La ciencia de la redistribución de riquezas: 1 – Fundamentos

William Muir y sus gallinas

Competencia y cooperación desde un punto de vista evolutivo

David S. Wilson - Evolution for Everyone

David Sloan Wilson y su libro – Evolution for Everyone. Él ha sido partidario y uno de los responsables en revivir la perspectiva de selección de grupos.

Imaginémonos que un barco se hunde y se salvan dos náufragos en una isla. Uno de ellos es un puro egoísta, el otro es un puro altruista y cooperador. ¿Qué pasaría si apareciera una situación competitiva entre el egoísta y el cooperador? Probablemente el egoísta haría un fricasé del altruista. Es sumamente baja la probabilidad de que este último sobreviva.

Ahora bien, supongamos que un barco se hunde y da la casualidad de que todos los altruistas nadan a una isla y los egoístas a otra (y no hay chance de que un altruista o un egoísta pueda ir de una isla a otra), ¿qué ocurriría? Al revés … parecería que la isla de los egoístas estaría sumida en caos social, mientras que la de los cooperadores sobreviviría.

¿Qué ocurriría entonces si un egoísta nada desde su isla a la de los cooperadores? Entonces la cosa se complica.  Este es uno de los razonamientos de lo que se conoce como selección de grupos, perspectiva propuesta originalmente por Charles Darwin en su obra El origen del hombre (The Descent of Man) como una manera de explicar el posible origen del altruismo humano y su preocupación por la moral:

No ha de olvidarse que aunque un excelente nivel de moralidad apenas otorga ligera ventaja al individuo y a sus hijos sobre los demás individuos de la misma tribu, el aumento del número de hombres dotados de buenas condiciones y el progreso del nivel de moralidad concede ciertamente inmensa superioridad a una tribu sobre otra. Una tribu que cuenta muchos miembros que poseyendo en alto grado espíritu de patriotismo, lealtad, obediencia, valor y simpatía se hallen dispuestos siempre a ayudarse unos a otros y a sacrificarse por el bien general, triunfará sobre la mayoría de las otras tribus; y no otra cosa es selección natural (Darwin, 1871/1966, p. 186).

En otras palabras, “los egoístas le ganan a los cooperadores dentro del grupo, mientras que los cooperadores le ganan a los egoístas entre grupos; todo lo demás es un comentario”, repiten los científicos E. O. Wilson y David S. Wilson constantemente. Esta cooperación dentro de los grupos no ocurre bajo cualquier circunstancia, sino bajo condiciones bien específicas. Cualquier mezcla de los dos entra en asuntos complejos que revela una gran verdad, a su vez bien elemental: el triunfo de cualquier sociedad en relación con otra depende del grado de cooperación que haya dentro de ellas y las medidas de incentivos, restricciones o coerciones que muevan a los individuos a la cooperación.

Hoy día el tema de la “selección de grupos” o, mejor dicho, selección multinivel, es muy contencioso (hasta el punto de rayar en personalismos). Algunos como Douglas Futuyma lo ven como una modalidad de adaptación inclusiva, otros como David S. Wilson lo ven como compatible con ese y otros mecanismos de adaptación, otros como E. O. Wilson y Richard Dawkins los ven como incompatibles desde ambos lados del espectro. Eso será tema para otro día. En el ámbito evolucionista no hay una visión consistente en torno al asunto.

Nota aparte: Para aquellos interesados en saber los argumentos en contra de la selección de grupos, véase el excelente artículo de Steven Pinker al respecto (vean también los comentarios de académicos de reputación al respecto al pie del escrito). Para el argumento a favor, véase la serie de artículos de David S. Wilson, titulada “Truth and Reconciliation for Group Selection“. En el presente, mi posición es que al menos cuando se trata de descendencia con modificación, pueden existir interactores a diversos niveles de grupos, pero teniendo como base la adaptación inclusiva (“selección de parentesco”).

Como sea que los evolucionistas miren este tema, es posible tomar algunos modelos trabajados por sus partidarios para una discusión sensata de este tema. Para efectos de la discusión, asumamos la posición de los economistas Hodgson y Knudsen (2010), de que podemos tomar un punto medio entre la perspectiva génica de la selección natural y la de selección de grupos – Para que haya evolución de seres cooperadores hace falta dos factores:

  1. El replicador:  en este caso, el código genético, el ADN
  2. El interactor:  el individuo, el grupo de más bajo nivel, el grupo de más alto nivel, etc. (pp. 93-109).

Bajo este esquema cabe la adaptación inclusiva (lo que llaman en la jerga biológica como “selección de parentesco”), por la que, desde el punto de vista génético, se ven intentos de forjar grupos con base en herencia (parentesco) y de ahí en adelante pueden formarse grupos de más alto nivel. Una perspectiva parecida es la que sostiene Peter Singer para explicar la expansión del círculo de solidaridad desde la especie humana.

A partir de esta perspectiva informal, observamos en laboratorio el punto traído por Darwin. William M. Muir (2013) de la Universidad de Purdue –y partidario de la selección de grupos– trabajó en torno al egoísmo y la cooperación entre grupos de gallinas a la hora de producir huevos. Cada jaula tenía 9 gallinas. De cada grupo, seleccionó a aquellas que individualmente producían más huevos y las juntó en una nueva jaula. Y así fue por 3 generaciones. En otros casos, Muir decidió escoger aquellos grupos que más producían.

En otras palabras, por generaciones, Muir puso a competir a gallinas individuales, mientras que otras gallinas compitieron en calidad de grupos con otras conjuntos de gallinas. ¿Resultado? Las gallinas que competían individualmente entre ellas por la producción de huevos terminaron así:

Gallinas de William Muir

El estado de las gallinas que compitieron individualmente por la producción de huevos. (c) 2013, William M. Muir.

¿En qué estado se encontraban las gallinas que competían entre grupos?

Las gallinas de William Muir

El estado de las gallinas que compitieron como grupo por la producción de huevos. (c) 2013, William M. Muir.

¿Qué ocurrió? Según Muir, las que competían dentro del grupo, entraron en una dinámica adversativa tan grande que algunas asesinaban a las otras. Esa es la razón por las que quedaron vivas eran un total de tres maltrechas. Eso sí, a nivel individual cada una producía mucho más que las de las demás jaulas.

Por otro lado, en calidad de grupo, estas gallinas sicópatas llegaron a producir menos huevos que las gallinas que competían entre grupos.  En otras palabras las gallinas que cooperaban para competir con otros grupos aumentó su producción de huevos por 160% en solo unas cuantas generaciones. Ahora bien, dentro del grupo se veía el siguiente panorama:

  • Gallinas que no producían en absoluto. Estas son los que se llaman en la jerga en inglés como “free riders” (en español, los polizones o consumidores parásitos), es decir, personas que prosperan exclusivamente debido a la producción de otros.
  • Gallinas que producían poco.
  • Gallinas que producían mucho.

En otras palabras, no es la sociedad de los individuos más productores y de competidores los que más triunfan, sino más bien la sociedad imperfecta donde haya mayor nivel de solidaridad. Para efectos de la discusión definiré “solidaridad” como aquel complejo de reciprocidad social que redunda en la mayor ganancia para todos (o la mayoría).

La mejor sociedad: la imperfecta

Según la seudofilósofa Ayn Rand, la mejor sociedad es aquella en la que prevalece el autointerés, donde el egoísmo es la virtud a ser adoptada por todo individuo.  Algunos anarquistas como Piotr Kropotkin o un economista como Karl Marx veían la mejor sociedad en la que se distribuyen las riquezas de manera estrictamente justa: provisión de riqueza justamente proporcional a lo que se produce. Las soluciones de ambos extremos del espectro filosófico-económico nunca han podido llevar estrictamente a la praxis –al menos sin convertir sus sociedades en cerradas y sin un nivel de coerción estatal que desemboquen en notables violaciones a los derechos humanos. Esto se dio en países con ideologías diversas tales como la Rusia estalinista, la China maoista, el Chile de Pinochet o el Haití de los Douvalier. Por otro lado, las mejores economías suelen ser aquellas que mezclan principios del capitalismo, el socialismo, el cooperativismo y otros arreglos (e.g. destacándose entre ellos los países nórdicos).

Todo esto se debe a que el ser humano es un hijo de la evolución por vía de descendencia con modificación.  Para muchos científicos, esta aserción no pasa de ser una perogrullada, pero tiene importantísimas consecuencias en nuestra vida cotidiana y que demasiado frecuentemente se pasan por alto. Hemos heredado el hecho de que parece que descendemos de mamíferos poligínicos, es decir, que descendemos de animales en que los machos luchan entre ellos por acceso a las hembras. No solo llegan a ese beneficio sino que también luchan por el liderato de las manadas. Finalmente, no podemos olvidar de las riñas por consumir recursos escasos. Tales tipos de competencia llevan frecuentemente a que prevalezcan consideraciones egoístas por encima de las altruistas.

Sin embargo, como los experimentos de Frans de Waal y otros han mostrado repetidas veces, también hay un factor de la naturaleza humana que le importa factores relacionados con la justicia, especialmente en calidad de altruismo recíproco como forma de solidaridad.

Si creamos un sistema económico que suponga a los seres humanos como egoístas perfectos, entonces estará abocado al fracaso. De acuerdo al economista Robert H. Frank (2011), esto ocurre por dos razones:

  • Contrario a lo que algunos suponen, el sentido de justicia puede ser un criterio posicional importante en la mente de mucha gente. Esto se puede ver claramente en el caso del juego del ultimátum.
  • Tampoco tiene en consideración externalidades que se dan a la hora de distribuir riqueza estrictamente de acuerdo al nivel de producción (Preface; capítulo 8).

Debido a ambos factores de nuestra naturaleza humana, la mejor medida es la redistribución de riquezas como el mejor mecanismo solidario dentro de un sistema capitalista o de libre mercado en que la competencia entre empresas (es decir, entre grupos de trabajos) es la norma. Como veremos en el próximo artículo de esta serie, dicha redistribución ocurre dentro de las empresas. Sin embargo, a nivel estatal también ocurre dado que la competencia entre empresas puede externalizar de maneras detrimentales a la sociedad. Vía los impuestos y la reglamentación estatal, se utilizan distintos mecanismos de redistribución para reducir lo mejor posibles dichas externalidades y fomentar la solidaridad entre distintos sectores económicos y sociales.

Francisco Catalá Oliveras

Francisco Catalá Oliveras. (Tomado por mí en el Comité del Partido Independentista Puertorriqueño en el 2011 y disponible para el dominio público).

El resultado es que a diferentes niveles tenemos algún grado de economía mixta y muy compleja. Ir a los extremos de hacer una economía perfectamente competitiva o perfectamente justa, sería a la postre disfuncional.  Esta es una de las consecuencias necesarias de los puntos más importantes de una brillante obra del economista Francisco Catalá Oliveras titulada Elogio de la imperfección. Allí, el distinguido académico nos recuerda el cuento de Jorge Luis Borges, “Funes el memorioso” donde nos relata cómo Funes no podía pensar debido a que tenía una memoria perfecta: al no poder olvidar, no podía conceptuar (olvidar diferencias), por lo que no podía pensar. La imperfección del olvido es requisito fundamental para pensar. De ahí, Catalá Oliveras (2007) acuña la expresión “Síndrome de Funes” que consiste en dos cosas:

  • Creer que la perfección es posible
  • Creer que de ser posible, sería funcional (pp. 10-14).

Usualmente, los extremos del espectro político o económico suelen padecer del Síndrome de Funes. Catalá nos aclara que debemos buscar mejorar situaciones imperfectas en la medida de lo posible (p. 12), pero esto no debe confundirse con la búsqueda de la perfección. Por eso, he postulado lo que llamo “el Principio Catalá Oliveras“:  para que un sistema funcione, debe ser imperfecto.

Ahora bien, no toda imperfección funciona y no debe inferirse por ello que no se remedien ciertas imperfecciones que crean males sociales.  Por ejemplo, el tener polizones sociales es un problema, siempre los tendremos en un sistema de libre mercado. Sin embargo, el buscar reducir este problema lo mejor posible no debe equivaler a, por ejemplo, eliminar por completo cualquier asistencia del estado.  Un exceso de bienestar del estado o un programa mal ejecutado puede ser un problema, especialmente si fomenta el ocio, la marginación y la criminalidad.

Por otro lado, aun para gobiernos conservadores de cualquier parte del mundo, ha sido extremadamente difícil desmantelar todo el aparato estado benefactor, no solo porque parte de su base política persiste gracias a ello, sino porque así se podrían evitar males sociales mayores: miseria de aquellos que no consiguen empleo, mayor mercado informal, niños sin hogar, mayor prostitución, esclavitud sexual, restricciones a servicios de salud para los necesitados, mayor criminalidad, falta de circulación de capital en los mercados, entre otros. Gran parte de la reducción de la pobreza en diversos países ha sido gracias al aparato de asistencia social gubernamental. El incremento de la pobreza debido a la reducción gubernamental se pueden observar prístinamente en lugares donde se han llevado a cabo políticas de austeridad sin medidas sensatas para salvaguardar a la población y muy especialmente los más pobres. Tales políticas también han impedido una pronta recuperación de dichas regiones, tal como lo han reconocido economistas del Fondo Monetario Internacional en el 2011 y en el 2013.

Como diría Aristóteles (1985), toda virtud es el justo medio entre dos extremos (pp. 160-175). Para alcanzar dicha moderación, tenemos que abandonar el vicio de pensar en términos de extremos: sea un neoliberalismo puro o un socialismo puro. La mejor aproximación suele ser un acercamiento casuístico: es decir, ver cada situación por caso y presentar las mejores soluciones que se conciban dentro de un programa solidario de país. Ese es el mejor criterio para ponderar en cuanto a decisiones a tomarse colectivamente.

Referencias

Aristóteles. (1985). Ética nicomáquea / Ética audemia. Madrid: Editorial Gredos.

Catalá, F. (2007). Elogio de la imperfección. PR: Ediciones Callejón.

Darwin, C. (1966) El origen del hombre y la selección en relación al sexo, I. Madrid: Ediciones Ibéricas. Originalmente publicado en 1871.

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Wilson, E. O. (2013). The social conquest of the Earth. NY: Liveright.

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