
Me acuerdo lo temprano en mi niñez que se me habló contra las centrales nucleares proveedoras de energía porque, de alguna forma, estaban relacionadas con las armas nucleares. Ante el temor de una potencial guerra nuclear en la última etapa de la Guerra Fría, mi mamá nunca dejaba de mencionar que muchas de estas bombas y recursos militares se hallaban entonces en la Estación Naval Roosevelt Rhoads en Ceiba. Lo que selló por mucho tiempo esa impresión contra todo lo que fuera nuclear fue cuando vimos juntos The Day After, una película televisiva donde se dramatizaba lo que le ocurriría a la humanidad en caso de un holocausto nuclear. Se pueden imaginar los miedos, no solo de mi mamá y míos, sino de todas nuestras amistades y seres queridos cuando ocurrió el desastre de Chernóbil. Durante los primeros años de mi carrera docente, ocurrió el incidente de Fukushima y recuerdo vivamente cómo se discutió en lugares como Democracy Now donde se presentaban las centrales nucleares como esencialmente inseguras y potencialmente perjudiciales para la humanidad. En mi mente, los “millones” de muertos en Chernóbil y “las miles de muertes” por el desastre de Fukushima se convirtieron en los argumentos infranqueables de mi posición antinuclear.
¿Qué cambió mi parecer? Cuando averigüé que ciertas personas que yo respetaba estaban a favor de la energía nuclear, me inquietó saber qué les llevó a ese parecer. Entre las muchas personas a las que le presté atención estaba Gwyneth Cravens, quien escribió un fabuloso libro de divulgación, Power to Save the World: The Truth About Nuclear Energy, que fue realmente el fulcro que me movió a investigar mucho más seriamente el tema y buscar información académica científicamente validada, más allá de consideraciones ideológicas. Otras personas cuyas opiniones a favor de la energía nuclear me sorprendieron son precisamente de figuras cimeras en el mundo de la militancia ambientalista: James Lovelock, James Hansen, Stewart Brand y George Monbiot (quien mantuvo su parecer pronuclear justo después del incidente de Fukushima). Otras personas también me sorprendieron. Mark Lynas comenzó siendo uno militante ambientalista más, pero tras aprender cómo leer la literatura científica y publicar un libro para defender la existencia del calentamiento global, también terminó favoreciendo la energía nuclear. Esto me hizo ver que no todos los ambientalistas eran de la misma opinión antinuclear.
Desde ese momento, siempre he recomendado la lectura del libro de Cravens para aquellas personas que quisieran saber más del tema, pero no todos los que hablan español les es fácil leer en inglés. Al ver esta realidad, me decía a mí mismo: “Realmente hace falta algo parecido al libro de Cravens en castellano para su diseminación”. Pues, mi deseo se cumplió tan reciente como el año pasado (2020). Alfredo García, un ingeniero de comunicaciones y operador de reactor nuclear, que en Twitter adoptó el apodo @OperadorNuclear, escribió un excelente libro titulado: La energía nuclear salvará el mundo.
Tengo que decir que es uno de los textos más amenos que he leído en mucho tiempo. García expone sus puntos y narra ciertos acontecimientos mediante un extenso diálogo con el lector. Además, tiene ilustraciones hechas por su hijo que facilitan mucho la comprensión en torno al material discutido.
Hasta donde he podido ver, me parece el libro divulgativo más completo en cuanto al tema. Él discute, entre otras cosas:
- La fisión y la fusión nuclear
- Qué es la radiactividad
- Las diferencias entre una planta nuclear y una bomba atómica
- La funcionalidad de una planta nuclear convencional
- El adiestramiento que tienen que pasar los ingenieros y operadores de una central
- Una discusión completa y científicamente validada de los incidentes de Three Mile Island, Chernobyl y Fukushima
- La serie de HBO, Chernobyl (su opinión técnica de ciertas escenas, los aciertos y desaciertos de la serie)
- El manejo de residuos radiactivos
- Lo que sucedería si accidentalmente alguien se cae en una piscina de agua refrigerante de los residuos radiactivos
- La importancia de la energía nuclear en relación con el calentamiento global y el cambio climático
- Posibles ataques terroristas a una central
- La posible producción nuclear con torio como combustible
- Las nuevas tecnologías de producción de energía: reactores modulares, reactores que usan sal líquida, que consumen residuos radiactivos, entre otras
- Uso de tecnología nuclear en los submarinos y la exploración del espacio
- La relación que debería haber entre la energía nuclear y las renovables
Durante el tiempo que estuve leyendo el libro, tenía la sensación de que estaba sentado con García tomando un café, teniendo una informativa conversación con él. En otras ocasiones, tenía la sensación de que estaba tomando clases con él, invitando a sus oyentes a pensar profundamente en el tema.
El proceso que desembocó en esta publicación comenzó precisamente con el incidente de Fukushima. Comprensiblemente se inquietó por muchas de las cosas que se estaban diciendo en los medios de comunicación como reacción al evento y vio que hubo mucha desinformación al respecto. Creó una cuenta anónima en Twitter @OperadorNuclear, con el objetivo de ir desmintiendo muchas de las falsedades que se repetían en los medios y las redes sociales. Años después, dio el siguiente paso, revelar su identidad y explicarle al público las realidades del día a día de las plantas nucleares, la física involucrada, las maneras en que los ingenieros han diseñado sistemas de seguridad, la forma en que su personal es adiestrado y los beneficios para la sociedad. Hoy día, García orienta al público en las redes sociales con relación a la importancia de la energía nuclear para salvar el planeta Tierra.
La única “crítica” (noten que la palabra “crítica” está entre comillas) que le puedo hacer al libro es que en algunos capítulos nos da la impresión de que es casi exageradamente detallado en torno a estos temas. Por ejemplo, la descripción casi minuciosa de lo que tiene que pasar un ingeniero u operador para poder obtener su licencia hace de ese capítulo uno bastante largo. Ahora bien, la razón de por qué no considero esto un defecto sino una virtud del libro es porque tal lujo de detalles es útil. Su punto al narrarnos su travesía es ilustrar por qué los operadores nucleares no son unos Homeros Simpsons. De hecho, gran parte de la razón de por qué las plantas nucleares en general han sido muy seguras es por la calidad de los operadores que las administran y la normativa que siguen para garantizarla. Otras descripciones detalladas tienen que ver más bien con los aspectos de diseño y seguridad de las centrales y sus reactores. Esta aproximación ayuda a explicar mejor las fallas que hubo en Three Mile Island, Chernóbil y Fukushima. Asimismo, permite comprender las tecnologías nuevas de seguridad pasiva cuyo potencial de accidente nuclear es virtualmente ninguno. En otras palabras, el libro está estructurado de tal manera que un capítulo se convierte en la base de otro.
Uno de los aspectos más llamativos del libro es que coloca a la energía nuclear como alternativa a la provisión de energía mediante combustibles fósiles, pero no como alternativa a las renovables, sino más bien como una importante aliada en la lucha contra el calentamiento global. Esto es bien importante porque el consenso de los científicos, incluyendo el grupo de la IPCC, es que necesitamos todos los recursos disponibles para impedir que suba la temperatura a un nivel que haría imposible la vida humana y la de muchas especies en el planeta.
Finalmente, una de las cosas que hace este escrito tan importante es que el mismo autor nos provee una bibliografía de cada capítulo, demostrando que sus afirmaciones en el texto están fundadas en la ciencia más rigurosa. En la versión electrónica del libro (que fue la que compré) el lector puede darle a los enlaces provistos para acceder a los diversos estudios, documentos y portales donde puede conseguir la información científica de la que habla.
En suma, Alfredo García ha hecho una extraordinaria aportación a la divulgación científica al público en general. Está respaldada por un prólogo de una de las voces que se han dedicado de lleno a eso, el físico Javier Santaolalla (recomiendo sus canales de YouTube: Date un Vlog, Date un Voltio y Date un Mí). En su entretenida exposición, él habla de superhéroes y compara a García con Bruce Wayne (Batman) diciendo:
… en toda buena historia…. tiene que haber un Caballero Oscuro, alguien que asuma el peso de ser un superhéroe proscrito, diana fácil de críticas y recelos y defensor de causas perdidas. El superhéroe del exilio. Ese es el autor de este libro.
Aconsejo la lectura del libro a tres tipos de personas:
- A aquellos que están a favor de la energía nuclear: Este libro va a proveerles base para continuar con la militancia a favor de este recurso importante de provisión de energía.
- A aquellos que están en contra de la energía nuclear: Muchos conocen la versión propagandística y que reciclan argumentos que ya no son válidos actualmente. Este libro les proveerá las bases para conocer mejor la industria y así elevar la discusión a un nivel mucho más científico. De esa manera, mejoraría mucho el diálogo para ver las mejores opciones que tenemos para enfrentar el tema del cambio climático y la provisión de energía a una humanidad cada vez más numerosa.
- A aquellos que no conocen el tema y sientan la inquietud de saber más: Este libro es un muy buen punto de partida para conocer el mundo de la energía nuclear, los accidentes que han ocurrido en esa industria y los beneficios que aporta hoy a la humanidad.
Mientras mayor sea el conocimiento que tengamos de cualquier tema, usualmente mejor será la calidad del nuestro diálogo sobre las cosas que verdaderamente importan.
P. D. – No … no hubo “millones” de muertos en Chernóbil y no hubo ningún muerto por radiación en Fukushima. Si quieren conocer los detalles, compren el libro. 😉
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Muchas gracias.
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