
1950. La Insurrección Nacionalista
El año pasado asistí a Fine Arts Metro de Caribbean Cinemas intentando presentarme a tiempo para obtener boletos para el documental 1950: La Insurrección Nacionalista. Ni la mayoría de mis amistades interesadas en la película ni yo tuvimos la suerte de que hubiera alguna silla vacía. Al contrario, si llegábamos un viernes, estaba “TODO VENDIDO” hasta el lunes en un horario en que no podía verla.
Ahora que vuelve a presentarse en los cines, fui al Fine Arts – Popular Center y casi me arriesgaba a perder de nuevo ese chance de verla. Me encontré de nuevo con un “TODO VENDIDO” para la hora que quería.

Foto: Caribbean Cinemas – Fine Arts Popular Center – (C) 2018, Pedro M. Rosario Barbosa (CC-BY 4.0).
Finalmente decidí ir a la tanda de las 4:10pm. A pesar de la fila larguísima para verla a esa hora, se me dio la ocasión.
Debido a esta odisea para verla, procedí a darle “un regaño/una felicitación” al director y productor, el gran amigo José Dávila Marichal.
Querido Jose DM, a la próxima que hagas un documental, me haces el favor y escoge un tema menos interesante y mediocre. De esa manera podré ver el documental cuando sale. A lo mejor tendrás pérdidas si sigues mi sugerencia, pero al menos podré ver la película en solidaridad.
Ahora en serio: Felicidades por este éxito.
A lo que él procedio a sugerir lo siguiente:

Conversación en Facebook
¡Hasta otra historiadora se metió en la conversación a conspirar con él! Este es el lío que a propósito me meten mis amistades. ¡¿Qué se puede hacer sino cumplir con la asignación?! Y aquí estoy … No puedo hacer una crítica adecuada cinematográfica (no soy cineasta), aunque sí haré unas observaciones. Como historiador “wannabe” haré una serie de críticas y como filósofo incluí una reflexión subjetiva al final de este artículo.
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Reseña del documental
El documental en cuestión se titula 1950: La Insurrección Nacionalista, un proyecto de José Manuel Dávila Marichal, escrito, dirigido y producido por este último. La noticia de su producción se dejó saber gracias a un “crowdfunding” en Indiegogo en el 2015. De allí se logró recaudar un total de $ 6,640. Además, recibió apoyo del Programa de Cine del Departamento de Desarrollo Económico y Comercio de Puerto Rico, la Fundación para la Libertad, Inc. y el Instituto Puertorriqueño de Derechos Civiles.
El documental se nutre de una variedad de fuentes primarias: fotos, documentos, grabaciones y memorias. Sin embargo, lo que posibilita enlazarlos en un relato histórico coherente fue la narración de varios entrevistados. Las estrellas del documental fueron algunos de los participantes de la Insurrección Nacionalista: Carlos Padilla, José Miguel Alicea, Heriberto Marín, Edmilio Marín Pagán y Ricardo Díaz Díaz. Aportaron también dos historiadores a este importante tema, los académicos Ovidio Dávila y Carlos Zapata.
El filme tiene como objeto de discusión los acontecimientos claves de lo que pasó en esta época y las personas involucradas en el liderato nacionalista para que se diera la Insurrección, Da un trasfondo fugaz de la situación de coloniaje bajo España y después brevemente habla del de Estados Unidos. Una vez entra en el tema de Pedro Albizu Campos y el nacionalismo, ahonda un poco más en el cambio de política interna del Partido Nacionalista de una electoral a una de consecución de la independencia de Puerto Rico mediante la lucha armada de ser necesario. Simultáneamente se hace referencia al final de la Segunda Guerra Mundial, Operación Manos a la Obra, el nuevo escenario internacional, los planes del gobernador Muñoz Marín en cuanto a la creación del Estado Libre Asociado y la Ley de la Mordaza. Todo este inicio prepara el escenario para comprender la decisión albizuista de llevar a cabo la Insurrección.
Lo que allí pasó está ampliamente documentado por historiadores hoy día. Sin embargo, lo valioso de este documental es su entrevista a algunos de los insurrectos. Actualmente se hace difícil para los estudiantes de escuela superior y a nivel universitario todo lo que eso implica, especialmente cuando el país no ha pasado por esos momentos de suma tensión con la metrópoli desde hace décadas. La música de fondo, las fotos y los efectos de sonido fueron efectivos al dramatizar lo que ocurrió. Sin embargo, las entrevistas le dieron un rostro humano y emocional a la narración de los eventos. Allí podemos ver y escuchar su visión de mundo, su razonamiento y sus diversas motivaciones para optar por la lucha armada ante una gran adversidad. Tan claros estaban con lo que iban a hacer, que sabían que la insurrección sería aplastada por las fuerzas de inteligencia local y federal, la policía de Puerto Rico y la Guardia Nacional. Allí relatan en torno a sus relativos triunfos, sus malas decisiones, sus temores, su templanza, sus decepciones y su resistencia a las medidas punitivas en su contra. Esto no puede contarse en un blog o leerse en sus libros. Esto tiene que verse. Creo que esta es la parte más valiosa del documental.
No obstante ello, el documental no es perfecto. Con ello quiero indicar que estoy plenamente consciente de que la carencia de suficiente material para sentar el contexto histórico de lo ocurrido puede ser por falta de recursos y de tiempo para ello. Sin embargo, creo que hubiera sido pertinente al menos mencionar los distintos intentos de nuestros políticos de conseguir cambiar el estatus colonial de Puerto Rico a la estadidad o a la independencia y su obstaculización por parte fuerzas congresionales. Acordémonos del Proyecto Tydings, documento que motivó que el liderato del Partido Popular Democrático claudicara a su aspiración a la independencia con tal de avanzar un proyecto de industrialización en Puerto Rico. Simultáneamente, participó en el gran engaño a los puertorriqueños y a la comunidad internacional que fue y sigue siendo el Estado Libre Asociado. Hubiera querido que se enfatizara más en la milicia estadounidense como la potencia más importante de la metrópoli para mantener la relación colonial con Puerto Rico, especialmente en el contexto de la Guerra Fría. Las grandes empresas ausentistas no fueron las únicas motoras del coloniaje. Finalmente, hubiera sido interesante añadir la perspectiva de los historiadores actuales en torno a las razones por las que mucha gente no se unió a la Insurrección, aun cuando algunos sectores de Puerto Rico claramente mostraban fuertes simpatías con los actos nacionalistas.
En cuanto al tono del documental, es claro que tiene uno de corte independentista. Esto se ve claramente en varias ocasiones. Un ejemplo de ello, la selección de la animación del águila estadounidense como una “ave de rapiña” colonizadora. Esto no necesariamente compromete el excelente trabajo hecho por el equipo que llevó a cabo esta filmación. Al contrario, el trabajo es de calidad y es una valiosa perspectiva desde aquellos que participaron en la revuelta. Sin embargo, ¿cómo respondería un público no independentista a estas representaciones? Deberían crearse más documentales educativos como este que resuenen en el corazón de otros sectores que no son independentistas. Para bien o para mal, las dos figuras que definieron al Puerto Rico en el siglo XX fueron Luis Muñoz Marín y Pedro Albizu Campos. Albizu, al igual que Betances y Hostos, le pertenece a todos los puertorriqueños, no solo al independentismo. ¿Cómo equilibrar el tono de un documental como este sin necesariamente se interprete como una demonización de Estados Unidos, sino de la necesidad de mostrar la crudeza de una etapa colonial de Puerto Rico? Esa es una pregunta que le planteo a los queridos cineastas. No queremos el fenómeno de crear documentales para el consumo de un público de una sola ideología política.
En cuanto a lo técnico solo tengo dos observaciones. En primer lugar, hubo unas pocas ocasiones en las que la música y los sonidos de fondo opacaban casi por completo a los narradores. Puede ser que la acústica del teatro creara este problema (yo estaba en los asientos de alfrente). En segundo lugar, en unos momentos dados, la cámara se fijaba demasiado en la boca de uno de los nacionalistas mientras contaba lo que le sucedió a él durante la Insurrección. Hago esta observación porque parece que la emoción que muestran los rostros de los entrevistados dice más que las palabras que verbalizan.
Puntuación: le doy un 9/10. Recomiendo que se vea el documental.
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Reflexiones personales

Foxardo 1824 … y el bombardeo ritual de Vieques por Jesús Dávila
Mi visita a Popular Center para ver la película que hoy reseño coincidió con mi relectura de un excelente libro del amigo periodista Jesús Dávila Foxardo 1824… y el bombardeo ritual de Vieques publicado por el Ateneo Puertorriqueño. Allí se hace una labor que Dávila describe como periodismo histórico: el preguntarle al pasado en torno a acontecimientos presentes. En dicha obra, se relata el acontecimiento conocido como el Foxardo Affair en el que el Capitán David Porter invadía a Fajardo (Foxardo) sin autorización de Estados Unidos. Dávila coloca esta situación nítidamente dentro del drama de la piratería caribeña, la expansión de dicha potencia hacia el sur y la amenaza que representaba Simón Bolívar para el gobierno de Miguel de la Torre. (Para un resumen más detallado de todo este interesante drama, escuche este episodio de La Voz del Centro).
Este es el único libro de historia que conozco (podría haber otro) que discute lo que él llama el “Pacto de Miranda” que se dio en París en 1799. Allí Estados Unidos e Inglaterra se comprometieron a aportar armas y municiones al revolucionario Francisco de Miranda para la liberación de América Latina, pero a un costo: se le entregaría a Inglaterra y España varios territorios, entre ellos la isla de Margarita y Puerto Rico. Hoy los historiadores nos dejan saber que en esta etapa Inglaterra no estaba tan interesada en la Isla, debido a que su adiquisición hubiera sido una potencial amenaza a los intereses azucareros en las colonias inglesas. Por ende, el deseo de dominar a Puerto Rico provenía de los Estados Unidos. Simón Bolívar desconoció dicho Pacto, por lo que hoy día la liberación de Puerto Rico de su yugo colonial continúa siendo el proyecto inconcluso de Bolívar.
Entre muchas cosas, hace falta más proyectos de periodismo histórico de este tipo y me parece que el documental 1950 podría ser un buen punto de partida para uno. Cuando Albizu lanzó su insurrección, quería que interviniera la ONU para que atestiguara lo ocurrido y tomara medidas contra el coloniaje de Puerto Rico bajo Estados Unidos. Esto fue un muy mal cálculo en el contexto de 1948 al 50. La ONU era entonces un organismo naciente que aunque estimulaba el proceso de descolonización e independencia de varios territorios alrededor del mundo, su política aplicaba más a las potencias europeas (e.g. Francia o Inglaterra) y no a la estadounidense. Estados Unidos y la Unión Soviética sobresalían en poderío sobre las demás naciones, especialmente aquellos lugares devastados por la Segunda Guerra Mundial como Francia, Inglaterra, Alemania, Japón, etc.
Hoy vivimos en un mundo distinto. Debido a unas circunstancias históricas, el poder de Estados Unidos sobre el mundo ha ido en picada, especialmente con la emergencia del Dragón Rojo (China), la India, los diversos tratados entre países a nivel mundial, los distintos acuerdos tales como UNASUR, el BRICS, la Organización de Cooperación de Shanghai y otros. Estamos en un mundo multipolar, no el bipolar que se vivió durante la Guerra Fría.
¿No sería este un momento propicio para un acto organizado y de resistencia del pueblo puertorriqueño ante el evidente maltrato del Congreso de los Estados Unidos con Puerto Rico? No hay aquí llamado alguno a las armas como hicieron los nacionalistas. Sin embargo, este documental debería despertar en nosotros la vocación a la defensa de nuestra patria ante un adversario irracional como lo es un Congreso en donde Wall Street ejerce mucho poder. Aun en casos como Detroit, Grecia y otros, muchas de las medidas que se tomaron tuvieron en cuenta acuerdos de financiación y su estatus político en cuanto a estado o independencia se tuvieron en cuenta para remediar sus respectivas situaciones.
Bajo el coloniaje actual, Estados Unidos alivia algunos asuntos (como por ejemplo los estragos del huracán María), algo que le ha costado sin beneficio alguno. No tiene los intereses militares y económicos de antaño. Ante este panorama, no toma en consideración el costo social de la camisa de fuerza impuesta bajo el estatus actual que no permite a la economía de Puerto Rico respirar. Hay una opinión casi unánime de todos los sectores políticos de que la Ley de Cabotaje es una carga pesada para nuestro archipiélago. Según la Dra. Rosario Rivera, respetada economista, esta restricción federal le cuesta anualmente a Puerto Rico $1.5 mil millones. En el contexto de una apertura mundial a los mercados, Estados Unidos trata a Puerto Rico como país extranjero, pero sin los poderes de un país independiente y soberano para concertar tratados, establecer acuerdos preferenciales efectivos, manejar apropiadamente sus finanzas, atraer mejor capital extranjero, establecer una moneda propia, entre otros factores. Por otro lado, como no somos estado, no tenemos acceso a ayudas federales que podrían aliviar más la situación local. En otras palabras, se pretende que Puerto Rico cumpla con unos pagos a un sector financiero de los Estados Unidos que ya es multimillonario, pero sin proveerle los instrumentos económicos necesarios para ello.
Añado que aunque pienso que en esta etapa la mayoría de Puerto Rico es estadoísta, desde que las fuerzas norteamericanas entraron en Guánica hasta hoy, ha habido una sola constante de la política estadoundense además del coloniaje: su actitud fóbica a la mera idea de una estadidad para Puerto Rico. El episodio más reciente de esta postura la vimos cuando la Comisionada Residente luchaba porque se nos tratara como territorio doméstico, algo que ni momentáneamente le pasaba por la cabeza a los congresistas como opción aceptable.
Toda esta situación es objetivamente un abuso. Este es el momento para resistir. Debe hacerse algo concertado y coordinado más allá de ideologías político partidistas utilizando como mecanismo una Asamblea Constitucional o una Asamblea de Pueblo que represente a todos los sectores pertinentes en los que hagamos reclamos coherentes al Congreso de los Estados Unidos. La batalla no debe enfocarse en la Junta de Control Fiscal porque esta es una criatura colonial del Congreso. La Asamblea de Pueblo también debería estar dirigida coordinadamente para denunciar la situación de Puerto Rico a nivel internacional y así aprovechar la situación decadente de los Estados Unidos ante el mundo.
Aunque esta sugerencia no es exactamente un levantamiento a las armas como la Insurrección Nacionalista, sí debería estar impregnada del tipo de amor a la patria puertorriqueña que uno puede observar de los ojos de los nacionalistas que fueron entrevistados en esa perla preciosa que es el documental 1950: La Insurrección Nacionalista.