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Uno de los episodios más memorables que podríamos encontrar en la Biblia Hebrea es la visión enigmática experimentada por el profeta Ezequiel. Veamos lo que nos tiene que decir al respecto:
Yo miré, un viento huracanado venía del norte y vi una gran nube con fuego fulgurante y resplandeciente a su alrededor; y, en su interior, como el destello de un relámpago en medio del fuego. En el centro se veía la figura de cuatro seres, cuyo aspecto era parecido al de una figura humana. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. Sus piernas eran rectas, y la planta de sus pies se parecía a una pezuña de buey. Relucían como el fulgor del bronce bruñido. Bajo sus alas había unas manos humanas por los cuatro costados; los cuatro tenían sus propias caras y alas. Sus alas se tocaban unas a otras; al andar no se volvían; cada uno marchaba de frente. Sus caras tenían la forma de un rostro humano, y los cuatro tenían caras de león a la derecha, los cuatro tenían cara de toro a la izquierda, y los cuatro tenían cara de águila. Sus alas estaban desplegadas hacia lo alto; dos alas se tocaban entre sí y otras dos les cubrían el cuerpo. Cada uno marchaba de frente; iban donde el espíritu les hacía ir; y no se volvían en su marcha.
Entre los seres había como brasas incandescentes, con aspecto de antorchas, que se movían entre los seres; el fuego despedía un resplandor; y del fuego saltan rayos. Y los seres iban y venían como el aspecto del rayo.
Miré entonces a los seres; había una rueda en el suelo al lado de los seres, por los cuatro costados. El aspecto de las ruedas y su estructura era el destello del crisólito. Tenían las cuatro la misma forma y parecían dispuestas como si una rueda estuviese dentro de la otra. En su marcha avanzaban en las cuatro direcciones; no se volvían en su marcha. Su circunsferencia era enorme, imponente, y la circunsferencia de las cuatro estaba llena de ojos todo alrededor: Cuando los seres avanzaban, avanzaban las ruedas junto a ellos, y cuando los seres se elevaban del suelo, se elevaban las ruedas. Donde el espíritu les hacía ir, allí iban, y las ruedas se elevaban juntamente con ellos, porque el espíritu del ser estaba en las ruedas. Cuando avanzaban ellos, avanzaban ellas, cuando ellos se paraban, se paraban ellas; y cuando ellos se elevaban del suelo, las ruedas se elevaban juntamente con ellos, porque el espíritu del estaba en las ruedas. Sobre las cabezas del ser había una especie de bóveda como de cristal resplandeciente, extendida por encima de sus cabezas, y bajo la bóveda sus alas estaban emparejadas una con otra; cada una tenía dos que le cubrían el cuerpo.
Oí el ruido de sus alas, parecido al de aguas caudalosas, como la voz de Sadday. Cuando marchaban, se oía un ruido atronador, como el estruendo de una batalla; cuando se paraban, replegaban sus alas. Y se produjo un ruido.
Por encima de la bóveda que estaba sobre sus cabezas, había como una piedra de záfiro en forma de trono, y sobre esta forma de trono, por encima, en lo más alto, una figura de apariencia humana.
Vi luego como el destello de un relámpago, como un fuego que la envolvía alrededor, desde lo que parecía ser sus caderas para arriba; y desde lo que parecía ser sus caderas para abajo; vi como un fuego resplandeciente que la envolvía. Se parecía al arcoiris que aparece en las nubes los días de lluvia: tal era, el aspecto de este resplandor a su alrededor. Parecía la gloria de Yahveh. A su vista caí al rostro en tierra y oí una voz que hablaba.
Me dijo: “Hijo de hombre, ponte en pie que voy a hablarte”…. (Ezequiel 1-2:1).
¡Wow! Cualquier persona que tenga una experiencia como esa debería estar muy impresionada de por vida. En mis días de adolecencia católica, esta visión me fascinaba. Me llamaban la atención todos los detalles minúsculos de esa experiencia y busqué entre las obras de arte algún modelo visual de lo que este profeta vio.

Representaciones de la visión de Ezequiel
Podrán entender que quedé sumamente insatisfecho.
Intentaba por todos los medios representarme todas y cada una de las particularidades de dicha visión sin éxito. Sin embargo, cuando se es joven, uno quiere conocer punto de vistas exóticos para satisfacer la curiosidad. ¿Qué hay de la posibilidad de que Ezequiel viera un ovni?

Portada del libro The Spaceships of Ezekiel por Josef F. Blumrich
Aunque la idea parecería descabellada, no es nueva. La idea fue sugerida originalmente por el famoso ovnílogo (¿o ufólogo?) suizo Erich von Däniken en su libro ¿Carruajes de los dioses? (Chariots of the Gods?) cuya primera edición fue publicada en 1968. Inspirado por von Däniken, un ingeniero de la NASA Josef F. Blumrich creó un modelo de cómo debió parecerse la nave espacial avistada por Ezequiel. Publicó en 1973 su libro Las naves espaciales de Ezequiel (The Spaceships of Ezekiel) en cuya portada aparece su ilustración de la nave vista por el profeta.
Aunque en esta etapa inmadura estaba fascinado por esta idea, la imagen no satisfizo tampoco mis expectativas. De hecho, de todas las representaciones, esta era la menos satisfactoria porque ignoraba casi todos los detalles de los seres, las ruedas, las alas, el trono, la figura humana, etc. Aun con todo, algunos todavía intentan usar este modelo de Blumrich para ilustrar cómo debió haber sido la entrada de la “nave extraterrestre” a la Tierra, su descenso, su aterrizaje y la salida de los seres del aparato. He aquí la versión de Von Däniken:
En mi época de juventud me esforcé mucho de ilustrar la visión de Ezequiel, pero me rendí. Es imposible ilustrarla visualmente sin sacrificar algunos de los detalles que para el profeta eran bien importantes.
La buena noticia es que si se coloca la visión en su contexto histórico y literario, todas las piezas de este acertijo caen en su sitio y no hay que apelar a los ovnis.
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Trasfondo histórico
El primer templo de Jerusalén
Según la Biblia Hebrea, bajo el dominio del rey David y su hijo Salomón hubo una unificación de las tribus del norte y del sur (1000-922 a.C.). El consenso general es que tal unificación se dio con una cierta alianza religiosa con los sacerdotes levíticos. Cabe recalcar que hoy hay un fuerte debate (degenerado en ataques personales) con otro sector de la arqueología cuya figura más sobresaliente es Israel Finkelstein, quien sostiene que David y Salomón solo gobernaron Judá, no Israel. Para un panorama de la situación actual de la arqueología en relación con este tema, véase: Dever, Beyond the Texts y Finkelstein y Silberman, David and Salomon.
No obstante esta discrepancia menor, sí hay un fuerte consenso de que David era un mercenario que logró crear mediante dominio militar un reino relativamente poderoso en Jerusalén, un centro cercano a las tribus del norte. Debido al poder del monarca, también parece haber ejercido influencia importante en su relación con las tribus del norte. Salomón aumentó el nivel de riquezas por lo que creó en Jerusalén el Primer Templo dedicado a Yahveh, que era liderado por los levitas. Debido a cierto conflicto con el sacerdocio levita de Siló, la dinastía aarónida estuvo a su cargo, bajo el mando del sacerdote Sadoc (un descendiente aarónida), quien ungió rey al hijo de David (1 Re. 1:32-40; 2:26-33). Desde este momento en adelante, se consideran a los aarónidas como cabezas del Templo y herederos legítimos del liderato, especialmente focalizado en Sadoc y su estirpe.
El templo en cuestión no era demasiado exótico y, en líneas generales, seguía un patrón arquitectónico que podemos encontrar en otros centros religiosos de la época. La construcción del Templo está descrito en 1 Reyes 6, pero aquí resaltaré varias cosas.

Primer templo (Templo de Salomón). Imagen de la izquierda cortesía de Israel Truths (CC-BY 4.0). Imagen de la derecha por un autor desconocido (CC-BY-SA 4.0).
Para entender la visión de Ezequiel, tenemos que observar más atentamente la estructura del Templo. En primer lugar, estaba rodeado por dos murallas entre las cuales había un patio interior. Una vez se entraba al vestíbulo, se encontraba la segunda recámara denominada el Santuario y después (al fondo) se hallaba el Santo de los Santos. Este era el lugar donde se guardaba el Arca de la Alianza que era considerada para esa época como la presencia del dios israelita Yahveh Elohim.
El Santuario y el Santo de los Santos estaba mediado por dos querubines descritos de la siguiente manera:
Talló en el santuario dos querubines de madera de acebuche, de diez codos de altura. Un ala de un querubín medía cinco codos, y cinco codos también la otra ala: diez codos desde la punta de un ala hasta la punta de la otra. El segundo querubín medía también diez codos. Los dos querubines tenían las mismas medidas e idéntica forma. Un querubín medía diez codos de altura, y lo mismo el segundo.
Colocó a los querubines en medio del recinto interior. Los querubines tenían las alas desplegadas. Cada uno tocaba un muro con un ala y en el centro del templo se tocaban uno al otro, ala con ala. Revistió de oro a los querubines (1 Re 6:23-28).
Los querubines se esculpieron para “guardar” el recinto sagrado, el Santo de los Santos, donde se encontraba la presencia física de Yahveh. De hecho, los querubines eran tan importantes a la hora de indicar la presencia de la deidad, que el Arca de la Alianza también los tenía, con las alas ocultando el propiciatorio y sus rostros mirando hacia este (Éx. 37:7-9). ¿Por qué? Porque dentro del propiciatorio se guardaba la presencia de Yahveh. ¿Ven el patrón?
¿Qué eran exactamente los querubines? Si le echamos una mirada al antiguo mundo mediooriental, veremos que delante de recintos sagrados o de esferas políticas importantes se colocaban ciertas estatuas de figuras extrañas. Tomen por ejemplo estas.

Shedu babilónicos. Foto cortesía de David Monniaux (CC-BY-SA 3.0).
Los shedu simbolizaban espíritus que guardaban el recinto y se manifiestan en sus características aéreas y terrenales. Eran semejantes a los kâribu de Acadia o los lamasu neoasirios. De hecho, en el Megido cananeo se ha logrado encontrar un grabado en marfil de un rey sentado sobre una criatura alada.

Un lamasu del periodo neobabilónico (Foto anónima, pero publicada bajo el CC-BY 4.0).

Placa de marfil de Megido. Arriba: foto del original cortesía del Oriental Institute de la Universidad de Chicago) Abajo una reproducción más clara.
Si nos fijamos en los detalles de estas criaturas aladas, nos daremos cuenta de ciertas características cuyo significado fue adaptado a la teología hebrea:
- Cabeza de hombre: símbolo de Yahveh, a la imagen del cual el hombre fue creado (Gen. 1:28; Sal. 8).
- Patas de toro: símbolo del dios El, o Yahveh Elohim (Sal. 106:19–20).
- Cuerpo de león: símbolo de ferocidad y valentía (Jue. 14:18; 2 Sam. 1:23; 17:10)
- Alas de águila: símbolo de rapidez y de viento (Dt. 28:49; Is. 40:31; Jer. 48:40)
¿No son estas las criaturas aludidas por Ezequiel cuando describe a los “cuatro seres”? ¿No son el hombre, el toro, el león y el águila los rostros de los seres vistos por Ezequiel? El tema de tocarse las alas también llama la atención, es una característica mencionada por el profeta. En otras palabras, aunque la descripción de los seres alados que vio no se parecen estrictamente a los shedu o los kâribu, sí podemos decir que utiliza exactamente los mismos símbolos y artística y literariamente los modifica, pero no cabe dudas de que se tratan de querubines. La particularidad de las descripciones de las cuatro alas extendidas y cubriendo el cuerpo no es foránea a la simbología mítica del Antiguo Medio Oriente y recuerda ciertas representaciones mesopotámicas o babilonias de sus deidades.

Representación del dios Marduk en un relieve de Nínive (ca. 700 a.C.)
Para todos los efectos, Ezequiel quiere presentar los seres vivientes con las características de los querubines del Templo y del Arca de la Alianza, pero sincréticamente combinados con características típicas de los dioses babilonios.
Sigamos indagando más.
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¿Quién era Ezequiel?
Todavía no hemos indagado en torno a la identidad del escritor. Dice el texto:
En el año treinta, el día cinco del cuarto mes, encontrándome yo entre los deportados, a orillas del río Quebar, se abrió el cielo y contemplé sobrecogedoras visiones. El día cinco del mes —era el año quinto de la deportación del rey Jeconías—, al sacerdote Ezequiel, hijo de Buzí, recibió la palabra de Yahveh en el país de los caldeos, a orillas del río Quebar. Allí vino sobre él la mano de Yahveh (Ez. 1:1-3).
¿El rey en el exilio? ¿Un profeta en Babilonia? ¿Qué fue lo que ocurrió? Para ahondar más en el asunto, veamos que Jerusalén sufrió dos grandes ataques.

El Prisma de Taylor. Foto cortesía de David Castor.
El primero ocurrió en el 701 a.C., décadas después de que Israel se dividiera en dos reinos después de Salomón. Los asirios (bajo el mando del rey Senaquerib) devastaron el reino del norte y sitiaron el Reino de Judá (el del sur). Gracias a la astucia del rey judaico Ezequías, se llegó a un acuerdo por el que Jerusalén rindió algunos de sus tesoros para que Senaquerib regresara a sus tierras. Esto no solo está relatado en la Biblia Hebrea, sino que también hay constatación arqueológica de ello en los Prismas de Senaquerib y de Taylor (2 Re. 18; 2 Cro. 32).
Es bien interesante que de acuerdo al segundo libro de Crónicas, durante el reinado de Ezequías, se dio una reforma significativa en el Templo de Jerusalén. Esta y la de Josías fueron claves para el desarrollo del judaísmo posterior. Como hemos visto, el templo de Jerusalén quedó a cargo de la dinastía aarónida y los convirtió en sacerdotes del templo, mientras que los demás levitas tuvieron que asumir labores secundarias. El sumo sacerdocio se quedó a cargo de algún sacerdote descendiente de Sadoc (2 Cro. 31). Bajo el rey Ezequías, se destruyeron varias imágenes representativas de deidades menores (estelas) e incluso se destruyó la serpiente de bronce que se decía que fue creada por Moisés, Nejustán (Núm. 21; 2 Cro. 31:1). Esto muy bien puede ser un intento del cronista de presentar al rey Ezequías como un segundo Salomón, por lo que su reforma no se ve sino una continuación de las hazañas de Salomón ante Yahveh. También se resalta el hecho de que el rey seguía las instrucciones de la “Ley” (Torah) mosaica, algo que también ha sido obsesión del sector levítico. Mencionamos esto porque tenemos que resaltar la vinculación entre el sacerdocio aarónida y el Templo.
La segunda invasión ocurrió después de la muerte del segundo reformador, el rey Josías. Nabucodonosor, rey de Babilonia, finalmente logró vencer a los judíos, saquear Jerusalén y destruirlo todo, incluyendo el Templo. Como resultado, fueron deportados varios judíos a Babilonia para servir de esclavos a los babilonios, algo que les hizo recordar de sus años de servidumbre en Egipto (suceso históricamente ficticio, factor desconocido para los judíos de ese momento). Es en este contexto que escribe Ezequiel.
¿De qué trata su libro? El profeta hace una serie de predicciones. Entre las más importantes afirma que habrá una vuelta de los judíos a su tierra y que habrá una construcción de un segundo templo, En varios capítulos, el profeta se afana en presentar todos los detalles de este nuevo templo y del culto que se le rendirá a Yahveh de acuerdo a su Torah (Ez. 40-48).
Nótese que de principio al final, en todas las visiones que tiene Ezequiel, su obsesión tiene que ver con el sacerdocio, la Torah y el futuro Templo. Hace alusión a los querubines en su visión de los seres, describe el futuro Templo, rituales, vestimentas, entre otras cosas. Debido a la importancia que le presta a la dinastía de Sadoc hasta el punto de darle un nuevo rol exclusivo frente a los demás aarónidas, muchos eruditos piensan que Ezequiel fue un sacerdote sadoquita (Ez. 43:19; 44:15-16). Este hecho puede a su vez explicar otras cosas.
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La cosmovisión aarónida
Hoy todavía algunos emplean la hipótesis documental como la mejor explicación disponible de cómo se pudo haber escrito los primeros cinco libros de la Biblia Hebrea o la Torah. Sin embargo, ya un número sustancial de expertos la considera obsoleta y se están proponiendo alternativas. Téngase esto en mente porque adoptaremos dicha hipótesis sólo de manera provisional. La mayoría de los eruditos está de acuerdo de que fue durante esta época del exilio que sacerdotes en el exilio escribieron lo que se conoce como el texto sacerdotal (P) en la que forja relatos paralelos a los que se encuentran en los textos yahvistas, elohístas y deuteronómicos. Entre sus características encontamos un lenguaje muy semejante al de Ezequiel, sacerdote perteneciente a este grupo. Nótese que cuando se buscan los siguientes pasajes, no es solo la idea, sino el lenguaje y los términos son casi idénticos.
- En cuanto a las bendiciones y maldiciones (Lev. 26:3,14; Ez. 5:7)
- Sobre los padres que devorarán a sus hijos (Lev. 26:29; Ez. 5:10)
- Sobre bestias salvajes, espadas y epidemias (Lev. 26:22,25; Ez. 5:17)
- Sobre entregar una tierra al pueblo de Yahveh (Ex. 6:8; Ez. 20:6,28,42)
- Sobre la importancia de que los sacerdotes distingan entre lo puro e impuro (Lev. 10:10; Ez. 22:26)
- Sobre el hecho de que Yahveh sacó a los israelitas de egipto (Ex. 6:6-7; Ez. 20:6,9)
- La espada de Yahveh (Lev. 26:21-26: Ez. 21)
Estos no son todos los pasajes donde hay paralelos lingüísticos significativos.

Representación incompleta de la cosmología de los antiguos israelitas. (c) 2016. Pedro M. Rosario Barbosa. CC-BY-SA 4.0.
En P es que aparecen las descripciones detalladas del proceso de creación del Génesis 1, en la que Yahveh crea un firmamento donde se encuentran las aguas de arriba, algo perfectamente cónsono con la cosmología dominante en Medio Oriente. El firmamento no es otra cosa que una bóveda celeste (Gén. 1:17). De acuerdo a otros textos bíblicos, este es el lugar donde Yahveh se pasea (Job 22:15). Allí hay compuertas que se abren y se cierran, sea dejando caer las aguas del firmamento, o derramando bendiciones o dando acceso a la deidad para que baje a la Tierra (Gén 7:11; 8:2; Is. 45:8; 64:1; Ml. 3:10). El arcoiris no es otra cosa que el signo de la alianza de Yahveh con Noé, de no destruir a la humanidad por una segunda ocasión vía un diluvio. Por eso el arcoiris acompaña a la lluvia (Gén. 9:12-16).
Otra característica muy importante de P es que es la fuente en la que Yahveh se manifiesta más lejano, portentoso y prodigioso. Por ejemplo, es en esta fuente que Dios aparece ante el pueblo de Israel en el Éxodo como una nube en el cielo o como un remolino de fuego en la noche (13:21).
¿Por qué existen estos paralelismos? Actualmente se piensa que los autores de P fueron sacerdotes aarónidas, lo que explica la similitud en cosmovisión y lenguaje entre esta tradición y Ezequiel.
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El sentido de la visión de Ezequiel
Ya aquí tenemos suficiente información para saber qué significa literariamente la visión de Ezequiel. Es claro que desde un punto de vista puramente visual, la aparición no es representable a plenitud por la sencilla razón de que tiene una función literaria. Esto debe entenderse como una reacción a un evento traumático que experimentó como exisliado (Ez. 1:3).
Los “cielos se abrieron”, es decir, de la compuerta del firmamento sale el fenómeno del que Ezequiel es testigo (Ez. 1:1). Los seres de los que habla el escrito son querubines. En sí ya indica desde el principio el anuncio de la llegada de la presencia gloriosa de Yahveh ante el profeta. Las alas, los rostros, las patas, etc. son recursos literarios altamente modificados y detallados para representar los querubines.
¿Qué son las ruedas entonces? ¿”Platillos voladores”? No. Al contrario, indican algo tal vez más terrenal. Un carruaje. Esto no es nada extraño y tiene pleno sentido a la luz del hecho de que los querubines estaban entrelazados con las ruedas. En la Antigüedad, los shedu, los kâribu y otros seres alados estaban simbólicamente vinculados al viento. Los antiguos autores bíblicos utilizaron dicha asociación precisamente para hacer referencia a los vientos causados por el carruaje de Yahveh.
[Yahveh] inclinó los cielos y bajó,
con espeso nublado a sus pies;
volaba a lomos de un querubín,
sostenido por las alas del viento (Sal. 18:10-11; 2 Sam. 22:10-11).

Dracma del siglo IV a.C., perteneciente a la satrapía de Yehud Medinata (parte de la región de Judá durante el dominio persa). La simbología es rica en sincretismo. Arriba se encuentran las siglas de YHD (Yehud), se presenta a una figura yahvista con rasgos de Zeus, montado en un trono con ruedas (carruaje) con alas.
Nada de esto es distinto a representaciones de Yahveh en ciertos hallazgos arqueológicos. Las ruedas y los querubines eran guiadas por el “espíritu” o, para ser más precisos, el viento vivificante (ruah) de Yahveh. Este término del “viento de Yahveh” también se utiliza en la versión P de la creación (Gén. 1:2). No debe sorprender que la visión de Ezequiel comienza con un viento huracanado (Ez. 1:4). Su emergencia de la nube y el fuego no es nada extraño del lenguaje aarónida que encontramos en otros lugares, como en los textos P. ¿Por qué hay una rueda dentro de la otra? La razón es sencilla, en aquella época las ruedas tenían círculos concéntricos y que eran típicos de representaciones de carruajes de reyes o de dioses (véase la ilustración del dracma de Yehud). En realidad no es nada demasiado exótico. La descripción del viento de Yahveh como guía de las ruedas alude a los cuatro vientos (los cuatro puntos del compás: norte, sur, este y oeste) ¿Y los ojos de las ruedas? Algunos estudiosos argumentan que esto debe entenderse en sentido figurado porque representan reflejos o destellos (Biblia de Jerusalén 1245). Otros han visto una influencia acádica en donde se utilizan expresiones similares para hablar de joyas en forma de ojos que dan un toque de lujo centelleante al carruaje (Block, vol. 1 160-161).
Los seres se hallan cargando una bóveda con las alas. Estas se hallan unidas unas con otras (otro signo de la presencia de Yahveh según hemos visto en el caso del Templo y del Arca de la Alianza). La bóveda es claramente un símbolo del firmamento celeste donde se hallan Yahveh y “sus hijos” (las huestes o lo que posteriormente se conocerían como los ángeles). Allí encima del firmamento se halla el trono del dios hebreo desde donde dicta sus palabras a Ezequiel.
Interpretación personal (tómenlo como tal): Al estilizar los querubines de manera más parecida a los dioses babilonios, tal vez el profeta nos puede estar queriendo decir que estas deidades son inferiores a Yahveh y están subyugados a su voluntad.
Su lenguaje en toda esta descripción se halla impregnada de terminología típica del sacerdocio aarónida, estirpe superior a la de todos los levitas y suprema autoridad del (en este momento histórico) arruinado y destruido Templo de Jerusalén.
La lectura del resto del libro deja claro su propósito, el de consolar a un pueblo judío que se halla preso bajo el yugo babilonio y que quiere brindarle esperanza. Aludiendo a la antigua esclavitud en Egipto, expone las razones por la que ha sido exiliado a Babilonia. Como siempre, su pueblo ha sido castigado por Yahveh debido a que no respetaba la normativa mosaica, adoraba a otros dioses y no seguía sus instrucciones. Algunos de los sacerdotes abandonaron muchas de sus obligaciones. A pesar de ello, Yahveh no se olvidaba de su promesa. Restauraría a su pueblo (simbolizado por la resurrección de los huesos en el texto; Ez. 37) y, es más, habría un nuevo Templo de Jerusalén, descrito con lujo de detalles, más glorioso que el anterior y que sería habitación de la gloria de Yahveh como cuando lo era con el Arca de la Alianza.

Templo contemplado por Ezequiel. Ilustración de Charles Chipiez (1889).
Además, se entronaría de nuevo la estirpe de David y sería tan poderosa que regiría a las demás naciones (Ez. 37:14).
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Conclusiones
El libro de Ezequiel debería ser considerado una joya literaria. Reconocemos que tiene un estilo hasta cierto punto árido y repetitivo, pero ello se debe a la obsesión del profeta por hasta el más diminuto de los detalles. De una forma genial forja un mensaje efectivo al fusionar hábilmente todo tipo de símbolo heredado de su cultura judía y de su nueva realidad en cautiverio babilónico, para denunciar a un pueblo desleal a Yahveh mientra que, le trata de brindar la esperanza del regreso a la Tierra Prometida. Aunque Ciro de Persia venció a los babilonios y permitió el regreso de los exiliados a su tierra, el Segundo Templo no seguiría los planes pautados por Ezequiel y jamás llegó a ver la estirpe davídica restaurada.
Lo triste de ver la visión de Ezequiel como un ovni. Así lo hace la infame serie Ancient Aliens y farsantes como Erich von Däniken y otros, en donde sobresimplifican todo a una experiencia de una nave extraterestre. Oscurantistas de este tipo, privan a su público de muchos elementos necesarios para entenderlo:
- Contexto histórico
- La riqueza cultural de su contexto social
- La riqueza cultural de las sociedades que interactuaban con la sociedad judía
- La riqueza literaria del Antiguo Israel y Judá
- El dolor de un pueblo que había sido extirpado de sus tierras
- El dolor de un sacerdocio ansioso por adorar a su dios y ser exclusivo en los más importantes rituales en relación con Yahveh
- La felicidad que causaba la esperanza en un Israel futuro restaurado
- La belleza del alto nivel de complejidad literaria que asombra al lector antiguo (y el moderno)
¿Por qué no se quiere valorar esto? ¿Por qué no se quiere adquirir este conocimiento del pasado que es mucho más rico en arte, literatura, historia y cultura que el simplismo ufológico? ¿No será que Däniken y sus secuaces quieren ocultar esta profundidad del entendimiento de un texto antiguo para beneficiar sus bolsillos? A fin de cuentas, Ancient Aliens y el canal History han hecho dinero por montón diseminando desinformación (una de las muchas razones por la que boicoteo el canal). La explicación ufológica para todos los efectos elimina casi todos los detalles que hacen del pasaje bíblico un hermoso legado del pasado. Todo humanista (en el sentido de las Humanidades) debería rechazar esto como inaceptable.
Al contrario, lo que hemos hecho es tomar una oportunidad de desmitificar y mostrar al público la fortuna de aprender de la historia y la cultura de un pueblo de la Antigüedad. Esto nos lleva también a entender las diversas maneras que (para bien o para mal) este legado judío nos toca en el presente. La perspectiva ufológica es un tropiezo para ello.
Los ovnílogos hacen muy poco para comprender adecuadamente esta situación. Como escépticos debemos presentar un retrato del texto de Ezequiel según lo han trabajado los mejores expertos de este tema.
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Muchas gracias.
Referencias
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