara, Ya‘el le mostró el cadáver, cumpliéndose la profecía de Yahveh. Acto seguido, nos dice el autor del capítulo:
Así humilló ’Ĕlohim aquel día a Yabín, rey de Canaán, ante los hijos de Israel. Y la mano de los israelitas fue haciéndose cada vez más pesada sobre Yabín, rey de Canaán, hasta que aniquilaron a Yabín, rey de Canaán.
Jueces 4:23-24
En el capítulo 5, se nos dice que aquel mismo día Débora y Baraq cantaron lo que conocemos como el texto del Canto de Débora.
Una visión crítica del relato deuteronomista

El relato por sí solo le presenta una serie de preguntas a los historiadores y a los biblistas críticos. Por supuesto, podemos poner en duda la validez histórica de la causa para que los cananeos conquistaran a los israelitas y les sometieran. Sí, se nos dice que los israelitas hicieron lo que “era malo” ante los ojos de Yahveh y adoraron a otros dioses, llevando a Yahveh a entregarlos a sus enemigos. Sin embargo, a partir de la evidencia arqueológica, sabemos que esa fue la costumbre cotidiana entre los israelitas de la época, no solo de los cananeos que convivían con ellos. No se debe excluir tampoco la posibilidad de que aunque los jueces históricos fueran fundamentalmente leales a Yahveh, también veían con beneplácito o llevaban a cabo cultos a otros dioses.
NOTA APARTE: Muy a pesar del editor deuteronomista de rendirle culto a Yahveh en un centro y de prohibición de construcción de estatuas y otros altares fuera de un solo centro religioso, el mismo editor no pudo ocultar por completo que hasta algunos jueces, héroes reconocidos en el texto, construyeron estatuas, altares y hasta adoptaron nombres aludiendo a nombres de otros dioses. Un ejemplo de ello fue Gedeón quien luchó por los israelitas, pero llevó a cabo todo lo que el autor deuteronomista despreciaba, hasta que se le conoció por un nombre que debía ser objeto de desprecio de Yahveh: Yeruba‘al, que significa “Que Ba‘al contienda”. Al final, después de su muerte, su familia adoró al dios “Ba‘al-Bereit” (Ba‘al Alianza), un interesante sincretismo del culto a Baal con la idea de la alianza yahvista, algo que el deuteronomista lo vio con malos ojos. (Jueces 6:22; ver también 6:26-28;7:1;8:27,29,33-35) Para todos los efectos, a pesar de los esfuerzos del deuteronomista de probar lo contrario, (Jueces 6:25-30) parece que Gedeón siempre fue un israelita que adoró a Ba‘al desde el mismo principio con un cierto sincretismo con el culto a dios ’Ēl o Yahveh.
En el relato del capítulo 4 hay muchos cabos sueltos. ¿Tiene Débora el nivel de potestad necesario para convertir a Baraq en la cabeza de un ejército? ¿Por qué quería Baraq que Débora le acompañara? Se nos dice que Ya‘el era esposa de Ḥéber el Quenita, que era aliado del enemigo de los israelitas. ¿Por qué mata ella a Sísara? Fuera del hecho de que esto sucedió para que se cumpliera una profecía, nunca se nos dice.
Ahora bien, el capítulo 5 se nos dice que Débora y Baraq cantaron lo que hoy se conoce como el Canto de Débora. Como hemos indicado, este Canto es arcaico y es evidente para los estudiosos de que es un texto antiguo que el deuteronomista ha insertado en el Libro de Jueces, tal vez por su popularidad. Esto significa que aunque el Canto aparece después del capítulo 4, la crítica literaria nos requiere que veamos el Canto de Débora como una fuente mucho más antigua. De hecho, es tan antigua, que podría ser que sus raíces se encuentren en la misma época de los jueces (ca. siglos XII-XI a.e.c.), muy anterior al capítulo 4, escrito durante la época del rey Josías (siglo VII a.e.c.).
Esto tiene unas implicaciones muy interesantes cuando uno mira el texto de la Canción. Uno se sorprende que el relato deuteronomista solo menciona a las tribus de Neftalí y de Zabulón, pero la Canción nos reporta la participación de seis tribus en el combate contra Sísara: Zabulón, Neftalí, Efraím, Benjamín, Issacar y Makir (¿un clan del territorio oriental de Manasés?). Por otro lado, denuncia a otras cuatro tribus por no haber respondido a la convocatoria a la batalla: Rubén, Galaad, Dan y ʼAšer. En cierto sentido, sorprende mucho que el deuteronomista no haya mencionado al menos la tribu de Efraím, ya que reconoce que su territorio era el centro de operaciones de Débora. (Jueces 4:5) Lo otro que es revelador es que las tribus sureñas —Judá y Simeón— no se mencionan para nada. La Canción parece suponer que el poder de convocatoria de Débora era bastante fuerte hasta el punto de que la mayoría de las tribus de toda la región norteña de Israel enviaron sus tropas. Esto solo se explica si la autoridad de Débora era reconocida en virtualmente todos los lugares. Se ensalzan las tribus que respondieron a su llamado, pero se denuncian a otras tribus por nunca haber respondido a la autoridad de esta profetisa, sino que se quedaron deliberando.
El otro contraste entre el deuteronomista y el Canto de Débora es que no nos dan la misma razón de por qué se llevó a cabo una guerra. El deuteronomista alega que Yabín y los cananeos “oprimían” a los israelitas, aunque nunca especifica cómo. Por otro lado, el Canto nos dice que “en los días de Ya‘el” se habían abandonado las rutas, obligando a muchos a caminar por “senderos tortuosos”. Esto no es del todo claro, pero algunos expertos piensan que los israelitas estaban atacando las rutas que utilizaban potencias del área para comunicarse o comerciar entre sí, que es algo muy distinto a lo que alega el deuteronomista. El levantamiento militar de Débora parece ser la culminación de todo un proceso de subvertir el orden impuesto de una potencia como Ḥaṣor y no como una reacción a un problema de “opresión” (Collins cap. 10) Además, indica que uno de los motivos de la guerra fue la introducción de dioses cananeos en la vida israelita.
El otro enigma es Ya‘el. En el Canto de Débora, ella aparece también como un personaje secundario en todo esto. Su aparición en calidad de mujer que no era israelita significa que era muy apreciada por los israelitas por su acción contra Sísara. Sin embargo, sus motivaciones permanecen oscuras. No tenemos idea alguna de por qué ella decidió traicionar la confianza de un importante líder guerrero con el que el rey Yabín contaba. Por razones que se han perdido para la historia, ella decidió aliarse a los israelitas. Ahora bien, aun en este rol marginal, hay una notable diferencia entre lo que dice el deuteronomista y lo que alega el Canto de Débora. Como hemos visto, el capítulo 4 nos cuenta que Ya‘el mató a Sísara mientras dormía. Es más, que una “mujer matara a un gran guerrero de la talla de Sísara” se presenta como una manera en que Yahveh humilló a Baraq por su cobardía. Sin embargo, cuando uno mira el Canto, se nos dice que Ya‘el lo mató mientras Sísara estaba de pie.
Ahora bien, no perdamos de vista que el Canto de Débora es un himno propagandístico. No podemos pensar que nos dice exactamente qué fue lo que pasó, sino más bien lo que su compositor nos quiere dar a entender qué fue lo que supuestamente aconteció. Aun con todo, la propaganda posterior que es el libro de Jueces nos muestra un patrón muy significativo, especialmente en relación con las mujeres. Veamos algunos puntos (lo siguiente es mi opinión, no necesariamente la de los expertos):
- Débora es descrita como la “Madre de Israel” en el Canto dedicado a ella. (Jueces 5:7) No hay ninguna otra persona en toda la Biblia Hebrea a la que se le llame “madre” o “padre” de Israel. El título es exclusivo de ella. Baruch Halpern, uno de los eruditos críticos más importantes, nos dice que si vamos a la evidencia arqueológica o, incluso, a la literatura bíblica crítica, parecería que los israelitas no adoptan el nombre del pueblo de “Israel” hasta Débora. Asimismo, si miramos los jueces anteriores a Débora y los contrastamos con los alegatos que hace el Canto, veremos que ninguno de ellos fue como esta profetisa. Ella se volvió eminente por unificar a gran parte de las tribus de Israel en un ’ummâ —una “casa”, en una unidad popular—. (Halpern 149; citado en Friedman y Dolansky cap. 3) Para todos los efectos, el título “Madre de Israel” parecería ser un equivalente al de lo que hoy llamamos “padre” o “madre de la patria”, así como Jorge Wáshington fue uno de los “Padres Fundadores” de Estados Unidos o Jorge de San Martín es el “Padre de la Patria de Argentina”, o Bernardo O’Higgins es el “Padre de la Patria de Chile”, o de la misma manera que se sostiene que Ramón Emeterio Betances se sostiene es el padre de la patria puertorriqueña. El deuteronomista omite por completo este título en su relato.
- Se diluye más el rol de Débora como la Madre de Israel debido a la misma narrativa deuteronomista. De las seis tribus que aparentemente participaron en la batalla israelita contra Sísera y su ejército, el capítulo 4 las reduce a dos.
- La misma estructura de la historia deuteronomista debilita más el rol de Débora como Madre de Israel. Al contrario, su historia comienza con Moisés. El Libro del Deuteronomio se contempla como una especie de prólogo a la historia deuteronomista formada por los libros Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, y 1 y 2 de Reyes. Desde esta perspectiva, para el deuteronomista es Moisés el patriarca más importante que define todo el pueblo de Israel a partir de la visión levítica del culto a Yahveh. Para el deuteronomista, Israel como entidad político religiosa tiene su fundamento en Moisés.
- El rol de Ya‘el se diluye también en el texto deuteronomista. Es casi como si el autor levítico pensara que fuera imposible que una mujer habiera matado al gran guerrero Sísara despierto y de pie, que la única forma en que una mujer podría derrotar a alguien de la talla de ese jefe militar es si estaba durmiendo.
Pregunta en torno de la identidad de Israel
Esto nos deja más perplejos en relación con el tema del Éxodo. La impresión que tenemos de Moisés como el forjador de toda la religiosidad y jurisprudencia de Israel fue una labor extensa por parte de unos autores de reescribir la historia de un pueblo entero. Una parte sustancial de esta reescritura es la composición de todo un trasfondo ficticio en el que todo un pueblo fue esclavizado y liberado de Egipto para tomar por asalto todo lo que llegó a conocerse como Israel. De esa manera, Moisés se convirtió en la figura central de toda la historia de Israel hasta el punto de convertirse en el protagonista principal de la Torah, lo que hoy llamamos el Pentateuco.
He aquí lo que nos ha mostrado la evidencia:
- Israel emergió probablemente para el siglo XIII a.e.c. durante una época de crisis, cuando se empezaron a disolver las ciudades-estados del área palestinense.
- Débora parece haber sido la persona más significativa que definió a las tribus de Israel como un solo pueblo, una unificación que les permitió derrotar al gobierno cananeo más poderoso de la época, el de Ḥaṣor.
- Tras la disolución gradual de las potencias del área palestinense, se empezaron a establecer cananeos por toda la región, junto a inmigrantes que aprovecharon el vacío de poder para asentarse en los territorios. No hubo poder centralizado político o religioso, tenían un estilo de vida sencillo y más o menos “igualitario”. Esta es la época de los Jueces (ca. 1200-1000 a.e.c.).
- Los israelitas definitivamente definieron su identidad alrededor del dios supremo del panteón de los dioses, ’Ēl. Este dios se entendió de maneras diversas por diversos clanes israelitas, con fusiones sincréticas con Yahveh o, en ocasiones, con el dios fenicio Ba‘al. Eventualmente, este sincretismo llegó a que se conociera al dios supremo como Yahveh ’Ĕlohim, con quien se relacionaron en términos de una “Alianza”.
- No obstante su definición étnica como “hijos” de Yahveh, era normal para los israelitas tener culto a otros dioses, que ellos veían como potencias menores. Aparentemente, la devoción más importante y que permeaba por todo el territorio durante el periodo de 1200 al 700 a.e.c. era la de ’Ašerâh.
- Hay virtualmente un desconocimiento casi total de una Alianza con Yahveh de la manera entendida por los autores levíticos.
- Siglos después, durante el reinado de Josías y el sacerdocio levítico de Jerusalén (siglo VII a.e.c.), los levitas del Templo reescribieron la historia de Israel para que fuera Moisés el que definiera toda la normativa político religiosa del judaísmo.
Aun cuando el misterio del origen de Israel parece resuelto, desde un punto de vista histórico tenemos bastante cabos sueltos. ¿Quiénes reescribieron la historia? Todo indica que fueron los levitas: su texto se dirige a favor de la centralización del culto en Jerusalén, del que ellos estaban a cargo; ellos favorecieron la monarquía de Josías y la legitimaron en sus escritos, y condenaron cualquier otro culto que no fuera el que dedicaba a Yahveh en el Templo.
¿No han notado que los levitas son el grupo más extraño de los israelitas? No solo el Canto de Débora revela que las tribus de Judá y Simeón no fueron convocadas, la de Leví nunca fue mencionada (ni para alabarla ni para denunciarla). De hecho, la tribu de Leví es la única que nunca tuvo territorio. Ante la abundante evidencia arqueológica y textual de que hubo distintos sacerdocios durante la época de los Jueces, cabe preguntar, ¿de dónde vino este grupo y cómo obtuvieron un poder significativo sacerdotal en Israel?
Y más al punto, ¿por qué son los levitas los que estuvieron marcadamente obsesionados con Moisés como fundamento de la vida político religiosa de Israel?
Trataraemos varios de esos temas en los artículos que nos restan: ahora nuestros ojos están puestos en los levitas.
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Muchas gracias.
Referencias
Baden, Joel S. The Composition of the Pentateuch. Renewing the Documentary Hypothesis. Edición de Google Books, Yale UP, 2012.
Collins, John J. Introduction to the Hebrew Bible. 3ra. ed., Edición de Kindle, Fortress, 2018.
Cross, Frank Moore and David Noel Freedman. Studies in Ancient Yahwistic Poetry. William B. Eerdmans, 1975.
Dever, William G. Beyond the Texts. An Archaeological Portrait of Ancient Israel and Judah. SBL, 2017.
Finkelstein, Israel y Neil Asher Silberman. The Bible Unearthed: Archaeology’s New Vision of Ancient Israel and the Origin of Its Sacred Texts. Ed. Google Books, Simon & Schuster, 2001.
Friedman, Richard E. The Exodus. HarperOne, 2017.
—. Who Wrote the Bible? 2da. ed. con epílogo, edición de Kindle, Simon & Schuster, 2019.
Friedman, Richard E. y Shawna Dolansky. The Bible Now. Oxford UP, 2011.
Halpern, Baruch. The Emergence of Israel in Canaan. Scholars, 1983.
Hayes, Christine. Introduction to the Bible. Edición de Google Books, Yale UP, 2012.
Hobbes, Thomas. Leviatán o la materia, forma y poder de una república, eclesiástica y civil. Traducido por Manuel Sánchez Sarto, Fondo de Cultura Económica, 2005.
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