Una mirada crítica a Lo siento mucho, pero … Jesús nunca existió de Ricardo Alonso Zavala Toia – 2(2)

Portada
Portada del libro, Lo siento mucho, pero … Jesús nunca existió de Ricardo Alonso Zavala Toia.

1ra. parte de la serie ; 2da. parte de la serie (1)

Las religiones mistéricas

Un pequeño preámbulo

Alexamenos graffitti
Graffitti del siglo III EC que se burla de un cristiano. Dice en griego: “Αλεξαμενος ςεβετε Θεον” (Alexamenos adora a su dios).

Como es sabido hoy día, en la diáspora, el cristianismo se expandió rápidamente en el siglo I a unos niveles que todavía sorprenden a los historiadores de la Antigüedad. Por supuesto, esta expansión no era mucha numéricamente, pero el nivel facilidad de establecimiento de pequeñas congregaciones por todo el Mediterráneo, especialmente en Oriente, fue bien significativo en muy poco tiempo. Estas iglesias (comunidades reunidas en asamblea) se solían organizar al principio en las casas de creyentes y después en estructuras para su culto.

Para el siglo II, ya el cristianismo se había extendido lo suficiente como para ser uno de los sectores más despreciados en el Imperio Romano. Como vimos, Tácito no tuvo nada bueno qué decir de ellos, Plinio el Joven lo veía como una secta peligrosa. Gran parte de esto tuvo que ver con que en Roma, los cristianos tuvieran que actuar en la clandestinidad, haciendo secretas sus actividades. Esto llevó a la sociedad romana a rumorar una serie de acusaciones. Por ejemplo les acusaban de:

  • Ser ateos
  • Llevar a cabo actos incestuosos
  • Matar a un bebés en sus ceremonias y comérselos

Si bien estas acusaciones parecen extremadamente raras, esta información recogida por Tertuliano sí tiene base histórica, pero, como hemos dicho en la subsección anterior, su dimensión factual sale a relucir una vez aplicamos la crítica histórica y literaria. ¿Cómo pueden ser los cristianos acusados de “ateísmo”, si ellos creían en un dios y, simultáneamente, sostenían a Jesús de Nazaret era una suerte de divinidad? Nótese que la acusación de “ateísmo” no tenía nada que ver con lo que los cristianos pensaban, sino lo que no hacían. Ellos rehusaban rendirle culto a los dioses paganos y al emperador, algo que era muy mal visto en la sociedad romana. Para esta, el no hacerlo ponía en juego la seguridad y prosperidad del Imperio. Por ende, se les veía como adversarios y sospechosos ante la ley.

El misterio de la acusación de incesto se desvanece cuando tenemos en cuenta que los cristianos se llamaban “hermanos” y “hermanas” entre sí y se saludaban con un beso. Nuestra perplejidad en cuanto a la ingestión de infantes se evapora cuando nos damos cuenta de que el llamado “sacrificio” e “ingestión” del supuesto niño tiene que ver con la rememoración de la muerte vicaria de Jesús en la cruz y la ingestión del “cuerpo” del “Hijo de Dios” —sacado de contexto, se entendía el “hijo” como un “niño”—.

El cristianismo en general era una organización abierta y receptiva a nuevos miembros de la gentilidad. El apologista Justino Mártir tuvo que escribirle al emperador Antonino Pío para disipar muchas dudas en torno a las ceremonias y creencias cristianas. Además, entre los mismos cristianos, circulaban documentos muy importantes, muchos de ellos han sido conservados, tales como la colección de cartas de Pablo, los evangelios, las cartas de Ignacio de Antioquía, 1 Clemente, entre otros. Sin embargo, eran en los lugares en los que eran prohibidas sus prácticas, que tuvieron que mantener sus acciones en secreto. Desde que el Emperador Nerón hizo ilegal el cristianismo en Roma, las reuniones eran secretas, asimisimo cuando el Emperador Trajano ilegalizó ciertas asociaciones, tal como nos dice Plinio el Joven. No obstante ello, los documentos conservados de esa época ponen en buena perspectiva los rumores que se hacían contra ellos.

Si nos preguntamos cómo algo tan inofensivo llevó a opiniones tan desorbitadas, debemos tener en cuenta que los cristianos no eran los únicos que tenían este problema, los cultos misterios compartían semejantes difamaciones. Desgraciadamente, para conocerlos, no somos tan afortunados. Sus documentos, rituales, cultos, etc., se han perdido para la historia.

Aquí nos encontramos con un problema con el mitismo en general y del que hablamos en nuestra subsección anterior, que exagera su certeza en cuanto a sus prácticas. Debido a que los cultos mistéricos eran inherentemente secretos y se prohibía la divulgación de sus actividades a la población, todo lo que tenemos como fuentes primarias son hallazgos arqueológicos, rumores del vulgo y puras conjeturas de parte de adversarios en cuanto a lo que llevaban a cabo. Es raro toparse con alguna documentación que revele lo que realmente llevaban a cabo en sus reuniones. Tan escasa es la información al respecto que cualquier aserción de parte de las autoridades, de rumores registrados por historiadores o por cristianos, debe tomarse con pinzas. No tenemos documentos que nos digan realmente lo que llevaron a cabo. No contamos con apologistas de dichos rituales mistéricos, como los tenemos en el caso del cristianismo. Esto nos invita a mirar la evidencia con mucha humildad intelectual: realmente no sabemos tanto de los cultos mistéricos como quisiéramos. Los historiadores en general saben de este inconveniente, pero el público, no tanto. Claro, siempre hay uno que otro historiador que muestra más certeza que la que debería tener. Sin embargo, como laico en el tema, me percato de que hay bastante debate sobre la mayoría de sus creencias, características y rituales.

Visiones mitistas de los cultos paganos

Meme popular sobre la Navidad
Meme popular sobre la Navidad.

Del lado del mitismo, hay dos posturas en torno al ámbito pagano y su influencia sobre el cristianismo.

1. Una versión extrema de los misterios

Orfeo crucificado.
Un talismán de Orfeo crucificado presumiblemente antiguo. Fue popular en el siglo XIX, pero se perdió a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Muchos dudan de su autenticidad como talismán antiguo órfico: 1. Orfeo es representado con el estilo medieval y renacentista de la crucifixión de Jesús; 2. Los rasgos de la crucifixión son sospechosamente similares a la representación del signo alquímico medieval del elemento mercurio; 3. No existe literatura alguna en la que se relate la crucifixión de Orfeo. Por estas razones, virtualmente todos los expertos de la Antigüedad coinciden de que este talismán se trata de una falsificación.

Desgraciadamente, esta es la versión a la que nuestro autor, Ricardo Alonso Zavala Toia, se suscribe, como nos podemos percatar en los capítulos de la cuarta parte, titulada, “El Jesús mitológico”. Los capítulos en que esto se nota más son el capítulo 2, titulado “Cristianismo y sincretismo religioso”, el capítulo 3, titulado, “¿Quién es realmente el `Hijo de Dios’?”, el capítulo 4, “Otras razones que confirman que Jesús es en realidad un dios solar”.

En estos capítulos se hace unas afirmaciones descabelladas, basándose en autoridades altamente cuestionables, de que hubo una variedad de dioses que nacieron de una virgen el 25 de diciembre, fueron anunciados por divinidades, tuvieron 12 discípulos, se llamaron el “Buen Pastor”, se les conocía como el “Logos”, etc. Es decir, que Jesús no es otra cosa que un plagio de otras deidades. (Zavala 165)

Esta es una posición proviene de James George Frazer, The Golden Bough, publicado en dos volúmenes en 1890 y en tres, en 1900. Es en esta obra que aparece la noción de los “dioses que mueren y resucitan” como una constante de las deidades paganas, además de un énfasis en los cultos solares. Por la manera de presentar este tema, no es sorpresa que hubo gente que vinculó este tipo de deidades con Jesús. Aunque hoy algunos expertos mantienen de una manera laxa —¡bien laxa!— la categoría de “dioses que mueren y resucitan”, está claro que nadie se suscribe hoy día a la labor antropológica de Frazer. El mismo autor tuvo que reconocer que bastante de su trabajo era especulativo.

Estas posiciones extremas también se basan en la obra decimonónica de Gerald Massey, un poeta —no experto—, que afirmaba en 1883 que los relatos sobre Jesús se basaban en gran medida en el mito de Horus, atribuyéndole que se había hecho bautizar por Anup, tenía doce apóstoles, etc. Luego, en el siglo XX, esta noción fue expandiéndose a otros dioses hasta culminar en YouTube con el famoso documental, Zeitgeist, de Peter Joseph, que afirma que una variedad de dioses nacieron el 25 de diciembre, fueron bautizados, crucificados, resucitados, etc.

No voy a repetir aquí lo que ya he indicado con mucho más detalle en un artículo anterior, que sencillamente ninguno de los supuestos dioses o personajes sagrados mencionados por el documental nacieron el 25 de diciembre. La única excepción a esta regla no es mencionada, la deidad Sol Invictus, divinidad adorada en Roma por varios emperadores. Puede ser que el mitraísmo haya adoptado esta fecha para el nacimiento de Mitra por sincretismo, pero no lo sabemos con seguridad. Nadie sabe a ciencia cierta cuando y por qué el cristianismo adoptó el 25 de diciembre para celebrar el nacimiento de Jesús, aunque se sospecha que se debió a un intento de las autoridades de cristianizar las festividades de la Saturnalia o para cambiar el significado de la fiesta a Sol Invictus. Fuera de ese caso, ni Horus, ni Buda, ni Atis, ni Dionisio, ni Hércules, ni ningún otro nació el 25 de diciembre. Tampoco es cierto que estos dioses, nacieron de una virgen —salvo una que otra excepción—, se sacrificó por la “paz del mundo”, se llamaba “Buen Pastor”, etc. Ningún historiador profesional suscribe esta convicción. No hay evidencia alguna de ello. Para todos los efectos, estos señalamientos desmitifican los capítulos 2 y 3 de la cuarta parte del libro de Zavala.

Un inconveniente para el mitismo: Frecuentemente, muchos mitistas resaltan el parecido que tiene Jesús como el “Buen Pastor” con deidades que eran pastores. Aun suponiendo que los evangelistas se inspiraran en la figura de David como pastor o de otras deidades, ellos mismos aportan un dato que no cabe en ese tipo de explicación: Jesús era un tekton (un artesano o carpintero) o hijo de un tekton. Los mitistas no proveen explicación alguna de por qué el evangelista Marcos y los demás escogieran esta profesión para un Jesús inventado. ¿Por qué no inventarse un “Jesús pastor”? Este hecho ha llevado a pensar al 99.99999% de los estudiosos del Nuevo Testamento de que la explicación más plausible es que este es un dato genuinamente histórico, no ficticio, que aportan los evangelistas.

En torno a Jesús específicamente, haré unos cuantos señalamientos que desmontan los capítulos del libro de Zavala:

  • En cuanto al capítulo 4 de la cuarta parte, él usa iconografías y citas de la Biblia Hebrea para demostrar que Jesús era, en realidad, una deidad solar. El problema con el argumento de las iconografías es que es anacrónico, porque se crearon siglos después de los Evangelios.
  • En cuanto al uso de la Biblia Hebrea, si bien no demuestra que Jesús existió, como afirmamos en la primera parte de esta serie de artículos, cabe señalar que tampoco implica su inexistencia. El hecho de que se utilice la luz o el sol como metáfora para Yahveh, no dice nada en torno al Jesús histórico.
  • Zavala malentiende lo que significa la frase de Jesús de que “verán al hijo del hombre que viene sobre las nubes del cielo con poder y gloria”. (Mateo 24:30; versión primitiva en Mc. 14:62) Nuestro autor dice que esta es una “clarísima alusión al dios solar”. (180) Todos y cada uno de los expertos en el Nuevo Testamento difieren de esa opinión, porque saben que Jesús se estaba refiriendo aquí a la figura del “hijo de hombre” que aparece en el libro de Daniel junto al “anciano de los días”. (Dn. 7:9-28) Aunque este “hijo de hombre” —trasliterado al griego incorrectamente en el Nuevo Testamento como “el Hijo del Hombre”— simbolizaba a Israel como suprema autoridad mundial, parece que para Jesús era un supremo juez que vendría en las nubes a juzgar a las naciones, restauraría a Israel con sus doce tribus y le daría la suprema autoridad al Mesías. (Mc. 8:38; 13:24-27; Mt. 25:31-32; Lc. 17:23-24; 21:35-36)
  • El número doce para los discípulos más cercanos de Jesús no tiene nada que ver con astrología. La razón para pensarlo es que no hay alusión alguna, en ningún sitio, en torno a las constelaciones astrológicas. Por supuesto, hubo sectores judíos que adoptaron la astrología, de eso tenemos evidencia en los Rollos del Mar Muerto. Pero, ¿cómo sabemos que los esenios utilizaban la astrología? Sencillo, porque así lo dejaban saber en sus documentos. Este no es el caso de los evangelios. No hay evidencia alguna de que Jesús o sus discípulos usaran la astrología como base de su mensaje. Si esto es así, entonces, ¿por qué Jesús tenía doce discípulos cercanos? Si prestamos atención a los textos del Nuevo Testamento, ellos nos darán la respuesta:

Os aseguro que vosotros que me habéis seguido, en la regeneración [i.e. cuando Israel sea restaurada con sus doce tribus], cuando el Hijo del hombre se siente en su trono de gloria, os sentaréis también vosotros en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

Mt. 19:28

En otras palabras, cuando el Hijo del Hombre juzgara a las naciones, le tocaría a los doce discípulos juzgar a las doce tribus. Toda la visión expuesta de ello es puramente de escatología apocalíptica, no hay rastro alguno de astrología. Aun así, puede haber algún tipo de ánimo de relacionar a las doce tribus con las constelaciones, pero eso sería irse más allá de la evidencia a un terreno puramente especulativo.

  • Tampoco es adecuado el uso del Evangelio de Juan y su referencia a Jesús como la “luz del mundo” como evidencia de que este era una deidad solar. En primer lugar, de todos los evangelios, es el más tardío. No hay señal alguna de que Jesús hubiera sido una deidad solar para los Evangelios Sinópticos. De todos los evangelios, es Juan es el que tiene la teología más exaltada del Mesías hasta el punto de considerarle la Palabra encarnada. La expresión de Jesús como luz del mundo se debe a que su autor concibe a Jesús como el Logos, análogo a la Sabiduría Divina expresada en la Palabra creadora de Dios, como una hipóstasis de Dios. La palabra “hipóstasis” se refiere a esta tendencia judía de convertir un atributo de Dios en una entidad autónoma de este. Para ello, el autor del evangelio no utiliza el paganismo como referencia, sino más bien al libro de la Septuaginta, Sabiduría de Salomón, en la que alude a cómo la luz de Dios, la Sabiduría Divina, iluminaba a los hijos de Israel en medio de las tinieblas. Por esta luz fue que vivieron. (Sab. 17-18:4; compárese con Jn. 8:12)

2. Una visión más moderada, pero errada

Diosa Ishtar/Inanna
Diosa Ishtar/Inanna. Imagen animada cortesía de Nina Paley. (CC0)

Por otro lado, hay una visión mucho más moderada de la misma tesis, basándose precisamente en los mitos de los dioses que “mueren y resucitan”. Esta visión sugiere que hay una duda razonable de la existencia de Jesús debido a que ha adoptado la forma de una deidad que muere y resucita, tal como se veía en los cultos mistéricos. Estas labores académicas son usualmente mejor instruidas en el tema. En el ámbito mitista, como he indicado en nuestro primer artículo de la serie, los que mejor se destacan en relación con el tema son Robert Price y Richard Carrier. Hago la salvedad de que D. M. Murdock o Acharya S. tenía las credenciales académicas (muy cuestionadas), pero en vez de insertarse dentro de la corriente principal de su campo en aportaciones serias al tema, se ha aferrado a posiciones extremadamente marginales en relación con los cultos grecorromanos y no interactúaba genuinamente con material relacionado con el campo neotestamentario.

Por otro lado, Price tiene las credenciales de erudito del Nuevo Testamento, pero, como indicamos en nuestra subentrada anterior, la posición de Price, aun dentro del mitismo académico, es más marginal que marginal. Como demostré allí, realmente no hace las debidas cualificaciones en sus investigaciones. Sus aserciones, aunque informadas, deben tomarse con pinzas debido a su lectura muy tendenciosa de la evidencia antigua.

Finalmente, nos queda Richard Carrier. No repetiremos aquí lo que hemos dicho en nuestro primer artículo. De su labor académica, se puede decir que todo su caso se basa en una exageración de certeza sobre su interpretación de las fuentes primarias dentro de un ámbito donde no hay certeza entre los estudiosos o que, para los expertos en general, su visión es mucho más débil que lo que quiere proyectar. Esto no ha pasado inadvertido por varios escritores en el ciberespacio, algunos simpatizantes de su posición. Le he dicho siempre a mis amistades que donde Carrier afirme absoluta certeza o donde él se vea en la necesidad de exagerar su énfasis de que se basa en una autoridad académica reconocida, se le ponga un signo de interrogación al lado. Ya hemos visto la manera en que ha dependido excesivamente de la obra de Dennis R. MacDonald. Esta crítica también se extiende a su uso y abuso de posiciones muy marginales de otros académicos.

A partir de lo que he leído hasta ahora de su frondoso libro, On the Historicity of Jesus (Sobre la historicidad de Jesús) me encuentro frecuentemente de acuerdo con él en la mayoría de lo que dice. De hecho, sostengo que el cristianismo fue más influenciado por los cultos mistéricos de lo que muchos eruditos conservadores y algunos más liberales están dispuestos a admitir. El caso de Carrier es que el cristianismo surgió a raíz de la influencia del paganismo sobre la sociedad judía de la época. Sin embargo, aunque en su libro, él tiende a ser un poco más comedido, su lectura de las fuentes primarias —es decir, documentos antiguos— suele ser notablemente tendenciosa y, en algunas ocasiones, raya en engañosa.

Un ejemplo de ello tiene que ver con la manera en la que utiliza ciertos términos, convierte sus significados en términos tan laxos y flexibles que podrían abarcar cualquier tipo de narrativa. Por ejemplo, [él señala que hay ejemplos de dioses o semidioses paganos que pasaron por una “pasión”. Para él, esto incluye al Mitra grecorromano que se le representa matando a un toro, como si hubiera pasado alguna “dificultad” que logró “superar” matándolo].

Nota aclaratoria: Esto no es correcto de Carrier y aquí lo corrijo; sin embargo, él sí utiliza el ejemplo de Rómulo en algunas de sus conferencias, entre otros héroes o deidades en los que no aplica la categoría de seres que “mueren y resucitan”. La crítica que sigue aplica a muchos ejemplos dados por Carrier donde en realidad no aplica. No es este el caso de Mitra que él reconoce que no es un “dios que muere y resucita”.

Él incluye aquí tanto el sufrimiento o dolor que padezca cualquier dios, semidiós o héroe, hasta cualquier tipo de dificultades o lucha. Sin embargo, bajo esa noción, cualquier héroe, semidiós o dios de cualquier lugar —Europa, Asia, África, América Precolombina— ha pasado por momentos difíciles, luchas y hasta muertes. No solo esto incluiría a dioses como Orfeo o un semidiós como Heracles, sino también a patriarcas judíos como Abraham, Jacob, José, Moisés, David, entre muchos otros. Por otro lado, supongamos que omitimos por completo la narrativa de la resurrección y supongamos, para efectos del argumentos de que existió un Jesús. ¿Alguien podría argumentar en serio que si existió Jesús, no debió haber tenido dificultades superables en su vida, de otra manera hubiera adoptado el patrón de “un dios que muere y resucita”? Al definir el término “pasión” de esa manera, el presunto valor de relacionar la pasión de Jesús con la de algún héroe o divinidad pagana es cero.

Se podría objetar que a la pasión y superación a la que se refiere Carrier es a una que “salve” a la humanidad, así, estas entidades fantásticas se convertían en “salvadores”. Hasta cierto punto, estoy de acuerdo, coincido con que en la literatura hebrea no había en sí una noción de salvación vicaria antes del cristianismo. Por otro lado, tal crítica ignora que muchas de estas llamadas “pasiones” paganas no son para la salvación de seguidores paganos sino que tienen que ver con los ciclos de la naturaleza, la fertilidad de la tierra, los cultivos y las estaciones del año, como sucede con los misterios eleusinos —basados en el mito de Deméter y Perséfone—. (Piñero, Año I 154-158) En otros casos, es pura conjetura; por ejemplo, no tenemos ningún relato de la llamada “pasión” de Mitra, ni tenemos idea alguna de si esa noción era salvífica para los mitraístas grecorromanos. (Alvar, “El misterio de Mitra” 500) Para que la alternativa de Carrier sea viable, habría que flexibilizar más todavía la noción de “salvación” —hacerla lo más vaga posible: de que tal “pasión” en sentido extremadamente laxo en la que el dios salvaría a la humanidad “de alguna forma”— para poder abarcar casos en los que claramente el centro del culto pagano no es una pasión o sufrimiento vicario como el de Jesús, sino que sostiene explicaciones etiológicas de los ciclos naturales, entre otros asuntos. (Carrier 98-99)

Otro ejemplo de ello es el de la diosa Inana (Ishtar), su pasión y muerte se parecen a la de Jesús. La diosa desciende al inframundo donde los anuna —jueces del inframundo— la matan y cuelgan su cuerpo como un pedazo de carne mediante un gancho. Por tres días y tres noches queda colgada hasta que volvió a la vida eventualmente. Carrier afirma que la palabra para “gancho” es la misma que para la de “clavo”. Además, ella era “hija de Dios” que resucitó tras dársele comida y agua de la vida, algo similar a una “eucaristía”. El mismo Carrier reconoce que el vínculo cultural entre la diosa Inana y la noción de la muerte y resurrección de Jesús es extremadamente escaso, aunque piensa que no es una casualidad. (Carrier 45-47) Ahí pues, empieza a adoptar un lenguaje tendencioso para decir que, así como Inana “descendió al inframundo, fue crucificada y resucitó al tercer día”, Jesús también hizo lo mismo. Aunque en el libro, él suele ser más cuidadoso, en sus conferencias no lo es tanto. Mucha gente se ha dado cuenta de su intencionado juego de palabras para sugerir fuertemente una analogía entre ambos relatos. Carrier no contempla otras alternativas a partir de estudios recientes. Por ejemplo, en las cartas de Pablo encontramos lo que se considera confesiones prepaulinas —es decir, declaraciones de fe que Pablo cita y que fueron compartidas por las congregaciones antes de que él escribiera sus cartas—. Las comunidades primitivas pensaban que Jesús fue sepultado, algo que no ocurrió con Inana, y Dios le resucitó, pero no vía “una eucaristía”. (1 Cor. 15:3-8)

Los tres días en que permanecieron muertos sí puede ser coincidencia. En fin, dentro de la apocalíptica judía, se pensaba que al final de los tiempos, los muertos resucitarían. Los cristianos primitivos, apocalíticos en fin, vieron la resurrección de Jesús como una señal de que ya era el fin de los tiempos y que la intervención de Yahveh para restaurar a Israel estaba pronta a ocurrir. Es más, veían en Jesús una primicia de lo que le pasaría a los creyentes al final de los tiempos, algo que veremos más tarde con Pablo. En ese sentido, puede ser que la creencia de que Jesús haya resucitado al tercer día se base en el profeta Oseas:

Venid, volvamos a Yahveh, él ha desgarrado, pero nos curará; él ha herido, pero nos vendará. Dentro de dos días nos dará vida, al tercer día nos hará resurgir y viviremos en su presencia.

Os. 6:1-2

Es perfectamente posible que Oseas mismo se haya inspirado en el mito de Inana. Como señala Carrier, en el caso de los profetas Jeremías y Ezequiel, vemos algunas de sus críticas al culto a Inana y Tamuz. (Carrier 46) Sin embargo, no vemos tales influencias en el cristianismo primitivo. ¿Qué es más probable? ¿Que los primeros cristianos se basaron en la Biblia Hebrea, la cual consultaban constantemente, o que se refirieran al mito de Inana, que nunca citaron en ningún otro caso? En fin, la confesión prepaulina a la que aludimos dice que Jesús resucitó al tercer día, “según las Escrituras”. (1 Cor. 15:4)

Finalmente, como en muchos casos, Carrier se atiene a categorías de las que la mayoría de estudiosos de las religiones se han alejado, tales como el famosa clase de héroe Rank-Raglan, bajo la que él alega que Jesús cae. (Carrier 235-253) Como hemos visto, este tipo de categorías elásticas bien generales pierden rigor en su carácter explicativo en cuanto a la supuesta dependencia narrativa entre relatos y mitos debido a que se diseñan para ajustarlas a la situación que se desee. (Ellwood x; Northup 5-6)

En otras palabras, aun la corriente más moderada que desea establecer paralelismos entre los dioses y Jesús es exagerada, especialmente cuando falla en tener en cuenta una serie de factores que son inconvenientes a su caso mitista. Esto también incluye sus tesis en torno a la Eucaristía, porque falla cuando establece la celebración de una cena como influencia pagana sin tener en cuenta las reuniones ceremoniales con estructuras judías, lo que le lleva a no dar cuenta de prácticas de la cena que llevaban ciertos cristianos que reflejan la estructura de un kiddush y que parecen haber sido previas a la forma paulina de la Eucaristía (véase un artículo donde trato el tema).

También muestra la misma conducta tendenciosa en cuanto a su manera de tratar el relato de Isis y Osiris, al igual que de los cultos órficos/dionisiacos y de los misterios en general. Finalmente, no tiene en cuenta la crítica literaria neotestamentaria que ayuda a establecer, usando las cartas de Pablo, una distinción entre el cristianismo palestinense y el promulgado por Pablo y cómo este último utilizó recursos paganos, tal vez algunos mistéricos, para predicar su mensaje cristiano a los gentiles. Así que esa falta de cualificación le lleva erradamente a la idea de que los cristianos palestinenses —Jacobo, Pedro, Juan y los demás— sostenían un tipo de culto mistérico judío. En realidad, el contenido teológico de una divinidad que desciende, se encarna, muere, resucita y asciende a un estado más alto, a la vez que el nuevo significado eucarístico y del bautismo, de unir la congregación a Jesús, su muerte y resurrección vía el bautismo, tienen todas dimensiones judías pero con algunas “paganizaciones” por parte de judeohelenistas y Pablo mismo. Esto lo discutiremos más adelante. No obstante esto, sería una falacia pensar que los palestinenses pensaban lo mismo.

La categoría de los “dioses que mueren y resucitan”

Quisiera añadir brevemente que, a pesar de las críticas de Robert Price y Richard Carrier al uso que hizo Bart D. Ehrman de la refutación de la categoría de “dioses que mueren y resucitan”, él no hizo otra cosa que describir la situación actual entre los expertos de la Antigüedad. Gracias a un artículo escrito por el erudito Jonathan Z. Smith, la mayoría se ha alejado de ese tipo de clasificación. (Ehrman, Did Jesus 183-185; véase también Smith, Drudgery Divine) En el caso de Osiris, este muere, pero cuando resucita es en el inframundo, no en el mundo terreno, como en el caso de Jesús. Perséfone nunca muere ni resucita, sino que visita el inframundo y emerge de este, la explicación etiológica de las temporadas naturales depende de los sentimientos de Deméter en relación con ello, quien tampoco muere ni resucita. Algo similar ocurre con Adonis, que en una temporada con Afrodita en los cielos y después con Perséfone en el inframundo. Antes de la época de Jesús, parece que habían relatos de dioses grecorromanos que morían y no resucitaban, o desaparecían, entre otros. Igual pasa con otros dioses de otras civilizaciones, tales como Tamuz y Marduk.

Esto no significa que todos los eruditos estén de acuerdo con esta perspectiva de Smith. Por ejemplo, en el caso de Antonio Piñero, Tryggve N. D. Mettinger, Eugenio Gómez Segura, vemos que ellos consideran que los tipos de dioses que “mueren y resucitan” influenció el cristianismo, especialmente vía Pablo, quien adoptó este tipo cultural de la época. Aunque mi posición no está bien definida en cuanto a este tema —mi tendencia es la de escepticismo ante la noción— para efectos del argumento y facilitar la discusión, supondré que este motif, en un sentido bien laxo, de dioses que “mueren y resucitan” es correcto y que el judeohelenismo, tal vez Pablo en particular, lo aplicó a Jesús. Esto nos lleva al siguiente tema.

La comprensión de Pablo de Tarso por parte de Zavala

Pablo escribiendo una epístola - Valentin de Boulogne
Pablo escribiendo una epístola, probablemente de Valentin de Boulogne (1618-1620)

¿Quién era Pablo el Apóstol?

Sobre los particulares y estudio minucioso del tema según lo entiendo, refiero al lector o lectora al mi libro Pablo el Emisario: odiado e incomprendido. Por ahora, voy a resumir la figura de Pablo haciendo la salvedad de que dependo mucho más en sus siente cartas auténticas —Romanos, Gálatas, 1 y 2 Corintios, 1 Tesalonicenses, Filipenses y Filemón— que de Hechos de los Apóstoles. Como conocen plenamente los estudiosos del tema, Hechos no es fiable en una gran diversidad de aspectos de la vida primitiva del cristianismo, aunque sí aporta alguna información importante —descubrible por criterios historiográficos— además de proveer coordenadas para conocer el orden de sucesos del cristianismo primitivo y de la vida de Pablo.

El Apóstol, como le llamaba Tomás de Aquino, desde un punto de vista histórico, fue un judío que creció en un ámbito helenístico, nacido en Tarso y que se desarrolló en el ámbito helenista. No es plausible que fuera un fariseo agente de las autoridades del Templo de Jerusalén, en parte, porque el liderato judío en Jerusalén era saduceo. Tampoco es plausible que él hubiera perseguido al cristianismo en Jerusalén ni tampoco hubiera sido enviado por dichas autoridades a Damasco (Siria) a arrestarlos, dado que estaba fuera de la jurisdicción de las autoridades de Judea. El mismo Pablo afirma que tras su adopción del cristianismo, él no era conocido en Judea. (Gál. 1:22) Ambos supuestos acontecimientos de persecución fueron resultado de la viva creatividad del autor de Hechos.

No hay duda de que Pablo fue perseguidor rabioso de los primeros cristianos, pero él no fue enviado a Damasco desde Jerusalén, sino que probablemente vivía en Damasco. Es más probable que les castigara en las sinagogas pegándoles con una vara 39 veces o, quizás, formando parte de gangas clandestinas para acosarlos, lastimarlos o matarlos. A pesar de ello, él alegaba haber recibido una revelación de Jesús resucitado enviándole a predicar a los gentiles algo que él llamaba, “mi evangelio”. (Gál. 1) ¿En qué consistía este evangelio?

  • Yahveh le prometió a Abraham que tendría una gran descendencia que constituiría el Pueblo Elegido, que le entregaría la tierra palestinense para que se establecieran allí y que sería bendición de “numerosas gentes” o “naciones”. Las dos primeras promesas se cumplieron, pero faltaba la última. La buena noticia —nos dice Pablo— es que la muerte y resurrección del Mesías le abría las puertas a los gentiles a que ingresaran a ser “hijos de Abraham” en plena igualdad con los judíos. (Gál. 3:6-18; 23-29; Rom. 4)
  • Jesús vivió y murió bajo la Ley de Moisés, haciéndose, bajo esta, una maldición por haber muerto crucificado, así como los gentiles se habían vuelto maldición bajo la Ley por no cumplir con sus preceptos. Mediante la fe en Jesús muerto y crucificado, factor común entre cristianos judíos y gentiles, Yahveh liberó a los gentiles de la observancia de algunas prescripciones de la Ley, a saber, la circuncisión, la observancia del sábado y la dieta kosher. La fe en Jesús brindaba la gracia espiritual concedida por Dios para superar la debilidad de la carne tanto en judíos como gentiles, producto de nuestras acciones pecaminosas. (Gál. 4:1-11; 5:1-12; Rom. 1-3; 6; 8)
  • Esta gracia concedida a todos los cristianos, les hacía iguales ante el Mesías, eran adoptados como hijos de Abraham e hijos de Dios, teniendo a Jesús como el primero entre varios hermanos. Los judíos conservarían el conocimiento y la observancia de la Ley y sus obras, pero solo en virtud de la fe en el Mesías. Por otro lado, los gentiles, por gracia divina, obedecerían la parte moral de la Ley, que Dios escribió en sus corazones. (Gál. 5:1-12; Rom. 9-11)
  • Cuando regrese el Mesías al final de los tiempos, este restaurará a Israel con sus doce tribus en el cielo, los que se salven —Israel y los gentiles conversos— serían transformados físicamente de cuerpos materiales a espirituales, en un ámbito en el que desaparecería el dominio del pecado y prevalecería la voluntad del Espíritu Divino, por lo que no habría muerte. (1 Tes. 4-5:11; 1 Cor. 15:12-58)

Según Pablo, este evangelio es nuevo y no le fue dado por ninguna persona, sino directamente de la boca de Jesús resucitado en una experiencia revelatoria. (Gál. 1:11-12)

Nótese que Pablo se veía a sí mismo como judío observante y que en ningún momento rechazaba la Ley Mosaica. (Gál. 5:1-3) Sin embargo, puede comprenderse entonces el roce frecuente que tenía con muchos de los cristianos palestinenses que entendían que era requisito de conversión la circuncisión, la observancia del Sábado y del kosher. Este choque se extendía también al liderato jerosolimitano —particularmente Jacobo, el hermano de Jesús, y Pedro—, aun cuando estos “pilares” acordaron con Pablo y Bernabé el eximir a los gentiles del requisito de la circuncisión, siempre y cuando hubiera solidaridad económica con la congregación de Jerusalén. (Gál. 2; véase Orlando y el correspondiente documental)

Parte de su evangelio incluía una cristología particular. Parece ser que la cristología de las autoridades jerusalemitas veía que Jesús nació ser humano, judío, que fue exaltado a la posición de Señor cósmico en el momento de la resurrección, lo que ocurre como resultado de haber sido adoptado como Hijo por parte de Dios. Esta confesión primitiva que no era paulina, pero que él citaba, aparece en varios lugares en el Nuevo Testamento. (Gál. 4:4; Rom. 1:3-4; Hch. 5:30-31; 13:32-33) Por otro lado, Pablo sostenía que Jesús era un ser divino preexistente —¿tal vez un ángel? (Gál. 4:14)— que se despojó de su ser divino para volverse humano, morir en la cruz, resucitar y ser exaltado a una posición superior a la que estaba originalmente, obteniendo el título de “Señor” —recordemos que este era un título exclusivo para Dios—. (Flp. 2:6-11) De esta manera, los creyentes se veían bajo un solo Dios creador y súbditos de un régimen de un solo Señor que sostenía la existencia del cosmos. (1 Cor. 8:6)

Habiendo hecho un resumen medio photo-finish en cuanto a la vida y teología de Pablo, ya tenemos base para discutir la manera que él es tratado por Zavala.

¿Fue Pablo gnóstico?

Folios del Apócrifo de Juan
Folios del Apócrifo de Juan, de la Biblioteca de Nag Hammadi. Imagen cortesía del Museo Copto, Egipto.

¿Qué es el gnosticismo?

El estado de situación actual en torno al tema del gnosticismo en el mundo académico es uno muy difícil. Nadie está de acuerdo en cuanto a las minucias que definen el término. Algunas posiciones son muy abarcadoras, que reúnen bajo este movimientos tales como el de Basílides, Valentín, Manes, Marción de Sinope, los mandeístas, los setistas, entre muchos otros. Otros eruditos, como David Brakke, sostienen que los gnósticos son un grupo distinto a los de Valentín, Basílides y otros. Una experta como Karen King afirma que definir lo que es el “gnosticismo” es una empresa fútil. Según unos, el Evangelio de Tomás es un texto gnóstico y según otros no. Según unos, los documentos hermetistas de Nag Hammadi son gnósticos, para otros no.

Esto se debe a que el término “gnóstico” aparece por primera vez en la literatura apologética y patrística cristiana del siglo II, especialmente en las obras de Ireneo de Lyon, donde intentaba escribir contra estos sectores cristianos y describía en qué consistían sus creencias. La otra fuente es la Biblioteca de Nag Hammadi y otros textos antiguos (e.g. el Evangelio de Judas, el Evangelio de María) que parecen compartir algunos factores comunes. Usualmente, se describe a esta biblioteca como “gnóstica”, cuando en realidad la diversidad de textos no lo establecen con plena certeza. Hay textos que sí parecen corresponder o se relacionan con la descripción de Ireneo, pero hay algunos que son de otro género —e.g. los textos herméticos, el Evangelio de Tomás—.

Hubo un intento de establecer alguna especie de consenso entre especialistas en el Congreso de Mesina de 1966, sin hablar de que no ha tenido mucho éxito entre los académicos. (Bianchi; King) Como resultado, tenemos distintos modelos del desarrollo del gnosticismo, factor que incide en nuestra crítica a Zavala. Sin embargo, debemos concederle que él consultó a una autoridad reconocida en el tema, Francisco García Bazán y su definición de lo que es el gnosticismo es una de las posturas dominantes en el mundo académico. (Zavala Toia 68-69)

El supuesto gnosticismo de Pablo según lo presenta Zavala

Nos dice Zavala que la teología paulina tiene muchas características gnósticas (solo voy a citar unos casos):

Utiliza a menudo expresiones como pneuma (espíritu), gnosis (conocimiento divino), doxa (gloria), sophia (sabiduría), teleioi (los iniciados).

Zavala Toia 69

El problema es que reúne aquí una serie de términos que eran comunes también en el judaísmo —espíritu, gloria—, que eran comunes también en el judeohelenismo inspirado en la Septuaginta —sophia—. Solo un término, “teleioi” es más descriptivo de los iniciados en religiones mistéricas. Sin embargo, también es utilizado por todo el Nuevo Testamento y cada autor lo utilizaba en sentidos distintos, por ejemplo, como cuando se presenta a los teleioi como aquellos que están preparados moralmente a perfección para la pronta venida del Reino de Dios. (Heb. 6:1) En ese caso, teleioi adquirió una dimensión judía de consagración a Dios mediante la fe, no gnóstica. El sentido paulino tampoco es una noción gnóstica, sino, al revés, que los valentinianos y los gnósticos lo adquirieron de Pablo.

Claramente en 1 Cor. 12:31 aconseja a sus seguidores: “… aspiren a los carismas más elevados, y yo quisiera mostrarles un camino que los supera a todos.” La palabra carisma se deriva del término makarismos. W. Burkert, explica: “Una de las características principales de los misterios es el makarismos”…

Zavala Toia 69-70

Aquí hay dos equivocaciones. En mi opinión, basándome en el Wayne A. Meeks, Jean Héring y Senén Vidal, estoy convencido —repito, teniendo en cuenta mi inexpertise— de que 1 Cor. 12:31b-14:1a es una interpolación pospaulina en un texto de Pablo. (Vidal, Las cartas auténticas 327-333; Piñero, Guía Pablo 317-319) Según esta perspectiva, la frase “… y yo quisiera mostrarles un camino que los supera a todos” o, más precisamente, “pero voy a mostraros un camino más excelente” es un puente que hizo el interpolador del capítulo 12 al capítulo 13 de 1 Corintios. Eso no quita que el resto de los capítulos 12 y 14 —consistentes entre sí, pero no con el cap. 13— sí se hable de carismas. Por otro lado, “makarismos” y términos relacionados son más bien sinónimos de “bendición”. (Gál. 4:15; Rom. 1:25; 9:5)

Ahora bien, hago la salvedad, en aras de la honestidad, de que la mayoría de los estudiosos de Pablo no ven en el cap. 13 una interpolación. Si Zavala desea descartar el señalamiento que acabo de hacer, no me ofende si lo hace. Sin embargo, los carismas de los que Pablo habla adquieren un sentido helenístico, en particular estoico, de las congregaciones: los carismas del Espíritu de Dios son resultado de la gracia divina (caris) con la que cada creyente adquiría una facultad espiritual. El carisma le permitía cumplir con alguna función de la congregación, de la misma manera que un órgano cumple con un propósito para el funcionamiento de un organismo vivo. (1 Cor. 12) Una vez más, la palabra “caris” en griego, de donde proviene “carisma, es un término utilizado en la Septuaginta para traducir “el favor de Dios” de la Biblia Hebrea. El concebir la repartición de estos carismas para una funcionalidad orgánica le da toques estoicistas.

Finalmente, como apunté en la primera parte de la crítica, Zavala confunde el gnosticismo con las religiones mistéricas. Y esta es una instancia de ello.

En 1 Corintios 4:1, Pablo se autocalifica como uno de los “… administradores de los misterios de Dios“. G. A. Wells explica que el culto alejandrino de Serapis y su consorte Isis, estaba muy extendido en el mundo grecorromano de entonces, de lo que se infiere que resulta muy posible que Pablo fuera un “administrador de los misterios” de Serapis. También agrega que el emperador Adriano escribió lo siguiente sobre los ciudadanos de Alejandría: “aquí ves cristianos que adoran a Serapis y adoradores de Serapis que se hacen llamar obispos de Cristo.”

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Esto es incorrecto y revela una razón adicional de por qué recomiendo no confiar en G. A. Wells. (Alvar, “La negación” 92-93) En primer lugar, volvemos a señalar la confusión entre cultos misterios y gnosticismo. En segundo lugar, es altamente improbable que Pablo participara de los cultos de Serapis e Isis, aunque puede ser que estuviera familiarizado con ellos. En la época de Pablo, no habían epíscopos (obispos), ya que no los menciona cuando hablaba de las autoridades de Jerusalén, los apóstoles o sus congregaciones (1 Cor. 12; 15:5; Gál. 2). Los “epíscopos” se formaron en una etapa posterior del cristianismo del siglo I, por eso es que se mencionaban en las epístolas pastorales (1 y 2 Timoteo y Tito), escritas a finales del siglo I y principios del II EC. Esto coincide con la época de la expresión de Adriano, emperador que vivió en el siglo II EC. Finalmente, Pablo le tenía un odio visceral a los cultos paganos en general. Cualquier vistazo a los primeros capítulos de la Carta a los Romanos y a las epístolas a los Corintios lo deja bien claro, especialmente cuando denuncia muy duramente a varios miembros de sus congregaciones que participaban en dichas actividades y cuando buscaban de justicia de los paganos en torno a asuntos internos de las comunidades. (Rom. 1:18-2:29; 1 Cor. 6; 8-10) Participar de los cultos de Serapis era impensable para Pablo.

Refiriéndose a Dios, en Hechos 17, 28, Pablo dice: “En realidad no está lejos de cada uno de nosotros, pues en él vivimos, nos movemos y existimos, como dijeron algunos poetas suyos: `somos del linaje de Dios,'”

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Tampoco esto es correcto. Como bien sabe todo estudioso de Hechos de los Apóstoles —y del Evangelio de Lucas—, su autor adopta una concepción estoicista del mundo, en la que la divinidad está presente en todo lugar y de la que formamos parte. Esta es una noción panenteísta de Dios. Esta no es una idea gnóstica, porque para los gnósticos, el verdadero Dios no puede participar del pervertido y decadente mundo material. Tampoco es una noción de los cultos mistéricos, sino del estoicismo y movimientos afines.

Ahora bien, ¿no comparte Pablo una influencia estoicista? La respuesta es afirmativa, pero para él esta visión de Dios como el todo en todo no es algo presente, sino futuro. En una combinación interesante de estoicismo con judaísmo apocalíptico, Pablo dice muy claramente que al final de los tiempos, cuando el Mesías le entregue el reinado del cosmos a Yahveh, entonces Dios será todo en todo. (1 Tes. 2:12; 1 Cor. 15:24-28,50) Cuando el autor de Lucas-Hechos escribe sus libros (80-110 EC), el cristianismo como movimiento ya se había frustrado por que no se había cumplido la llegada del Reino de Dios. Lo que indicaba este autor, aunque atribuyera su visión de mundo a Pablo, era que el Reino ya había llegado, ahora Dios es todo en todo (e.g. Lc. 17:20-22) Por ende, la cita de Hechos no expresa teología paulina, sino lucana. (Fitzmyer, Los Hechos II:279-284)

Pablo predica la doctrina gnóstica de ilusionismo y afirma que Jesús no vino como persona, sino “en una carne semejante” (Romanos 8, 3).

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Esto es incorrecto y se desprende bien de los textos paulinos que Jesús tuvo cuerpo con carne humana, que en la resurrección fue transformado en un cuerpo espiritual. Zavala saca al pasaje de contexto. Más tarde, discutiremos con más lujo de detalles la antropología paulina. Baste con indicar que Pablo se estaba refiriendo al hecho de que el cuerpo humano material, la “carne” humana, fue afectada por el pecado, llevándole a la muerte eventual. (Rom. 5; 7:7-25) Al contrario, Jesús fue dado un cuerpo material, pero … en palabras de Pablo …

En efecto, Dios, enviando a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado, y en orden de abolir el pecado, condenó el pecado en la carne.

Rom. 8:3

Pablo dice muy claro que el cuerpo del Mesías no fue afectado por el pecado, por lo que Jesús no tenía que asumir la muerte. Aun así, tenía una carne semejante a la nuestra, pero se despojó de su aspecto decadente, fue crucificado, para que con su sangre y sacrificio se rescataran a los creyentes en él de las garras del pecado (noción vicaria de la salvación). Según la carne, era “hijo de mujer” —una frase con la que indicaba que era un ser humano, el uso de tal frase común, véase: Job. 14:1; Mt. 11:11, Lc. 7:28— y descendiente de David. (Rom 1:3-4; Gál. 4:4)

Lo que Zavala parece tener en mente es el movimiento docético, que decía que Jesús solo parecía tener cuerpo, pero esta claramente no es la postura paulina. Eso es así, no solo por que acabamos de discutir, sino porque Pablo también reconocía la existencia de cristianos que habían conocido a Jesús “según la carne”, mientras que él y sus congregaciones le conocían según el espíritu. (2 Cor. 5:16)

Por cierto, esta tampoco era una posición definitoria del gnosticismo. En algunos escritos gnósticos, o algunos afines, Jesús aparece besando a Jacobo, su hermano, a María (¿Magdalena?), o pidiéndole a Judas que deseaba morir para escapar de su cuerpo —en el Apócrifo de Jacobo, el Evangelio de Felipe y el Evangelio de Judas respectivamente—. Todas estas tenían el objetivo de expresar físicamente una revelación única de Jesús a esos personajes neotestamentarios.

Otros argumentos:

  • El nombre de Pablo aparece en los textos de Nag Hammadi. (Zavala Toia 69) Eso significa muy poco. Aparecen también textos a nombre de Juan, Jacobo, Pedro, Felipe y Tomás. ¿Puede alguien con dos dedos de frente pensar que Jacobo, el hermano de Jesús, o Pedro fueron gnósticos? Si no puede ser así históricamente, ¿por qué lo sería Pablo solo con base en que su nombre aparece en unos libros atribuidos a él?
  • Sí, en el pasaje 1 Cor. 13, Pablo —yo sostengo que un autor desconocido— adopta un lenguaje algo platónico, pero un platonismo vulgarizado, como diría Antonio Piñero. Se hace alusión a una visión platónica cuando afirma que ahora se ve como en un espejo —es decir, desfiguradamente—, pero que después se vería con claridad. Sin embargo, lo único que revela el pasaje es que estaba influenciado por la cultura helenística, no es nada específico de los misterios o de los gnósticos.

Evaluando el mérito del supuesto “Pablo gnóstico”

Imagen de la deidad basilideana de Abraxas
Imagen de la deidad basilideana de Abraxas.

La idea de que Pablo era gnóstico no es nueva. Tal vez la obra más representativa de esta postura en el ámbito académico es la de Hyam Maccoby en dos de sus obras, The Mythmaker y Paul and Hellenism. De acuerdo con él, hay unos elementos gnósticos en la teología paulina, incluyendo su antisemitismo. (Maccoby 1-53) No voy a entrar en los detalles, solo me limitaré a decir que no sé de nadie en el mundo académico actual que esté de acuerdo con él (¿quizás Robert Price?). Además, para alguien que pensaba que Israel se salvaría —vean la sección en que explico el evangelio paulino—, él no era muy antisemita.

Gran parte de la razón de por qué nadie supone que Pablo era gnóstico se debe a que, hoy día, se sabe que el gnosticismo era un fenómeno del siglo II EC, no del siglo I EC. Hay tres razones para ello:

  • Nuestro primer reporte de la existencia de los gnósticos como corriente religiosa procede de los escritos de Ireneo de Lyon, al final del siglo II EC.
  • La primera alusión clara a movimientos centrados en la gnosis —en vez de la fe en Cristo— proviene de la carta pseudopaulina, 1 Timoteo: “Evita las palabrerías profanas, y también las objeciones de la falsa ciencia [gnosis]; algunos que la profesaban se han apartado de la fe” (6:20-21) Esta carta fue escrita a finales del siglo I o principios del II EC.
  • Todos los textos gnósticos que conocemos datan del siglo II o III EC.

Lo que sí puedo indicar es que entre los académicos algunos distinguen entre el movimiento de la “gnosis” judía y el “gnosticismo”. Según ellos, la gnosis es como un movimiento amorfo de corrientes religiosas diferentes que se puede caracterizar de la siguiente manera:

… un movimiento sincrético que tiene sus primeras manifestaciones en el siglo I de nuestra era, y que florece con esplendor en el siglo II, en especial en aquellas versiones que se relacionan con religiones conocidas en esos dos siglos: el judaísmo y el cristianismo….

…. El vocablo expresa más bien un conjunto de ideas o concepciones religiosas que mantienen entre sí cierta coherencia, que suelen mostrarse juntas y que aparecen como elementos constitutivos de ciertas religiones específicas del mundo antiguo, a las que podemos caracterizar más o menos como “gnósticas” o “gnosticizantes”, según el grado de asimilación de ese conjunto de ideas.

Piñero et al. I:33, 34-35

Entiendo por gnosis judaica una exégesis del Antiguo Testamento que adapta los dogmas bíblicos a las categorías del pensamiento helenístico, principalmente platónico. El ámbito principal de esta interpretación es la cosmología, con apertura, es decir, con atención también hacia la antropología y la teodicea.

Montserrat Torrents, Los gnósticos I:intro.; Piñero, Gnosis 287.

Algunos piensan que la gnosis como movimiento tuvo sus raíces en el judaísmo, en parte porque no todos los textos gnósticos son cristianos o que algunos fueron originalmente judíos y después “cristianizados” por copistas. Lo otro es que los gnósticos atribuían su fundación a varios personajes que aparentemente pertenecían a la gnosis, todos ellos con nombres judíos: Simón el Mago, Menandro, Dositeo y Cleobio. Además asocian sus grupos a nombres relacionados a personajes del Génesis: Adán, Set, Caín, Sem, Noé. Finalmente, ellos citan este libro bíblico constantemente para hablar de su teogonía, cosmogonía y cosmología. (Piñero, Gnosis 291-293)

Otros eruditos, como el influyente David Brakke, no están de acuerdo:

  • Sobre los textos supuestamente “cristianizados”, para los estudiosos es difícil distinguir entre la parte cristianizada y la que no. En fin, los presuntos textos judíos primitivos contienen la palabra “Cristo”, que aunque no era exclusiva del cristianismo, sí se le asociaba con este movimiento para el tiempo en que estos textos fueron escritos y con sus supuestos añadidos son consistentes con el estilo “revelatorio” distintivo del gnosticismo.
  • No es convincente el hecho de que los judíos presenten a su Dios bíblico como uno malvado o defectuoso.

Para Brakke, el gnosticismo parece haber sido el resultado de la interacción entre judíos y gentiles que, da la casualidad, era bastante intensa en el caso del cristianismo primitivo, especialmente en el cristianismo posterior a la destrucción de Jerusalén. Según él, muchos de los judíos fundadores del gnosticismo debieron conocer elementos de la doctrina cristiana y las elaboraron. Eso era normal en una Antigüedad donde se daba mucho sincretismo, aun dentro del judaísmo helenístico. (Brakke, Gnosticism vid. 19)

Personalmente, en mi muy inexperta opinión, me inclino a este punto de vista. Aunque respeto mucho a Rudolph, a Piñero, a Montserrat y a otros muchos estudiosos del tema, la supuesta gnosis del siglo I designa a algo que no es preciso, elemento crítico que ellos así lo reconocen. No hay grupos en el siglo I que se autodenominaban “gnósticos” ni era una corriente coherente. Me parece más viable pensar que el gnosticismo fue resultado de una serie de ideas de distintas corrientes judeohelenísticas de la época que fueron gradualmente gravitando unas con otras hasta forjar el gnosticismo como movimiento en el siglo II. El cristianismo fue, tal vez, el epicentro más poderoso donde se dio esta interacción entre pensamiento judío, especialmente judeohelenístico, y corrientes filosóficas como la neoplatónica y la estoica.

Sigo en gran medida a Brakke en esta discusión, aunque lo que sigue también es válido en el caso de Piñero, Montserrat Torrents y García Bazán. Uno de los grandes distintivos del gnosticismo es una teogonía y cosmogonía particular. La referencia principal que se utiliza generalmente para ilustrarla es el Apócrifo de Juan o el Libro Secreto de Juan (ca. 180 EC) y aparece con importantes variantes en otros textos tales como el Evangelio de Judas, el Apocalipsis de Adán, la Trimorfa Protenoia, Zostrianos.

Según el gnosticismo, existe un mundo espiritual designado como el Pleroma, donde está el verdadero Dios, donde forja a una deidad menor femenina llamada Barbeló. De la unión de los dos salen diversas deidades menores llamadas “eones” y que creaban en pares (eón masculino-eón femenino). Uno de los eones femeninos, Sabiduría (Sofía) decide separarse de su pareja masculina y formar un mundo distinto al del Pleroma. Ella engendra a una criatura conocida como Yaltabaoth o Ialdabaoth, que formó el cosmos material según lo encontramos en el Génesis. Este era el dios de la Biblia Hebrea, quien capturaba almas del Pleroma para aprisionarlas en cuerpos físicos, condenándoles a la ignorancia y rigiéndoles vía demonios conocidos como los “arcontes“. Para los gnósticos, la salvación se halla en la gnosis, es decir, en el conocimiento de esta información para la eventual purificación y retorno al Pleroma. En el caso del gnosticismo cristiano, Jesús era un eón que vino al mundo a revelar esta información. La salvación de los gnósticos no se hallaba de manera alguna en su crucifixión y resurrección, sino en el conociento de la gnosis revelada por él a varios de sus discípulos —María Magdalena, Judas, Jacobo, Juan— y transmitidas a todos los miembros de una congregación gnóstica.

Le pregunto a usted, estimado lector, ¿este mito se parece en algo … en lo que sea … a lo que dice Pablo en sus cartas? Mi respuesta es que es bien poco en lo que se asemejan. Hay una que otra noción tangencial entre Pablo y los gnósticos. Sin lugar a dudas, él fue un referente preferido para ellos, pero Pablo mismo no era gnóstico ni de lejos suscribiría tales cosmovisiones.

¿Hablaba Pablo de un “Cristo gnóstico”? La antropología paulina

Cristo Cósmico
Un fresco del Cristo Cósmico rodeado por los signos del zodiaco, Monasterio de Svetitskhoveli en Georgia. Imagen cortesía de Diego Delso (CC-BY-SA 4.0)

Pues, sorprendentemente, algunas personas pueden responder afirmativamente a la pregunta de si Pablo era gnóstico. Esto tiene que ver con conceptos que aparecen en las cartas paulinas, pero que fueron recogidos por los gnósticos y movimientos afines, los elaboraron para sus propios fines, creando así confusión entre muchos autores no especializados en el tema. Para entender esto, necesitamos adentrarnos un poco en la antropología paulina, ¿cómo concebía Pablo al ser humano?

Como hemos indicado, la mentalidad paulina es fundamentalmente judía, pero afectada por su ámbito helenístico. Si tenemos en cuenta que Pablo nació en Tarso, en Cilicia, no sorprende en absoluto la fuerte influencia del estoicismo que encontramos en sus cartas. Tarso era un centro muy importante de filosofía estoica en el Mediterráneo, piénsese en, Crisipo cuyo padre era de Tarso, Zenón de Tarso, Antipatro de Tarso y Atenodoro de Tarso, además de que Tarso fue un lugar donde Augusto César eligió a un estoico para regir la ciudad. (Pigliucci) Es más, puede ser que Pablo escogiera la labor manual de curtidor porque esa actividad era bien vista por los estoicos. (Bartolomé 120; Hch. 18:1-3; 1 Tes. 2:9; 1 Cor. 4:12) No solo eso, sino, como bien dice Antonio Piñero, vemos en Pablo un “platonismo vulgarizado”, es decir, que el Apóstol no era platónico formalmente hablando, pero sí fue influenciado por el lenguaje platónico que solía permear en el día a día helénico y en escritos griegos. No olvidemos que Pablo era un judío culto que aprendió a leer y escribir en griego.

Tenemos que señalar también que la noción paulina de muerte vicaria, de que alguien muere en sustitución por otro, o por la salvación de otro, era algo muy ajeno al judaísmo y no existe evidencia de ello en ningún texto de la Biblia Hebrea. Esta noción es una que permeaba en la literatura pagana por siglos —por cierto, tampoco algo distintivo de las religiones mistéricas—. Con un ánimo sincrético, en el que mezcla el sacrificio judío con el pago vicario grecorromano, Pablo convirtió el “sacrificio vicario” del Mesías en el centro de su evangelio. Sobre el tema, recomiendo el ensayo de Henk S. Versnel, “Making Sense of Jesus’ Death. The Pagan Contribution“. (Piñero, Guía Pablo 119-129)

Teniendo esto en mente, debemos indicar que cuando Pablo utilizaba los términos, “cuerpo” (soma), “carne” (sarx), “alma” (psyché) y “espíritu” (pneuma), los entendía de una manera judeohelenista, aunque no de manera consistente. Por ejemplo, en Pablo vemos una tensión en la que coexiste la creencia de que el alma es algo de origen físico que termina en el momento de la muerte, explicando así la necesidad de la resurrección corporal al final de los tiempos.

Corrección: En realidad, hubo posiciones diversas en el judaísmo en cuanto a las almas. Algunas de estas nociones afirmaban que el alma terminaba en el momento de la muerte. Sin embargo, desde tiempos ancestrales, también persistía la creencia de que, tras la muerte, el alma iba al sheol —traducido en ocasiones por “infierno”—, que es una región del inframundo donde las almas dormían. Otras tendencias, especialmente judeohelenísticas, las mezclaban con ideas platónicas. En realidad, no es clara cuál era la noción sostenida por Pablo en relación con las almas. Por ende, es perfectamente posible que él la concibiera como algo separable de su cuerpo y que, al final de los tiempos, podría regresar a un cuerpo para el juicio final. Por supuesto, aquellos que se salvaran, tendrían lo que Pablo consideraba “cuerpo celeste” o “cuerpo espiritual”.

Por otro lado, también aparece inesperadamente una experiencia misma de Pablo —un episodio de epilepsia del lóbulo temporal … mi inexperta opinión— de una elevación de él al “tercer cielo”, aunque “no sabe” si con el cuerpo o sin él. (2 Cor. 12:1-5; Sanders, Paul 411-413) Pablo identifica varias dimensiones del ser humano (el listado no es exhaustivo):

  • cuerpo: Con este término, Pablo se refiere a un organismo físico viviente, en contraste con la “carne” que, dependiendo del contexto en el Nuevo Testamento, puede querer decir naturaleza o la sustancia material que lo compone o puede ser el cadáver. Para Pablo, la carne es decadente porque ha sido “herida” (metafóricamente hablando) o afectada por el pecado personal, producto de nuestras malas acciones. Debido a eso, el cuerpo material, invadido por el pecado, estaba condenado a la muerte.
  • alma: Este es el pensamiento que rige el cuerpo, la interioridad del ser humano que es intangible. En el judaísmo, el alma no se concebía como algo que podía apartarse del cuerpo, como pensaban varias filosofías helenísticas dualistas, como el platonismo (véase corrección arriba). Por eso, en la escatología apocalíptica, al igual que la de Jesús, se hablaba de la salvación al final de los tiempos, cuando resucitaran los muertos por parte de Yahveh para su eventual juicio. No había una creencia así como la que actualmente sostienen muchos sectores cristianos, de que “el alma va al cielo” en lo que llega el Juicio Final.
  • espíritu: Cada vez que Pablo utilizaba el término —excepto cuando cita una que otra confesión prepaulina— significa una sustancia semejante divina y de naturaleza celeste. No equivale a “alma”. En cuanto a la oposición carne-espíritu que encontramos en las epístolas paulinas, hay admitidamente una influencia platónica, pero vulgarizada. Pablo no era platónico formalmente y, enfatizamos, detestaba a la filosofía como profesión aunque, irónicamente, fuera influenciado por esta. (e.g. 1 Cor. 1:18-30) Para Pablo, la fe en Jesús crucificado y resucitado, le abría a los judíos y gentiles a actuar según el Espíritu de Dios, en oposición a actuar según la carne. (Piñero, Guía Pablo 130-135)

Dada estas distinciones, ahora podemos entender adecuadamente la visión que Pablo sostenía de la resurrección de Jesús, que era ajeno al “Cristo gnóstico”. Esto es un poco difícil de digerir debido a nuestra manera actual de entender el cuerpo físico como sinónimo de material y el espíritu como algo intangible. Esta no es la visión judeohelenista ni la paulina. Sostenía Pablo que cuando Dios resucitó a Jesús, le transformó su cuerpo de uno material a uno espiritual, es decir, el cuerpo físico dejó de ser uno carnal para pasar a ser uno espiritual.

¿”Cuerpo espiritual”? ¿Y eso con qué se come? No sé y no me detendré a explicar algo tan “inefable” (¿o absurdo?) como eso, pero mi punto tiene que ver con entender a Pablo. Afirma él, en virtud de la entrega vicaria del Mesías a la muerte y su resurrección, que al final de los tiempos, lo mismo va a sucederle a aquellos judíos y gentiles que creyeran en él: los que hubieran muerto, resucitarían; todos los que murieron (pero que fueron resucitados) y los que todavía vivieran en ese momento experimentarían la transformación de cuerpo carnal (afectado por el pecado) a uno celestial, espiritual, eterno. El cuerpo no dejará de existir, sino que su naturaleza o esencia se transformará. De esa manera, los creyentes serían corporales cuando se estableciera el Reino de Dios, pero la carne no lo heredaría. (1 Cor. 15:12-53)

En contraste, la antropología gnóstica sí es mucho más cercana a la platónica, en la que el espíritu debía abandonar la prisión malévola del cuerpo, para librarse del dominio de los arcontes de Ialdabaoth.

Pues, a partir de esta distinción entre la antropología paulina y la gnóstica, podemos ver que Zavala no tuvo en cuenta esta antropología a la hora de juzgar a Pablo como un gnóstico que adoraba a un Jesús espiritual, en el sentido gnóstico.

Eso no impedía que los gnósticos y otros sectores cristianos afines utilizaran la antropología paulina, cambiándole su significado. Por ejemplo, Valentín tomó la antropología paulina para distinguir entre los hombres que son carnales, los que son psíquicos y los que son espirituales. Sin embargo, una vez más, esto no hizo a Pablo gnóstico o valentino.

Nota final: Pablo y los misterios

Hades y Perséfone
Hades y Perséfone. Imagen en dominio público.

Quisiera atender algunos elementos de los planteamientos de Zavala, para que no passen inadvertidos. Nos dice Zavala en su libro cuando caracteriza a los gnósticos:

Hablamos de sabiduría entre los iniciados”, frase que es intencionalmente mal traducida como: “Hablamos de sabiduría entre los perfectos.” (1 Corintios 2, 6), que continua [sic.]: “Hablamos de sabiduría entre los perfectos, pero no de sabiduría de este mundo ni de los príncipes de este mundo, abocados a la ruina; sino que hablamos de una sabiduría de Dios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para nuestra gloria, desconocida de todos los príncipes de este mundo —pues de haberla conocido no hubieran crucificado al Señor de la Gloria” (1 Cor. 2:6-8)

J.E. Brandon, respecto a los versículos nos dice:

El verdadero significado de este pasaje queda oscurecido por dos puntos de mayor importancia. La palabra griega que aquí se ha traducido por mundo’, individualmente en sus formas singular o plural, es aion, que no se refiere a este mundo físico o Tierra, sino el `tiempo’ o la `edad’ . Por consiguiente, el empleo de aion por parte de Pablo demuestra que pensaba en un sistema esotérico de edades del `mundo’. Seguidamente, las palabras que se han traducido por `los príncipes del mundo’ (archon tes tou aionos toutou) no se refieren, como se supone vulgarmente, a las autoridades romanas y judías que condenaron a Jesús a la muerte, sino a seres demoníacos que se asociaban con los planetas y, según se creía, gobernaban la vida de los hombres. … Pablo imaginaba a la humanidad esclavizada por los seres demoniacos y relacionados con fenómenos astrales, a los que describe utilizando términos tales como arcontes tou aionos toutou y stoicheis tou kosmou (`los poderes fundamentales del universo’). En consecuencia, la humanidad había sido rescatada de esta esclavitud mortal por el ser divino, al que, encarnado en la persona de Jesús, habían crucificado erróneamente los arcontes, que, es de suponer, al excederse involuntariamente en sus derechos, perdieron su control sobre los hombres.

Zavala-Toia 72-74

Confieso que no sé quién es J. E. Brandon y he intentado buscar su obra sin éxito. Como Zavala no provee fuente, no puedo verificar dónde este autor lo dice y en qué contexto. Ahora bien, parte de la crítica de Brandon depende fuertemente de la traducción que se use. De hecho, reconozco que muchas traducciones suelen ser un poco tendenciosas, dependiendo del sector religioso que sea y la calidad de la editorial religiosa que la labore. Sin embargo, la traducción aquí criticada se puede ver en todos lugares, especialmente por expertos profesionales. Aquí no hay engaño intencionado, la palabra aion puede querer decir un periodo temporal —en cuyo caso, se refiere a la era actual— o puede adquirir el sentido del mundo actual. (Attridge y Meeks 1 Cor. 2:7-8; Biblia de Jerusalén 1675) En cuanto al significado de la palabra griega “arcontes” —la misma utilizada por los gnósticos— es debatido entre los mismos expertos. La mayoría parece inclinarse a pensar de que se trata de deidades menores o demoníacas que se encontraban en las esferas sublunares. aunque también reconoce que puede referirse a las fuerzas romanas terrenales. (Piñero, Guía Pablo 256-258; Vidal, Las cartas auténticas 251) Aunque, personalmente, me inclino a la última, la primera es perfectamente válida. Esta creencia de que los arcontes controlaban las potencias mundiales no era exclusiva de los gnósticos, sino que ellos lo heredaron del apocalipticismo judío y del ámbito helenístico. Dado que la crucifixión era una pena romana terrenal hartamente conocida, lo que Pablo nos está diciendo aquí es que las fuerzas demoníacas sublunares controlaron las potencias políticas romanas para la crucifixión de Jesús; así, sin saberlo, por desconocer los misteriosos planes divinos, contribuyeron a su futura destrucción al final de los tiempos.

Nota aclaratoria: Lo que sigue ya no es mi posición. Creo que Pablo sí hablaba de seres espirituales. Ahora sostengo que Romanos 13:1-3 forma parte de una interpolación posterior. Sin embargo, a pesar de ello, se evidencia en este caso que el cristianismo no usaba la palabra arcontes de manera consecuente, sino en diversos sentidos. Así se desmiente el hecho de que el cristianismo temprano consideraba a los arcontes exclusivamente en términos espirituales. En ese sentido, estoy de acuerdo con Price, pero no le da la razón en torno a varias de sus hipótesis en su propuesta mitista. Las razones de la interpolación son las que atribuí a Pablo en lo que sigue.

Mi razón para pensar de que la palabra arcontes se refiere a autoridades romanas la mencionó Bart Ehrman en su debate con Robert Price: en Romanos 13:3, vemos una mención de los arcontes como fuerzas a ser obedecidas, porque promovían un orden social. Si los arcontes fueran entidades demoníacas, para Pablo, no tendría mucho sentido el obedecerlas, dadas su maldad. Al contrario, aunque él detestaba las autoridades paganas y así lo hace constar, parece que en Roma, el cristianismo y otras sectas judías eran detestadas por la población y se les atribuía desorden y alboroto. Pablo estaba buscando aconsejar el orden público para evitar represalias romanas. Huellas de este desprecio romano lo vemos cuando se dio la expulsión de judíos bajo el Emperador Claudio —algo que Pablo tenía en cuenta— y el uso de los cristianos como chivos expiatorios por parte de Nerón. Por ende, en una carta dirigida precisamente a las congregaciones romanas, se recomendaba el respeto a las autoridades. (Horsley 58; Vidal, Las cartas auténticas 198) No obstante eso, debemos tener en consideración que por esta misma razón y otras, algunos expertos consideran esta perícopa como parte de una interpolación, aunque la mayoría se inclina a que no es un añadido por un copista. (Piñero, Guía Pablo 508-509; Vidal, Las cartas auténticas 191, 197-198)

De todos modos hay algo que debe llamarnos la atención del pasaje de 1 Corintios y en otros citados por Zavala, el uso de la palabra “misterio“. Debemos dejar claro que este término tampoco es exclusivo de las religiones mistéricas. Al contrario, una vez más, la palabra griega para ello aparece en la Septuaginta. (Dan. 2:18-19) La idea es que Dios tenía un plan sabio para la humanidad desde antes de crear el cosmos y que fue revelado a aquellos que reciben el evangelio, en este caso, el evangelio paulino. Sin embargo, este y otros términos relacionados con los iniciados mistéricos, se utilizaron a propósito por Pablo en un contexto social en que se promovían los cultos misterios en unos ambientes urbanos.

Ahora bien, arriba habíamos descartado que este vocabulario refleje el hecho de que Pablo participaba en los misterios de Serapis, algo que es altísimamente improbable. Sin embargo, lo que no se les ocurre a los mitistas es que probablemente Pablo utilizaba ese lenguaje porque quería competir con los cultos mistéricos. Richard Carrier dice que muchos aspectos del cristianismo se parecen a los misterios, ¿por qué? Acabo de señalar por qué. El público de Pablo no es judío, sino gentil y pagano. Este detalle significa que no podía predicarle a su público como si fuera judío, sino más bien utilizaba los recursos helenísticos que él conocía muy bien, para “venderle un producto” —no en sentido derogatorio— a los paganos.

Por eso es que Piñero habla de una “misteriosofía paulina“, Pablo reformuló las palabras de Jesús en la Última Cena y presentaba el bautismo como una iniciación, para así atraer a un público que gravitaba en distintas modas cúlticas. Además, casó estos rituales cristianos con su perspectiva vicaria de la salvación por medio de la cruz, algo que también era cónsono con su pensamiento grecorromano. Según la experta, Paula Fredriksen, Pablo no buscaba paganizar el judaísmo, sino más bien hacer el judaísmo accesible a los paganos, de manera que estos se judaizaran en cuanto a sus actividades —exceptuando la circuncisión, la observancia del sábado y el kosher— y se dedicaran plenamente al culto al Dios supremo hebreo. Véase los detalles de esto en su libro, Paul: The Pagans Apostle.

Si fuera cierto que Pablo seguía los patrones de “dioses que mueren y resucitan” —un gran “si” (if)—, se debe en parte a que quiere presentar a un Jesús que, aunque no era Dios, sí era un ente divino que se encarnó, murió, resucitó y fue exaltado en el cielo, añadiendo el elemento vicario judeohelenístico en el proceso. Siguiendo el pensamiento helenístico-estoico, concebía a las congregaciones como organismos donde sus constituyentes participaban del cuerpo de Jesús en virtud de la celebración de la Eucaristía y de su muerte vicaria al beber el vino. (Maccoby 54-128; Piñero, Guía Pablo 304-313) Esto no pasa de ser una tremenda labor de marketing.

Conferencia de Antonio Piñero (2011) donde explica el clamoroso éxito de Pablo de Tarso.

Concluiremos con nuestra última parte de nuestra crítica a Zavala en nuestra próxima entrada de esta serie.

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4 thoughts on “Una mirada crítica a Lo siento mucho, pero … Jesús nunca existió de Ricardo Alonso Zavala Toia – 2(2)

  1. Buen día. Sus aportes son muy buenos, pero quisiera hacer una sugerencia respecto a la estructura del blog. Cuando quiero revisar artículos anteriores de cierto tag (por ejemplo: https://razoncienciaspr.org/category/religion/), me muestra todos los artículos completos, no una versión previa de los mismos. Esto hace que sea muy trabajoso el estar bajando la página para buscar los artículos anteriores, cosa que se complica bastante cuando los artículos tienen varios títulos y uno tiene que estar batallando para saber si tal título está dentro del artículo o corresponde al de uno distinto.

    Otro detalle está en que los artículos están todos en la misma página. Cuando uno baja para ver los artículos y le da a la opción de “older posts”, pronto se satura la página debido a la enorme cantidad de artículos completos mostrados en una misma página. Sería más adecuado que solo se mostraran unos 10 artículos por página, y que al darle a “older posts” se cargue una nueva página con los artículos anteriores. Eso facilitaría bastante la agilidad de la página.

    Es solo la sugerencia de un lector. Un saludo.

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  2. Pingback: Una mirada crítica a Lo siento mucho, pero … Jesús nunca existió de Ricardo Alonso Zavala Toia – 2(3) | Razón y política pública

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