¿Favorece la ONU la agricultura orgánica?

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Desde hace algún tiempo, en las redes sociales se ha estado diseminando la noticia de que las Naciones Unidas favorece la agricultura ecológica, conocida también como orgánica. Según estas fuentes, en el año 2013, la Conferencia de las Naciones Unidas de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) radicó un informe titulado Wake Up Before It Is Too Late: Make Agriculture Truly Sustainable Now for Food Security in a Changing Climate Wake Up Before It Is too Late - UNCTAD(Despierta, antes de que sea tarde: Hagamos la agricultura verdaderamente sostenible ahora para seguridad alimentaria ante un clima cambiante) y que recomienda la agricultura orgánica como la que puede salvar a la humanidad del hambre. Según algunos, el documento Wake up es un espaldarazo oficial de las Naciones Unidas a este tipo de iniciativas de política pública.

La pregunta que debemos hacernos es, ¿es ese el caso? Lo dudamos mucho y la razón de ello nos la da el mismo documento. Una vez descargamos su archivo PDF , podemos ir a la página 3 (de las 341 que contiene) y encontramos lo siguiente (los recuadros son nuestro énfasis):

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Traducción al español (perdonen si no es la mejor traducción):

Los puntos de vista que se expresan en los siguientes artículos en esta Revisión son de sus autores y no necesariamente reflejan las posiciones de sus organizaciones o instituciones respectivas. Por lo tanto, las perspectivas expresadas en en esta Revisión deben atribuírsele a los autores y no a cualquier institución o a la UNCTAD o a sus estados miembros.

Cualquier referencia a alguna compañía y a sus actividades no debe ser presentado como un endoso por la UNCTAD o por sus autores o sus instituciones, de la compañía o sus actividades.

En otras palabras, sí es cierto que este informe lleva el sello de las Naciones Unidas, porque la conferencia se dio con su auspicio, pero esto no representa su posición oficial.

Si esta es la situación, entonces, ¿cuál es la verdadera posición de las Naciones Unidas al respecto? Por ahora, lo más cercano a una opinión oficial la podemos encontrar en el portal de la Organización de Alimentos y Agricultura de las Naciones Unidas (FAO), donde dice exactamente lo contrario a lo alegado. En un comunicado de las Naciones Unidas del 2007 titulado “FAO advierte insuficiencia de agricultura orgánica en lucha contra el hambre”, su portavoz nos dice, entre otras cosas:

… “no se puede alimentar a seis mil millones de personas hoy en día y a nueve mil millones en 2050 sin un uso sensato de productos químicos”.

Casi 31 millones de hectáreas, o aproximadamente el 2% de las tierras agrícolas de todo el mundo, fueron cultivadas en 2005 sin usar productos químicos, y generaron ventas por alrededor de 24.000 millones de dólares.

“No hay una solución única al problema de alimentar a los pobres y hambrientos,” dijo Diouf. Agregó que cuando se usan fertilizantes deben escogerse los productos apropiados, y aplicarse en cantidades adecuadas, de la manera correcta y en el momento oportuno”.

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¿Por qué la FAO adopta una posición desfavorable ante la agricultura orgánica (o “ecológica”)?

Si se le presta atención a los factores científicos de todo este asunto, en vez de al mero sentimiento de “unión  y conexión con la naturaleza” al que apelan muchos con los que hablo sobre este tema, podremos ver cuál es el problema.

A muchos se les olvida el componente económico de la dinámica de distribución de alimentos. Desgraciadamente, cuando la gente escucha la palabra “economía”, usualmente piensan en dinero. Se les olvida que la economía es algo mucho más amplio que este factor, sino que tiene que ver con la distribución inteligente de recursos escasos. Eso incluye la manera en que se reparte la materia y energía en la población mundial. Esta energía toma la forma de alimentos (energía para el ser humano), energía muscular, energía eléctrica, entre otros. El dinero es solo un componente de la economía que mide el valor de todos los recursos escasos, es decir la riqueza material y energética que circula en calidad de mercancía. Desde esta perspectiva, todo recurso escaso en el mundo se puede medir en dólares y centavos.

Norman Borlaug

Norman Borlaug, padre de la Revolución Verde

Esto aplica también al asunto de si los alimentos deben producirse convencionalmente o mediante la agricultura orgánica. Para alimentar 7 mil millones de personas en el mundo, nos topamos con la interrogante de cuál es la manera más eficiente para hacer que alimentos lleguen a la mayor parte de la población. Desde la Revolución Verde, la industria alimentaria ha adoptado medidas para ser cada vez más eficiente a la hora de producir más alimentos. Esta es una de las instancias en que los intereses de la industria coinciden con el bienestar público. Dicha inversión implica un ahorro considerable de energía mediante la diseminación eficiente de alimentos y un mayor espacio para el crecimiento de la naturaleza. A muchos le sorprenderá este último alegato, pero recordemos que desde un punto de vista de espacio cultivable y el económico, la industria quiere maximizar la producción en relación con el tamaño de mercado disponible. Este hecho significa que si aumenta exponencialmente la tasa de rendimiento agrícola por área de terreno,  esto inevitablmente lleva a la utilización de cada vez menos área de terrenos, así librando muchos hábitats de la deforestación y de la actividad y contaminación humanas.

Aun con todo, la llamada “agricultura convencional” no es perfecta, ya que se estimula el uso de nitrógeno derivado del petróleo y de pesticidas relativamente tóxicos para los agricultores y, en ocasiones, para el público. La agricultura orgánica (o “ecológica”) surgió como una respuesta a estas preocupaciones. ¿Qué cuenta como “orgánico” en este sentido? Usualmente la definición del término se estipula por ley, pero en su línea general se utilizan medidas para reducir el uso de pesticidas y fertilizantes sintéticos y adoptar solamente los naturales. Además, para disminuir el uso de estos tóxicos, se utilizan también otras técnicas tales como rotación de cultivos, cultivos asociados (intercropping), reciclaje de nutrientes, cultivo de cobertura, entre otros. Todos estos factores son importantes para la conservación de los terrenos. De hecho, ya varios agricultores convencionales han incorporado algunas de estas técnicas con mucho éxito y algunas compañías han estado impulsando programas para preservar las tierras y fomentar la biodiversidad en el proceso.

Por otro lado, algunos agricultores orgánicos quieren operar con la menor maquinaria posible, con el menor grado de pesticidas posibles y maximizar el uso de composta o estiércol de ganado. Además, con contadas excepciones, rechazan en principio el uso de cultivos transgénicos, sea por convicción o porque sus productos serían descertificados de la categoría de “orgánico” o “ecológico”. Sin que esto sea suficiente, a veces la selección de venta en ciertos mercados hace más ineficiente su transportación o su cotejo por las autoridades de sanidad, lo que lleva en no pocos casos a la diseminación de epidemias por contaminación viral o bacteriana (véase el caso de la mal llamada “Crisis del Pepino” en el 2011).

Esto lleva a que la actividad de cultivo orgánico sea mucho más ineficiente que los cultivos convencionales en general. Revisiones científicas como esta confirman nuestro punto. En promedio, los orgánicos tienen 20 a 30% menor rendimiento que los convencionales. Un estudio más minucioso a partir de los datos ofrecidos por el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) revela que, salvo en contadas excepciones, en la inmensa mayoría de los casos el rendimiento de estos cultivos es menor y, en ocasiones, significativamente inferior, que los correspondientes convencionales.

Esto se debe a que la dinámica para este tipo de agricultura requiere mayor energía. La FAO reconoce precisamente este punto cuando dice:

  • Production costs for organic foods are typically higher because of greater labour inputs per unit of output and because greater diversity of enterprises means economies of scale cannot be achieved;

Como cualquier economista señalaría, mientras mayor energía se utilice para producir una mercancía, mayor valor adquiere. Simultáneamente esta inversión energética se refleja en el precio. El mero hecho de que se consuma mayor energía cuando se le compara con la agricultura convencional significa que tenemos que cuestionar el supuesto beneficio ambiental o humano que esto implica.

No hay lugar a dudas que el cuido de la tierra en la mayoría de las ocasiones (no en todos los casos) existe mejor en la industria orgánica, tal y como lo reconoce la FAO. Sin embargo, para permanecer “competitivo” en un mercado en que los alimentos orgánicos necesariamente tienen que ser más caros solamente por este factor, significa que tienen que buscar medidas “baratas” para lidiar con este penoso problema, tales como disfrutar de exenciones contributivas y otros incentivos.  Por ejemplo, sin uso de la soya transgénica resistente a glifosato, la práctica de no labranza se hace virtualmente difícil en el caso del grano no transgénico, aunque no totalmente imposible si se integran ciertas tecnologías. La restricción al uso de pesticidas naturales en ocasiones puede ser menos efectiva que las alternativas no orgánicas. Aun con todo, los precios en general no logran bajar lo suficiente para competir con los productos convencionales.

Tales ineficiencias implican mayor uso de terreno, no solo para obtener el mismo nivel de producción que la agricultura convencional, sino también para obtener los nutrientes. Se puede remediar en parte el problema usando cultivos de cubierta, pero otros tipos de cultivos requieren muchos más nutrientes. Se podría utilizar composta, que tiene que integrar la producción orgánica de ciertos otros cultivos para ello. Sin embargo, la composta contribuye más al cambio climático de lo que originalmente se pensaba. El aumento de uso de estiércol implica necesariamente mayor uso de terrenos para la crianza de ganado, un problema ambiental debido al alto nivel de consumo de hierba o pienso que necesita y por su emisión de metano, agravando así el efecto de invernadero y, por ende, el calentamiento global. Todos estos factores conllevan una reducción considerable de los ecosistemas naturales para dedicarlos exclusivamente para la agricultura.

El problema no termina ahí. De acuerdo con la FAO, podemos añadir otros ingredientes en cuanto a la inversión energética en alimentos orgánicos:

  • Post-harvest handling of relatively small quantities of organic foods results in higher costs because of the mandatory segregation of organic and conventional produce, especially for processing and transportation;
  • Marketing and the distribution chain for organic products is relatively inefficient and costs are higher because of relatively small volumes.

En otras palabras, hay que invertir más energía por concepto de separación de los alimentos orgánicos de los convencionales. Mientras mayor es la energía invertida, no solo nos lleva a precios más altos, sino también a un mayor uso de combustibles (usualmente fósiles). Hoy día se sabe que si se quiere evitar el cambio climático, tiene que invertirse significativamente en la intensificación de la producción de alimentos en cada vez menos hectáreas de terrenos cultivables. La Revolución Verde, que ha sido tan condenada por los partidarios de la agricultura orgánica, ha logrado precisamente eso (véase este estudio al respecto, este y este).

La agricultura orgánica va exactamente en el sentido opuesto a lo que se debería aspirar. Es por ello que muchos científicos argumentan que a pesar de reconocer el innegable beneficio de la agricultura orgánica o “agroecología” a la tierra y la biodiversidad en el campo, la misma ineficiencia energética que implica neutraliza su valor ambiental.

La ventaja de la agricultura convencional es que puede adoptar las mejores medidas para cuidar el suelo y ya hay agricultores convencionales que están adoptando esas prácticas, pero no tienen que abandonar toda la tecnología disponible para hacer su labor productiva muy eficiente. Esto se debe a que no hay definición de lo que sea “convencional” y, por ello, la tarea es flexible a la hora de ser eficiente y proteger los suelos. La desventaja de la agricultura orgánica es que se niega a usar la mayor parte de dichas tecnologías y está usualmente estancada en los límites que ella misma se impone.

Por estas y otras razones, el costo de los alimentos orgánicos permanecerá muy alto en el futuro previsible. Los convencionales, incluyendo aquellos que utilizan ingeniería genética, serán de muy bajo costo porque son más eficientes. Son estos últimos los que serán más accesibles a los pobres y tendrán mejores oportunidades de alimentar al mundo.

Precisamente esto y no más explica la posición de la FAO.