Serie – “La ciencia de los OGMs” — Parte 1
Declaración de conflicto de intereses: Ningún artículo de esta serie fue financiado por empresa pública o privada alguna. A tono con lo que decimos en la sección del “Propósito del portal“, no hay conflictos de intereses asociados a estos artículos.
ADVERTENCIA: Este artículo contiene las imágenes fuertes de ratas albinas con tumores. El lector o la lectora ya lo sabe de antemano.

Campaña Marcha Contra Mitos. http://www.mamyths.org/
Si ustedes han leído el primer artículo de nuestra serie, se habrán topado con nuestra referencia al mejor metaanálisis de los mejores estudios hechos en torno a animales por un periodo de 29 años (Van Eenennaam et al., 2014). Sabemos que habrá uno que otro que se habrá rascado un poco la cabeza o levantado una ceja escéptica debido a que sí han habido noticias de que los OGMs impregnados con glifosato son cancerígenos y que se ha demostrado en laboratorios. Si escuchan la radio, a lo mejor ustedes alcanzan escuchar a algunos nutricionistas “expertos” en el tema que afirman categóricamente que es así, debido a que un científico en Francia, Gilles-Éric Séralini, pudo mostrar ante todo el mundo la “verdad detrás de los transgénicos”, que Monsanto nos está matando, que el incremento de cáncer durante todos estos años se debe, entre otras, al consumo de transgénicos con partículas de un “cancerígeno” (el glifosato). Hay personas quienes pronuncian el nombre “Séralini” en casi cada respiro cada vez que se habla de los transgénicos y del glifosato.
¡Tal vez a los autores de Eenennam et al, 2014, que incluían a 100 millardos de animales, se les escapó un caso! De hecho, no se les deslizó de sus manos. Al contrario, mencionan algunos “estudios” (en un sentido BIEN laxo) al respecto, entre los que se incluye el que vamos a discutir (Van Eenennaam et al, 2012, pp. 4262-4263).
He escrito una versión mucho más detallada de todo este incidente (conocido en inglés como el “Séralini affair“). Como se dijo en mi primer artículo de esta serie, aquí solamente nos vamos a atener estrictamente a lo que dicen los científicos profesionales en torno al tema y por qué el estudio en cuestión no convenció a nadie en la comunidad científica, ni tan siquiera mucha de la minoría de aquellos científicos que son escépticos de los OGMs en general.
El “incidente de Séralini” (“Séralini affair“)

Gilles-Éric Séralini (2013). Foto cortesía de Thomas Jouanneau. CC-BY-SA 4.0.
Gilles-Éric Séralini es profesor de biología molecular de la Universidad de Caen y que, desde algún tiempo, se ha dedicado al tema de los transgénicos, destacándose por estudios diseñados para poner en duda su seguridad. Aquí no cuestionaremos en lo absoluto la legitimidad de la posición de escepticismo en relación con los transgénicos. Es y seguirá siendo una posición legítima en un mundo en que también hay científicos que tienen una confianza ciega en ello. La dialéctica entre estos dos sectores y las diversas posiciones intermedias son necesarias para el quehacer científico. Lo que sí cuestionamos es tomar por absolutamente ciertos aquellos experimentos que tienen notorias fallas. En algunos casos, se cuestionaría si varias de estas existen a propósito, para que un experimento tenga un resultado predeterminado, asunto que rayaría en la deshonestidad. Este cuestionamiento se profundiza, si tal procedimiento se hizo con el propósito de persuadir al público, de que los resultados obtenidos son fiables y, por consiguiente, consigue manipular a la sociedad para que se creen políticas públicas cuyos fundamentos científicos son tan firmes como la arena movediza.
Una vez más, no nos interesan las intenciones de Séralini, sino la calidad del experimento, cómo se proyectaron sus resultados ante el público y la reacción de la comunidad científica y las autoridades gubernamentales ante su divulgación.
Breve exposición de lo ocurrido en el experimento (en “arroz y habichuelas”)
Esta sección es para aquellos interesados en estos detalles que son más técnicos. Para aquellos lectores que quieran saber de lleno el meollo del problema, siéntanse en la libertad de brincar esta sección.
El experimento se centra en el consumo de maíz transgénico junto a ciertas dosis del yerbicida marca Roundup® de la compañía Monsanto, cuyo ingrediente potente es el glifosato. Para ello, Séralini y su equipo utilizaron 200 ratas Sprague-Dawley™ albinas: 100 machos y 100 hembras. Cada grupo se subdividía en diez:
- El grupo control: Este es un grupo de 10 ratas (5 machos y 5 hembras) a las que se les dio agua sin Roundup® y maíz no transgénico sin Roundup®.
. - Hay a su vez 60 ratas a las que se les administraron diferentes porcentajes de maíz transgénico de Monsanto (Roundup Ready®):
.- Veinte (20) de esas ratas consumieron alimentos con 11% de maíz transgénico: 10 lo consumió con Roundup® y 10 no.
. - Otras 20 ratas consumieron maíz en que el 22% era transgénico: 10 de esas ratas lo consumirían con Roundup® y 10 no.
. - Las restantes 20 ratas consumieron maíz en el que el 33% era transgénico: 10 de esas ratas lo consumirían con Roundup® y 10 no.
.
- Veinte (20) de esas ratas consumieron alimentos con 11% de maíz transgénico: 10 lo consumió con Roundup® y 10 no.
- A los últimos tres grupos de 10 se les dio maíz no transgénico, pero bebieron agua con distintas concentraciones de Roundup®.
- 10 con agua cuya concentración de Roundup® era 1.1 x 10⁻⁸ %
- 10 con agua con una concentración de Roundup® era 0.09 %
- 10 con agua con una concentración de 0.5%
El tiempo de duración del experimento era de dos años (Séralini et al., 2012, pp. 4221, 4222-4223).
He aquí los resultados:
- Cerca del 50% de las ratas machos y 70% de las hembras murieron prematuramente debido a los tumores (Séralini et al., 2012, p. 4223).
. - Solo el 20% de las ratas machos y el 30% de las hembras del grupo control murieron prematuramente debido a los tumores (Séralini et al., 2012, p. 4223).
. - Muchas de las ratas terminaron con tumores cuyos tamaños alcanzaban a ser el 25% de su peso corporal (Séralini et al., 2012, p. 4223).
. - Otros de los resultados se presentaron de manera confusa y la mayoría no mostraba correlación alguna entre la salud de las ratas y la cantidad de maíz transgénico consumido por ellos (Séralini et al., 2012, pp. 4223-4228).
La publicación del estudio incluía el retrato de las ratas con tumores.

Retratos de tres de las ratas con tumores según aparecen Séralini et al., 2014, p. 11, CC-BY 4.0 (la segunda vez que se publico el estudio en cuestión). En el estudio original se utilizaron estas mismas imágenes en un orden distinto (Séralini et al., 2012, p. 4226).
En la misma página en que aparece la imagen, también se mostraban fotografías de los tumores en sí y de sus células (Séralini et al., 2012, pp. 4226-4227), además de unas gráficas que no incluiremos aquí debido a que sería demasiado complicado y extenso el explicarlas (aun para muchos de los científicos que leyeron el estudio, las gráficas eran tremendamente confusas) (Séralini et al., 2012, pp. 4224-4225).
Un procedimiento inusual de la publicación de los datos
Los que sean científicos y que estén leyendo sobre este experimento, probablemente ya se han preguntado por qué se incluyen fotos semejantes. Como todo profesional sabe, ninguna de estas imágenes aporta información alguna que sea pertinente al estudio. Además, al tomar fotografías solamente de las ratas que ingirieron maíz transgénico o Roundup® (ninguno del grupo control) se tendría el efecto de impresionar al lector quitando, de esa forma, el énfasis debido a los datos y el diseño del experimento. El presentar estudios sin imágenes es algo usualmente ajeno a la experiencia del público que suele ver, en las revistas de divulgación (Muy Interesante, Scientific American, etc.), muchísimas imágenes precisamente diseñadas para impresionar (positivamente) a sus lectores. En las ciencias es distinto. Es muy mal visto, añadir imágenes con el objetivo de impresionar, pero que no aporten ninguna información científica alguna a un artículo de una revista académica científica.
Sin embargo, algunos han sospechado que el blanco de los retratos de las ratas y los tumores no es la comunidad científica, sino el público promedio. ¿Cómo lo sabemos? Pues, el equipo de Séralini decidió hacer una conferencia de prensa, es decir, quería anunciar a la prensa y al público los “hallazgos” del estudio. Esto no es lo usual cuando se publica un estudio. Instancias como estas son extremadamente raras.
No solo eso, sino que también Séralini hizo algo que era más insólito: le solicitó a los miembros de la prensa que firmaran acuerdos de confidencialidad para que pudieran acceder al artículo antes de que se publicara, obviamente, para que vieran las imágenes en cuestión. La prensa inexperta evidentemente salió impactada ante las imágenes (Arjó et al., 2013, pp. 256, 265, 268; Butler, 2012).
Una vez se publicó el estudio, se mostraron los retratos de las ratas con tumores y los tumores. El movimiento antitransgénico hizo fiesta contra de Monsanto. La inmensa mayoría de la comunidad científica a nivel mundial respondió airada. Como respuesta, los antitransgénicos recurrieron al ejercicio de una falacia (que en su caso, desgraciadamente, es demasiado frecuente) a la que llamaremos Reductio ad Monsantum:
Definición de Reductio ad Monsantum: Es el acto de un antiOGM de acusar de ser comprado por Monsanto (o la compañía que se desee demonizar) a un científico, miembro de la prensa o a un divulgador cuando llega a una conclusión que a ese antiOGM no le gusta, no importa si dicha conclusión es científicamente válida y respaldada por la evidencia.
Pero, ¿por qué se dio la reacción tan adversa de parte de los expertos en este campo? ¡Veamos!
Los problemas fatales del experimento
Todas las objeciones en torno al experimento radican en el diseño. El lector de nuestro blog no tiene que leer todas las objeciones en cuestión. Con la primera bastará, pero, para el curioso, añadiremos más. Veamos:
- Las ratas seleccionadas para el experimento son notablemente propensas a tumores.
Las inmensa mayoría de las ratas Sprague Dawley™ albinas desarrollan numerosos tumores durante un periodo corto de dos años. Esto ha sido estudiado a saciedad por la comunidad científica. Por ejemplo, en un experimento que se llevó a cabo en los años 50, se descubrió que la tasa de incidencias de tumores de ratas hembras bajo situación control (es decir, sin someterlas a ninguna variable que normalmente llevaría a cualquier otro animal a una mayor propensidad a tumores) fue cerca del 56 %. En el caso de otras, una dieta especial rica en grasas llevó a que el 80% de ellas desarrollara tumores, un número aproximado al que obtuvo Séralini.
En otro experimento llevado a cabo en los años 70, solo se midió la propensidad a tumores en un periodo de un año y seis meses. ¿Su resultado? El 45 % de las ratas habían desarrollado tumores y en una proporción semejante a la reportada por Séralini: las ratas hembras tenían el doble de tumores que los machos.
En otro experimento que se llevó a cabo en esa década y se publicó en 1979, donde se revelaba que el 81 % de las ratas Sprague Dawley albinas terminaron con tumores en un lapso de tiempo de 2 años.
Esto no es nada sorprendente para los toxicólogos y oncólogos que han trabajado con estas ratas. Hay una amplia literatura de sus distintas incidencias de tumores bajo diversas circunstancias.
¿Qué significa esto? Pues, algo muy sencillo: que, en el mejor de los casos, el experimento no es concluyente y NO demuestra que los transgénicos y el Roundup® sean cancerígenos. Es más, este resultado es consistente con otros estudios que demuestran que no hay mayor incidencia estadística de cáncer en animales de laboratorio cuando ingieren transgénicos con o sin Roundup® (véase este artículo y este metaanálisis).
El asunto es todavía peor. Una de las gráficas del artículo parecería indicar que si una rata macho ingiere agua con Roundup®, alargaría su tiempo de vida. Obviamente, este resultado es absurdo, pero demuestra cuan mal diseñado estaba el experimento. No solamente los datos reflejan este patrón, hay otras anomalías (e.g. que mientras más maíz transgénico ingerían las ratas, menor era el tamaño de sus tumores).
Pero si este es el hecho, entonces, ¿por qué no se tiene en cuenta que el grupo control tuvo menos incidencias de tumores que en los demás casos? El problema es que con tantas variables examinadas en el experimento, el tamaño de las muestras para cada caso era demasiado pequeño para establecer una diferencia significativa estadística entre los grupos. Además, dentro del contexto de los demás estudios en torno a las ratas Sprague Dawley albinas, se puede sostener que el Roundup® y el maíz transgénico no conllevaron incremento alguno estadístico en cuanto a las incidencias de tumores.
Aun con todo esto, Séralini concluyó que la evidencia parecía indicar que el maíz transgénico y el Roundup® aumentaban las incidencias de tumores en las ratas (¡!) (Séralini et al., 2012, p. 4230).
Por eso, se señaló que los datos del experimento estaban mal analizados y mal evaluados y que, por supuesto, la conclusión era estaba errada.
El que esté satisfecho con esta explicación para descartar este experimento como genuino, siéntase en la libertad de saltar a la próxima sección. Los que se quieran quedarse para conocer cuáles son las demás objeciones del llamado “estudio”, pueden quedarse un ratito más:
-
- Séralini no siguió la guía europea (de la OECD) para establecer grupos controles adecuados, algo que, como hemos visto, vició el experimento desde el punto de vista de su diseño.
- En su aviso de declaración de conflictos de intereses, a Séralini se le olvidó señalar que CRIIGEN y la Fundación para el Progreso Humano, dos organizaciones antitransgénicas, financiaron su estudio.
- Algunos han planteado que Séralini y su equipo pudieron haber cometido distintas faltas de código de ética en relación con las ratas, debido a que (¿por motivos puramente publicitarios?) dejó crecer sus tumores hasta el extremo y sin ponerlas a dormir en un cierto tiempo razonable. Esto es cruel por infligir sufrimiento innecesario a dichos animales de laboratorio (véase Arjó et al., 2013).
Más reacciones …
No solo los científicos se molestaron, sino que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA por sus siglas en inglés) tronó contra el artículo publicado y expresó lo siguiente:
The assessments of Member States and EFSA revealed an overall agreement. The study as reported by Séralini et al. was found to be inadequately designed, analysed and reported. The authors of Séralini et al. provided a limited amount of relevant additional information in their answer to critics published in the journal Food and Chemical Toxicology. Taking into consideration Member States’ assessments and the authors’ answer to critics, EFSA reaches similar conclusions as in its first Statement (EFSA 2012). The study as described by Séralini et al. does not allow giving weight to their results and conclusions as published. Conclusions cannot be drawn on the difference in tumour incidence between treatment groups on the basis of the design, the analysis and the results as reported. Taking into consideration Member States’ assessments and the authors’ answer to critics, EFSA finds that the study as reported by Séralini et al. is of insufficient scientific quality for safety assessments. EFSA concludes that the currently available evidence does not impact on the ongoing re-evaluation of glyphosate and does not call for the reopening of the safety evaluations of maize NK603 and its related stacks. EFSA’s evaluation of the Séralini et al. article is in keeping with its role to review relevant scientific literature for risk assessment on an ongoing basis to ensure that the advice it provides is up-to-date.
Ante todas las objeciones presentadas por científicos expertos, por la EFSA y otros, la revista Food and Chemical Toxicology procedió a retirar el artículo.

Estudio retirado
No obstante esto, los movimientos antitransgénicos respondieron con su usual Reductio ad Monsantum.
De muerto a zombi
Como frecuentemente ocurre en el movimiento antiOGM y otros bien característicos de algunas seudociencias, no importa cuan malos hayan sido estos experimentos y se hayan demostrado su falsedad a saciedad, pueden convertirse en la bandera de alguna causa. Lo otro que ocurre, es que suelen convertirse en lo que el médico David Gorski llama “estudios zombis“, es decir, unos “estudios” hartamente refutados que “reviven” después de muertos.
Séralini y su equipo no se dieron por vencidos. Lo que hicieron fue hacer unas modificaciones cosméticas al estudio para volverlo a publicar en otra revista académica, en esta ocasión en la Environmental Sciences Europe. Lo que es extraño es que en esta ocasión se dio a conocer sin arbitraje por pares (peer-review), algo que no es usual. El argumento que esgrimió la junta editorial de la revista es que no lo necesitaba porque ya había sido arbitrado por Food and Chemical Toxicology. Lo otro que llama la atención, es que, en esta segunda ocasión, Séralini corrigió su conclusión y afirmaba que sus resultados no eran concluyentes. Desgraciadamente, llega a la convicción correcta cuando el daño, vía los medios, ya está hecho y el estudio previo con sus conclusiones incorrectas se ha convertido en un estandarte de los militantes antiOGMs.
Desde entonces, Séralini y otros han utilizado este mismo estudio para sustanciar otros alegatos en torno a los OGMs y Roundup®.
A pesar de que, hoy día, algunos científicos utilizan el artículo de Séralini para mostrar cómo no llevar a cabo un experimento, alguna gente en Puerto Rico y en el mundo siguen pregonando a su favor como si hubiera sido (como dirían en inglés) el “smoking gun” contra Monsanto y el daño que “representan” los OGMs.
Lo más triste es que algunos partidos políticos de Puerto Rico y varios grupos ecologistas están bien conformes con un experimento rechazado por la inmensa mayoría de los científicos a nivel mundial. Sin lugar a dudas, esta actitud es un genuino ejercicio del negacionismo contra las ciencias.
Referencias
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