
Escribo esto casi como un desahogo ante un error que se repite una y otra vez cuando argumento con la mayoría de los mitistas (personas que piensan que Jesús no existió) y con ciertos ateos y humanistas en general en las redes sociales y fuera del ciberespacio.
Uno de los argumentos que me convencen de manera decisiva a favor de la historicidad de Jesús es la presentada por muchísimos eruditos. He aquí el argumento:
Tenemos a nuestra disposición varias fuentes independientes que atestiguan la existencia de Jesús. Algunas de ellas son externas a los textos cristianos. Una de ellas, es la obra del historiador Flavio Josefo, que contiene el Testimonium Flavianum y un brevísimo relato de la muerte de Santiago el Justo (o, mejor dicho, Jacobo el hermano de Jesús), considerados fuentes independientes. [De estos dos pasajes, hablaré eventualmente el año que viene … ¡va de calle!] Encontramos también la breve información ofrecida por el historiador, Tácito, en torno a Jesús y su muerte, una fuente independiente no sujeta a lo que afirman los diversos textos del Nuevo Testamento. (Bermejo 25-26; Ehrman, Did Jesus 44-45) Estos dos son los mejores testimonios independientes externos al Nuevo Testamento.
Otros historiadores del siglo II, que hacen una vaga o una más directa referencia a Jesús, parecen derivar su información de las fuentes evangélicas o confesionales cristianas o situaciones relacionadas con los cristianos, por lo que no pueden considerarse testimonios independientes sobre Jesús. (Bermejo 25-29; en ese sentido difiero de Ehrman, Did Jesus 40-45)
Otras fuentes independientes internas que persisten en nuestro Nuevo Testamento, tales como las cartas auténticas de Pablo, donde él nos dice que conoció personalmente a Jacobo, el hermano de Jesús. Si conoció al hermano de Jesús, entonces, es razonable inferir que Jesús debió haber existido. Finalmente, hay un gran número de fuentes que atestiguan dichos y hechos de Jesús. Aunque no pueden tomarse la mayoría de ellas como históricas, algunas son inconsistentes con las diversas cosmovisiones y cristologías de los evangelistas y son plenamente consistentes con lo que conocemos en el contexto social de Galilea, Samaría y Judea en el siglo I.
Como respuesta, casi siempre se argumenta (usualmente con tono burlón u hostil) que las cartas paulinas no pueden considerarse independientes, sea porque son libros que aparecen en el Nuevo Testamento (lo que a priori sería, para ellos, automáticamente información dudosa), sea por ser puramente confesionales, o sea por contener un número de interpolaciones.
Este artículo no lo escribo para argumentar a favor de la existencia o inexistencia de Jesús (aunque mi posición es clara de que coincido con el abrumador consenso entre los especialistas — el 99.99% de ellos— de que sí existió). El propósito de esta entrada en el blog es la de hacer el “debate” público más transparente, aclarando qué se quiere decir en historiografía de la Antigüedad de que estas son “fuentes independientes”.
Durante de la discusión, me referiré una y otra vez al biblista Bart D. Ehrman, dado que bastante de estos debates a nivel público giran alrededor de lo que ha dicho en sus libros, su blog y en las respuestas que ha recibido de una variedad de mitistas.
¿Qué es una fuente independiente?

Una fuente documental independiente es una que recoge información oral o histórica, que ofrece unos datos y que no dependen de otros escritos. Es decir, el autor que ofrece los datos en cuestión no depende de otra fuente escrita.
Fuentes independientes en el Nuevo Testamento
Recordemos que el Nuevo Testamento, o la Biblia en general, no es un libro, sino un conjunto de distintos libros que se originaron por diversos autores, con diferentes cosmovisiones y con distintas fuentes. La visión de mundo que tiene el Evangelio de Lucas, no es la misma que la que encontramos en la de Marcos, las cartas paulinas auténticas o el Apocalipsis. Al contrario, el Nuevo Testamento es un conjunto de documentos del primer siglo y, tal vez, dos o tres del siglo II y que representan una sopa repleta de distintas cristologías y cosmovisiones que existieron durante esos años del cristianismo primitivo.
Las cartas auténticas de Pablo son fuentes independientes (Romanos, 1 y 2 Corintios, Filipenses, Gálatas, 1 Tesalonicenses y Filemón). Pablo no estaba basándose en otros escritos para narrar los diversos acontecimientos que nos relata. Eso no quiere decir, que toda esa información forme parte de una fuente independiente unitaria. Al contrario, las cartas paulinas, como las tenemos hoy, son composiciones de varias cartas genuinas que alguien editó y reunió en siete (un número significativo para los cristianos). Otra cosa que debemos convenir es que, a veces, Pablo utilizaba escritos o tradiciones que deben considerarse, fuentes independientes. Aquí tenemos tres ejemplos, de muchos que podríamos mencionar:
- Una tradición semítica en torno a Jesús como hijo de David, que fue hecho Hijo de Dios en el momento de la resurrección (Rom. 1:3-4)
- El poema de cómo Jesús fue un ente divino que se encarnó, murió crucificado y fue exaltado (Flp. 2:6-11)
- Una tradición de la resurrección de Jesús y cómo se apareció a distintas personas (1 Cor. 15:3-8)
Ninguno de estos textos es original de Pablo. Lo sabemos porque él mismo afirma que son tradiciones recibidas por él, contienen semitismos no típicos de él o tienen rasgos que no son consistentes con el texto en que aparecen, pero que el apóstol consideró útiles en su línea de argumentación.
Los Evangelios mismos contienen lo que podemos considerar fuentes independientes. Por ejemplo, el Evangelio de Marcos no es en sí mismo una fuente independiente plenamente unitaria y depende de una variedad de textos y tradiciones escritas que su autor tenía a su disposición. Por ejemplo, hoy existe un consenso entre los eruditos de que el relato de la Pasión de Jesús en esta obra, fundamentalmente depende de un escrito premarcano. Esto lo sabemos porque el autor del Evangelio se dedica a comentar ese texto durante su narración de los hechos. Pues, ese escrito es una fuente independiente o puede estar basado en otra más simple y que se ha perdido. (Brown, La muerte 91-104; Piñero 137-144)
Además de las fuentes de Marcos, también tenemos otro conjunto de fuentes independientes de los demás evangelistas. Una conocida es el famoso documento hipotético Q, que se nutre de diversos dichos que, por tradición, se atribuyen a Jesús. Esos dichos se consideran fuentes independientes.
Por cierto, ciertos especialistas han logrado identificar algunos fragmentos de Q que encontramos de manera modificada en Marcos y en otras obras. Veamos los siguientes casos, teniendo en mente que Q no dependía de Marcos:
- En cuanto a juzgar a otros (Robinson et al. 116-117):
No juzguéis, para que no seáis juzgados. Pues con el juicio con que juzguéis seréis juzgados; y con la medida con que midáis se medirá para vosotros (Lc./Q 6:37-38)
Atended a lo que oís; con la medida con que medís se medirá y se añadirá para vosotros. (Mc. 4:24)
[Pablo citando a Jesús indirectamente]: Dejemos, pues, de juzgarnos los unos a los otros. (Rom. 14:13)
- En cuanto a lo que deberían llevar los discípulos durante la predicación (Robinson et al. 135-138):
No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias, ni bastón. Y no saludéis a nadie por el camino (Lc./Q 10:4)
[Y Jesús] les mandó a que no tomaran nada para el camino, sino solo un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero en la faja; pero calzando sandalias; “y no vistáis dos túnicas” (Mc. 6:8-9)
- Estar a favor o en contra de Jesús (Robinson et al. 144-145):
El que no está conmigo está contra mí. Y el que no recoge conmigo desparrama (Lc./Q 11:23)
Pues el que no está en contra de nosotros, está a favor de nosotros (Mc. 9:40)
- En cuanto a escoger entre la familia y el evangelio de Jesús (Robinson et al. 180-181):
El que no menosprecia al padre y a la madre, no puede ser discípulo mío, y el que no menosprecia al hijo y a la hija no puede ser discípulo mío. (Lc./Q 14:26)
De verdad os digo: no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos, por causa de mí y por causa del evangelio … (Mc. 10:29)
… y así por el estilo.
Estas tradiciones de las que salen los dichos que comparten Q y Marcos de forma semejante, deben ser consideradas fuentes independientes de las cuales se basan estos versos.
No debemos olvidar que las fuentes que no proceden de Marcos y Q, es decir, las fuentes de Mateo (M) y las de Lucas (L), también se componen parcialmente de tradiciones primitivas, igual que las primeras ediciones del Evangelio de Juan, cuyo contenido no encontramos en Marcos, Q, M y L. (Bartolomé 46-49; Brown, El Evangelio 16-20; para un análisis exhaustivo de los estratos redaccionales del Evangelio de Juan, véase Vidal, Evangelio)
Por ende, desde un punto de vista puramente historiográfico, tenemos a nuestra disposición múltiples fuentes independientes internas. Esto es lo que quiere decir Bart D. Ehrman en sus debates contra los mitistas, de que hay muchísimas fuentes independientes y que un gran número de evidencia independiente, atestigua que Jesús existió. Estas fuentes independientes se rescatan mediante examen crítico, utilizando criterios exegéticos e historiográficos adoptados por historiadores de la Antigüedad.
Lo que la abundancia de fuentes independientes no significa
Ahora bien, se podrá argumentar que la abundancia de fuentes no significa nada en torno a la existencia de Jesús, ya que estos pudieron ser compuestos fantasiosamente por diversos autores cristianos por décadas antes de la redacción de los Evangelios como los conocemos. Estos dichos y hechos no pasan de ser acumulaciones de leyendas rurales y urbanas.
Tal argumento es un punto ciertamente válido y, sin lugar a dudas, la inmensa mayoría de lo que se dice de Jesús en los Evangelios es altamente legendario. La evidencia de eso es enorme, pero hace falta cualificarla científica, histórica y críticamente. La serie que estamos escribiendo de Navidad da luz al hecho de que se entretejió en la vida de Jesús un sinnúmero de afirmaciones que no tienen validez histórica alguna. Voy más allá, en cuanto a la misma Pasión de Jesús, también hay mucho contenido altamente legendario, aunque conserva en él un núcleo información que es históricamente valioso. (Bermejo 78-93; Piñero 144-159)
Es más, la inmensa mayoría de los dichos de Jesús no pueden considerarse históricas y los exégetas lo tienen muy en cuenta. Para darles una idea de ello, tomemos la obra voluminosa de John P. Meier, sacerdote católico, titulada, Un judío marginal. En años recientes, publicó un volumen dedicado exclusivamente a las parábolas que aparecen en los Evangelios. ¿Cuántas parábolas en total hay en los cuatro evangelios (especialmente los sinópticos)? Treintaisiete. ¿Cuántos de esas, Meier ha podido establecer con razonable probabilidad que podrían remitirse a Jesús? Cuatro (Meier, V: 257-388):
- El grano de mostaza (Mc. 4:30-32)
- Los viñadores perversos (Mc. 12:1-11)
- La gran cena (Lc./Q 14:16-18,¿19-20?,21,23)
- Las minas // Los talentos (Lc./Q 19:12-13,15-24,26 // Mt. 25:14-30)
Nos falta decir que la inmensa mayoría de lo que afirma Jesús en el Evangelio de Juan (específicamente, los monológos) responde a la visión teológica y estilo de los redactores finales. En el caso de los milagros, Meier plantea la cuestión de su historicidad y descarta todos casos, aun después de clasificarlos y examinarlos uno por uno. Parte de su conclusión se debe a que la noción de “milagro” es inherentemente improbable y esencialmente ajeno a los criterios historiográficos. (Meier II/2)
Sin embargo, algo que no argumentaré aquí, pero que los eruditos también tienen en mente, es que debemos tener en cuenta el pensar judeohelenístico de los evangelistas y su hostilidad hacia el cristianismo y judaísmo (fariseo) palestinense. ¿Por qué es esto importante? Porque aun, cuando muchos dichos y acciones de Jesús le pueden servir a los ideales helenistas de los autores, inconvenientemente no pueden escapar del hecho de que se basan en tradiciones anteriores y que son compartidas por su comunidad. Por tal razón, de vez en cuando, se les cuelan genuinos elementos de judaísmo apocalipticista palestinense, plenamente consistente con la época y situación histórica de Jesús, pero plenamente inconsistente con la realidad, situación y cosmovisión judeohelenistas de los escritores.
Finalmente, algo crucial: las cartas auténticas de Pablo en las que él reporta situaciones específicas de lo que le ocurrió a él y sus congregaciones, no son dependientes de ningún otro texto, ni leyenda elaborada, ni mistificación de lo que le ocurrió. Tales narraciones en sus epístolas son originalísimas en todo el sentido del término. Podemos razonablemente confiar en la información que nos proveen estas epístolas cuando nos dice Pablo que conoció a Jacobo, el “hermano de Señor”, la primera vez que fue a Jerusalén, que tuvo que reunirse con él, Pedro (Kefas) y Juan, para atender un asunto controversial en Antioquía y que, en un momento dado, se enfrentó a Pedro y los enviados de Jacobo, quienes intentaban “judaizar” a los gentiles cristianos. (Gál. 1:19; 2:1-14)
Malentendidos de muchos mitistas
1. Fuente independiente = No estar en el Nuevo Testamento = Fuente externa al Nuevo Testamento
Este malentendido es, tal vez, el más irritante en cualquier “debate” en torno al tema del mitismo. No conozco a ningún historiador profesional que tenga una aproximación tan notablemente sesgada como esta con ningún texto. Ciertamente, la situación siempre es mejor si algún papiro escrito o descubrimiento arqueológico corrobora lo que dice un texto, pero no es un sine qua non de historicidad. Lo que arriba señalo, de examen crítico de textos antiguos, no es solo usual en crítica bíblica, sino también cuando se examinan otros textos tipos antiguos. Este malentendido toma tres formas distintas:
a. Los libros del Nuevo Testamento no son independientes porque están prejuiciados a favor del cristianismo y no intentan ser neutrales.

Definitivamente, ninguno de los libros del Nuevo Testamento ha de considerarse histórico, en el sentido de que ellos no se esmeran en relatar lo ocurrido, sino que se elaboraron para propagandizar ciertos puntos de vista cristianos. Aun en el caso del autor del Evangelio de Lucas y Hechos de los Apóstoles, este adopta un estilo narrativo típico de los historiadores, pero su contenido dista muchísimo de la práctica historiográfica, aun en relación con los estándares de su tiempo, cuando la escritura de la historia era mucho menos sofisticada que hoy día. (Pervo)
Aun con eso, los diversos textos que encontramos en el Nuevo Testamento sí pueden considerarse independientes. Su identificación es solo un primer paso. El segundo, es la cualificación crítica e historiográfica de esos escritos.
Todo esto es válido aun en casos en los que los historiadores han podido confirmar acontecimientos arqueológicamente. Por ejemplo, tenemos muchísima evidencia arqueológica de las Guerras de la Galia, llevadas a cabo por Julio César contra los galos. Eso significa que podemos creer todo lo que dice César en su libro en sus Comentarios sobre la Guerra de la Galia, ¿verdad? ¡No!
Aun en casos en que tenemos abundante evidencia arqueológica, el texto de César debe pasar por el escrutinio crítico literario para ver dónde las aserciones de César coinciden y divergen de lo que es verosímil históricamente. De la misma manera ocurre en la erudición bíblica. El comediante Terry Jones puso estas cuestiones en contexto histórico en una serie de televisión (véase también más detalles al respecto con sus fuentes documentales en: Jones y Ereira pte. I). Tras un examen atento de ese texto, en conjunto con la evidencia arqueológica y otros tipos de datos disponibles, muchos historiadores han llegado a la conclusión de que, aunque el Comentario provee información muy importante, César escondió sus verdaderos motivos para invadir la Galia utilizando muchos recursos retóricos, no decía la verdad en relación con algunos acontecimientos, exageró otros, omitió convenientemente información y era marcadamente prejuiciado en su actitud romanocéntrica contra los galos.
Esto no solo vale para el caso de César, todos y cada uno de los historiadores antiguos, aun los más profesionales, muestran una serie de prejuicios que permean todas sus obras, razón por la que los historiadores contemporáneos tienen que hacerles un examen crítico. Esto es verdad de Flavio Josefo, Herodoto, Tucídides, Calístenes, Catón el Viejo, Tácito y muchos otros más. No importa cuán profesionales fueran estos historiadores, siempre mostraban su inclinación política, ideales religiosos, buena o mala fe a la hora de escribir, entre otros vicios. Si descartáramos los documentos neotestamentarios con base en que son prejuiciados y fuéramos aplicar ese principio al resto de los textos históricos, tendríamos que descartarlos todos, algo que ningún historiador contemporáneo serio aceptaría.
Por esa y otras razones, el hecho de que las fuentes neotestamentarias se identifiquen como “independientes”, no implica que todos los académicos las consideran automáticamente fiables. Al contrario, la confianza en ellas (o la falta de esta) es fruto de un proceso altamente arduo, meticuloso y en constante discusión y revisión en la medida que los expertos sofistican sus criterios, tienen en cuenta nuevas perspectivas sobre documentos antiguos internos y externos al Nuevo Testamento y se instruyen sobre los varios descubrimientos noveles de la arqueología. No obstante eso, estos documentos independientes identificados, reproducidos en los Evangelios, atestiguan las acciones y dichos de Jesús antes de una generación posterior a su muerte. Esto es muy cercano a los hechos narrados y cualquier historiador los consideraría meritorio para un examen crítico en virtud de su cercanía temporal a lo que narran.
Si vemos las cartas auténticas de Pablo, su testimonio llega hasta casi los mismos comienzos de la diseminación del movimiento de Jesús en Galilea, en Judea y en la diáspora. Hoy día, los expertos en Pablo colocan los inicios de su predicación en el 33 EC, casi tres años después de la muerte de Jesús, que se calcula tentativamente alrededor del 30 EC.
Por otro lado, esta es una enorme dificultad que tienen muchos autores mitistas a la hora de dar cuenta de la enorme cantidad de relatos independientes si Jesús no existió, algo que Bart Ehrman argumentaba muy bien en su debate con Robert Price. No es imposible argumentar la inexistencia de Jesús a la luz de fuentes de este tipo, pero, una vez cualificadas historiográfica y críticamente, se vuelve difícil justificar esa posición.
Sí, es correcto que el primero de los evangelios se escribió de tres a cuatro décadas después de que Jesús muriera. Sin embargo, muchas de las fuentes independientes de las que hablamos arriba son anteriores a esos evangelios. Algunas son, sin duda, palestinenses, ya que tienen rasgos lingüísticos semíticos que fueron expresados en griego y que, de vez en cuando, los evangelistas tuvieron que explicar a sus lectores. Una vez más, aun estos tienen que pasar por escrutinio y crítica literaria, pero presentan un buen panorama de las tradiciones sobre Jesús que circulaban entre los cristianos palestinenses y judeohelenistas. De estas, muchas son legendarias, pero algunas tienen muy buenos visos de ser históricas.
b. Los libros del Nuevo Testamento han sido manipulados por la Iglesia, no podemos confiar en nada de su contenido

Esta aserción toma diversas formas, en un espectro desde lo más históricamente razonable a lo más absurdo (usualmente teorías conspiratorias). Usualmente, apelan al libro Ehrman, Misquoting Jesus (versión española, Jesús no dijo eso) y en los debates que ha participado. En su controversial obra, él nos recuerda el momento en que John Mill formó un aparatus de lecturas en las que encontró, de cien manuscritos antiguos, cerca de 30,000 variantes. Hoy contamos con cerca de 5,600 manuscritos antiguos, ¿cuántas variantes hay entre ellos? Pueden ser 300,000 o 400,000. Es decir, su número es mayor que el de palabras en el Nuevo Testamento, que tiene aproximadamente 140,000. (Ehrman, Misquoting cap. 3) El erudito, Eldon Jay Epp, nos dice que puede haber cerca de 750,000 variantes. (419) Eso es evidencia concluyente de que la Iglesia ha cambiado la totalidad de la Biblia, ¿verdad?
Este es un caso de lectura o memoria selectiva. Aun cuando Ehrman afirma lo anterior, todos lo que razonan de esta manera suelen olvidar la parte en que él dice inequívocamente que la inmensa mayoría de estas variantes no son problemáticas en absoluto y que solo demuestran, no una mega-súper-dúper-ultra conspiración de la Iglesia, sino que la inmensa mayoría de los escribas se equivocaban por razones totalmente inofensivas. Según, Ehrman, lo único que demuestra es que una buena parte de los escribas cristianos en la Antigüedad no sabían deletrear mejor que muchos estudiantes universitarios hoy día. En calidad de profesor de filosofía y humanidades, concurro con él un 100%. (Ehrman, Misquoting cap. 3)
Si comparamos el número de variantes, sin cualificarlas, con el número de palabras que tiene el Nuevo Testamento, entonces se verá una corrupción inaudita de los textos. Sin embargo, tras el debido examen, ¿cuántas variantes significativas e importantes hay entre los textos? Descubrimos que el 5% de ellas fueron intencionales y modifican significativamente el texto. Cuando se excluyen las que los eruditos han determinado “no viables”, es decir, que se sabe que no pertenecían al texto original, ¿cuántas de las variantes restantes nos quedan? Solo un 1% de ellas son significativas y viables, es decir, que cambian el significado del texto y que, actualmente, se debaten en torno a si pertenecían al texto original o no (Komoszewski et al. 60).
Por ende, aun cuando no se quiera creer en su contenido, el 99% de los textos que vemos en nuestro Nuevo Testamento (especialmente en las traducciones y comentarios profesionales) parecen pertenecer al texto original. ¿Podemos utilizar esta evidencia para fines históricos, haciendo las debidas cualificaciones? La respuesta es afirmativa.
c. Hay interpolaciones en las cartas de Pablo, ¿y si los textos que citas de Gálatas referentes al “hermano del Señor” son interpolaciones posteriores?
Las interpolaciones en las cartas auténticas paulinas son harto conocidas por los expertos. Aquí están las que, en general, se piensan que están presentes en esos escritos:

Además de ellas, hay otras partes de las cartas, cuya autenticidad se están cuestionando legítimamente en la actualidad. Por ejemplo, Gál. 2:7b-8 tiene un estilo no típico de Pablo. (Walker).
¿Con qué bases se puede cuestionar la autenticidad de unos versos de las cartas auténticas? En muchos casos, una perícopa interrumpe la fluidez de un texto principal, contradice lo que el texto principal ha establecido o adopta un estilo y pensamiento que no es típico del autor. Un ejemplo de ello es, 1 Cor. 14:33b-36, que se piensa que originalmente se escribió en forma de un comentario inspirado en una de las llamadas “cartas pastorales” (1 Tim. 2:11-15) y que terminó insertándose en el texto. (Ehrman, Misquoting cap. 7; Vidal, Nuevo Testamento 883) En otras palabras, hay razones internas del texto para excluir un pasaje como interpolación no paulina. Por otro lado, también hay razones externas, puede ser que el texto cuestionado se encuentre ausente en varios manuscritos importantes. En el ejemplo que discutimos, esta interpolación se ha encontrado en distintos manuscritos, en diversos lugares del texto.
Dado el panorama, ¿podría ser que los textos en los que aparece Jacobo, “el hermano del Señor” sean interpolados? Podría ser posible, pero, ¿es probable? No. Por ejemplo, algunos mitistas han cuestionado Gál. 1:18-19, que dice lo siguiente:
Después, pasados tres años, subí a Jerusalén, para conocer a Kefas [Pedro], y permanecí con él quince días. No vi a ningún otro de los apóstoles, a no ser a Jacobo, el hermano del Señor.
¿Es esta una interpolación? Algunos mitistas, que encuentran este pasaje sumamente inconveniente, lo argumentan. Afirman que no está en la edición marcionista de las cartas paulinas y que la frase “ningún otro” no aparece en los textos de Ireneo. El problema con todo esto es que sí aparece en todos nuestros mejores manuscritos. Además, la ausencia de la mención de Jacobo en el texto de Marción puede deberse a que ese dato es inconveniente para él, que era un doceta. Es decir, el marcionismo sostenía que Jesús era un ente espiritual, no carnal.
Hay otras hipótesis más locas flotando por foros mitistas, de que un interpolador “católico” antimarcionista quería establecer una vaguedad mayor al introducir la frase “Jacobo, hermano del Señor” (en vez del “hermano de Jesús”), para defender la virginidad de María. Esto sería plausible si no fuera por un problema serio, la Iglesia Católica no existía institucionalmente en aquella época. No había una sola entidad organizada con una sola cristología obligante para todos los creyentes. Dado este panorama, vale decir que la mayoría de las congregaciones cristianas de esa época pensaban que Jacobo era hermano de Jesús, fuera Jesús y él nacieran de la misma madre, o porque el apóstol fuera fruto de un matrimonio anterior de José. Nadie en esa época, excepto los docetas, pensaba que Jesús carecía hermanos biológicos.
Hoy día, un experto que dude de la autenticidad de Gál. 1:18-19 es una extrema rareza y debe considerarse muy marginal a la opinión fundada de la inmensa mayoría de los estudiosos de las cartas paulinas. Este pasaje coincide con el estilo y pensamiento de Pablo, lo que significa que es muy probable que Gál. 1:18-19 sí cualifique como fuente integrada a un texto independiente.
Sobre cómo se interprete la frase “hermano del Señor”, muy a pesar de Richard Carrier, está muy bien establecido que, en las cartas paulinas, la palabra “Señor” significaba muy claramente “Jesús el Cristo”, quien había sido enaltecido a ese rango. (1 Cor. 8:6) En este sentido, podemos notar que cada vez que Pablo utiliza la frase “hermano del Señor” está contrastando a Jacobo y otros con Pedro, con los Doce y con los demás apóstoles. (Gál. 1:18-19; 1 Cor. 9:4-6; 15:3-8) Por ende, no puede ser lo que trata de indicar Carrier, que la frase “hermano del Señor”, en el sentido que se le aplica a Jacobo, signifique lo mismo que cuando Pablo utiliza la palabra “hermano” para referirse a todos los bautizados.
Como he afirmado arriba, no es mi objetivo argumentar sobre la historicidad de Jesús. Sin embargo, el texto de Gál. 1:18-19 es a todas luces, auténtico y su sentido prácticamente no está en disputa por casi ningún experto.
2. ¿Qué me garantiza que Pablo (o alguien que se hace pasar por Pablo) no inventó lo que describe en Gálatas?

Esta interrogante no pasa de ser un caso de hiperescepticismo. Hoy día, hasta donde sé, el único erudito bíblico (y resalto de nuevo, EL ÚNICO) que cuestiona la autoría de todas las cartas paulinas es Robert Price, especialmente, utilizando argumentos obsoletos del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX. Sobre su obra, trataremos en otra ocasión. Baste indicar que ni tan siquiera Richard Carrier (al que considero, tal vez, el más “serio” de los mitistas) va tan lejos como eso. Ahora bien, esta postura hiperescéptica fue planteada por Reginald Vaughn Finley Sr. (el “Infidel Guy”) a Bart Ehrman en una entrevista. Tengo que confesar que, en redes sociales, uno que otro mitista me ha planteado algo en líneas semejantes y merece algún tipo de respuesta.
Las siete cartas auténticas de Pablo las determinamos como auténticas (perdonando la redundancia) debido a muchos factores. Entre ellos, mencionaremos cuatro:
- Una característica de ellas es que tiene rasgos propios de sectas en estado embrionario y en proceso de formalizarse en algo mucho más maduro internamente.
- Las situaciones a los que el autor alude en estas cartas coinciden muy bien con acontecimientos históricos que son conocidos por historiadores. Ejemplo de ello, es que él fue perseguido por agentes del Rey Aretas IV en Damasco, lo que le llevó a escapar del lugar. (2 Cor. 11:32-33) Esto está perfectamente de acuerdo con el récord histórico que tenemos de Aretas, quien ocupó el territorio de Damasco, en Siria, creándole problemas al Imperio Romano.
- Además, aparecen en un contexto no idealizado, distinto a como aparecen las idealizaciones o situaciones sospechosas en Hechos de los Apóstoles. Por ejemplo, Pablo presenta una pequeña reunión entre los representantes de Antioquía y Jerusalén, cuando Hechos nos habla de la reunión de unas multitudes (¿concilio?). (Gál. 2:1-10; cf. Hch. 15:1-29); o las cartas auténticas presentan tensiones y disputas cuando Hechos nos presenta una situación de suma armonía. (Gál. 2:11-15; cf. Hch. 15:30-35)
- El autor de las cartas auténticas es sumamente apasionado en sus posturas y atiende situaciones concretas en su comunidad, muchas de las que son muy inconvenientes para su predicación y su mensaje.
Voy a abundar un poco sobre este último punto. Pablo reclamaba ser un apóstol, es decir, alguien que fue enviado por Jesús resucitado para predicar el evangelio. (1 Cor. 15:8) Sin embargo, él predicaba una variante del evangelio que era ajena a lo que predicaban los palestinenses: que la fuente de la salvación colectiva e individual de los creyentes es por la fe en el Mesías vicariamente crucificado y resucitado, razón por la que los judíos debían continuar observando la Ley de Moisés, pero por la gracia del Espíritu Santo, mientras que a los gentiles se les eximía de algunos de sus requerimientos (la circuncisión, el kashrut o kosher y la observancia del Sábado). A esta convicción es lo que él llamaba, “mi evangelio”. (Rom. 2:16; 16:25; 1 Cor. 3:10)
Este “evangelio paulino” chocaba de frente con la convicción de muchos cristianos palestinenses, de que los gentiles estaban obligados a observar la normativa mosaica, lo que les llevó a ambas partes a una agria disputa. Pablo llamaría a estos cristianos extremistas, “falsos hermanos”, porque rehusaban aceptar el trato a los gentiles cristianos, pero no circuncidados, como sus iguales.
Pablo nos dice que, por revelación, necesitaba conversar con aquellos que conocieron a Jesús terrenalmente, a saber, las autoridades de Jerusalén: Jacobo, el “hermano del Señor”, Pedro y Juan. Ahí, se estableció un acuerdo entre Jerusalén y Antioquía de que le darían el visto bueno al evangelio paulino, al menos en cuanto a ciertas exenciones de requerimiento de la circuncisión a los gentiles, a cambio de una colecta a favor de “los pobres” de la congregación jerusalemita. (Gál. 2: 1-10) Esto es lo que el documentalista, Robert Orlando, llamaba un soborno amigable (a polite bribe).
Varios meses más adelante, Pablo y Bernabé recibieron a Pedro en Antioquía. El discípulo más cercano a Jesús, invitado de la congregación, empezó a tratar a los gentiles no circuncisos como sus iguales, sentándose en la misma mesa con ellos. Desafortunadamente, los representantes de Jacobo llegaron después y le persuadieron a él y a Bernabé de que no comieran junto a los gentiles, aun cuando aceptaban que los gentiles no fueran obligados a circuncidarse. Puede ser que les requiriera observar la dieta kosher como requisito para compartir una misma mesa. Esto fue interpretado por Pablo como una coerción de tipo social, para persuadir a los gentiles a “judaizarse”. El silencio que guardaba Pablo sobre el resultado de esa confrontación con Pedro y los representantes de Jerusalén, nos sugiere fuertemente que perdió la viva discusión que se suscitó al respecto.
Como resultado, Pablo se lanzó a una predicación independiente, desvinculado de Antioquía. Entre sus logros estuvo el de fundar o predicar a iglesias de galos, quienes (según Pablo), le trataron como un ángel o como a Cristo mismo. A pesar de esta hermosa experiencia, tras él, le seguían los “falsos hermanos”, difamándolo, acusándole de ser un falso apóstol, de no seguir el acuerdo entre ambas congregaciones y de haber retado la autoridad de Pedro y Jacobo en Antioquía. En Gálatas, Pablo quería aclarar el récord a las congregaciones de galos en Asia Menor: los “falsos hermanos” querían judaizarles, que era un rechazo a “su evangelio” y que si se circuncidaban, iban a privarse de la gracia especial otorgada por el Mesías a los gentiles. El hecho de que no volvemos a saber más nada de los galos en sus cartas auténticas o pseudoepígrafas, es una fuerte evidencia de que Pablo terminó siendo rechazado por estas congregaciones.
Si la epístola a los gálatas no fue escrita por Pablo, ¿qué sacaría el autor de ofrecer tantos detalles, tanto de lo ocurrido en Jerusalén y Antioquía, como detalles de dentro de las congregaciones gálatas y que fácilmente sería desmentido por sus congregaciones? Si el autor de la carta estuviera mintiendo, nos imaginamos a algún gálata diciendo: “¿Y cuándo Pablo estuvo aquí? Nosotros no reconocemos la autoridad de un ‘Pablo’ que nunca nos ha visitado.” Como lo que busca todo autor es convencer a sus lectores, es difícil pensar que Gálatas sea una falsificación.
Contrástese Gálatas (o cualquiera de las cartas auténticas) con las que sabemos que no son auténticas (e.g. Colosenses, Efesios, 1 y 2 Timoteo). Estas suelen ser mucho más desapasionadas, notablemente más genéricas, que parecen más tratados de teología, dando recomendaciones abstractas sin aludir a incidentes específicos dentro o fuera de sus comunidades.
Dado este panorama, no es razonable dudar la autoría de las cartas auténticas. La mejor explicación de lo que contienen es que, efectivamente, fueron escritas por Pablo.
La historia importa

Una vez más, el propósito de este escrito no es tratar el problema de la historicidad de Jesús, sino, más bien, cómo algunos mitistas malentienden la noción de “fuentes independientes”. Detrás de ese malentendido, hemos visto que se esconde una visión errada de cómo los historiadores forjan la historia y cuáles son los criterios que verdaderamente se utilizan a la hora de identificar testimonios independientes. Noten que no he acusado a todos los mitistas de este problema, sino a muchos de los que pululan por las redes sociales o que no son profesionales en historia, pero que diseminan mala información entre círculos ateos, agnósticos y humanistas.
Un ejemplo claro de ello es Mythicists Milwakee, tal vez uno de los centros ateos y mitistas más conocidos. No hay disputa alguna en torno a la loabilidad ética de sus principios, pero se arruina cuando se apoyan en la autoridad de personas como Acharya S. (D. M. Murdock). Esta organización se estableció inspirada por un vídeo mal investigado, disparatero y con información fraudulenta, el primer vídeo de Zeitgeist, de Peter Joseph.
El hecho de que el Comité de Investigación Escéptica (CSI), del Centro para la Investigación (CFI), en un momento dado, escogiera a Robert Price para enseñar a sus miembros crítica bíblica es preocupante. Según Price admite abiertamente, él no coincide en nada, con sus pares (lo dijo una, otra y otra vez). En cualquier otro caso (como en el caso del designio inteligente, como en el del negacionismo del cambio climático, etc.), esto levantaría una bandera roja muy grande en la mente de los escépticos más profesionales. Sin embargo, por alguna razón, permiten esa excepción. Aclaro, que soy miembro y apoyo muy activamente los esfuerzos del CFI en general, pero no por esto, dejo de denunciar que algo que está mal en el mundo escéptico.
Nota adicional: Durante el debate entre Bart Ehrman y Robert Price, me llamó la atención que este último dijera que nadie sabe por qué hay un consenso sobre cualquier tema en la erudición bíblica. Esto me sorprendió. Personalmente, no soy biblista y, en cualquier caso, sería erudito bona fide (o, al menos, amateur), pero, todo lo que tiene que hacer alguien para saber la postura general consensuada o mayoritaria en torno a un tema y las razones para ello es leer los comentarios profesionales actualizados. Un comentario responsable hace una revisión de la literatura en general sobre frases o versos bíblicos. Otra manera, es leer introducciones profesionales muy bien elaboradas del Nuevo Testamento o libros de la Biblia y allí tendrán un panorama de lo que ocurre. Esto no es nada difícil y cualquier persona suficientemente instruida en la academia lo puede hacer.
Cada vez que se circulan documentales totalemente descabellados (que Jesús fue una fabricación del Imperio Romano, que Jesús era Horus, etc.) por organizaciones ateas, humanistas o escépticas, estamos abonando a la pseudociencia, específicamente en la forma de pseudohistoria. Aunque no todos los mitistas acepten las posturas más absurdas, en general, el público adolece de ignorancia en torno a cómo funciona el proceso historiográfico de la Antigüedad y del bíblico en particular. El no tener, al menos, alguna idea de tales procedimientos, hace que mucha gente del público reciban versiones del mitismo o variantes ingenuas del historicismo con los brazos abiertos.
Aun así, recibo de muchos ateos, agnósticos y humanistas la siguiente respuesta: “… pero eso no importa. ¿Hace alguna diferencia si Jesús existió o no?” Esta pregunta, en extremo ingenua, se olvida de algo que suele decir el mantra Sam Harris: “Las ideas tienen consecuencias”. Al igual que el movimiento del designio inteligente con la biología, el hecho de que existan movimientos mitistas (no son círculos académicos), ya crea una fuerza social que, sea por presión de grupos o por diseminación en los medios, promueve el ignorar por completo los valiosos trabajos arduos de miles de eruditos del pasado y del presente, para prestarle atención a dos o tres “autoridades”. Estos poquísimos académicos (Robert Price y Richard Carrier) o pseudoacadémicos (Acharya S, Frank Zindler, Timothy Freke, Peter Gandy y Tom Harpur) que se ven con excesivo beneplácito, en la mente de mucha gente, les da el visto bueno ideológico para desdeñar y, en ocasiones, denigrar a aquellos que favorecemos el historicismo … que, da la casualidad, es lo que favorece el 99.99% de los expertos en el campo. En algunos casos, se tiene la impresión errónea de que, para ser escéptico, hay que adoptar el mitismo (algo que, afortunadamente, algunos mitistas aclaran que no es correcto). Si los mitistas desean ganar su argumento, tiene que ser en la discusión académica y las revistas debidamente arbitradas y de prestigio, no en la opinión de un público que ignora todas las complejidades de la historiografía.
Esta entrada en el blog, no tiene la intención de afirmar que toda forma de mitismo es ilegítima. Algunas parecen viables, pero no la inmensa mayoría. Para poder discutir las versiones más serias, se requiere, al menos nivelar la discusión pública (en la academia prácticamente no hay debate alguno en cuanto al tema). Esa es la intención de esta entrada en el blog. Trata específicamente del problema de qué es lo que significa una “fuente independiente” y por qué el Nuevo Testamento, con sus virtudes y serios defectos, sí nos puede proveer varias de esas fuentes independientes y ver cómo se identifican y cómo proceden a cualificarse.
Una vez se equilibre el llamado “debate” en relación con este asunto, podemos sentar las bases para una mejor discusión del tema.
Referencias
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