Comentario y reseña de The Battle for Paradise de Naomi Klein

Naomi Klein y sus obras

Foto de Naomi Klein a la derecha, cortesía de Mariusz Kubik (CC-BY 3.0 Unported).

Hace algunas semanas, se estuvo hablando mucho del libro más reciente de Naomi KleinThe Battle for Paradise, en torno a la situación de Puerto Rico a la luz de la situación producida por el paso del huracán María por nuestro archipiélago. Este comentario quiere poner su contenido desde la perspectiva sostenida por la autora en otras de sus obras, para luego hacer una reseña de ese texto.

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El marco teórico de Naomi Klein

Naomi Klein

Naomi Klein en Varsovia, Polonia, en 2008. Foto cortesía de Mariusz Kubik (CC-BY 3.0 Unported).

Klein es una reportera canadiense que comenzó a ser conocida por su crítica social en su libro No Logo, una mirada interesante al mercadeo de los logotipos y marcas comerciales, y su invasión de los espacios urbanos y públicos para maximizar la venta de productos corporativos y multinacionales. Desde entonces, siempre es una referencia importante de crítica  cultural en las ciencias sociales, por ser una expresión poderosa contra la ola globalizadora de finales del siglo XX y principios del XXI.

Escribió una segunda obra, mucho menos conocida, titulada, Fences and Windows, en la que elabora más ciertas discusiones de No Logo, pero esta vez, adentrándose más en el fenómeno de la globalización.  Tampoco se conoce mucho un documental que ayudó a filmar junto a su esposo, Avi Lewis, llamado The Take. El filme trata de los acontecimientos de “la toma” ilegal de trabajadores argentinos y cooperativización de las fábricas en donde solían trabajar. El movimiento para ello se dio tras el cierre de varias manufactureras a raíz de la caída de la economía argentina, dada la extrema corrupción que se dio bajo la incumbencia de uno de los presidentes anteriores, Carlos Menem. Tales tomas fueron legalizadas una vez Néstor Kirchner, socialdemócrata y peronista, llegó al poder.

No Logo

Cubierta del libro, No Logo.

Sin embargo, la travesía de su discusión de crítica al capitalismo, tomó dos giros muy importantes, resultado de sus dos obras, The Shock DoctrineThis Changes Everything.  La primera, motivada por la invasión de Estados Unidos a Irak y el desastre de Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina. Examina acontecimientos del pasado y el presente, de cómo el corporatismo capitalista aprovecha oportunidades de desastre, de “shock“, para reconstruir y convertir una región o país en un paraíso neoliberal. La obra se inspira en los acontecimientos de Chile, en los que, tras Estados Unidos propiciar un golpe de estado contra el gobierno de Salvador Allende, los Chicago Boys propusieron un documento que habían preparado, conocido como “el ladrillo”, que consistía en extensos programas de privatización, beneficios a la burguesía chilena e inversión de multinacionales estadounidenses. Este “ladrillo” se empezó a implementar bajo el gobierno dictatorial de Augusto Pinochet, con la aprobación y asistencia de los Estados Unidos. Para el economista, Milton Friedman, debía aprovecharse cualquier momento de shock social (real o percibido) para que el colectivo de un país, en una condición de “tabla rasa“, adoptara una economía de libre mercado lo más pura posible y desregulada por el estado. Él llamaba a esto, “terapia shock“, mientras que Klein le llama, “la doctrina shock“. Aquí hay un documental al respecto.

La otra obra, entra en la discusión del cambio climático y su relación con el capitalismo y la globalización.  En este escrito, ella hace una crítica extensa al capitalismo por propiciar el cambio climático a nivel mundial. Además, allí sugiere utilizar la crisis del cambio climático para cambiar nuestra conducta a una más amigable y armoniosa con la naturaleza. En cuanto a este tema, también hay un documental.

Finalmente, el libro más reciente que ha salido al mercado, No Is Not Enough, trata de las políticas programáticas de la presidencia de Donald Trump y la derecha republicana estadounidense.

Cubierta de The Economist, Pro Logo

Cubierta de la revista, The Economist (8 de septiembre de 2001) imitando la cubierta del libro de Naomi Klein, con el titular “Pro Logo”.

Aunque todas estas obras hacen sus debidas aportaciones a los diversos temas, y los expone de una manera muy ingeniosa y perspicaz, no han dejado de lloverle las críticas. La revista, The Economist, dedicó unas cuantas páginas a refutar algunos alegatos de No Logo. La compañía Nike creó toda una página cibernética para responder a sus planteamientos en cuanto a las estrategias de mercado adoptadas por la empresa en relación con su logotipo.  Su libro, The Shock Doctrine, aunque fue recibido en ocasiones calurosamente por el público, tuvo una aceptación tibia de eminencias como la del economista estadounidense, Joseph Stiglitz. En otros casos, fue patente la hostilidad contra su exposición. Me limitaré a señalar lo que la autora admite fugazmente, pero se olvida el resto del libro, y es que dinámicas como la de la doctrina shock no son exclusivas del corporatismo posmoderno, sino también de otras ideologías puristas. (Klein, The Shock 22-23) Históricamente, otras personas de otras ideologías económicas han sostenido perspectivas o llevado a cabo acciones similares. Puedo mencionar, la matanza de los dacios bajo las 13 legiones del emperador Trajano, para convertir a Dacia en una segunda Roma (hoy Rumania). De este acontecimiento, todavía contamos con su pilar, un verdadero monumento artístico a un genocidio. Tómese también las matanzas de Stalin para imponer su visión de un sistema socialista marxista-leninista en la población rusa y terminar con sus rivales. Además, como hemos argumentado en otras ocasiones (sin ánimo alguno de justificar asesinatos y matanzas por crueles dictadores fascistas y de derecha), la expansión del corporatismo alrededor del mundo (con o sin shock) ha sacado a mucha gente de la pobreza extrema. Esto es un hecho que nadie puede refutar. Por otro lado, el capitalismo corporativo también genera otros males sociales y globales, entre ellos, el incremento de la contaminación del ambiente, la extinción de muchos seres vivos, la emisión de gases de invernadero y el aumento de la brecha espectacular entre los super ricos y los pobres a nivel global.

En lo personal, con coincidencias y diferencias, siempre he disfrutado de la lectura de estos libros.  Siento muy especial aprecio por Klein, debido a su manera, en ocasiones muy novel, de ver los acontecimientos mundiales y económicos. Contrario a lo que piensan muchos de sus críticos, ella no es una “conspiracionista”, algo que, correctamente, ella rechaza. Su crítica se dirige, más bien, a un análisis estructural de la logística de la dinámica capitalista, que a su vez es fomentada por las élites que se benefician de ella. Aunque podemos diferir de si eso es éticamente bueno o malo, o si falta este o aquel detalle, si sobresimplifica o no, en general no hay nada malo en ver los eventos mundiales desde esa perspectiva en particular. Siempre he percibido de Klein que honestamente piensa lo que escribe, lleva a práctica lo que afirma y, en muchos casos, es de las personas más desprendidas para ayudar a causas meritorias “de abajo” (en inglés “grass roots“). No importa cuánto se difiera de ella, es una de las voces que vale la pena escuchar.

Habiendo dicho esto, no es sorpresa de que todas las obras de Klein tengan exactamente el mismo defecto, están notablemente sesgadas contra capitalismo como sistema. No hay problema con criticar el sistema capitalista global, en este ámbito hay mucha tela de dónde cortar. Sin embargo, tal posición no debería comprometer indebidamente los hechos que hay que tener en consideración.

Portada de This Changes Everything

Portada de This Changes Everything

Para ilustrar este punto, quiero dedicarle un poco de tiempo a su libro, This Changes Everything, obra en torno al cambio climático.  Este libro comienza hablándonos del desinterés inicial de la autora en cuanto al tema. Tras unos acontecimientos, decidió echarle un vistazo al asunto, estudió y suscribió prácticamente los hallazgos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) en torno al hecho de que el calentamiento global, del que se deriva el cambio climático, es antropogénico. Afirma, correctamente, que estas conclusiones representan el consenso de la comunidad científica. El problema se presenta cuando Klein concibe al capitalismo como lo “opuesto” o la “antítesis” del clima.

Me parece que esta es una falsa oposición entre conceptos. Por ejemplo, sí es cierto que el capitalismo lleva al mayor consumo de energía, pero se ignora el hecho de que, para ahorrar dinero y, así, generar mayor ganancia, además de cumplir con regulaciones, muchas corporaciones optan por medidas más eficientes en cuanto al uso de energía. Eso ha llevado, en muchas ocasiones (no en todas), a la adopción de tecnologías que ahorren energía y, por ende, a la descarbonización de su consumo energético.

Decarbonización energética

Descarbonización energética (Pinker, “Enlightenment Environmentalism”; Enlightenment Now, 142-143).

 

Emisión de bióxido de carbono por unidad de PDB en dólares

Emisión de bióxido de carbono por unidad de PDB en US$. Imagen cortesía de Our World in Data (CC-BY-SA 4.0).

Eso no significa que esta movida ya resuelve el problema del cambio climático. Al contrario, los gases de invernadero continúan emitiéndose y acumulándose, incrementando su presencia en la atmósfera. Lo que no cabe duda es que si sus emisiones no se hubieran reducido, entonces el problema sería hoy muchísimo mayor.

Emisiones globales de bióxido de carbono

Emisiones globales de bióxido de carbono. Gráfica cortesía de Our World in Data (CC-BY-SA 4.0).

Igualmente ocurre con la apreciación cuestionable de Klein en cuanto a los impuestos pigouvianos sobre las emisiones de bióxido de carbono al medio ambiente o equivalentes en el mercado. Ella parece condenar esta medida de libre mercado ya que, en experiencias anteriores de estrategias “cap-and-trade“, el mercado de licencias de topes de emisiones de contaminantes, las tecnologías adoptadas conllevaban mayores emisiones de bióxido de carbono. Ella ve el cap-and-trade como una sugerencia ideológica de la Environmental Defense Fund (EDF). (Klein, This Changes Everything  cap. 6) Sin embargo, ella confunde el problema de la estructura de las relaciones de producción capitalista con un problema estrictamente tecnológico. La realidad es que, por más que se acuse de ideológico y derechista el origen de las políticas de cap-and-trade (y, de hecho, lo fue), ellas lograron reducir la cantidad de emisiones de bióxido de azufre responsables de la lluvia ácida. (Barreca, Neidell y Sanders; Chang et al.) ¿Por qué? Porque el no colocar un precio al aire, creaba una conducta de su abuso desmesurado. Al ponerle precio, le pone un costo para las compañías, que eran las que más contaminaban el ambiente. El impuesto o el precio que tenían que pagar, les creaba una motivación para invertir en tecnologías más limpias y más ecológicas. (Dorris y Mount; Frank cap. 11) El problema estrictamente  tecnológico de si estas generaron más bióxido de carbono, no es realmente un obtáculo para ponerle impuesto o hacer otro cap-and-trade a las emisiones de gases de invernadero, siempre y cuando existan tecnologías más eficientes y alternativas que aceleren significativamente el proceso de descarbonización, como la energía nuclear y varias de las renovables (dependiendo de la situación). Klein no provee argumento tecnológico alguno para estar en contra de esta medida. Es más, ella descarta explícitamente el factor tecnológico y lo convierte en uno puramente industrial y de sociedad de consumo. Ella pretende sostener su perspectiva como científica sin presentar alternativa viable alguna al statu quo.

This alignment of economic interests … fundamentally shaped how these green groups conceived of the climate challenge from the start. Global warming was not defined as a crisis being fueled by overconsumption, or by high emissions industrial agriculture, or by car culture, or by a trade system that insists that vast geographical distances do not matter—root causes that would have demanded changes in how we live, work, eat, and shop. Instead, climate change was presented as a narrow technical problem with no end of profitable solutions within the market system, many of which were available for sale at Walmart …

… Put another way, the refusal of so many environmentalists to consider responses to the climate crisis that would upend the economic status quo forces them to place their hopes in solutions … that are either so weak or so high-risk that entrusting them them with our collective safety constitutes what can only be describe as magical thinking.

I do not question the desire on the part of these self-styled pragmatists to protect the earth from catastrophic warming. But between the Heartlanders who recognize that climate change is a profound threat to our economic and social systems and therefore deny its scientific reality, and those who claim climate change requires only minor tweaks to business-as-usual and therefore allow themselves to believe in its reality, it’s not clear who is more deluded. (This Changes Everything, cap. 6).

Daré un ejemplo final, el de la agricultura. Para ella, la agricultura industrial es claramente una amenaza y un componente importante del cambio climático. A pesar de ello, ignora evidencia clara de que, en muchos países, ha habido una reducción significativa de terrenos para el mayor rendimiento de cultivos, se está dando una ligera merma del uso de fertilizantes y una disminución significativa en el uso de pesticidas. Klein añade acríticamente a su libro, leyendas urbanas en torno a los mal llamados “organismos genéticamente modificados” (OGMs) o, mejor dicho, transgénicos. De acuerdo a ella, las semillas “genéticamente modificadas” llevan a los agricultores a endeudarse y a que las corporaciones utilicen la excusa de la sequía o las hambrunas para impulsar estos cultivos lucrativos (cap. 1)  No tengo acceso al libro de Christian Parenti, Tropic of Chaos, que es de donde ella saca esa aserción. Sin embargo, esto suena muy sospechosamente a lo que alegan activistas antitransgénicos como Vandana Shiva, de que las semillas antitransgénicas y “terminator” han llevado al edeudamiento de los indios y, con ello, a su suicidio. Hoy día sabemos que la supuesta evidencia de ello ha sido seriamente cuestionada y, simultáneamente, se han señalado varios factores mucho más significativos, tales como la desregulación de los bancos en la India y la irregularidad de las lluvias monsónicas, entre otros factores. En fin, en varios capítulos de su libro (4, 5 y 13), ella rechaza la modificación genética como recurso importante para auxiliar económicamente a los agricultores y reducir el impacto de la siembra de cultivos en general al medio ambiente. De hecho, ella señala que la agricultura industrial en África no se usa para nutrir a los africanos sino para su venta en Europa. Lo que ella no tiene en consideración es que en ese continente la producción orgánica, que ella tanto favorece, hace exactamente lo mismo, mientras que previene a los agricultores y científicos africanos (no las megacorporaciones) de utilizar biotecnología para atender sus necesidades más urgentes. (Paarlberg cap. 3)

Todo esto nos ilustra una cosa muy importante: aunque Klein es reportera, su visión es notablemente sesgada de tal manera que afecta su credibilidad. Mientras en This Changes Everything continuamente pontifica en torno a las conclusiones científicas de la IPCC y la realidad científica del cambio climático, solo lo hace cuando le conviene ideológicamente. Cuando no le conviene, argumenta que no trata de buscar “milagros tecnológicos” por la ciencia, sino de cambiar el estilo de vida de todo el globo. ¡Ese es el punto! La ciencia, en sí misma, no importa. Lo que le interesa es que el cambio climático hace la función de catalizador de un cambio de vida a nivel mundial.

Ella no puede dejar de ver la realidad desde lentes empañados de ideología verde y no nota que algunas apreciaciones de los hechos que sostiene están rotundamente equivocadas. Por ejemplo, ella dice que la energía solar en Ontario, Canadá, logró cerrar las plantas de carbón, pero ignora convenientemente que fueron realmente unas plantas nucleares, de gas e hidroeléctricas las que lo hicieron. La energía solar tiene solo un rol extremadamente marginal en ello, porque genera solo el 1% de la energía canadiense. Ella describe el “milagro alemán” en gloriosos términos: cómo Alemania está clausurando todas las plantas nucleares, pero no menciona la apertura de las de lignito (carbón marrón). (cap. 2; cap. 4) Ausente se encuentra cualquier critica antiextraccionista a gobiernos de izquierda de Suramérica, que son anticapitalistas, pero que también se sostienen, gracias a la extracción y venta de combustibles fósiles y otras materias primas. En un escape del romanticismo del pasado, adopta la retórica de cómo los indígenas tomaban de la tierra y después devolvían lo tomado, sin tener en cuenta las implicaciones de la segunda ley de la termodinámica: el fenómeno de la entropía  siempre implicará (de una u otra forma) cada vez mayor cantidad de energía para devolverle a la tierra lo que extraímos de ella. (cap. 12)

Klein cita a James Hansen como una gran autoridad en el ámbito de las ciencias en lo que concierne al cambio climático, pero cuando se le pregunta sobre el parecer de Hansen en torno a la energía nuclear, ella se escuda en las iniciativas “grass roots“, descentralizadas y “menos riesgosas” (¿en serio?). (cap. 1; cap. 2; cap. 3; cap. 4; cap. 9)

¡Ciencia a coveniencia! Esta es la razón por la que tomaré con pinzas muchas aserciones que Klein hace en su libro sobre Puerto Rico, ya que, claramente, ella no es objetiva y no tiene ninguna respuesta científicamente coherente a lo que ella percibe como problemas en el mundo. Aquí hay una crítica más detalladaThis Changes Everything, aunque su tono es, admitidamente, mucho más hostil que el mío.

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Reseña de The Battle for Paradise

The Battle for Paradise de Naomi Klein

Portada de The Battle for Paradise, libro escrito por Naomi Klein.

Ficha: Naomi Klein. The Battle for Paradise. Puerto Rico Takes on the Disaster Capitalists. Haymarket Books, 2018.

En esta obra, la conocida reportera, Naomi Klein, atiende una instancia en que Puerto Rico a caído en una cadena de shocks social es, siendo el más palpable, el causado por el huracán María. Además, discute los planes de ciertos “capitalistas del desastre”, que desean aprovechar la ocasión para transformar a Puerto Rico en algo que corresponda mejor a su ideología neoconservadora e intereses económicos.

El libro es relativamente corto y se divide en ocho pequeños capítulos:  “A Solar Oasis”, “Invasion of the Puertopians”, “An Island Weary of Outside Experiments”, “Welcome to Magic Land”, “Shock-After-Shock-After-Shock Doctrine”, “Desperation, Distraction, Despair, and Disappearance”, “The Islands of Sovereignty Converge”, y “Race Against Time”. Los capítulos no están enumerados y, contrario a otras de sus otras obras, no están cargados de referencias. Más bien narran su experiencia en nuestro archipiélago y sus impresiones a partir de lo que vio en los pueblos y áreas urbanas que la autora visitó.

Vale indicar también otros elementos. A pesar de que me baso en su obra en inglés (que fue la que compré en Kindle), también hay una versión en español titulada, La batalla por el paraíso: Puerto Rico y el capitalismo del desastre. Las versiones en carpeta blanda y la digital están a un costo muy barato, a saber $5.00. No debemos olvidar tampoco, que el libro fue producido por la Lannan Foundation y el Wallace Action Fund. Todas las regalías colectadas a partir de la venta de este libro se dirigen a JunteGente, para ayudar a la recuperación de Puerto Rico. Indiquemos de una vez, que JunteGente también es una coordinación de organizaciones que son anticapitalistas y anti neoliberales.

Bastante de la discusión de Naomi Klein consiste en el contraste entre los movimientos “de abajo” o “grass roots” para resolver los problemas causados por el huracán María y las iniciativas empresariales de lo que ella llama “Puertopians”, millonarios que toman la oportunidad del desastre para convertir a Puerto Rico en un paraíso para esa clase social. En este aspecto, el libro es particularmente valioso, porque le revela a muchos lectores, entre ellos muchos estadounidenses, una dimensión que usualmente no conocen de la política de Estados Unidos hacia Puerto Rico.

Durante el libro, ella discute cómo el huracán María presentó una valiosa oportunidad para que ciertas organizaciones crearan unidades de solidaridad. Comienza por el ejemplo de Casa Pueblo y la infraestructura creada con paneles solares, que le proveyeron (y continúan proveyendo) energía eléctrica para cargar móviles a la población circundante. También nos habla de distintos proyectos agroecológicos, como el de Dalma Cartagena, el Proyecto de Apoyo Mutuo Mariana y la Organización Boricuá de Agricultura Ecológica, iniciativas como el proyecto universitario PAReS, y otros. De acuerdo con Klein y muchos de los miembros de estas organizaciones, esta es la soberanía política que se construye desde la tierra. Debido a que la mayoría de los alimentos provienen de fuera y su transportación es muy limitada, la producción alimentaria se vuelve imperativa para ser autónomos y poder autodeterminarnos con la producción local. (“A Solar Oasis”; “The Islands of Sovereignty Converge”)

Por el otro lado, se encuentran varios intereses adversos a los puertorriqueños, entre ellos, el poder colonial de los Estados Unidos y sus abusos de nuestra tierra, especialmente para propósitos experimentales: los relacionados con sustancias anticonceptivas, con la conversión de Puerto Rico en modelo económico caribeño, con el uso de humanos para medicamentos a ser vendidos por las farmacéuticas. Klein correctamente afirma que el colonialismo no es otra cosa que múltiples capas experimentales y de control, que lesionan la cultura, el poder y la autoconfianza de los puertorriqueños. (“Welcome to Magic Land”) Y, como muy bien presenta ella en el libro, una de esas expresiones coloniales es la ley federal conocida como PROMESA, con la que el Congreso pone al gobierno de Puerto Rico bajo la sindicatura de la Junta de Supervisión Fiscal. Este organismo coloca a Puerto Rico en un régimen de austeridad, mientras que varios sectores sociales abogan por una auditoría independiente de los casi $70 mil millones de su deuda. Todo esto se agrava significativamente con el paso del huracán María y la situación de desesperación en nuestro territorio. (“Shock-After-Shock-After-Shock Doctrine”; “Desperation, Distraction, Despair, and Disappearance”)

Ella también discute algunos de los asuntos acontecidos y que nos son conocidos: los intentos de inversionistas (objetivistas randianos) de convertir a Puerto Rico en un paraíso para las criptomonedas (Cryptoland), el proceso de negociación con bonistas y las iniciativas de privatización de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), los desaciertos del conteo de muertos por parte del gobierno, la necesidad de microredes energéticas alimentadas con fuentes energéticas renovables, entre otros factores.

Todo esto, le presenta un panorama parcial al público estadounidense sobre lo que ocurrió (y, en algunos sentidos, todavía ocurre) en Puerto Rico tras el desastre de María. En ese sentido, este libro es una contribución a que esa sociedad conozca mejor lo que estamos pasando y lo que ocurrirá en los próximos años.

Lamentablemente, el texto también está impregnado de ideología, mucha de la que hemos discutido en la sección anterior. Por ejemplo, se enfoca en esfuerzos agroecológicos en contraste a la presencia de las multinacionales, entre las que se encuentra, la odiada compañía cuyo nombre empieza con la “M” de “Monsanto”. (“An Island Weary of Outside Experiments”) Como parte desde la óptica discutida, y solo se enfoca en lo que se fundamente en las bases populares, nunca se pregunta si esas multinacionales pueden servir también para aportar a la economía local. Por ejemplo, si se les puede aplicar una mayor tasa de impuestos. Además, como han sugerido varios economistas, se podrían avivar más las empresas más pequeñas y medianas locales si se estableciera un eslabonamiento económico con las multinacionales. Es decir, nos conviene abandonar la estrategia económica de continuar ofreciendo exenciones contributivas para establecer enclaves de estas multinacionales, algo que hemos llevado a cabo desde tiempos de Operación Manos a la Obra. Aparentemente, Klein no le interesó consultar algún economista sobre ese neurálgico tema.

Tampoco contempla la posibilidad de la derogación de la ley de cabotaje como una manera de incentivar la inversión de capital extranjero, aliviar a los pequeños y medianos negocios y mejorar el costo de vida de los puertorriqueños.

Ella no plantea el problema que conlleva, en principio, proponer que las tierras dedicadas a la agricultura (específicamente “agroecológica”, al menos como la entienden muchos de sus partidarios) sean las que provean abastecimiento de la población y, simultáneamente, el uso de renovables invasivas de la naturaleza, como son las placas solares y los molinos de viento para aliviar la necesidad energética del pueblo. (“Race Against Time”)  En ningún momento nos da detalles de cómos estos usos terrenales armonizan con la aspiración ambientalista de maximizar el espacio de tierras para reservas naturales.

Además, como es de esperarse, ella utiliza a Alemania y Dinamarca como ejemplos a seguir en el ámbito energético. (“Desperation, Distraction, Despair and Disappearance”) Como hemos señalado en otras ocasiones, Alemania es un mal modelo, porque ha optado cerrar sus plantas nucleares y abrir plantas de carbón, al no poder compensar con placas solares y energía eólica. Dinamarca, tiene un buen récord en cuanto al uso de energía eólica (que compone más del 41% de la energía producida), gracias al constante flujo del viento. Por otro lado, la energía solar no suple el grado de electricidad que muchos quisieran (un 4.2%). Se espera que en el futuro, sí consumobde energía fósil sea sustituida por la biomasa, especialmente en la forma de pellets de madera. Sin embargo, al igual que Alemania, la intermitencia de su sistema tiene que estar apoyada por combustibles fósiles y le lleva a importar energía de otros países (algo que también hace Alemania). Actualmente, Francia y Canadá han sentado mejor pauta de energía limpia.

El capítulo sobre la soberanía muestra cómo la izquierda (mucha de ella independentista) ha perdido su norte. El libro refleja ideológicamente ese problema. No tiene una noción clara de lo que es soberanía. Se habla de “múltiples soberanías” como la “soberanía energética”, la “soberanía alimentaria”, la “soberanía educativa”, entre otras. Esto es pura fantasía. Supongamos, para efectos del argumento, que es posible abastecer alimentariamente a la población con productos agroecológicos producidos en Puerto Rico. Ahora bien, si queremos un Puerto Rico próspero e incrementar su producción de alimentos, tiene que exportarlos a otros países. Pregunta, ¿cómo Puerto Rico podrá competir efectivamente en el mercado estadounidense con la ley de cabotaje impuesta? ¿Cómo se podrá competir a nivel interno cuando los productos costarricenses entran con un precio muy barato a Puerto Rico gracias al CAFTA? ¿Podemos colocar aranceles a estos productos para que los nuestros puedan competir en el mercado local? Estas tres preguntas indican un serio problema con el estatus actual por carencia de soberanía política. El tamaño del mercado determina cómo se estructura la producción interna de nuestro archipiélago. Por tanto, no existe tal “soberanía alimentaria”. Lo mismo la “soberanía energética”, no vale la pena utilizar ese término si no tenemos poder de estructurar energéticamente a Puerto Rico, comprar  los combustibles o paneles solares a precios más baratos, o vender nuestro servicio eléctrico a otros países de manera más efectiva. Es más, por las serias limitaciones del servicio eléctrico, no podemos abaratarlo más, para aliviar a las pequeñas y medianas empresas y atraer inversión de capital extranjero.  Y así por el estilo.  Si no hay soberanía política, no habrá nunca soberanía alimentaria, energética, educativa, etc.

Finalmente, en el capítulo “Race Against Time”, Klein dice algo muy importante.

The trouble is that movements, unlike capital, tend to move slowly.

Y ahí yace la virtud del capital. Los movimientos de base comunitaria son esenciales para cualquier democracia saludable, ya que pueden atender sus necesidades con mayor sentido de humanidad, especialmente en momentos de crisis. Sin embargo, como he dicho en otro lugar, mientras que estos grupos (especialmente de izquierda) continúen adoptando las estrategias más ineficientes de agricultura y administración energética, el interés de las élites (que siempre buscan las vías más eficientes para hacerlo valer) ganará cualquier pelea. Es como en Raiders of the Lost Ark, cuando Indiana Jones, con una eficiente pistola, resolvió fácilmente el problema del ser enfrentado con un ineficiente sable turco. Es más, mientras Puerto Rico no tenga un programa de país en el que coincidan las diferentes ideologías políticas y representantes de la sociedad civil, no va a haber un esfuerzo coordinado para superar la crisis.

En resumen, Naomi Klein hizo una gran aportación al dar a conocer el tema de Puerto Rico al público estadounidense. Parte del libro hace un muy buen diagnóstico del problema. La otra parte del libro está empañada ideológicamente, razón por la que no le ofrece a los puertorriqueños una respuesta coherente en torno a la lucha contra las adversidades del coloniaje bajo los Estados Unidos, las arbitrariedades de la Junta de Supervisión Fiscal y la incompetencia gubernamental local.

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Muchas gracias.

Referencias

Barreca, Alan I., Matthew Neidell y Nicholas J. Sanders. “Long-Run Pollution Exposure and Adult Mortality: Evidence from the Acid Rain Program”. National Bureau of Economic Research, Working Paper, núm. 23524, junio de 2017. doi: 10.3386/w23524.

Boisvert, Will. “The Left vs. the Climate. Why Progressives Should Reject Naomi Klein’s Pastoral Fantasy — and Embrace Our High-Energy Planet.” The BreakThrough Institute. 18 de septiembre de 2014. https://thebreakthrough.org/index.php/programs/energy-and-climate/the-left-vs.-the-climate.

Chan, Gabriel, et al. The SO2 Allowance Trading System and the Clean Air Act Amendments of 1990: Reflections on Twenty Years of Policy Innovation. Harvard Environmental Economics Program, enero de 2012.  https://sites.hks.harvard.edu/m-rcbg/heep/papers/SO2-Brief_digital_final.pdf.

Dorris, Gary y Timothy D. Mount.   Redesigning Environmental Strategies to Reduce the Cost of Meeting Urban Air Pollution Standards. Núm. WP96-o4ci, abril de 1996. http://publications.dyson.cornell.edu/research/researchpdf/wp/1996/Cornell_Dyson_wp9604.pdf.

Frank, Robert H. The Darwin Economy. Liberty, Competition, and the Common Good. Ed. Kindle, Princeton UP, 2011.

Klein, Naomi. The Battle for Paradise. Puerto Rico Takes on the Disaster Capitalists. Ed. Kindle, Haymarket Books, 2018.

—. This Changes Everything. Capitalism vs. the Climate. Ed. Kindle, Simon & Schuster, 2014.

—. The Shock Doctrine. The Rise of Disaster Capitalism. Ed. Kindle, Picador, 2007.

Paarlberg, Robert. Starved for Science. How Biotechnology Is Being Kept Out of Africa. Ed. Kindle, Harvard UP, 2008.

Pinker, Steven. “Enlightenment Environmentalism. The Case for Ecomodernism.” The BreakThrough Journal, núm. 8, invierno de 2018.  https://thebreakthrough.org/index.php/journal/past-issues/no.-8-winter-2018/enlightenment-environmentalism.

—. Enlightenment Now. The Case for Reason, Science, Humanism, and Progress. Ed. Kindle, Viking, 2018.

Stiglitz, Joseph. “Bleakonomics.” New York Times, 30 de septiembre de 2007.  https://www.nytimes.com/2007/09/30/books/review/Stiglitz-t.html.

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5 thoughts on “Comentario y reseña de The Battle for Paradise de Naomi Klein

  1. My two cents: si Klein no tuviera una agenda tan obvia sería mas fácil simpatizar con su narrativa. Muchas veces cuando la gente se pone lentes izquierdistas o derechistas, fracasan en ver y llamar las cosas como son.

    El problema mas grande es que ella no parece reconocer la importancia de la VENTAJA MUTUA, o beneficio mutuo, que caracteriza las redes económicas y sociales sanas y sólidas. Ella pinta a los “Puertopians” y la gente que está mudandose a la isla como una amenaza inevitable a la gente pobre de la isla, lo cual también asume que la gente pobre no va a tener nunca mobilidad social y que la pobreza es una identidad y no un problema que se puede resolver (la mitad de la isla salió de la pobreza en generaciones previas, así que esto es patentemente una narrativa falsa: la pobreza es un problema que se soluciona con políticas buenas–NO es una identidad, mucho menos una que la gente debería tratar de preservar).

    ¿No es posible que la presencia de gente con capital y emprendedora en la isla pueda generar muchos trabajos, traer prosperidad, hacer crecer el sector privado (que es lo que todo el mundo sabe que tiene que suceder) y beneficiar a mucha gente que hoy es pobre, si se educan para poder trabajar en estas industrias nuevas, como el blockchain?

    ¿No es posible que existan MUCHAS oportunidades de beneficio mutuo en la entrada de los Puertopians y la gente que viene con Act 20 y 22? Aún si atraen varias personas, sin duda, van a ser de filosofía randiana y social-darwiniana y que van a detestar a la gente local pobre, creo que la ventaja mutua va a ser considerable. Y cuando un autor elige ignorar esto como hace Klein–y fracasa en producir modelos alternos y soluciones reales de beneficio mutuo–su narrativa podría iluminar algunas verdades, pero al final no es pragmática y tiene demasiada ideología para considerarse una opinión completa.

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    • Una vez más, el problema radica en que se hace una falsa dicotomía entre capital y medio ambiente. Por un lado, muchos ambientalistas afirman que muchas medidas a favor del medio ambiente benefician la inversión de capital, algo que considero que es cierto. Sin embargo, su retórica, en ocasiones, es una puramente anticapitalista, lo que impide buscar esas alternativas de prosperidad armoniosas con el medio ambiente. Independientemente del factor ideológico (randiano o no), el bottom line de cualquier empresa es maximizar sus ganancias. Si una empresa elige no invertir en algo beneficioso para los pobres y que rendiría mucho en ganancias por puros criterios randianos, entonces (como dicen en Estados Unidos) hay “cash disponible en la mesa” para cualquier otra empresa que desee hacer tal inversión lucrativa y beneficiosa al medio ambiente.

      El problema es que estas coincidencias se han estado dando históricamente desde hace mucho tiempo. Ninguna de ellas es perfecta y falta bastante para mejorar, especialmente en relación con el cambio climático. Sin embargo, si se hace un buen programa de país que genere capital y empleo al país y una buena política pública, no veo por qué estas inversiones del exterior tengan que ser perjudiciales para el pueblo y no puedan hacerse en armonía con proyectos como los que discute Klein en su libro. Pero, para que eso sea posible, hace falta quitarse los lentes ideológicos y ver las cosas fría y racionalmente.

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