En las redes sociales he estado notando la circulación de una noticia de un estudio que parece vincular a la fumigación de mosquitos con incidencias de autismo. Quería dedicarle un poco de palabras a esto ya que quiero contrastar este y otro estudio con el artículo que escribimos en torno a una supuesta relación causal entre el glifosato y el autismo.
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Un contraste
En aquel artículo sobre el glifosato y el autismo, vimos el caso de Stephanie Seneff y cómo ella alega que sus datos muestran más allá de toda duda que el glifosato causa autismo además de toda una serie de enfermedades modernas. Por ahora, todo lo que Seneff y sus allegados han mostrado en el mejor de los casos que hay correlación, pero que no hay causación y que estas asociaciones son más bien producto de “minería de datos” sin la debida cualificación de la evidencia y sin tomar en consideración el hecho de que un buen número de esos artículos en los que se basaba podrían estar equivocados.

John P. A. Ioannidis. Investigaciones Oncologicas de Madrid el 15 de junio de 2012. Foto cortesía de SINC.
También allí discutimos el problema muy serio de la utilización de artículos de estudios preliminares como fundamento de estudios sólidos o, incluso, de política pública. Cerca del 85% de todos los estudios preliminares están rotundamente equivocados, tal como han mostrado muy aptamente Steve Greenberg y John P. A. Ioannidis. ¿Por qué es esto así en las ciencias? La respuesta es bien compleja y tomaría mucho tiempo tomar en cuenta todos los factores, pero uno en particular parece ser el principal: sencillamente porque los estudios preliminares son de naturaleza exploratoria, ya que indagan en torno a ideas nuevas en las ciencias. Como es una etapa de tanteo, la inmensa mayoría de estas nuevas ideas son desacertadas. Esto es parte del proceso científico y es perfectamente normal, aun cuando se esté procurando una reducción sustancial de estos estudios que llegan a conclusiones falsas. Esta es la razón principal por la que la “minería por datos o estudios” sin la debida cualificación frecuentemente lleva a resultados erróneos, como vimos en el caso de Seneff y colegas.
Para conocer más sobre este fascinante tema y otros relacionados, vean este vídeo de la conferencia de John Ioannidis en Talks at Google:
Los estudios preliminares constituyen la base de una pirámide de investigaciones científicas, la parte de mucha menor fortaleza científica. Las conclusiones de un estudio preliminar deben ponerse a prueba, sus métodos deben ser replicados, deben también ser puestos a prueba comparativamente con la literatura científica y controlando para una diversidad de variables. Más adelante, tienen que pasar por un filtro riguroso, formar parte de revisiones científicas y metaanálisis hasta que finalmente se pueda saber con mucha mayor fiabilidad si estas conclusiones originales son correctas o no. La inmensa mayoría de estas investigaciones pueden tomar de 10 a 20 años y no es un proceso fácil.
Esto llama a la humildad de la comunidad científica donde se llevan a cabo estos estudios preliminares y debería ser una advertencia a muchos periodistas que suelen publicar noticias sobre estos artículos a la menor provocación sin considerar que, aunque sean arbitrados por pares (peer-review), lo más probable es que estén equivocados.
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El primer estudio
En las redes sociales se empezó a alegar que la fumigación con naled está vinculada al autismo. Como escéptico comencé a cuestionar dicha asociación, ya que a nivel público se sostiene que todo (literalmente cualquier cosa) da autismo: las vacunas, la leche vacuna, el glifosato, Pokemon, etc., etc., etc. Finalmente, después de semanas de buscar la fuente en que se basaban, encontré el estudio en cuestión. La razón por la que tardé tanto en encontrarlo es porque siempre buscaba en torno a la asociación de naled y el autismo, no la de fumigación aérea y el autismo. El resumen del artículo no menciona el naled como componente asperjado. Puede ser que el estudio per se lo haga, pero no sabremos hasta que se publique el artículo en cuestión.
Este estudio no se ha publicado todavía en calidad de artículo en una revista académica, sino que se presentó en una reunión del 2016 del Pediatric Academic Societies. Los autores diseñaron un modelo estadístico por el que veían ciertas áreas de Nueva York donde se sabe que se hacen fumigaciones periódicas para controlar la población de mosquitos (utilizaron para ello código postales residenciales). Con base en ello buscaron alguna correlación entre las fumigaciones y el número de incidencias de autismo. Los resultados reflejan que las zonas de Nueva York que son fumigadas periódicamente tienen una tasa de incidencia inusualmente mayor de autismo que aquellas que no han sido fumigadas.
Hay algunos aspectos que tienen que tomarse en cuenta en cuanto al resumen del estudio:
- Correlación no significa causación, algo que hemos visto en el otro artículo sobre el glifosato y el autismo.
. - Este es un estudio preliminar, por lo tanto, tiene una alta probabilidad de haber llegado a la conclusión equivocada. Esto no lo sabremos con seguridad hasta que el artículo en cuestión esté disponible y cuando se haya examinado por la comunidad científica de la manera que describimos.
. - Las sustancias estudiadas son los piretroides. El naled no es un piretroide, sino un organofosfato.
. - Se estudian fumigaciones aéreas periódicas (cada año), algo que es ajeno a la realidad puertorriqueña. La última vez que se fumigó por vía aérea con naled fue en 1987. Las demás fumigaciones en Puerto Rico han sido por camiones que asperjan insecticidas.
. - Puede ser que no se tengan en consideración otras variables. Como veremos en breve, esto es algo que los autores reconocen.
Ahora bien, ¿cuál es la actitud de los autores en torno a su propia investigación? Es bastante modesta. De hecho, en una entrevista a uno de ellos en la versión cibernética de la revista Time afirma en relación con las implicaciones en torno a la política pública de fumigación:
“Cities and states should not stop spraying based on this data alone,” says [Steve] Hicks. “This study needs to be replicated in other regions of the country that use similar spraying methods.”
“In the meantime,” he adds, “communities should continue to warn residents to stay indoors, cover gardens and cover children’s play equipment during periods of spraying, which most already do. It would be important to know what percentage of residents are actually receiving and following these recommendations from their local department of health.” (Mi énfasis)
En otras palabras, ellos saben que su estudio es preliminar y que hay unas variables que no pudieron tener en cuenta (e.g. saber si los residentes actúan según las recomendaciones de sus respectivos departamentos de salud).
En nuestro primer artículo en relación con el naled hablamos del tema del riesgo y cómo no solo la aplicación del naled puede ser riesgoso, sino que también su falta de aplicación (sin otras medidas) puede serlo. Steve Hicks afirma:
“Other studies have already shown that pesticide exposure might increase a child’s risk for autism spectrum disorder or developmental delay,” said lead investigator Steven Hicks, MD PhD. “Our findings show that the way pesticides are distributed may change that risk. Preventing mosquito-borne encephalitis is an important task for public health departments,” he said. “Communities that have pesticide programs to help control the mosquito population might consider ways to reduce child pesticide exposure, including alternative application methods.”
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El segundo estudio
Ahora bien, esto no significa que esto agota los estudios de asociación entre pesticidas y autismo o problemas de desarrollo neuronal.
Un estudio que sí podría confirmar algún tipo de vínculo entre algo similar al naled y el autismo y otros problemas de desarrollos congénitos es el siguiente:
Shelton, J. F., Geraghty, E. M., Tancredi, D. J., Delwiche, L.D., Schmidt, R. J., Ritz, B., Hansen, R. L., Hertz-Picciotto, I. (2014). Neurodevelopmental disorders and prenatal residential proximity to agricultural pesticides: the CHARGE study. Environmental Health Perspectives, 112, 10, 1103-1109. doi: 10.1289/ehp.1307044.
Este artículo estudia el nivel de exposición prenatal a una serie de pesticidas comunmente utilizados en la agricultura, entre ellos los organofosfatos (del que naled es un tipo) y los piretroides. El estudio utilizó como muestras a personas que vivían en Sacramento cerca de zonas agrícolas donde se suele asperjar periódicamente estos insecticidas. Las sustancias bajo estudio son neurotóxicas, como se ha podido mostrar en animales de laboratorio.
De los organofosfatos, es interesante observar que no se evaluó el naled, sino el clorpirifos (p. 1105). Para los demás, se desarrollaron modelos de dispersión de las toxinas bajo evaluación, ninguna de ellas es el naled. Sus datos parecen indicar que hay un vínculo entre incidencias de exposición prenatal a estos pesticidas y a las incidencias de autismo y problemas de desarrollo de recién nacidos.
Este estudio confirma un cúmulo de literatura que parece indicar una relación entre pesticidas neurotóxicos y las incidencias de autismo. Aun así, hay que hacer varias observaciones:
- El mismo equipo que llevó a cabo la investigación dice que hacen falta más estudios al respecto, en parte porque la mayoría de aquellos que vinculan los pesticidas a los problemas de desarrollo prenatal son en animales no humanos.
. - Aparentemente, el uso de cloripirifos parece estar vinculado a un aumento de incidencias de autismo (un 14%) (p. 1107).
. - Una vez más, se estudian fumigaciones periódicas.
. - El mismo proceso de investigación confrontó varios problemas de logística (p. 1104).
. - Una dificultad del estudio no es precisamente un problema de los autores, sino a causa del proceso de reclasificación de ciertos males mentales como autismo (p. 1108).
- El estudio reconoce que no ha estudiado todos los factores potenciales (incluyendo otras sustancias tóxicas) que pudieran causar autismo (p. 1108).
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Conclusiones
Ninguno de estos estudios tienen que ver con el naled o el problema que eso potencialmente podría crear a la población puertorriqueña en términos de su posible asociación con el autismo. Por lo pronto, no parece haber evidencia científica fuerte de la fumigación aeréa con naled y el autismo. La opinión de las autoridades federales por el momento es que la fumigación con naled en bajas dosis es relativamente seguro. El último estudio que discutimos puede servir para reforzar la idea de que los organofosfatos pueden estar asociados al autismo, pero todavía preserva las dudas sobre el uso de naled en específico en bajas dosis (una onza por acre).
La prensa puertorriqueña y los comentaristas políticos deben tener mucho cuidado a la hora de evaluar ciertos estudios en torno al autismo y su asociación con otros factores. Sean escépticos con los estudios preliminares (aunque esto no necesariamente implique que sean falsos). En la medida que puedan, vean las virtudes y las fallas de los estudios y pónganlos en el contexto amplio de la literatura científica. No olviden examinar si el artículo se publica en una revista de reputación, o una de bajo impacto o una revista predatoria o fraudulenta. Miren si el estudio tiene que ver con el tema que se quiere investigar y no se vean impulsados a publicar noticias solamente porque “un estudio lo dice”.
Sencillamente, si no hay una serie de estudios rigurosos, revisiones científicas o metaanálisis que vinculen el naled con el autismo, es sencillamente un error establecer esa asociación en público apelando en abstracto a estudios que afirman que “hay una vinculación entre fumigaciones aéreas y el autismo” sin la debida cualificación.
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